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Conocimiento contemporáneo sobre Dios, la evolución y el significado de la vida humana.
Metodología del desarrollo espiritual.

 
Palabras del anciano Zosima sobre el arte de la curación
 

La heredera del anciano Zosima/Palabras del anciano Zosima sobre el arte de la curación


Palabras del anciano Zosima sobre el arte de la curación

A la mañana siguiente, estaba programado regresar a la ciudad.

Zosia, estaba un poco triste al tener que despedirse de la casa y de la costa donde tan felices estuvieron todos durante los días que ahí transcurrieron.

… Además, el día anterior, había tenido un pequeño malentendido con Víctor. No es que se pelearan, sino que… como si hubiera soplado un viento frío entre ambos…

Hasta ahora, entre Víctor y ella no se había logrado esa comprensión completa que se necesita para que la atracción mutua de las almas se convierta en un amor suficientemente fuerte.

En ese día, fue como que si Zosia se encontrara con un muro de malentendidos…

Víctor, tenía como una cierta confianza indestructible en su propia justicia. Y esto, como que le permitía ser duro y estar listo para tomar decisiones crueles y emprender acciones similares. Hasta ahora, sin embargo, esa confianza en sí mismo solo se aplicaba a sus juicios y razonamientos sobre lo que era verdad, lo que no era verdad, cómo vivir correctamente, etc…

Pero a partir de ese malentendido y las palabras de Víctor, como que un dolor permanecía dentro de Zosia.

Tenía la sensación de que, aparentemente, ella y Víctor, no estaban destinados a estar juntos durante mucho tiempo, ni tampoco a caminar juntos por la vida. Y ella, ¡deseaba tanto que el amor derritiera ese muro de incomprensión!

Zosia, trataba de alejar los tristes recuerdos de la conversación que tuviera el día de ayer con Víctor.

Pero no lo conseguía. Se preguntaba constantemente ¿por qué, después de ese malentendido, le ofreció a Víctor leer unas páginas de la transcripción que ella hacía sobre el anciano Zosima? «¡No debí haberlo hecho! ¡Fue en mal momento!» —se decía a sí misma.

Ahora le parecía que fue basada en una esperanza tonta e ingenua, que juzgó que Víctor —con tan solo leer unas páginas del anciano Zosima— sentiría de inmediato el Amor de Dios… Ella misma pensaba que era imposible en esas páginas no entender a Dios, no sentirle…

¡Pero las cosas no salieron como ella esperaba! «¡Actué demasiado pronto!» —se decía… Como si no quisiera ver que Víctor todavía estaba «cerrado», tal como Fr. Alexander hubiera descrito ese estado en otra persona.

… Ayer, ella y Víctor estaban hablando sobre medicina, sobre los nuevos logros científicos y su implementación, ¡y todo resultaba genial, inspirado! Luego, pasaron a las cuestiones de la fe…

Y ahí Víctor, pasó a la ofensiva:

—Entiende Zosia, ¡el camino de la fe es el camino de los débiles!

»Echa un vistazo a la medicina:

»Como médico, esperas que una persona se recupere, —y se recupera—; entonces dices, sucedió “por la Voluntad de Dios”. Pero si por el contrario la persona se muere o queda lisiada, dices también: ¡fue “por la Voluntad de Dios”! Así resulta ¡que nada depende del médico! ¿Es así, no? La fe es solo un autoengaño, una droga como la morfina, que elimina el dolor, ¡pero no cura la causa de la enfermedad!

… Zosia, intentó con dificultad seleccionar las palabras adecuadas para explicar como ella entendía ese punto, y dijo:

—Justo estaba pensando sobre la causa de las enfermedades. Y creo que las razones no están únicamente en el daño al órgano dado. Después de todo, debe haber alguna razón por la que ocurrió tal daño en un principio. Al tratar de responder a esto, he tenido muchos pensamientos sobre el destino del hombre.

»En cualquier tratamiento, mucho depende del propio paciente así como del médico; pero tanto más depende de Dios. ¡Después de todo, es a través del médico que se manifiesta la Voluntad de Dios!

»¡El entendimiento dado por Dios —puede ser de gran ayuda—! ¡Esto no es la fe tonta de los débiles, sino que es un conocimiento, una ciencia!

