La heredera del anciano Zosima/Un día en la vida del anciano Zosima
Un día en la vida
del anciano Zosima
Todos en casa se pusieron muy contentos con la llegada de Zosia.
¡Su mamá estaba inmensamente feliz! Zosia incluso estaba avergonzada por no haber venido durante todo un año.
En el hospital, todas las personas que trabajaban allí saludaron a Zosia con tanta alegría que se sorprendió de tanta calidez y sinceridad. ¡Este era realmente su hogar, donde todos la necesitaban y era querida y amada!
Por supuesto, Zosia muy pronto fue a visitar a Fr. Alexander para contarle todo lo que le había sucedido, recibir de él nuevos consejos, y hacerle nuevas preguntas sobre sanación.
Fr. Alexander la estaba esperando. Al encontrarse, la sorprendió con nuevos registros de su interacción con el anciano Zosima:
«Después que te di los cuadernos antes de que partieras, inmediatamente comencé a escribir todo lo que recordaba sobre Zosima. Tratando de recordar y plasmarlo todo en detalle. Ahora me parece a veces que esto es lo más importante en mi vida: ¡escribir sobre él y salvaguardar su mensaje para la gente! Creo que el libro ya está casi listo para ser publicado. ¡Cuán importantes son estos registros del anciano para muchas personas en nuestro tiempo!
»¿Pero querrán leerlos?…
»Envié el capítulo “Un día más en la vida del anciano Zosima” al periódico local y su respuesta fue: “Es largo, aburrido y no sucede mucho. Así que no creemos que nuestro público lector esté interesado en esto por ahora. ¡Lo lamentamos!”.
»Así que ahora lo pongo en tus manos; seguro lo encontrarás muy interesante.
… Ya en casa, Zosia pasó a leer la nueva historia de Fr. Alexander:
Había un anciano en nuestro monasterio llamado Zosima. Para muchas personas, conocerlo se convirtió en un punto de inflexión en sus vidas. Hasta ahora, se relataba de boca en boca muchas historias sobre los milagros realizados por Dios a través de este anciano. ¡Y con algo de exageración se seguían extendiendo entre la gente! Muchos ya han comenzado a rezarle como a un Santo y afirman recibir su ayuda.
Ahora bien, sin tener la intención de narrar acerca de las curaciones milagrosas del anciano Zosima de las cuales fui testigo muchas veces, es menester que me refiera a ellas, ya que sin ellas no podría realmente dar a conocer su mensaje.
Me gustaría pues tratar de describir por ejemplo: los acontecimientos de un día en la vida del anciano. ¡Y me gustaría repetir sus palabras sobre lo que una vida pura y ética es para las personas!
… El anciano Zosima generalmente se levantaba muy temprano, mucho antes del amanecer.
Esas horas de silencio eran especialmente amadas por él. Era ese pequeño momento del día durante el cual estaba a solas con Dios. Y casi la totalidad del resto de su tiempo lo dedicaba a ayudar a quienes lo pedían.
A partir de cierto momento de mi entrenamiento con el anciano, me permitieron quedarme en su celda cuando él recibía a quienes venían con sus pedidos. Así, también fui aprendiendo a comunicarme con las personas.
El día que voy a narrar llegué hasta el anciano temprano por la mañana con profunda tristeza por mis propias imperfecciones.
Le dije, como confesándome:
—¡Todavía no puedo avanzar! ¡Veo mis defectos, pero no puedo superarlos en mí mismo!
»Y existe en mí el miedo de hacerle mal a los demás, de equivocarme en las recomendaciones… Y también el miedo de no poder entender a tiempo lo que Dios quiere de mí, y qué es lo que debo hacer…
»¡Tampoco puedo deshacerme de la impureza de mis pensamientos por completo!
»¡Y carezco de la plenitud de fe que se requiere para sanar y ayudar a la gente!
»¿Y cómo se puede enseñar a otro cuando uno mismo sabe tan poco?
»¡Incluso, actuar como yo sé que es correcto y como yo mismo se lo enseño a los demás, no siempre me resulta posible!
