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Conocimiento contemporáneo sobre Dios, la evolución y el significado de la vida humana.
Metodología del desarrollo espiritual.

 
Capítulo seis: Sanación del niño
 

Ariadne/Capítulo seis: Sanación del niño


Capítulo seis:
Sanación del niño

Pasado un tiempo, Diánte pidió permiso en la Escuela de Pitágoras para permanecer en el recinto por varios días, solicitud que le fue concedida.

Ariadne también estuvo de acuerdo con esto por supuesto. ¡Ella misma no quería separarse del gran Sabio ni por un minuto! Más Pitágoras le sugirió que sería mejor que residiera en su casa de momento, y que si era posible la acondicionara para recibir a los invitados de la Escuela que pronto llegarían. Hasta ahora, solo una de las residencias de la Escuela había sido terminada y era bastante difícil acomodar a todos allí. Por ello es que quienes residían en el área pasaban el día en la Escuela, más por la noche volvían a sus casas.

* * *

Un día, Ariadne volvía a casa diariamente por la ruta habitual permaneciendo al mismo tiempo en ese espacio de Luz en el cual —el propio Pitágoras vivía, desde donde les hablaba, y en el cual les enseñaba a permanecer—.

El sol poniente coloreaba los objetos alrededor con un cálido resplandor dorado, haciendo que todo fuera tan hermoso que hasta parecía un poco irreal.

¡Ella por supuesto había presenciado hermosas puestas de sol, más nunca antes había sentido tanta dicha por la armonía y la belleza de la naturaleza!

¡Es como si el mundo entero se hubiera transformado a partir de los cambios que, gracias a las lecciones iniciales de Pitágoras tenían lugar en ella! ¡Comenzaba a sentir todo hermoso, lleno de alegría y de belleza! Para ella la vida tenía ahora un propósito y un significado. ¡Le parecía que la felicidad salpicaba y se esparcía por todos lados, y que podía ella tomarla a puñados de su propio corazón y esparcirla como semillas de amor, o irradiar todo a su alrededor como el sol lo hace! ¡Tenía la sensación de que le habían crecido alas en la espalda y que tan solo con un leve impulso podía despegar y volar por la superficie de la Tierra!

Y cuando recordaba a Pitágoras, veía Su rostro hecho de Luz. Es decir, no era la típica imagen que surgía al recordar a otra persona. ¡Era un rostro vivo, móvil, luminoso! Y la mirada de Pitágoras penetraba en el alma y en cada emoción y cada pensamiento de Ariadne…

«¡Esto ya es demasiado! ¡Es como una especie de obsesión!» —pensó Ariadne y justo en ese momento, el rostro de Pitágoras desapareció de su percepción, como si Él no se atreviera a inmiscuirse en su vida si ella así no lo quería. Al unísono, el mundo pareció volverse gris… O acaso… ¿fue tan solo una nube que había velado el Sol?

«¡Lo siento! ¡Me gusta cuando estás cerca! ¡Pero es tan inusual, tan inesperado!…» —dijo mentalmente Ariadne. De nuevo el Sol iluminó todo alrededor con su resplandor dorado y Ariadne se llenó nuevamente de Paz y de Amor.

* * *

Al día siguiente, Ferenike volvió a visitar a Ariadne:

—¿No prometiste hablarme de Pitágoras? ¿Es porque has asistido a Sus discursos todos estos días que tú y yo no nos hemos visto?

—¡Pues sí!

—¿Y qué piensas de Él?

—No sé cómo decírtelo… Ante Él, parece que me sumerjo en un mar de Luz… ¡Y Su discurso es como música que penetra hasta lo más profundo de mi alma! ¡Habla de las cosas más significativas para todos nosotros!

—¿Te enamoraste de Él o qué? ¡Después de todo, dicen que es tan hermoso como Apolo descendido del Cielo! Y sin embargo se dice que tiene muchos años ya, que ha visitado países lejanos, y que estudió varias enseñanzas. ¡Incluso la gente piensa que está dotado de la vida eterna de los Dioses! ¿Será todo esto verdad o ficción?

—¿Vas a dejarme que te cuente de Él Ferenike o prefieres contármelo todo tú misma? —dijo Ariadne con una sonrisa y continuó—. Igualmente creo saber qué noticia te hará perder el habla. ¡Allí me encontré con mi amigo de la infancia Leonardo quien es uno de los alumnos más cercanos de Pitágoras!

—¡Ah! Dime ya mismo, ¿de cuál de ellos estás enamorada? ¡Estás tan felizmente radiante que no puedo apartar mis ojos de ti!

—¿Enamorada?… No amiga. ¡Esta felicidad es algo completamente diferente! ¡Está más allá de este mundo! ¡Te lleva al Mundo Divino! ¡Ahora amo toda la Creación… flores, árboles, montañas, el mar con sus olas esmeralda, las gaviotas volando sobre las aguas! ¡Amo tanto a Leonardo como a sus compañeros de la escuela pitagórica! ¡Amo a Pitágoras, Quien me reveló toda esta increíble felicidad de vida y la posibilidad del perfeccionamiento del alma humana!

