Al otro lado del mundo material/Sostengamos el mar con las palmas de las Manos
Sostengamos el mar
con las palmas de las Manos
Cuando descansé, me puse a trabajar otra vez con mi capullo.
Observando mis intentos, Vladimir, sonriendo, dijo:
—Experimenta tu cabeza debajo de la tierra detrás de tus talones, a la distancia de unos 50 centímetros aproximadamente y mira desde allí a tu capullo. Es la manera más fácil de aprender a ver los oscurecimientos energéticos en el propio capullo. Y luego puedes sacar todos estos con los brazos de la conciencia.
Intenté hacerlo. Pero Vladimir dijo:
—¡Experimenta tu cabeza más abajo! ¡Aún más abajo, debajo la tierra!
No lo esperaba. Todavía no comprendía totalmente cuáles son las posibilidades de la clarividencia. Si Vladimir podía ver cómo estaba yo colocando mi cabeza detrás de mis piernas, ¡no me quedó más que maravillarme! La mezcla de todas estas emociones se reflejó, por lo visto, muy expresivamente en mi rostro, porque Vladimir de súbito se echó a reír suavemente y me besó en la mejilla.
Así que, habiendo colocado mi cabeza detrás de los talones o aún más abajo, caminé hacia delante y hacia atrás, tratando de mantenerla allí el mayor tiempo posible y de ver mi capullo y mi cuerpo caminando arriba. No lograba verlos todo el tiempo. Esto me parecía a las interferencias en un televisor, cuando la imagen desaparece y vuelve a aparecer. Pero lo que no pude hacer de ningún modo fue ver los oscurecimientos en mi capullo.
Regresamos al centro del sendero. Aquí Vladimir encontró un lugar apropiado para la «caída» de la conciencia.
—«Caemos» con la conciencia hacia abajo, tomamos en nuestros brazos un trapeador y empezamos, con movimientos circulares amplios, a limpiar el meridiano central con su palo —Vladimir mismo mostró esos movimientos circulares—. Luego hacemos con el trapeador un agujero en la coronilla y sacamos de la cabeza toda la basura energética, todas las inclusiones oscuras. Al hacerlo, tanto el meridiano central como el cuerpo entero se llenan de la Luz Que existe en abundancia en este lugar. ¡Y necesariamente debemos mover los cuerpos!
Con entusiasmo me puse a trabajar. Habiendo tomado un trapeador en mis brazos de la conciencia, empecé a limpiar mi meridiano central. Al principio lo hice dentro de mi cuerpo, pero luego salí de sus límites con el fin de limpiar todo con seguridad. Después hice un agujero en la coronilla y comencé otra vez, con los movimientos circulares, a limpiar dentro de mi cuello y cabeza. Me gustó mucho este ejercicio. Pude visualizar muy bien el trapeador y ya comencé a sentir cierta ligereza especial en mi cuerpo hasta los hombros. Además, en mi cabeza surgieron sensaciones parecidas al movimiento de unos bloques amontonados de hielo, los que, por fin, se agrietaron y empezaron a alejarse el uno del otro, abriendo el espacio.
Después de unos 15 minutos se acercó Vladimir. Él me miró, sonrió y dijo que mis chakras bajos ya formaban una columna regular, pero que me faltaba trabajar con la cabeza y con el cuello.
Nos dirigimos hacia el mar.
Yo reflexionaba sobre el hecho de que ¡estoy aquí y ahora en la compañía de Vladimir, y él me enseña! Pero hace menos de medio año esto era mi «sueño de cristal». En aquellos tiempos yo solamente soñaba que algún día en el futuro…
Vladimir decía algo acerca de la Unión con Dios, pero me quedé pensando en alguna otra idea suya, expresada anteriormente y volví en mí solamente cuando él dijo:
—¡También puedes unirte conmigo en mi Mahadoble, si esto no te confunde!
Sólo en aquel momento comprendí que esto, de hecho, fue posible. Tal idea ni siquiera pasó por mi cabeza y no me confundía de ningún modo, lo que dije a Vladimir resueltamente. Él sonrió.