»Es difícil para mí explicar esto con claridad, pero en el plano espiritual, también se pueden realizar tratamientos. Hasta ahora, sé muy poco sobre ello. Pero pienso que ese plano se rige por sus propias reglas, sus propias leyes… Solo que aún sabemos muy poco sobre esto. ¡Pero puede ser estudiado!

»Después de todo, en la medicina práctica de los viejos tiempos, cuántas cosas se consideraban imposibles y prohibidas. ¡Y ahora contamos con tantas innovaciones! ¡Y habrá aún más descubrimientos! Asimismo, la curación espiritual tiene sus propias reglas, y hay mucho más en ella que orar por la sanación. Solo que esto aún no se ha explorado realmente.

—¡Tu iglesia siempre ha estado en contra de cualquier avance técnico, en contra de la ciencia! ¡Permíteme que te recuerde la cantidad de médicos que fueron quemados vivos en la hoguera por querer comprender las causas de las enfermedades a través de la autopsia! ¿Sí o no?

—Es verdad, ¡pero yo no estoy en contra de la ciencia, todo lo contrario!

»Quiero decirte algo más, —es posible combinar la ciencia material y la ciencia espiritual—.

»Por ejemplo, el anciano Zosima en combinación con mi papá, que era médico, condujeron juntos la curación de muchas personas enfermas. Así que personalmente fui testigo de cómo la ayuda espiritual y la medicina pueden combinarse con gran éxito…

… Zosia se quedó en silencio, sintiendo que Víctor había dejado de escucharle, considerando que sus palabras eran una tontería…

… Luego, por la noche, decidió dejarle a Víctor unas páginas que ella había mecanografiado del cuaderno de Fr. Alexander, con las cuales estaba ella muy asombrada. En ellas Fr. Alexander le preguntó al anciano Zosima cómo fue que comenzó a aprender a comprender a Dios y cómo descubrió que podía sanar. A continuación la historia del anciano acerca de cómo gradualmente el conocimiento de Dios comenzó a llegarle sobre los principios de ayudar a las demás personas, y cómo no solo eso fue lo que se le concedió:

—Zosima, usted nunca me habló de cómo aprendió a sanar a la gente unido al Poder de Dios. ¡Por favor, dígame! ¡Esto es muy importante para mí!

—Bueno, ¿pero qué decir?… ¡Fue difícil y cometí incontables errores!…

»Las raíces para este entendimiento comenzaron en mi primer monasterio.

»La primera Providencia de Dios de este tipo tuvo lugar cuando un ciego recuperó la vista. Ni siquiera pensé en el hecho de que tal ayuda podría haber venido a través de mí. No se me pasó por la cabeza que el Poder de Dios, brotando a través de mi cuerpo, podría haber sanado a ese hombre.

»Así, comenzaron a difundirse rumores diversos. No solo los monjes, sino también los feligreses comenzaron a hablar de ello con exageraciones y fantasías añadidas…

»Resultando de esto que la gente empezara a amontonarse para pedir “curaciones milagrosas” de todo tipo…

»Y yo mismo en ese entonces, actué como un “gatito ciego”: oraba apasionadamente, a veces perdía el conocimiento, y otras veces veía la Luz de Dios… No podía entender por qué a veces sucedía la curación y otras veces no. Pero no me dediqué a pensar en ello en absoluto. Tan solo trataba de poner toda la fuerza de mi alma en las oraciones. Y no rechazaba a nadie.

»Así pasaron unos seis meses.

»Empecé a enfermarme con mayor frecuencia y, el número de personas sanadas con éxito se reducía, y aumentaba el número de quienes pedían ser sanados.

»Al principio, nuestro abad estaba lleno de gozo, quería declararme santo y glorificar con esto su monasterio.

»Pero, tras las dificultades y penurias para aplicar a mi “canonización”, nuestro abad recibió como respuesta oficial que «no existía santidad y certeza creíbles en los casos de recuperación», y que por lo tanto, todo resultaba ser “maquinaciones del maligno”…

»Acto seguido, me echó del monasterio.

