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Conocimiento contemporáneo sobre Dios, la evolución y el significado de la vida humana.
Metodología del desarrollo espiritual.

 
Capítulo quince: Acerca de la Unidad
 

Ariadne/Capítulo quince: Acerca de la Unidad


Capítulo quince:
Acerca de la Unidad

Por la tarde, Amílcar se dirigió a Ariadne:

—Sería bueno que los caballos no permanecieran mucho tiempo en el establo. ¿Sería posible que los saque para un calentamiento antes del amanecer? Sin molestar a los habitantes del pueblo o a los cuidadores de la casa por supuesto. Si es necesario podemos informarle al encargado del establo

—¡Por supuesto, podemos organizar todo fácilmente! ¿Puedo acompañarte? Nunca me he subido a una cuadriga*

—Sí, iremos juntos.

… Salieron tres horas antes del amanecer.

La casa de Ariadne estaba convenientemente ubicada para tales paseos. Estaba construida en las afueras de Crotón, lejos de las calles bulliciosas y los distritos concurridos. Desde el lado del gran jardín, la casa limitaba con una calle amplia que conducía directamente a la carretera junto al mar.

Al principio, los caballos iban a un ritmo pausado. Amílcar los contenía hábilmente para que no se lanzaran al galope. Mas cuando los edificios de la ciudad desaparecieron de la vista, Amílcar permitió que esos hermosos animales corrieran con toda la velocidad que deseaban y fueran capaces de alcanzar.

¡Ariadne, se llenó de una sensación de amplitud y libertad!

La luna llena iluminaba bien el camino. Y junto con el cielo estrellado de la madrugada sobre ellos, daba la impresión de que volaban sobre un océano estrellado transparente e ilimitado que llenaba todo el espacio a su alrededor.

Los caballos galopaban mientras que Amílcar permanecía prácticamente inmóvil sobre el carro. Con sutiles movimientos de su cuerpo, contrarrestaba suavemente los baches del camino y mantenía el carro estable.

Ariadne, no tenía aún esta habilidad. Estaba de pie frente a él sosteniéndose del borde del carro. Sentía como si tuviera una pared detrás de ella, en la cual podía apoyarse. Era el poderoso cuerpo de Amílcar. Y esto le brindaba una sensación de seguridad y calma.

Pronto, después de relajar la tensión excesiva en su cuerpo y la abundante emoción por la belleza de lo que estaba viviendo, se conectó —como consciencia— con el estado de Amílcar.

La infinitud del cielo estrellado estaba delante, encima y a su alrededor. El cálido aire abrazaba firmemente sus cuerpos, haciéndolos casi ingrávidos.

Era una sensación asombrosa, como si estuviera experimentando múltiples dimensiones al mismo tiempo.

El cosmos en movimiento, vivo y hermoso en la inmensidad del mundo material —se percibía desde la quietud de la Gran Calma del Creador— Quien fue y es el origen de toda belleza… Y entre el movimiento a gran velocidad y la Calma Divina… el sentido del tiempo desapareció…

Avanzaron hasta que Amílcar detuvo los caballos y ayudó a Ariadne a bajar del carro. Caminaron uno al lado del otro, pero eran sus consciencias las que estaban en un verdadero estado de unión… No les fue necesario hablar; el entendimiento era claro y sin palabras, la fusión completa sin el contacto físico de los cuerpos.

Los estados de Profunda Quietud que Ariadne había logrado alcanzar brevemente en sus meditaciones, ahora se convertían en su Esencia misma: la Base de todo… Ariadne, parecía desvanecerse mientras la Infinitud del Amor y la Calma Vivientes la envolvían y llenaba todo el espacio alrededor, incluidos sus cuerpos, el escaso bosque a lo largo del camino, las hierbas plateadas bajo la luz de la luna, las colinas lejanas, el vasto mar claramente visible en la madrugada y la inmensidad del océano estrellado…

La comprensión y sensación de la Armonía Universal, y la Unidad de todo lo existente, estaban más allá de las palabras con las que se podría describir lo que percibían…

… Caminaron hasta un alto y escarpado acantilado. Abajo, las suaves olas del mar susurraban en silencio.

Amplitud sobre el mar… Amplitud sobre la tierra…

Y alrededor, la Gran Calma Transparente en la cual todo existe y desde la cual todo es creado por la Fuerza Divina Viviente …

Eternidad, Infinitud y Belleza del Creador se convirtieron en el único mundo perceptible…

… Ariadne, regresó a la percepción del mundo material de la Creación. Y miró a Amílcar con gratitud por el regalo recibido.

Sintió la presencia inmaterial de Pitágoras y de muchos Otros que le habían brindado esta experiencia espiritual única: la experiencia de vivir en la Unidad del Todo.

Tan silenciosamente como vinieron, regresaron a la casa.

Era hora de dar la bienvenida al amanecer junto con los estudiantes de la Escuela. El día por delante estaba lleno de lecciones de Pitágoras, Amílcar y los estudiantes avanzados…

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