La heredera del anciano Zosima/Ahí, donde la Vida es Eterna Ahí, donde la Vida es Eterna¡Zosia comenzó a sentir cada vez más —que vivía con Dios y en Dios— a cada minuto de su vida! Esto le permitió mantenerse al margen de la locura reinante, ya que esta guerra civil detonaría luego en lo que se conocería como la Primera Guerra Mundial… Zosia venía trabajando como directora médica en su hospital por varios años ya, lo que le permitía en estos tiempos difíciles mantener unido a su equipo de médicos y enfermeras. También se las arreglaba para tener todo lo necesario para los tratamientos y sin mayor esfuerzo lograba mantener la paz interna en las almas de los empleados del hospital con sus leyes de amor, respeto, amabilidad y ayuda mutua. La ciudad había cambiado varias veces de manos… por lo que la sangre humana se derramaba sin piedad por doquier, y la agonía se multiplicaba por las heridas, el hambre, la pérdida de los hogares de la gente y muchas otras calamidades. Y todo en esa —loca y estúpida batalla por el poder «de la Madre Patria»—. En el hospital, Zosia recibía a los enfermos y heridos sin distinguir entre «blancos» y «rojos», entre militares y civiles. Se estableció un hogar de acogida para los niños huérfanos cerca del área pediátrica, cuyo número venía en aumento. * * * El monje Sievolod, nuevo discípulo de Fr. Alexander, entró en la modesta celda de su maestro. Fr. Alexander estaba ahora a cargo del monasterio, en el que sólo quedaban doce monjes. El último abad del monasterio, el archimandrita Hilarion*, después de los disturbios en el monasterio de San Nicolás en Belogorsky*, decidió despedir a todos los monjes. Les ordenó que fueran a sus hogares a refugiarse con sus familiares y que se llevasen consigo los libros eclesiásticos y los iconos más valiosos para esconderlos y poder preservarlos para el futuro. Solo unos pocos discípulos cercanos a Fr. Alexander pidieron quedarse con él en el monasterio para continuar su enseñanza. También se quedaron aquellos quienes no tenían a dónde ir. El monje Sievolod llegó al monasterio muy recientemente, impulsado por los eventos de la vida exterior. Pero vio en ello un gran designio de Dios. Nunca antes había conocido a personas como Fr. Alexander. ¡La sabiduría y la fortaleza espiritual de este hombre lo impresionaron! ¡Comprendió que había encontrado a su maestro! * * * Una mañana, Fr. Alexander lo recibió amablemente como siempre, lo bendijo y le dijo: —Sievolod, ¿podrías después de tu inicio de clases en el orfanato, ir al hospital a ver a Zosia que te está esperando con una encomienda muy especial y otros suministros que te ofrecerá? —Pero… ¿cómo es posible que usted sepa esto? ¡Es como si hubiera hablado con ella por teléfono! —Ah bueno, pronto comprenderás que las almas pueden comunicarse claramente entre sí, incluso sin teléfono. —¿Significa esto que ella también es una santa aunque no sea monja? ¿Cómo es esto posible? —Es de lo más recomendable que mires con atención a tu alrededor por ti mismo para que notes las cosas de las cuales podrás aprender. Y «santidad» es una palabra muy especial, evitemos usarla por ahora. ¡Anda, ve que te están esperando! ¡Llegar tarde no es bueno, y debes servir de ejemplo para los niños que ahora tienes a tu cargo! * * * El monje Sievolod salió entonces para impartir sus primeras clases a los niños mayores en el orfanato junto al hospital. Esta labor docente les fue encomendada por Fr. Alexander a los varios monjes que poseían una buena educación. Terminadas las clases, Sievolod se dirigió al despacho de Zosia. Lo acompañaban los niños cuya tarea para ese día era ayudar en el hospital. Iban delante de Sievolod con alegría. También estaban felices