»Tampoco me aceptaron en otros monasterios, todos tenían miedo… Nuestro país siempre fue “famoso” por los rumores y las “instrucciones secretas que vienen desde arriba”…

»Y aún más, yo no entendía casi nada sobre el Poder de Dios.

»Comencé a errar como un vagabundo por la vida. Pero nunca pedí limosna. Cuando me encontraba hambriento y sin comida, lo consideraba como un ayuno. Pero cuando daba con alguien que estaba enfermo, siempre trataba de ayudarle, y aceptaba comida y refugio a cambio.

»Para ese entonces, comencé a sufrir las enfermedades que curaba en los demás —en mí mismo—… Una vez, curé a un pequeño niño cojo, resultando de esto que apenas pude yo caminar durante una semana; mi pierna estaba muy lastimada… Y lo mismo me sucedía en otros casos…

»Pero, sin pensarlo, reverenciaba esto como una gran bendición: aceptar el sufrimiento de los demás sobre mí mismo… Pensé que era viable y correcto —expiar el pecado de otra persona con mi propio dolor—…

»Así, casi termino con mi vida.

»Un día, estando inconsciente a la orilla de un río, una mujer viuda me encontró y me llevó hasta su casa por simple piedad.

»Estuve por mucho tiempo convaleciente.

»Cuando me recuperé un poco, comencé a ayudarla con las tareas del hogar.

»Ese período de mi vida fue especialmente luminoso. ¡Como que si hubiera nacido de nuevo! La fuerza me regresaba lentamente al cuerpo. ¡Y cualquier actividad en el patio, en el jardín o en el hogar, simplemente nos traía a todos felicidad!

»Quizás fue porque nunca tuve mi propia tierra ni mi propio hogar. Sin embargo, aunque allí nada me pertenecía, sentía que en ese hogar se me necesitaba y que esa tierra pedía mis cuidados… ¡O tal vez había felicidad porque —cada hecho sencillo le traía alegría a esa mujer—!…

»¡Hasta el día de hoy recuerdo el bien que recibí de ella! ¡Le estoy en deuda!…

»Aglaya, era su nombre…

»Ella me amó con ese tipo de amor desinteresado del que muchas veces son capaces las mujeres… ¡Parece ser que en un amor así, no piensan directamente en Dios, más sin embargo, Dios está presente y se muestra en ese amor con Claridad y gran Poder!

»¡Y en sus actos y palabras simples había tanto logro espiritual, sabiduría simple y amor desinteresado, —que aún recuerdo y aprendo de ello a ayudar a las personas sin desear nada a cambio—!

»Tenía un hijo de trece años llamado Egor. Llevaba tres años paralítico. Resultó ser que trabajando en la tala de árboles, un árbol cayó golpeando a Egor y a su padre. Su padre murió y Egor quedó lisiado de la cintura para abajo.

»No podía caminar ni pararse en absoluto, solo podía sentarse. Permanecía en casa tallando y pintando cucharas, y tejiendo cestas…

»¡Buen chico, amable e inteligente! Comencé entonces a enseñarle a leer y a escribir, para que él también pudiera ganar un poco más de dinero para ayudar a su madre.

»Decidí permanecer con Aglaya hasta que Egor pudiera ponerse de pie. Creí que Dios nos ayudaría…

»¡Pero, no lograba curarle! Dios no me lo permitía hasta que yo mismo aprendiera otras cosas vitales tales como: ¡que —a través de la enfermedad— se brinda aprendizaje tanto al sanador como al paciente, y así ambas almas reciben ayuda! También, —que cada evento que ocurre no solo afecta a la persona dada, sino que influencia también a muchas otras—.

»El punto de inflexión para mí sucedió cuando gradualmente comencé a escuchar la Voz de Dios y a recibir Sus aclaraciones. Fue como si comenzando desde mi niñez, revisara toda mi vida con el entendimiento de que Dios me enseñó siempre, y aún lo hace, a través de la Unión con Él en el Fuego del corazón.

»Cuando Dios terminó de instruirme sobre Su Poder, y que el propósito de las curaciones corporales y las transformaciones espirituales debían ir de la mano con la curación de las dolencias, —regresó a mí la capacidad de conducir la Luz del Espíritu Santo a través de mi cuerpo—.

