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Conocimiento contemporáneo sobre Dios, la evolución y el significado de la vida humana.
Metodología del desarrollo espiritual.

 
Capítulo once: Meditaciones matutinas
 

Ariadne/Capítulo once: Meditaciones matutinas


Capítulo once:
Meditaciones matutinas

La construcción del edificio en el que iban a vivir todos los estudiantes se completó con éxito.

Como resultado, Ariadne y sus compañeros ahora estaban juntos casi todo el tiempo. Y la antigua casa de Ariadne se usaba ahora para recibir invitados y acomodar a aquellos que, hasta ahora, solo escuchaban sobre las Enseñanzas y se preparaban para unirse a las filas de los pitagóricos.

Casi todas las mañanas, se reunían los estudiantes en la Escuela para recibir los amaneceres con la entonación de himnos o con la práctica de las meditaciones dadas por Pitágoras. Los siete principales centros de energía en los cuerpos de los participantes se llenaban de Luz Viva, exteriormente similar a la del sol. Para luego las corrientes de Luz Divina conectar estos centros lumínicos.

Con agradecimiento, alegría y amor todos disponían sus almas para unirse con el Amor, la Sabiduría y el Poder ofrecido por Dios, —el Eterno Todopoderoso consistente del Unido Nosotros de Todos los Perfectos—.

* * *

Un día, Ariadne y Ferenike, después de las meditaciones matutinas, caminaron por la orilla del mar y conversaron.

Ferenike, llena de nuevas impresiones, le dijo a Ariadne:

—Cantar himnos, conectarse con el sol, ¡qué hermoso es! ¡Cómo eleva las almas!

»¡Los sonidos de muchas voces se combinan y suenan como una sola voz! ¡Y junto con ello, resuena todo el Silencio del Cosmos!

»¡Todo se vuelve tan claro!

»Todo es Él: ¡el Dios Creador, uno con Su Creación!

»¡Todo es creado por el Creador!

»¡Todo se desarrolla, impulsado por Su Poder!

»¡Todo es absorbido por Él al final de cada ciclo de vida, y luego renace de nuevo por Él y en Él!

»¡En cada micropartícula, en cada elemento primario, arde Su Fuego Creador!

»¡Sus Ondas de Luz nos rodean por todos lados y nos sumergen en la Gran Dicha!

»¡Estas olas barren consigo mi separación del Todo! ¡Y yo también paso a formar parte del todo! ¡Una Parte del Amor Divino!

»¡Oh! ¡Qué belleza! ¡Qué grandeza!

»¡Ariadne, mi querida amiga, no concebía antes que se pudiera experimentar tanta felicidad con esto! ¡Habiendo experimentado la Unidad, qué sublimemente hermosas nos hemos vuelto!

»¿Crees que yo sea tal vez ahora una verdadera Diosa?

… Ariadne, sonrió amable y comprensivamente, y le dijo:

—Tengo algo importante que decirte, Ferenike.

»Todos experimentamos gran deleite al experimentar constantemente el éxtasis en cada una de nuestras nuevas etapas de comprensión acerca del Ser Superior, y en cada uno de nuestros toques de los estados de Unión.

»Pero vale la pena recordar que el orgullo crece fácilmente. Y a veces surge el deseo de exaltarse demasiado por la maravillosa experiencia de ser que recibimos como regalo de las Almas Divinas o de Pitágoras, Quienes nos enseñan el camino Divino de vida.

»Pero, es muy importante que separemos —lo Superior que está en nosotros como potencial y que es una posibilidad que vamos conociendo gradualmente— de lo que nosotros aún somos en lo cotidianidad de nuestra vida ordinaria.

»Una vez Pitágoras nos habló de esto en detalle, y creo que más de una vez tocaremos el tema de refinarnos como almas y controlar nuestros pensamientos y emociones. Casi todos nosotros ya hemos experimentado gran gozo cuando nuestras conciencias se unen con lo Divino. Pero permanecer en estos estados todo el tiempo y vivir en ellos, aún no es posible para todos, porque tal estado aún no se ha convertido en una cualidad natural e innata de nosotros como almas.

—¿Pero cómo no perder este refinamiento del alma? ¿Cómo mantener esta Unidad con el Altísimo todo el tiempo?

—¡Esto es exactamente lo que practicamos todos los días!

»Y lo primero que nos ayuda, es recordar que Dios y las Almas Divinas están listas para ayudarnos y guiarnos todo el tiempo. Pero son incapaces de brindarnos Su ayuda si nos sumergimos en el narcisismo o en la vanidad de los asuntos terrenales, los deseos dudosos y los apegos. Si estamos en estos estados, no podremos percibir Su Ayuda y mucho menos aceptarla…

—¿Por qué sucede esto? ¿Qué lo influencia?

—Pitágoras nos explicó que nuestras emociones, nuestros pensamientos, nuestro entorno, las personas con las que nos comunicamos e incluso la comida misma, —todo surte un efecto en nosotros—. Por eso es que aprendemos a dirigir la mente, controlar las emociones y nuestro comportamiento. ¡Y, en este sentido, las meditaciones que aprendemos son de gran valor y vienen en nuestro rescate! Es a través de la meditación que podemos entrar en la Sutileza Divina y permanecer en estos estados el mayor tiempo posible.

»¿Has notado, Ferenike, cuánto más fácil es aquí, en la Escuela, junto a Pitágoras y sus otros alumnos, nuestros amigos, permanecer en los estados más elevados e inspirados? ¿Recuerdas cómo la semana pasada estuviste tan solo unos días en tu antigua casa y caíste en un estado de abatimiento, decepción y tristeza?