de ver hoy a «mamá Zosia», como era llamada cariñosamente Zosia por todos en el orfanato. Los niños corrieron felices a abrazar a Zosia, le contaron sobre sus actividades, e intentaban todos tomarse de sus manos. Sievolod, mientras las niñas y los niños compartían sus alegrías y dificultades con Zosia, escuchó que hablaban sobre la preparación para un concierto que ofrecerían a los pacientes y otras noticias relacionadas. Por fin Sievolod conoció a Zosia, era una mujer muy hermosa y esbelta, con el pelo rizado y castaño recogido en un sencillo peinado. Ella sonreía con ternura y explicaba todo de manera calmada y suave a cada uno de los niños. Pero había algo más en su apariencia y en el espacio que la rodeaba. Sievolod notó algo similar a Fr. Alexander… Como si un halo de Amor Divino rodeara su cuerpo, invisible para la mirada común pero perceptible para toda alma bondadosa. Luego, cuando los niños se fueron alegres y al mismo tiempo llenos de seria responsabilidad por las simples tareas que les fueron encomendadas en el hospital, Zosia se dirigió a Sievolod: «¡Qué alegría conocerte! Fr. Alexander me habló de ti. Te estaba esperando porque quería entregarte esto para él.» … Le tendió un grueso manuscrito: —Aquí se detalla la metodología de rehabilitación para los enfermos, incluye la totalidad de lo que he comprendido para conducir cuerpo y alma hacia la salud y hacia una vida en paz y armonía. Pensaba defender mi tesis con este material, pero mi tiempo se acorta… »Que estas notas se conserven. Aquí se explica cómo, a través de ejercicios físicos y espirituales, se puede recuperar rápidamente la salud de los pacientes. ¡Estos ejercicios transforman tanto el alma como el cuerpo! Todo se describe con ejemplos de pacientes específicos y los datos de la investigación se incluyen en detalle. Me gustaría que fuera preservado para el futuro… »Después de todo, sin el componente espiritual, la recuperación puede ser hasta cinco o seis veces más lenta. »Además, los mismos ejercicios respiratorios y físicos realizados sin intentar sentir la Luz del Espíritu Santo, solo restauran ligeramente el cuerpo. ¡Pero si el alma humana en plenitud resurge y actúa —se producen curaciones milagrosas—! »La ciencia médica moderna considera esto imposible. Pero esto es una realidad clara y comprobable. ¡Es posible conducir a las personas a recuperar su salud, aunque padezcan de problemas corporales complejos! »Como oirás, muchos aquí dicen que yo realizo milagros curativos… Pero no es así. Es Dios Quien a través de mí intenta enseñar a otros cómo el propio ser humano puede despertar las fuerzas espirituales en sí mismo. ¡Y cuando esto sucede, los cuerpos se curan y las vidas se transforman! »¡Ah, y lleva también algo de comida para el monasterio, Sievolod! No dudes en tomar todo lo que necesites. Estos son los suministros que llegaron ayer de nuestra granja. ¡Hay suficiente harina, leche y verduras para todos! —¡Gracias, Dra. Zosia!… ¡Es increíble ver cómo usted lleva toda esta inmensa labor adelante! ¡Me siento abrumado! Y de alguna manera incómodo, no quisiera tomar estos alimentos que bien necesitan los enfermos y los niños… —¡Pero querido, ahora tú haces de profesor en el orfanato! ¡Este alimento te corresponde por tu trabajo y también por otros motivos! »¿No conoces aún la maravillosa historia que ocurrió gracias a Fr. Alexander hace muchos años atrás? Una dama solitaria y adinerada estaba muriendo en nuestro hospital, y después de hablar con Fr. Alexander, que en ese momento era un novicio, legó toda su herencia al hospital. Desde entonces, en su antigua finca, hay una granja que durante muchos años ha suministrado productos frescos al hospital. ¡Y con el