»¿Realmente hay esperanza para mí?
»¿De dónde viene esta debilidad del espíritu, que hasta la llama del amor que parecía inextinguible e iluminaba con dicha cualquier obra, se apaga de repente?
»¡Después de todo, si el Amor de Dios no arde en el corazón espiritual, hasta las oraciones se vuelven vacías! Y hasta las palabras con las que trato de ayudar a los demás quedan como muertas… Incluso si son palabras correctas e incluso si tan solo repito las palabras que usted me dijo…
»¡La desesperación a veces se apodera de todo! ¿Cómo lidiar con esta tristeza?
… Zosima me miró cariñosamente mientras me escuchaba. Luego quedó en silencio por largo rato, como si esperara que yo mismo entendiera su respuesta sin palabras. Y dijo:
—¡Cualquier pensamiento oscuro que supere a la mente debe ser evadido!
»Los pensamientos de autodesprecio no deben permitirse en uno mismo, al igual que los pensamientos de autoelogio que nutren el orgullo. ¡La autohumillación al exponer los propios vicios no debe conducir al desánimo, sino a la purificación y a buenas obras en todos los casos tanto como sea posible!
»Cuando logres esto, tu fuerza y tus capacidades crecerán en ti incansablemente.
»¡Si la tristeza por uno mismo y por las propia faltas se hace demasiado fuerte, —esto no agrada a Dios—!
»Si haces algo y al mismo tiempo abarcas pensamientos que dicen: “¡No puedo hacerlo, soy un pecador indigno, no puedo hacer nada en esta vida!” Esto dificulta el acercamiento a Dios. ¡Y te sucederá a menudo que sientas esto no solo por ti mismo, sino por las personas que acudien a ti en busca de consejo!
»Después de todo, muchos creen que para ellos la intimidad con Dios es inalcanzable debido a su debilidad en los trabajos espirituales, y por eso abandonan por completo los esfuerzos para transformarse a sí mismos como almas.
»¿Cómo ayudar en tales casos?
»Si lograras dirigir las fuerzas del alma a no preocuparte por tu fracaso o tu inutilidad, sino dirigirlas a realizar una buena obra aunque sea pequeña, ya esto te ayudará en gran medida y no solo a ti.
»¡Así que conviene no hacerle seguimiento a los pensamientos que giran alrededor del significado personal, tanto exaltado como autocrítico, e invertir todas las fuerzas del alma tan solo en hacer buenas obras!
»¡Al mantener la mente humilde y libre de pensamientos innecesarios de elogio o de censura, tanto de uno mismo como de los demás, —es mucho más fácil encender el corazón con el amor que aspira al Señor—!
»Luego gradualmente todo se vuelve más fácil, incluso si la mente insiste en repetir: “¡recién hice lo mejor para Dios!” o, por el contrario, “¡soy peor que todos e indigno de la felicidad de estar con Dios!”. ¡Un corazón amoroso se reirá de esas “argucias de la mente” y no escuchará tales pensamientos! ¡Y te dirigirá a —directamente poner manos a las buenas obras—! ¡Y mientras las realizas —dirige tu mente al Señor—!
»¡Así es como se vence el yo inferior! ¡El amor y el trabajo purifican todo!
… Terminada nuestra conversación, comenzamos a recibir a los visitantes.
La primera persona que entró ese día fue un hombre de mediana edad que en mi opinión parecía muy desagradable. Exteriormente, «se veía bien» y físicamente no era feo. ¡Pero ni siquiera pude mirarlo!
Más tarde, me enteré que les había dado dinero a las personas que estaban esperando en fila delante de él para poder hablar con el anciano primero… Y de hecho, todos aceptaron el dinero y lo dejaron pasar…
El anciano le preguntó:
—¿Qué vienes a pedir, Román? ¿Qué quieres? Puedo ver cuál es tu problema, pero no entiendo cuál puede llegar a ser tu pedido…
—¿Como sabe mi nombre? ¡No puse mi nombre real en la lista de visitas! —Dijo el hombre exaltado.
