Ariadne/Capítulo doce: Problemas y dificultades en el Camino espiritual
Capítulo doce:
Problemas y dificultades en el Camino espiritual
Pasaron varios años…
La vida mesurada y pura de los discípulos de Pitágoras siguió atrayendo a muchos nuevos seguidores. Y muchos fueron aceptados en la Escuela.
Los ejemplos de cómo seguir los preceptos de Pitágoras en la vida cotidiana, seguían despertando interés incluso entre quienes aún no habían decidido seguir estas recomendaciones en sus vidas.
Pero a la vez, hubo entre los discípulos de Pitágoras quienes con el tiempo perdieron el interés en una vida en constante esfuerzo por transformarse. Y Pitágoras, —a veces con suavidad y otras veces duramente— impedía que tales alumnos continuaran los estudios o participaran de iniciaciones posteriores en las profundidades de la Enseñanza. Después de todo, las cogniciones siguientes se vuelven imposibles cuando se extinguen las aspiraciones sublimes y se pierde el Contacto Sagrado con lo Supremo. ¡Y porque además, se empieza a percibir la Escuela como un lugar de esparcimiento común! Lo cual suele venir acompañado por una oleada de deseos y aspiraciones mundanas incontrolables.
En tales casos, Pitágoras solía dar al estudiante la tarea de servir a las personas externas en algo útil relacionado con la Escuela, y que requería una inmersión completa en la vida mundana ordinaria, donde los deseos del alumno encontrarían una satisfacción razonable. Así, tal estudiante continuaba sintiéndose parte de la Escuela, pero en el exterior de Ésta. Y las escasas horas destinadas a las prácticas y meditaciones espirituales del estudiante, podrían volverse tan preciosas para éste que tal vez lograrían consolidar el progreso logrado por tal alma y evitar un fuerte retroceso o la completa degradación. El proceso de compartir los conocimientos adquiridos y servir a los demás con las habilidades ya logradas —es muy útil para el alma—. Luego, se consolida lo que realmente esa alma entendió y asimiló del Camino espiritual, y el resto parece desmoronarse como si nunca hubiera sucedido…
Cuando Ariadne notó en su amiga Ferenike el desvanecimiento de la inspiración de las meditaciones, se preocupó mucho por ella. Ferenike parecía haber perdido la alegría de vivir, y las prácticas espirituales ya no la deleitaban, percibiéndolas a menudo como un tedioso deber diario… Y el mundo de los placeres y el esparcimiento ordinario, volvió a ser más atractivo para Ferenike que la alegría de penetrar en el Mundo Divino.
Ariadne, quería hablar con ella y narrarle los momentos que en su propia vida le ayudaron en tales momentos difíciles. Después de todo, Dios inevitablemente pone a prueba a todos quienes recorren el Camino espiritual. ¡Hay que pasar la prueba de la estabilidad en los éxitos alcanzados para poder seguir adelante!
Ariadne buscaba el momento adecuado para hablarle. Pero todo resultó diferente, fue Ferenike quien vino hasta Ariadne para hablar de su situación. Se volvió hacia ella como en los viejos tiempos en busca de apoyo y consuelo:
—Dime Ariadne, ¿ya estoy vieja? ¿Me he vuelto menos hermosa? ¡Ya nadie me mira con admiración como cuando antes un hombre estaba dispuesto a dar su vida por mí tras pasar la noche conmigo! ¡Ya no tengo más admiradores!
—¿Pero por qué buscas esto entre los discípulos de Pitágoras?
»Con simplemente ir al mercado verás posarse sobre ti muchas miradas apasionadas… Si es esto lo que quieres.
—No, no realmente… ¡Quiero sentirme amada, admirada! Y ante mis intentos de ser al menos un poco coqueta, tan solo veo miradas afectuosas condescendientes en respuesta… ¡Mi encanto… se ha desvanecido!
»¡Incluso ayer, Leonardos me dio una reprimenda como si yo no fuera su igual, sino su alumna! Me habló de la diferencia entre la gracia de una mujer —que atrae a un hombre solo por su apariencia externa— y la sublime belleza interior que une el alma y el cuerpo armoniosamente, e inspira a poetas y los artistas… Lloré casi toda la noche y ahora vine a hablar contigo…
»Ya no siento nada en las meditaciones… Siento pena por mí misma, anhelo lo que funcionaba en mi pasado, y no sé cómo seguir viviendo. Quizás no debería tratar de meditar si ya no me funciona. Después de todo, paso el tiempo o admirándome a mí misma, o soñando con mi felicidad, o sintiéndome triste por mis fracasos… ¡Y los estados Divinos se han alejado, como si recientemente no experimentara el deleite de conectarme con la Luz Divina! Es como si todo hubiera sido tan solo un hermoso sueño…
—Siempre me ha ayudado durante tales trances —recomenzar como desde el principio—, con esos ejercicios básicos que nos mostró Pitágoras. ¡Recuerda por ejemplo, “la lluvia dorada”! ¡Cuán maravillosamente limpia el cuerpo, los pensamientos y las energías del alma! ¡Es como si los ejercicios más elementales de repente, resultan los más maravillosos!
… Ariadne se expresó de tal manera que empezaron a suceder cambios en el espacio que las rodeaba. Ella no solo explicaba con palabras la práctica espiritual, sino que generó con su conciencia, movimientos en las Corrientes de Luz:
«¡Trata de recordar Ferenike cómo esto te puede llenar de alegría! ¡Sobre nosotros hay como una nube de Luz dorada muy pura! ¡Y está lista para derramar Su lluvia dorada sobre nosotras! ¡Y queremos llevar esta Luz dentro de nosotras para purificar el cuerpo y el alma! ¡Levantamos nuestras manos, ponemos nuestras palmas bajo los chorros dorados de Luz! ¡Y la Luz, como el agua, lava nuestros cuerpos desde el exterior, y llenamos nuestros cuerpos con Ella —como si fuéramos vasos vacíos—!