dinero que ella legó se han hecho tantas cosas útiles! ¡Es imposible enumerarlas todas! Mi padre organizó todo, yo solo lo apoyé. Y aquí, en nuestra provincia, siempre se compraron los equipos más modernos y se han podido pagar los mejores médicos gracias también a ese dinero. ¡Resulta ser que las palabras correctas y oportunas pueden cambiar la vida de muchas personas durante muchos años! ¡Ahora los tiempos no son fáciles, pero estamos sobreviviendo! —¡Sí, qué maravillosos son los milagros que realiza Fr. Alexander! ¡A su alrededor parece que no hay guerra, ruina, ni persecuciones! ¡Solo Dios! —¡Es maravilloso cuando uno tiene personas unidas en aspiraciones espirituales cerca, ¿cierto?! »En mi vida hay muchas personas queridas para mí. ¡Los amo a todos! Hay quienes están cerca y hay quienes están muy lejos. Y son todos tan diferentes… »Algunos de ellos ni siquiera se conocen, y no puedo imaginar cómo podría llegar a acercarlos entre sí algún día. Entre ellos hay quienes nunca querrán escucharse ni abrazarse… Pero todos viven en mi corazón, todos están unidos por mi amor hacia ellos… »¡Ahora entiendo que aun así, estamos todos conectados y unidos en el Corazón de Dios, en el Divino Amor Incondicional! »Hoy en día, “blancos” y “rojos”, monárquicos y revolucionarios… están todos dispuestos a morir por sus ideales, y al mismo tiempo están ciegos tanto por su amor como por su odio… Aman superficialmente y, por alguna razón conocida solamente por ellos, también odian supuestamente por amor… »¡Mas Dios, ama de manera diferente! ¡Él ama a todos, incluso ama hasta los ateos que lo rechazan! »¿Pero cómo transmitirle esto a todos? ¿Cómo transmitir bondad y misericordia para que se contagien todos de estas dos virtudes? Hasta que no haya más corazones que incluyan a todos los demás en su amor en esta Tierra, la paz y la prosperidad serán imposibles. —¡Guao, precisamente de esto es lo que les hablé a los niños hoy! ¡Me parece que los niños comprenden fácilmente las Verdades Eternas! Tal vez ellos puedan construir un futuro sin guerras y sin odio para ellos… * * * La guerra civil continuaba… A los pocos días, en el hospital donde trabajaba Zosia, irrumpió un grupo de bandidos «rojos» armados y ebrios. Disfrutaban plenamente de la «libertad» de robar y matar sin misericordia ni consecuencias… ¡Y exigían «alcohol»! Al ver a un oficial del ejército «blanco» en el hospital con una túnica llena de medallas bajo sus vendajes, gritaron: «¡Aquí es donde se esconde el enemigo!», y comenzaron a irrumpir en las salas, arrastrando a los heridos a una sala vacía donde planeaban ejecutarlos. Zosia salió al encuentro de los bandidos. —¡Deténganse! Aquí no hay ni «blancos» ni «rojos», solo médicos y heridos. —Querida Zosia, paloma blanca del Señor, no deberías estar aquí… ¡Estos te podrían matar sin ningún motivo! —intentó detenerla uno de los oficiales. … Pero Zosia caminó con una calma muy especial hacia los rifles y las pistolas que le apuntaban. Y no era la primera vez que intentaba detener a los bandidos atacando el hospital con su presencia segura y tranquila… Pero esta vez los atacantes estaban borrachos. «¡Vaya, que doctora hermosa, sexy y apetitosa! Tal vez deberíamos divertirnos con ella un rato antes de despacharla» —dijo el líder con una risa burlesca. Zosia permaneció más tranquila y hermosa que nunca. No había la más mínima sombra de miedo o ira en ella. Toda su apariencia emitía un amor y una certeza especiales —certeza no de sí misma, sino del Poder de Dios—… Una serena disposición a aceptar la muerte de su cuerpo, para tratar de defender la vida de las personas a las que curaba y guiaba hacia la Luz Divina, en la medida en la que sus pacientes estaban dispuestos a aceptarla… —¡No deben disparar sus armas aquí! ¡Solo hay gente enferma! ¡Salgan del edificio y le diré al personal que les acerquen un poco de alcohol! —le dijo Zosia al jefe de la pandilla. —¡Mírenla tratando de dar «órdenes»!