Al otro lado del mundo material/Visitando a los Sufíes Divinos Visitando a los Sufíes DivinosDejando este sitio de poder, vi los Rostros de Babaji, Yukteswar, Yogananda y Lahiri Mahasaya. Ellos me decían adiós con la mano: —¡Vuela, Gurú Nanak! Giramos hacia otro sendero que pasaba nuevamente a través de un bosque de pinos. Aquí vi muchos hormigueros, que se encontraban casi después de cada diez metros. Con cuidado pasamos por encima, y a veces hasta saltamos, de las vías de hormigas que cruzaban nuestro camino. Vladimir dijo que aquí vio hormigueros mucho más altos que su cuerpo. También llegué a saber de él que las hormigas comen garrapatas. Por lo tanto, en aquellos lugares donde hay muchas hormigas grandes, no hay garrapatas. El bosque de coníferas cambió a bosque de hoja ancha. Abandonamos el sendero y nos internamos en la espesura. Aquí, en un pequeño claro, rodeado por algunos abedules, se encontraba uno de los sitios de poder del Gran Maestro del Sufismo. En este lugar, como explicó Vladimir, el Gran Maestro daba a los dignos la oportunidad de experimentar el estado de Samadhi, el Éxtasis de un nivel superior, el que surgía cuando el practicante experimentaba al Espíritu Santo dentro del propio cuerpo. Nos quitamos las mochilas. Me sorprendió que nadie, excepto yo, se hubiera interesado mucho en esa perspectiva de Samadhi. Resultó que para ellos el Samadhi era un estado común, habitual. Katia enseguida se acostó sobre una colchoneta y se durmió. Los demás se dispersaron por los alrededores para ver si había hongos en este lugar. Yo, por mi parte, encontré un lugar debajo de un abedul y con deleite apoyé mi espalda sobre su tronco. El sol brillaba tiernamente a través de sus hojitas y todo alrededor estaba teñido de un color verde dorado, todo, hierbas, arbustos, árboles. Los pájaros cantaban sin parar. Había una sensación de tranquilidad, la que gradualmente se saturaba de un júbilo silencioso. Éste se volvía cada vez más intenso y brillante, llenando el espacio dentro de mi anahata y desbordándose desde allí. Me disolví en el Éxtasis. Quería quedarme en este estado para siempre. Pero Vladimir nos llamó a seguir. Y después de unos metros, nos encontramos cerca del sitio de poder de Imám Divino. Fue difícil entrar directamente en aquel lugar por los árboles derribados; por lo tanto, Vladimir sugirió que volviéramos las espaldas a este sitio y, saliendo hacia atrás del anahata, nos uniéramos con el Dueño de aquel lugar. Lo hice casi sin esfuerzo. Por otra parte, la verdad fue que ya no tenía fuerzas ni para esforzarme. —Mira con qué facilidad ya puedes unirte con Dios —dijo de repente Vladimir—. ¡En un abrir y cerrar de ojos, ya estás Allí! Me sorprendí yo misma. «¡No puede ser!», pensé. —Ya casi es posible conferirte el título de Brahman. Dios concede este título a aquellos que conocieron la Unión con Él y lo enseñaron a los demás. Lo que te falta ahora es encontrar a una persona digna y enseñarle. «¿Qué tipo de Brahman soy? —Me turbé—. Brahman es un Maestro sabio, Omnisciente, Que todo lo ve… ¿Y yo?». De esta forma reflexionaba, hasta que llegamos a otro sitio de poder que se encontraba otra vez entre pinos y hormigueros. Allí estaba el Maestro Karas. Vladimir nos propuso intentar ver Su Nombre, escrito por Él, en el espacio sobre el bosque. —¿Cómo entender Cuál de los Espíritus Santos está aquí? A veces se puede ver Su Rostro. A veces se puede reconocer a un Maestro por ciertas cualidades individuales, propias solamente de Él o de Ella. O, por ejemplo, un Maestro puede escribir Su Nombre sobre el cielo. Mira, allí está escrito: KARAS. ¿Ves? —Vladimir lo indicó con su mano. Larisa, riendo, observó que antes Karas se encontraba más lejos de este lugar, pero ahora se trasladó de repente hacia Vladimir. No sé si vi o imaginé Su Nombre en aquel lugar que señaló Vladimir. ¡Bueno, no importa! ¡Pues él dijo que tendría todo por delante! Nos quitamos las mochilas y nos sentamos para descansar. A pesar de mi agotamiento, seguía percibiendo a los Maestros Divinos con la misma vivacidad. Karas nos envolvió en Su intenso Amor. ¡Y yo casi «me ahogué» en éste! A lo largo de una vida ordinaria, es posible que uno experimente varias veces esas sensaciones de la comunicación con los Espíritus Santos, del contacto con Ellos, aunque también es posible que no. ¡Pero aquí lo he experimentado tantas veces durante un solo día! ¡Y qué impresionantes son esos encuentros! Pero llegó el tiempo de partir de aquel lugar. ¡No obstante, me voy llevando conmigo a los nuevos Amigos, a Quienes, de ahora en adelante, podré recurrir siempre, en cualquier momento de mi vida, y recibir Su Amor y Apoyo en respuesta! Las impresiones de aquel día me afectaron y estaba caminando en un estado medio somnoliento. Caminaba siguiendo simplemente a aquel que iba adelante, sin mirar a los lados. De súbito, experimenté los Brazos de Babaji. ¡Me maravillé! ¡No puede ser que Él nos haya estado acompañando durante tanto tiempo! Pero después miré a los lados y descubrí que estábamos pasando justamente cerca de Su Mahadoble de Su primer sitio de poder. ¡Fue tal la sorpresa que hasta me desperté! Vladimir se paró y propuso la siguiente meditación: —Podemos «vestirnos con el Cuerpo de la Conciencia de Babaji», experimentar Su Rostro y Sus Brazos como nuestros. ¡Y a nosotros mismos nos experimentamos como Él, con Su Energía y Poder! Nuevamente experimenté a Babaji unido con mi cuerpo. ¡Qué magnífico! ¡Hubiera querido yo tener tanta fuerza y energía antes! A veces, aún antes de conocer los libros de Vladimir, me sucedían ciertas «afluencias» de energía. En aquellos momentos, sentía tanta fuerza y ánimo que podía seguir haciendo muchas cosas durante todo el día sin cansarme. Pero, desgraciadamente, aquellos episodios siempre fueron cortos e involuntarios. ¡En cambio ahora —en la Unión consciente con Babaji— fue tan magnífico experimentarlo! Me disolví en Él completamente. Sólo Su «Yo» quedó; el mío no estaba… * * * En el camino de regreso a casa, Anna me dijo: —Cuando vengas aquí en agosto, ¡tu tarea principal será no perder a Vladimir de vista! En la estación, Vladimir alargó hacia mí un pedazo de papel, con un texto escrito a mano. —Es una Revelación para ti —dijo él. Había allí el texto de un anuncio: «Clases de autorregulación psíquica para los profesores y estudiantes de las escuelas superiores médicas y pedagógicas. Regulación de las propias emociones y el desarrollo del corazón espiritual. Las clases son impartidas por un médico. La primera reunión en esa fecha. (Entre otras cosas, mostrarás las películas. Tu propósito es dejar una «descendencia» espiritual formada por aquellas personas que sean capaces de seguir dando clases.)» Esto era aquello que yo debería empezar en el futuro.
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