»Y entonces esta Luz se vuelve más y más sutil, como una niebla dorada. La inhalamos… Penetra en nuestros cuerpos… Y estos se vuelven ligeros, ingrávidos…
»Y en el corazón espiritual, la Fuente del Amor y de la Luz, se enciende como un Sol. ¡Y nosotras también, como los Soles, irradiamos esta Luz-Amor en todas direcciones!
… Ferenike se sumergió totalmente en la meditación, y lágrimas de felicidad asomaron a sus ojos… Abrazó a Ariadne:
—¡Gracias querida amiga! ¡Cuando estoy a tu lado, todo es fácil y alegre para mí! Pero yo misma no logro llevarme a realizar estos ejercicios… ¡Aparentemente, soy completamente… mediocre!
»Aquí en la Escuela, todos tienen las habilidades más elevadas. Unos tienen talento para la música, otros componen poesía, otros tienen habilidades para la escultura o la pintura. También están los que prefieren las matemáticas… ¡Y yo no doy muestras de tener ningún talento!… Carezco de interés por las formas abstractas de pirámides y tetraedros, y las fórmulas matemáticas me entristecen. Las musas del arte no me dieron sus dones… ¿Qué puedo hacer?
—¡Pero Ferenike, también es posible ser simplemente contemplativa y apreciar toda esta belleza que describes!
—¡Pero siempre quise ser la mejor! Anteriormente, era por mi belleza exterior… Pero ahora, ¡hasta eso he perdido!…
—¡Eso no es cierto en absoluto, Ferenike! ¡Eres muy hermosa, e incluso más hermosa que antes! ¡Pero solo cuando no estás triste y no sientes lástima por ti misma! ¡Recuerda cuando te sentías como una Diosa —libre de la carne, los pensamientos y las emociones que oprimen el alma—! ¡Recuérdate a ti misma que ese es tu verdadero ser!
»¡Después de todo, la felicidad y la alegría se experimenta más cuando la brindas a los demás, en vez de solo para ti!
»¡Si mantenemos armonía en nuestros pensamientos, emociones y acciones, —hacemos un llamado al amor y la paz del Universo—! ¡Cuando nosotras como almas traemos amor al mundo material—podemos convertirnos en Partes de la Luz Superior y en pequeños Rayos de esta Luz Única—!
»¡Un alma desarrollada es como un instrumento musical que suena en armonía con el Sonido Cósmico Divino!
»Simplemente estás cansada y necesitas reconfigurarte a ti misma como desde el principio. Intenta hacerlo como nos enseñó Pitágoras. Anda, has el esfuerzo.
… Terminada la conversación, Ariadne se sintió triste de no haber podido ser de más ayuda para su amiga. Así que decidió acudir a la mañana siguiente a Pitágoras en busca de consejo.
… Pitágoras, como siempre, ya estaba al tanto de la llegada de Ariadne y de su dilema, así que la estaba esperando. Cuando Ariadne se le acercó, la apariencia majestuosa y tranquila de Pitágoras generó una impresión especial en ella.
Pitágoras aún no había pronunciado palabra cuando la ansiedad de Ariadne por su amiga —fue reemplazada por la paz y la expansión del alma—. ¡Ahora todo podía percibirse sabiamente!
Pitágoras, miró afectuosamente a Ariadne y le propuso ir a sentarse juntos en un banco de mármol situado en una galería abierta al mar y entrelazada por una hermosa hiedra en flor. Pitágoras inició la conversación sin esperar la consulta de Ariadne:
«Sí, Ferenike tiene problemas ahora. Pero esperaremos un poco. Pronto habrá muchos invitados en tu casa. Deja que Ferenike te ayude a acomodar a los que no podremos alojar en las instalaciones de la Escuela. Espero que esto le haga bien y le devuelva la alegría. Tal vez entre ellos encontrará a alguien con quien ser feliz llevando una vida familiar, lo cual resolverá muchos de sus problemas.
»No es posible para todos superar todo el Camino en tan solo una vida terrenal. Y no se debe considerar una desgracia hacer pausa para asimilar lo experimentado por el alma en el Gran Camino.
»El exceso de conocimiento espiritual, puede convertirse en una carga para el alma difícil de soportar. Es necesario dejar que la persona obtenga un punto de apoyo en el nivel alcanzado de manera constante y firme, para que no solo esté informada del conocimiento, sino para que éste penetre en la vida y la plena conciencia del alma. Necesitamos ser capaces de darnos la oportunidad de tal pausa para consolidar lo que hemos aprehendido. A veces la pausa se extiende por mucho tiempo, incluso, hasta el final de una encarnación en particular.
»Es hasta mejor que la persona viva con inspiración su vida mundana ordinaria, que la observancia tediosa, forzada y obligatoria de las reglas de una vida ascética. ¡Si ya no se desea hacer los esfuerzos espirituales, o si la saciedad ya se ha establecido, —definitivamente conviene hacer una pausa—!
»¡En estos caso, la aspiración en la dirección correcta puede mantenerse en el alma durante muchas vidas terrenales posteriores, las cuales serán necesarias para el desarrollo de la belleza y las grandes y maravillosas cualidades de esta alma.