Caminamos hasta el final del sendero. Después comenzaba un matorral y el mar se extendía hasta donde alcanzaba la vista. ¡Un mar azul, con bloques níveos de hielo, en los cuales se reflejaban los rayos del sol! ¡Un mar tan majestuoso, tan tranquilo y tan vivo!
Vladimir empezó a explicar la siguiente meditación:
—¡Tomemos el mar con las palmas de las manos, levantémoslo y vertamos su transparencia sobre nuestros cuerpos, lavándolos y limpiándolos! De esta manera también podemos lavar los meridianos. Este ejercicio se llama «Lavarse la cara». Se llama así, porque por primera vez éste nos fue mostrado por el Maestro Divino, Eagle, Que nos enseñó a lavar de esta forma nuestras caras cada mañana cuando vivimos en las tiendas de campaña en Su sitio de poder.
Lo probé y resultó que ya podía levantar el mar con mis palmas con más facilidad. Creo que todos me ayudaban en mis meditaciones, aunque a veces lo olvidaba y me parecía que las realizaba yo misma sin la ayuda externa. Yo tomaba aquella blanca y tierna luz, casi transparente, y la vertía poco a poco sobre mi cuerpo.
—Además, podemos realizar, como una operación quirúrgica, la «disección del cuerpo a lo largo del meridiano central». Lo hacemos usando, por ejemplo, la visualización de un cuchillo de cirujano o de otro instrumento conveniente. Y luego sacamos del cuerpo todo lo innecesario.
A pesar de ser médico, yo nunca había realizado la disección del propio cuerpo. Y por más salvaje que esto sonara, ese método resultó ser muy eficaz.
—En particular, después de disecar el área de los chakras de la cabeza, podemos, con los brazos de la conciencia, sacar suavemente todas las densidades energéticas de los chakras.
Mientras estaba caminando por el sendero y trataba de imaginar todos los instrumentos quirúrgicos conocidos por mí, aptos para esta «operación» y el proceso de la «operación» misma, vi a Anna que salió a mi encuentro. De la manera como ella me miraba, intuí que quería decirme algo.
Y así fue.
—Tú tratas de hacer todo esto por ti misma. Y eso es bueno. Pero intenta también hacerlo junto con el Espíritu Santo, pidiendo Su ayuda. Pues primeramente puedes unirte con Él y solamente después, desde la Unión, con los brazos de la conciencia unidos, sacar todo lo innecesario de tu cuerpo y limpiarlo hasta la absoluta transparencia.
Me di cuenta de que realmente había estado concentrada sólo en mis propios esfuerzos. En ningún momento pensé en pedir la ayuda de Meniul, ya que en mi cabeza estaban metidas las frases deportivas: «¡Sólo con tus propios esfuerzos!», «¡Todo depende sólo de ti!». Pero ¿¡cómo puedo acercarme realmente al Espíritu Santo si ni siquiera Le presto atención!?
Así que, con timidez y alegría Le pedí ayuda. ¡Y enseguida sentí un gran cambio! Como si Meniul se hubiera alegrado de que, por fin, en Su sitio de poder, se hayan dirigido a Él.
¡Mi ánimo se elevó y pude realizar los ejercicios con más energía! ¡Era tan maravillo experimentar Sus Brazos unidos con los míos!
Vladimir en aquel momento conversaba con otros discípulos. Habiéndose vuelto, de repente, hacia mí, me sugirió otra versión, más eficaz, de la «perforación de la cabeza». Me propuso dar con el extremo del palo de la fregona en el foramen occipitale magnum (agujero occipital magno). Habiendo oído un término médico conocido e, incluso, habiendo recordado lo que significa, me animé, aunque enseguida a mi mente empezaron a llegar recuerdos pesados sobre las prácticas de anatomía, donde nosotros, los estudiantes, teníamos que trabajar con cadáveres humanos reales, estudiando en éstos todos los músculos, vasos, nervios…
Pero esto quedó en el pasado. Ahora, en cambio, acabo de entender que debo dar con el palo del trapeador, el que tengo en mis brazos de la conciencia, en el agujero magno. Para hacerlo, debo retirar tanto los «tejidos blandos» como la columna vertebral, y así puedo imaginar claramente este agujero. ¡En éste tengo que dar!