—¡¿Por qué te excitas con algo tan nimio, mientras que lo importante no te importa?! Dios, y no yo en particular, sabe siempre todo acerca de ti, a cada hora y a cada minuto. ¡Que no se te olvide!
»Ahora dime: ¿cuál es tu pedido?
—¡Tengo un gran negocio planeado, que promete una ganancia muy grande! ¡Así que vine a pedir que esto me funcione, y para tener buena suerte! Si funciona, te lo agradeceré… Y si usted, como dicen, no busca ganancias para usted mismo, entonces le daré mucho dinero al monasterio.
—Hoy día muchas personas vienen a mí en busca de milagros, como si visitaran una tienda… ¡Hacen fila y por tal espera sienten que pueden pedir lo que quieran! Y algunos, ni siquiera hacen la fila en absoluto…
»Pero esto, después de todo, no es ni una tienda ni un mercado donde puedes comprar lo que quieras…
»Te pregunto: ¿crees que Dios sabe de tu negocio sin necesidad de mí?
—Pues sí.
—Entonces, ¿por qué no diriges tu pedido directamente a Dios? Después de todo, yo no ejerzo de recadero que toma nota y pasa el mensaje…
—¡Es que yo soy un pecador, padre!… ¡Por eso no me atrevo a pedírselo directamente!
—Sí… Además tu pedido no es de los mejores, ya que traerá desgracia y promete la ruina de muchos. Tampoco le hará bien a nadie…
—¿Cómo puede estar tan seguro? Aún no le he dicho de qué trata el negocio.
—Ya veo…
»Te hago otra pregunta: si Dios es Omnisciente y conoce tanto tu negocio como tus pecados, ¿para qué viniste?
—¡Dios a usted lo escucha, usted pídaselo!
—¡Me haces reír!… ¿Crees que Dios bajo mi dirección obrará un milagro para complacer tus deseos? ¡Menuda idea tuviste!… ¡Muy al contrario, somos nosotros los que debemos servir a Dios con nuestra vida —realizando buenas obras y limpiándonos de toda inmundicia— para no terminar avergonzados ante Él!
»Y así y todo, has venido hasta mí para recibir perdón por el mal comportamiento tanto de tu pasado como de tu futuro. ¿También crees que si le pido a Dios por ti y le recito una oración, dejarás por entero de ser un pecador ante Él?
—Pero padre, ¿qué puedo llegar a hacer yo si las tentaciones son fuertes y mi voluntad es débil… y tal vez graves algunos de mis pecados?…
—¡En ese caso, puedes comenzar por transformarte lentamente! ¡Podrías tratar de seguir el mandamiento de Jesús de amar a tu prójimo y tratar a los demás como te gustaría ser tratado!
»¡Trata de recordar esto todos los días y hacer todo lo que vayas a hacer de acuerdo con este principio! ¡Y si no puedes lograrlo al comienzo, inténtalo una y otra vez hasta que se convierta en regla de vida para ti, y luego —en tu misma esencia interior—!
»¡Aún se ve que no estás muy seguro de ser un gran pecador! ¡Aún piensas que tal vez todos sean igual que tú, preocupándose tan solo por su propio bienestar!
»¡Para ti, el arrepentimiento y el “perdón de los pecados” se resuelven como si compraras un boleto de teatro y continuaras con tu vida!
»¡Pero no creas que es así como el alma se purifica!
»¡No está en poder de otra persona “liberarte de tus pecados”! ¡Todos debemos hacer la obra espiritual de purificarnos a nosotros mismos ante Dios! ¡Si no hay arrepentimiento, los vicios nunca abandonan el alma!
»Mas podrías pensar: ¿para qué purificarme? ¿Para qué cambiar si todo está resultándome tan bien?
»¡Y si además el plan de negocios que concebiste tiene éxito, estarás nadando en el lujo!