—¡Sí, fue terrible! ¿Y qué se puede hacer para evitar que esto vuelva a suceder?

—¡Debemos acostumbrarnos a ese estado del alma en el que nos percibimos como vastas conciencias llenas de amor, ternura, paz y dicha! Si olvidamos esto, perdemos rápidamente los estados positivos. Pero si ponemos nuestro empeño en recordar esto, entonces los estados positivos se vuelven más naturales, aunque no tan rápidamente como nos gustaría. Gradualmente, nuestras cualidades como almas comienzan a cambiar, y ese sutil refinamiento se convierte en nuestra propiedad natural. Cuando aprendemos a vivir así, nos resulta más fácil estar siempre en conexión con el Mundo Divino.

»Fíjate en Pitágoras, él puede rodearse de personas que no lo comprenden en absoluto e incluso le condenan con ira; y sin embargo, su estado de Unidad con lo Divino es tan fuerte que el mundo exterior no lo influye en absoluto. ¡Muy al contrario, son su paz y su sabiduría las que influyen en todos a su alrededor! La conciencia de Pitágoras es tan grande que puede ayudar a sus discípulos incluso a gran distancia.

* * *

Las chicas en su conversación, se paseaban tranquilamente por la orilla arenosa. Una ola, un poco más fuerte que las anteriores, cubrió sus pies en sus aguas ligeramente frescas después de la noche, y retrocedió.

Ariadne y Ferenike se quitaron las sandalias mojadas y —en un alegre saludo— volvieron la vista al mar.

¡El sol inundaba el espacio!

¡Las gaviotas volaban bajo esta luz sutil! ¡Sus graznidos y batir de alas llenaban el espacio con alegre vida!

Las chicas entraron en una pequeña bahía y decidieron nadar. Al principio, las aguas del mar eran frescas, pero luego la frescura del mar se volvió suave, agradable y acariciaba sus cuerpos por todos lados.

Ariadne, continuó compartiendo con Ferenike el conocimiento que ya había adquirido mientras estudiaba con Pitágoras:

«Podemos experimentarnos ahora como cuerpos flotando en este hermoso ambiente marino, rodeados por el elemento agua. ¡O también, experimentarnos como almas que son una con la luz del sol, que se vierte tan dulcemente en esta vasta superficie marina!

»Y más aún, podemos sumergirnos en esa otra Luz, que sentimos esta mañana con Pitágoras. ¡Se La puede percibir tanto arriba como abajo, y alrededor y dentro de nuestros cuerpos!

»¡Así es como las simples acciones de un alma libre pueden enseñarnos a estar una y otra vez en la Luz más sutil!

… Volvieron a la playa, renovadas y hermosas.

Ariadne dijo:

«Aquí mismo en la orilla podemos volver a sentir que no somos esos cuerpos que chapoteaban en las olas y ahora se secan bajo los rayos del sol. ¡Sintámonos como conciencias libres! ¡Y conectémonos con la Luz Divina, y seamos amor! ¡—Irradiemos amor—!

»¿Recuerdas las Imágenes de las Almas Divinas que nos rodearon esta mañana? Se elevaron como olas del Océano de Luz, pero tenían rostros y manos. Y nos prestaron Su atención. Eran Imágenes Divinas vivientes y en movimiento, ¡tú misma Las viste!

»¡Ahora, trata de recrear lo mismo desde la luz y el amor de ti misma como alma, —pero usando tu propia apariencia personal en su lugar—!

»¡Que exista tan solo tu corazón espiritual sutil, vasto y amoroso con sus manos suaves que sean capaces de acariciar todo y a todos con cuidado, con ternura! ¡Crea en él tu rostro con una sonrisa en tus labios y alegría en tus ojos! ¡Y que una cascada de cabello fluya como una cascada de luz transparente hasta los dedos de tus pies! ¡E irradia sol y Luz!

… Y todo fue tan hermoso. Dos cuerpos femeninos desnudos parados a la orilla del mar —y sus conciencias, que consistían de Luz, mucho más grandes que sus cuerpos materiales, se deslizaron fácilmente sobre la extensión marina—. ¡Y su luz, se parecía al resplandor del sol!

Después de esta meditación, Ariadne continuó:

«¡Recuerda este estado de conciencia, Ferenike! Ahora espero que puedas ver la diferencia entre la afirmación de la mente: “¡Me he vuelto como una diosa!” y esa habilidad del alma, que todavía tenemos que dominar, afianzarnos en ella y aprender a vivir desde ella.

»¡Practiquemos más de una vez sentirnos como almas, grandes, sutiles, libres de nuestros cuerpos y llenas de amor!

»Todo esto es tan solo el comienzo. ¡Estamos poco a poco tratando de lograr la maestría de ser almas capaces de conocer y de crear con la energía de nuestro amor!

»Al principio, aprendemos a percibir tal estado de nosotros como conciencias, cuando nos lo muestran Pitágoras y otras Almas Divinas.

»Luego, aprendemos a ser así nosotros mismos sin ayuda externa. Y los Dioses, como sabios padres, vigilan nuestros primeros pasos independientes.

»¡Tras esto, pasaremos a desarrollar la capacidad del yo que ha aprendido a ser consciente de sí mismo —de disolverse completamente en la Unidad Divina Universal—!

»¡Como ves, queda mucho por aprender y dominar! ¡Pero por ahora, tratemos de tener presente los estados más sutiles de conciencia que conocemos, para que siendo nuestros estándares, —los experimentemos constantemente y aprendamos a vivir desde ellos—!

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