… Ariadne comenzó a contarle a Ferenike acerca de las cosas más importantes que había entendido y aprendido en las últimas semanas, y que habían cambiado toda su vida…

Pero a decir verdad, Ferenike estaba más interesada en los detalles pícaros de la relación de Ariadne con Leonardo: ¿Ya le había Leonardo declarado su amor?… ¿Se estaban besando?…

* * *

En ese momento, afuera se comenzó a escuchar un ruido y exclamaciones de la multitud. Varios carros tirados por caballos pasaban por la calle frente a la casa de Ariadne. Los conductores borrachos vociferaban victorias y demás… Pasaron velozmente y con estruendo hasta que en su retirada el ruido de los carros y el relinchar de los caballos se apagaba…

Pero entonces, las exclamaciones entusiastas de la multitud dieron paso a gritos de miedo.

—¡Algo pasó Ferenike, vamos a ver, tal vez podamos ayudar! —dijo Ariadne levantándose inmediatamente y caminando rápidamente por el jardín hacia la puerta.

Ferenike corrió tras ella tratando de evitar que su amiga fuera:

—¡Dijiste que dejaste ir a todos tus esclavos! ¡Si corremos peligro, ¿quién nos protegerá?!

… Casi frente a la puerta de la casa, la gente se apiñaba alrededor de un niño de unos diez o doce años que había sido atropellado por uno de los carros…

Estaba gravemente herido, obviamente tenía muchas fracturas y el niño estaba inconsciente.

—¡Ya hemos mandado a notificar a un médico, pero mover al niño lejos en este estado no es lo más recomendable!

Ariadne sugirió entonces:

—¡Llevémoslo a mi casa que está justo aquí!

Cuatro hombres colocaron al niño sobre una manta y lo llevaron hasta la casa de Ariadne. Le acomodaron sobre un sofá en una habitación y viendo que no había más nada por hacer, se marcharon…

Ferenike alterada se lamentaba:

—¿Qué vamos a hacer con este niño? ¿Y qué pasa si el médico no puede ayudarle y el niño muere? ¡Ni siquiera sabemos quiénes son sus padres! ¡Y el bribón que atropelló al niño, ni siquiera se detuvo!

… Ariadne, apenas si escuchaba a su amiga. La pregunta de qué hacer se la dirigía en ese mismo instante a Pitágoras, —a esa imagen luminosa de Él que ella podía ver—.

…. Pitágoras se presentó en la casa minutos después. Ariadne no se atrevió a preguntarle cómo es que se las había arreglado para llegar tan rápido: ¿fueron los Dioses quienes le advirtieron de antemano, o había otras formas de controlar el espacio y el tiempo?

Pitágoras inundó todo el espacio con Su tierna calma:

—¿Qué ha pasado Ariadne? ¿Necesitas de Mi ayuda?

… Ariadne, señaló el sofá donde habían colocado el cuerpo lisiado del niño:

—Fue atropellado por un carro…

—¡Bueno amigas, ya cálmense, vayan al jardín o siéntense por ahí, y no tengan más miedo, ansiedad o pensamientos de dolor y muerte! ¡Todo estará bien!

Ariadne y Ferenike se sentaron en silencio en el rincón más alejado de la habitación.

Durante un rato, Pitágoras se dedicó a sanar el cuerpo mutilado del niño, volviendo los huesos fracturados a su posición original.

Cuando terminó, se acercó a las amigas y dirigiéndose a Ariadne le dijo:

—¡Vivirá y va a estar bien! ¡Y no quedará lisiado! Debe dormir hasta mañana. Pero ya que participaste en su salvación, ¡tendrás que también participar un poco en su destino! ¡Y Yo también debo hacer lo Mío!

Pitágoras acarició suavemente el cabello de Ariadne y continuó:

»¡Y no te preocupes —todo esto es para bien—! ¡Me alegro mucho que me hayas pensado y hayas logrado llamarme!

… Luego, se volvió hacia Ferenike, quien aún no podía recuperarse de los milagros que habían sucedido ante sus ojos:

»¡Me alegro de conocerte Ferenike! ¡Tal vez podrías aprender a controlar ese fuego que arde en ti con tanta intensidad y pasión!

»Además, mi querida parlanchina, por favor no le cuentes a nadie los detalles de lo que pasó aquí hoy. De lo contrario, nuestra Escuela se convertirá en lugar de peregrinaje para todos los enfermos. ¡Y ahora debemos dedicarnos a curar no los cuerpos, sino las almas de las personas! ¡Debemos enseñarles a crear y preservar la armonía en sus vidas para que no haya lugar para la enfermedad!

* * *

Pasado un rato, el médico llegó a casa de Ariadne cuando Pitágoras ya no estaba. ¡Sudaba por el calor del día y se quejaba maldiciendo el clima y el niño —quien al final moriría de todos modos—!

Ariadne le recibió con las siguientes palabras:

—¡Gracias y perdón por las molestias! Pero el niño simplemente se desmayó. ¡La gente temía que tuviera alguna fractura pero él se encuentra bien! ¡Su ayuda no es realmente necesaria!

… Cuando el médico supo por Ariadne que el niño tan solo había perdido el conocimiento y recibido algunos moretones, se enfureció tanto que solo pudo calmarse cuando Ariadne le dio una buena propina por sus molestias.

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