»¡Y sí, puede que te hagas rico, pero no serás feliz! ¡Te preocuparás por tu riqueza todo el tiempo y tendrás miedo de perder ese dinero! ¡Y tales preocupaciones te acompañarán hasta la hora de tu muerte!
»¡Qué terrible sería eso! Y, sin embargo, ¡no tienes miedo de esto!
»Imagina que ahora se acerca tu última hora. ¿Puedes recordar si alguna vez fuiste realmente feliz?
… De repente, algo empezó a sucederle a Román.
Se podía ver que Dios en efecto le ayudaba a experimentar el sentimiento de la hora de su muerte, cuando ya no tendría más tiempo de vida terrena por delante y atrás de él sólo quedaría el recuerdo de una vida vacía, sin sentido y sin alegría…
Y como desde lo más profundo de su alma, se abrió un baúl de recuerdos que de repente Román comenzó a compartir:
—Fui en verdad feliz solamente con mi amada Lizayetai. ¡Vivíamos en el pecado porque no estábamos casados, pero resultaba para mí!…
»Sin embargo, ella quería tener conmigo una verdadera familia con hijos. Pero yo me escabullía diciendo que no era el momento, que necesita ahorrar dinero, “volver a ponerme de pie”, comenzar mi propio negocio… Y cuando me enteré que estaba embarazada, la abandoné.
»Desde ese momento, no he logrado sentirme bien…
Entonces Zosima le dijo:
—Ella dio a luz un niño sano. Así que tu hijo se desarrolla bien y pronto tendrá catorce años. Pero tu Lizayetai murió el año pasado.
—¿Cómo sabe usted esto?
—Simplemente lo sé… ¡Dejaste pasar una vida de felicidad! ¡Y ahora se abre una pequeña posibilidad para que corrijas las consecuencias de tu decisión equivocada!
»¡Si quieres comenzar a arrepentirte ante Dios —comienza con tu hijo—!
… Román se tomó la cabeza entre las manos y gimió como si le doliera…
—¿Cómo puedo encontrarlo? ¿Qué puedo decirle?
—Él sigue en el pueblo donde tú y Lizayetai vivían. Trabaja en una fábrica. Tiene tu apellido y su cara es parecida a la tuya. ¡No te equivocarás!
»¡En cuanto a qué decirle, debes decidirlo por ti mismo! Puedes decirle honestamente toda la verdad de una vez, o puedes guardar silencio por un tiempo y luego hablarle cuando los lazos entre ustedes sean más estrechos.
»Y si quieres que te respete, lo mejor sería que empieces a conducir tus negocios de otra manera para que tus actos beneficien a las personas, en lugar de perjudicarlas.
»¡Y enséñale a tu hijo a ser tu asistente! ¡Habrá menos dinero para ti, pero serás más feliz!
»¡Y nadie te ayudará en esto! ¡Solo tú puede ayudarte a ti mismo! ¡Y tan pronto como te ayudes a ti mismo y ayudes a los demás, inmediatamente comenzarás a notar que Dios se ha acercado a ti!
»Eso es todo, ya puedes irte…
… Una vez que el hombre salió por la puerta, entró una mujer embarazada para preguntarle al anciano qué nombre ponerle a su futuro hijo. No dejaba de decir que tenía miedo de dar a luz y que tenía miedo de morir en el parto…
El anciano la tranquilizó y le dijo que nombrara a su hijo como quería su esposo nombrarlo. Ella nunca mencionó el nombre pero el anciano lo supo.
Para ella, esto fue un milagro. ¡Y se fue muy complacida!
… Entonces se apersonó el Archimandrita Ignacio, abad del monasterio y amigo del anciano desde su tiempo en el seminario.
No se me permitió estar presente en esa conversación, por lo cual me dirigí a la sala de espera donde aguardaban los visitantes.
Me interesaba tratar de ver los problemas por los que venía la gente. El anciano Zosima veía esto de inmediato, por lo que generalmente yo ni siquiera tenía tiempo para tratar de intentarlo antes de que la entrevista comenzara. Y el anciano tan pronto como veía al visitante —conocía su nombre, el motivo por el cual venía y mucho más— sin siquiera mediar palabras.
Así, camino a la sala de espera, se me acercó una mujer elegantemente vestida pero muy triste y alarmada.
—¡Ayúdeme por favor! ¡En mi carruaje está mi hija que apenas puede moverse y está muy enferma!
Así que fui con ella. Una hermosa niña muy pálida estaba sentada sobre unos cojines en un carruaje que se hallaba detenido frente a las puertas del monasterio. Cerca había una silla de ruedas. Se podía ver que estaban teniendo dificultades para pasar la niña a la silla.
La tomé con mucho cuidado en mis brazos para reubicarla, pero esto le causó mucho dolor. Ella no pudo contener el lamento que resonó claramente dentro de mí. Nítidamente pude sentir su dolor como si fuera el mío.
Me disculpé con la niña:
—¡Perdóname por ayudarte de una forma tan vergonzosa!
—¡Ay no, no se preocupe! ¡Es mi condición! ¡No es su culpa en absoluto!
… Me comprometí a ayudarles más y me hice de la silla de ruedas para trasladarla yo mismo.
La madre de la niña me preguntó:
—¿Podríamos ir a ver al anciano ahora mismo sin hacer la fila? ¡Mire cuánta gente está esperando! Y mi pequeña Irina se puso tan mal en el camino hacia aquí.
—¡Mamá, sí que eres de verdad! ¿Crees que nuestros problemas son los únicos problemas que importan en este mundo?
Justo en ese momento, el Archimandrita Ignacio salió a nuestro encuentro por el sendero del jardín del monasterio.
Y dijo:
—¿Es esta la pequeña Irina? El anciano Zosima me pidió que les dijera que las verá ahora mismo.
… Ignacio miró cariñosamente a la muchacha:
—¡Dios es misericordioso hija mía, no pierdas la esperanza!
… Zosima les estaba esperando en ese estado especial de conciencia suyo, en el que el Poder del Espíritu Santo estaba listo para derramarse sin restricciones a través de su cuerpo…
Y apenas escuchó lo que la madre de Irina decía sobre la lesión en la columna de su hija.
Miró a Irina, y el Poder y la Luz del Espíritu Santo comenzaron a fluir, aliviándole el dolor.
El anciano me dijo:
—Pon a Irina en el banco cerca de la pared boca abajo y aléjate un poco.
Levanté a la pequeña, mas no sentí ningún dolor agudo como la primera vez.
—¡Gracias! —susurró ella suavemente, aparentemente sintiendo también la Presencia del Poder de Dios dirigida a ella a través del anciano Zosima.
Mientras tanto, la madre de Irina contó que el médico le recetó morfina, pero que con el tiempo las dosis aumentaban cada vez más. Y que la pequeña Irina se había negado a continuar con esto, porque se transformaría en un hábito y ella misma quedaría lisiada en otro sentido…
Acto seguido, la madre de Irina rompió en llanto lamentándose de ya no tener fuerzas para ver sufrir a su hija.
Esta ansiedad que provenía de ella comenzó a esparcirse por el espacio de la celda y claramente empezó a interferir con la Luz sanadora del Espíritu Santo…
Zosima, como era habitual en estos casos, le pidió a la señora que espera en el templo:
—Ve al templo Tatiana, el Archimandrita Ignacio recién va a comenzar el servicio. ¡Ora por la salud de tu hija y da gracias a Dios! Yo veré por Irina.
… Zosima, permaneció en Unión con la Luz de Dios durante largo rato.
En cierto momento, Irina se sentó en el banco por ella misma.
Como anticipando su posible decepción al tratar de ponerse de pie, el anciano le dijo:
—Tu dolor se ha ido y no volverá. Pero aún no podrás caminar… Aparentemente de esta forma servirás de inspiración para muchas personas que perdieron sus extremidades o padecen otras debilidades y sienten desesperación. ¡Serás un ejemplo de coraje y fortaleza mental y emocional! ¡Esta es la tarea que Dios ha designado para ti!