Los demás pidieron a Vladimir que les explicara de qué se trataba, ya que escucharon de él por primera vez aquellas palabras latinas. Me fui a trabajar en la realización de esta tarea. Pero cuando me alejaba, Vladimir añadió que tendría 15 minutos para dicho trabajo y que luego él me llevaría a Lada para el «juicio de Dios». Al oír aquellas palabras «espantosas», aminoré el paso. Pero no me sumergí por mucho tiempo en las reflexiones y empecé a agujerear el foramen de mi cráneo.
Ya al comenzar, me sentí cansada; no obstante, alcanzar el objetivo me atraía más. Y mi estado, de hecho, cambió. Yo combinaba las «perforaciones de la cabeza» con los movimientos circulares del trapeador. Lo hacía lo más intensivamente posible con pausas cortas para descansar.
Se acercó Vladimir y me observó. Dijo que estaba mejor, pero debía trabajar más con mi cabeza y cuello.
—Con los brazos de la conciencia, puedes tomar un spray con un líquido blanco luminoso —propuso otra versión Vladimir— y salpicarlo desde atrás sobre el sushumna en el área del vishuddha, para que todo lo oscuro en este lugar se disuelva. Además, podemos convertir el palo del trapeador en una torunda quirúrgica de algodón y limpiar con éste la cavidad de la cabeza, como lo hacen los amantes de la colección de cráneos —se echó a reír él.
Hice todo como me dijeron. Para mayor efecto, abrí el cráneo completamente y limpié allí todos los oscurecimientos, cambiando a menudo las torundas. Mi cabeza ya zumbaba un poco; sin embargo, comencé a percibir allí cierta ligereza. Creo que con todo logré sacar, por lo menos, alguna parte de la basura y me fui a descansar.
Vladimir en aquel momento caminaba lentamente por el sendero al otro lado de la hoguera. Al regresar, nos invitó a seguirlo. En el lugar donde llegamos, había una línea de alta tensión con cables en dos filas sobre nosotros. Señalándolos, Vladimir dijo:
—Los cables de alto voltaje crean a su alrededor campos energéticos. Estos campos no nos hacen daño, como cree la mayoría de las personas, sino que, por el contrario, pueden crear sitios de poder interesantes, combinándose con los Mahadobles de los Espíritus Santos. En cambio, los campos realmente negativos son creados no por los cables, sino por los transformadores.
En una parte del sendero, a una distancia de 20 metros de los cables, él nos propuso percibir las variaciones del campo energético. Resultó que hubo unas 4. Pero yo logré sentir más o menos solamente el último segmento, donde la autopercepción en el cuerpo desaparecía por sí misma. Me gustó mucho estar en este lugar y pude fácilmente expandirme hacia atrás con la conciencia.
Vladimir comentó:
—Una persona, después de haber encarnado, se acostumbra a vivir percibiendo y experimentando solamente el mundo material. Él o ella, por lo común, no tiene la necesidad de percibir los campos energéticos; por lo tanto, no desarrolla esa facultad. No obstante, en el Camino espiritual, hay que aprenderlo, pues es posible acercarse a Dios solamente según la calidad del alma, y no por medio de unos u otros movimientos corporales o actos semejantes. El estrato material, que se encuentra en el «pastel de varias hojas» del espacio multidimensional, es muy pequeño comparando con el «pastel» entero del Absoluto. Entonces, el proceso del estudio práctico de Dios implica que el practicante debe conocer y aprender a vivir en todos los estratos de la multidimensionalidad, especialmente en los más sutiles y sutilísimos. Pues Dios en el aspecto de la Conciencia Primordial (o Creador) es Lo Más Sutil de todo lo que existe en el universo. Por lo tanto, los entrenamientos, como aquellos que tuvimos con los campos energéticos de los cables, son muy útiles en las etapas iniciales.