… ¡Ja… somos nosotros los que estamos al mando! ¡Tomaremos todo por nosotros mismos! —Rio el líder en respuesta. Y para demostrar su poder y su impunidad, le disparó con su fusil a uno de los pacientes masculinos sacados de las salas por los bandidos. El hombre, que antes se apoyaba en muletas contra la pared, se desplomó dejando un salpicado de sangre tras él en el muro… Todos los demás bandidos levantaron sus armas… «¡No se atrevan!» Dijo Zosia, protegiendo a los demás heridos con su cuerpo… Pero los bandidos sin más comenzaron a disparar indiscriminadamente. Uno de los oficiales se apresuró a proteger a Zosia de los disparos y fue baleado. Al unísono, otro joven cadete corrió al frente de Zosia, agitando los brazos y cubriéndola con su cuerpo gritó: «¡No disparen! ¡¿Qué están haciendo idiotas?! ¡Es una santa!» … Desde las salas donde estaban los pacientes «rojos» se apresuraron varios soldados, oficiales y comisarios. Uno de ellos con pistola en mano se apresuró a cubrir a Zosia y detener a los atacantes, pero ya era demasiado tarde… … La última proeza en la vida terrenal de Zosia vio su cumplimiento… ¡Y la Vida Eterna recibió en sus Brazos a otra Alma Divina! * * * Y fue en una colina alta sobre el río, donde sepultaron el cuerpo de Zosia. Mucha gente se reunió para la despedida. En el monasterio, las campanas sonaban. Su resueno abarcaba todo el espacio… ¡La buena noticia de la llegada a la Morada del Padre Celestial de otra Alma Divina, resonaba en los mundos de Luz con alegría y solemnidad! Mas en la Tierra muchos de los presentes lloraban… Para ellos, la muerte de Zosia era una gran tragedia. ¡Después de todo, no sabían aún que los que entran a la Vida Eterna experimentan una Alegría Perpetua de Libertad y Bienaventuranza en Unión con Dios! ¡Para Quienes están Ahí, con Dios, no hay muerte, sino VIDA ETERNA! ¡Y Sus ejemplos de vida en la Tierra orientan a quienes los siguen! * * * Varios días pasaron, y el monje Sievolod, regresando al monasterio un día, abrió el libro que había sido publicado en esa pequeña edición que imprimieron Olga y Zosia años atrás, y que contenía los dichos del anciano Zosima. Comenzó a leer: «¡Las puertas del Reino de los Cielos están abiertas! »Mas los esfuerzos personales para transformarse son necesarios para quien se dirige hacia lo Divino. »¡El Reino de Dios, del cual Jesús habló a la humanidad, está aquí mismo, ahora, siempre presente! No está cerrado ni oculto, sino que es el diminuto yo humano que se autoexilia de Él. ¡Es el amor del corazón la medicina más eficaz —contra esta desgracia delirante—! »¡No esperes nada de los demás! »No alimentes la esperanza de que los demás se comporten como a ti te gustaría, o de acuerdo con tus ideas. »¡Todo sucede a su debido tiempo, todo es justo, todo es como debe ser! ¡Quien entiende esto, a través de mirar las situaciones desde la mirada de Dios —ya nada más le causa dolor—! »¡La prisa puede obstaculizar hacer cualquier trabajo bien y rápidamente! ¡Desde el estado de reposo del alma, todo se logra más eficazmente! ¡Y encontrar este reposo es una gran bendición! »La agitación de la mente se apaga en el silencio del corazón espiritual. La claridad en distinguir entre lo importante y lo pasajero crea una base inquebrantable para este reposo. ¡Y —la Gran Felicidad del Encuentro con la Fuente de Vida Eterna— se experimenta en presencia de Dios en ese reposo! »No preocuparse por lo temporal y lo mundano, no significa “ser un parásitoˮ en este mundo. ¡En realidad, venimos aquí con la posibilidad de hacer buenas obras, no sólo en el campo espiritual, sino también en el cuido de nuestro prójimo! ¡Y mientras esto, también venimos a aprender a cómo realizar todas estas buenas obras sin separar nuestro pensamiento y nuestro amor —del corazón de Dios—! »Muchos argumentarán que alcanzar esto es difícil… ¡Pero no es así! ¡Si una persona aspira sinceramente a esto, Dios le ayuda en todo! Pero muy pocos desean esto sinceramente. ¡Ahí está la verdadera razón del porque es difícil para ellos! ¡Y cuando se logra que todas las aspiraciones del alma estén dirigidas a Dios, la transformación espiritual ocurre rápidamente! »Quienes tienen muchas riquezas materiales, tienen mucho para perder. De hecho, son pocos quienes poseen algo material y no temen perderlo. Ahora bien, si las riquezas de la persona son espirituales —casi por seguro que no las perderá— a menos que se abandone a la connivencia de la mente, que tiende a ser seducida por lo insignificante. »Quien ha encontrado la paz del corazón y el amor de Dios, no pierde el Tesoro inestimable de la vida en el Espíritu, sino que lo multiplica día tras día. Y es aquí donde se abren las Puertas a la Vida en Unión con Dios. ¡Nadie ni nada puede arrebatarle este Tesoro al devoto! »La muerte del cuerpo asusta al ser humano mientras la considere su “finˮ, y será así hasta que logre la cognición de que el alma es eterna y de que la Vida Eterna con Dios se abre para el alma que se hace digna de ello. ¡Pero para darse cuenta de esto, es necesario realizar esfuerzos mientras aún se está viviendo en el cuerpo terrenal! »Cuando la vida en el Espíritu comienza a prevalecer sobre las debilidades y los miedos humanos, Dios le revela al buscador Sus hermosos misterios y le otorga una alegría que se va acrecentado —y que no es de este mundo—. »El Reino del Espíritu es Paz y Luz. Solo quien durante su vida en el cuerpo ha ingresado en este Reino Radiante, comprende cuán temporal e insignificante es todo —a excepción del Santuario Eterno donde reside el Amor Infinito—. »¡El alma puede cultivar este Amor en sí misma y lograr que el mundo de la Luz Divina —donde el Sol del Amor de Dios se eleva en el alma— se abra para ella! »¡Toda nuestra vida puede llegar a estar tan llena de Dios que uno comienza a sentir que no existe nada más que Él y solo Él! ¡Dios es la Verdad! ¡Y lo es para cada alma! ¡Pero también es verdad que muy pocas almas despiertan a esta Claridad y Amor Divinos; la gran mayoría —dormidos— no lo ven, no lo sienten, no lo perciben! »¡Qué felicidad tan grande es ver a Dios en todo y detrás de todo! »¡Porque no hay lugar donde no esté Dios! ¡Él es literalmente Omnipresente! »Mirando superficialmente, parecen haber por doquier grandes vacíos alrededor nuestro, alrededor de la Tierra, y en las distancias siderales. ¡Pero verdaderamente, en este momento, nuestro cuerpo, los otros cuerpos, los diversos objetos, las plantas, los animales, el agua, la tierra… y absolutamente todo lo demás, es creado y continúa siendo sostenido a cada instante —única y exclusivamente— por la Presencia Divina! »¡La Causa Primera y el Origen de Todo —literalmente— lo es Él! »¡Y lograr la cognición y más luego la Unión con el Amor Infinito, el Poder Supremo y el Conocimiento Integral del Todo que todo lo abarca —es felicidad sin límites—! ¡Unidos y reconociéndolo Todo así, no habrá más tristeza ni sufrimiento, y la muerte pasa a ser lo que realmente es, —una fábula entre niños—! »¡Porque en todas partes y en todo –Él es—! »¡La Vida Divina es Eterna! »La entrada a ese Mundo está en tu corazón espiritual, ¡oh hombre!
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