»Tienes un caballo blanco en tu establo llamado Bola de Nieve. Entrénalo para que sea tus piernas. ¡Podrás con él ir a todos lados por ti misma! ¡Darás inicio a muchas obras buenas y otras personas las continuarán después de ti!
»¡El camino de vida que hoy se abre ante ti —está lleno de luz—! ¡Dios te dará las fuerzas necesarias! ¡Y a través de ti —muchos obtendrán fe en sí mismos y en Dios—!
… Irina le dio las gracias… Miró al anciano como si lo entendiera sin necesidad de palabras. Y en ese Silencio, su comprensión fue más clara que con el uso de palabra alguna.
Concluida la sesión, pasé a Irina a la silla y la llevé al templo donde se daba el servicio y estaba su madre.
Cuando regresé a la celda del anciano, me di cuenta de que Zosima había tomado para sí mismo el dolor de Irina y que su recuperación sería lenta.
Le di un poco de agua, y le pregunté:
—¿Hay algo más que pueda hacer para ayudarle?
—¡No te preocupes, todo habrá terminado mañana! Así que el resto del día te tocará a ti atender a la gente. Yo me mantendré recostado en el banco y te ayudaré si es necesario. ¡No temas!
—Me resulta interesante que yo no haya podido ver el pecado en Irina por el cual recibió tal amonestación de acuerdo con la Voluntad de Dios y luego esta redención acotada. ¡Parece ser un alma pura que ya vivía con rectitud antes de su trágico accidente!
»Mas Dios no permitió que ella se curara completamente…
»Hay tantas cosas que aun no entiendo…
En ese mismo momento, Dios me mostró la imagen de un jinete-guerrero vistiendo una armadura que al blandir su espada golpeaba trágicamente a su oponente…
—Padre, ¿por qué Dios me muestra esto?
»¿Será que los budistas aciertan cuando dicen que las almas encarnan en los cuerpos repetidas veces y que el pecado de una vida pasada puede traer sufrimiento en una próxima encarnación? ¿Por qué Jesús no habló de eso? ¿O lo hizo, pero Sus palabras no fueron preservadas para la gente?
—Dios me ha mostrado muchos destinos humanos, pero aún no me queda claro la explicación de todo.
»A veces Dios permite enfermedades u otros sufrimientos en personas justas para su amonestación y estudio. Y tal vez también esto sucede para amonestar o advertir a otras personas. Asimismo, sucede que una persona puede servir de ejemplo de coraje y perseverancia ante las dificultades terrenales para los demás…
»¡Qué simple sería si quien cometió un pecado recibiera inmediatamente una amonestación, o si quien hiciera el bien fuera inmediatamente recompensado! ¡Sin embargo, está a la vista que todo es mucho más complejo en la vida de las creaturas de Dios! ¡Después de todo, no conviene que una persona se vuelva justa y amable por temor a un castigo o por la espera de una recompensa!
»¡Aunque muy a menudo, es solo después de padecer el dolor en carne propia que el alma se purifica y se vuelve sensible al dolor ajeno!
»¡Todavía tenemos tanto por aprender!
Así terminó nuestra conversación sobre el tema y empecé a recibir a los visitantes, pero no narraré ahora lo que fueron mis obras ese día.
Pero sí comentaré algo interesante sobre Irina. Cinco años después, llegó al monasterio montando a Bola de Nieve. ¡Y para ese entonces, ella ya estaba completamente sanada! ¡Había hecho mucho para ayudar a los discapacitados! Les devolvió a muchas personas una vida digna, sin poseer habilidades curativas. Sus proyectos benéficos estaban encaminados a restaurar no sólo la salud, sino en la medida de lo posible, —una vida activa plena sin discriminación para los desvalidos—.
¡Es mi deseo que cada uno de quienes lean esta historia, piense acerca de su vida, su fe, sus sueños, y en las obras que puede hacer por Dios y por los demás!
Después de todo, una persona se sana a sí misma solo por la fe y la transformación de sí mismo como alma.