»Comencé a ver cómo, al unirme con esa Luz, me era posible expulsar la enfermedad. También, empecé a entender, —cuándo era posible curar y cuándo no— y, si Dios había o no otorgado Su permiso para ello.

»Entonces fue posible curar a Egor. No sucedió de una vez, sino poco a poco. Tuve que restaurar en él las pequeñas corrientes de Luz que fluyen a través del cuerpo y darles vida. Aprendí entonces en esta Luz del Espíritu Santo, a ver el cuerpo del paciente. Y aprendí a actuar con las manos del alma. Y esas manos —se volvieron, por así decirlo, mitad mías y mitad de Dios—. Y aprendí, que el Poder para sanar existe en ellas solo cuando el alma permanece en Unidad con la Luz de Dios.

»Luego, comencé a aprender mucho más sobre los métodos auxiliares a utilizar si la enfermedad no se pudiera eliminar milagrosamente de inmediato. Por ejemplo, a llenar agua o brebajes de hierbas con la Fuerza Portadora de Luz de Dios y suministrárselo al paciente. Y cómo, con la ayuda de tales infusiones, se puede reparar mucho en el cuerpo. Comencé a aprender cómo la fe de una persona en su curación puede influir en su recuperación. También, comencé a comprender cómo la corrección de los vicios del alma permite que una persona cambie su destino.

»¡Así que casi me convierto en un curandero de aldea!

»Aglaya, me rogó que me quedara a vivir con ella como su hombre, y, poco a poco, ¡convertirme en una adición a su pequeña y feliz familia!

»Ella me ofreció esa opción, pero no lo veía viable para mí. Yo solo concebía la vida monástica para mí mismo.

»Sanar a Egor fue con lo que pude agradecer su ayuda. ¡Y para ella —esto representaba un milagro excepcional—!

»Me dejó partir, según mi deseo, para seguir mi camino monástico en la vida.

»A partir de ese entonces, y ya no a ciegas, sino por la Voluntad de Dios, comencé a aprender a hacer de todo. ¡He caminado bastante, siendo instruido por Dios todos los días!

»¡Y todavía sigo aprendiendo!

»Así, llegué hasta este monasterio. Ignacio ya era el abad, y me aceptó debido a la amistad que habíamos formado hace mucho tiempo en el seminario.

»Esa es la historia…

* * *

Por la mañana, Víctor le devolvió las hojas que había leído a Zosia.

Y le dijo con calma:

—Hablaremos después si quieres. El cochero llegará pronto y habrá que cargar las cosas. ¿Ya estás lista? Puedo ayudarte.

… Zosia amontonó unas sábanas dentro de una maleta y la cerró.

—¿Puedes llevar eso?, yo llevaré el resto —dijo Zosia, señalando un pequeño bolso de esos que suelen llevar los médicos cuando se les requiere para suministrar primeros auxilios.


—No tenías esto antes. ¿De dónde salió? —preguntó Víctor.

—Sí que lo tenía, pero Natalia me regaló un vestido, y ahora ya no cabe en la maleta.

—Ok, este bolso lo puedo llevar por separado. ¿Contiene instrumentos médicos como es de esperarse?

—Sí. Era de mi padre. Siempre lo llevaba consigo aunque no estuviera de guardia por si acaso de repente alguien necesitaba de ayuda médica.

—Pero, ¿sabes usarlos? ¿Acaso puedes realizar una operación de emergencia?

—No lo sé… Nunca he operado y todavía no se me permite hacerlo… Pero hay casos desesperados en los que la ayuda es absolutamente urgente y necesaria. Y, si fuera el caso, al menos podría usar los medicamentos, los vendajes o la jeringa.

… Bajaron juntos las cosas por las escaleras.

Ahí Pedro preguntó:

—Bueno, ¿han cambiado de opinión acerca de marcharse? Si quieren hablo con el propietario para alquilar la casa por un mes más. ¡Aunque yo no esté, podrían seguir descansando!

—¡No! —Respondió Víctor como hablando por todos—. Preferiría este mes completar mi pasantía en tu clínica, ya que este es mi último año, y podría ganar un poco de dinero al mismo tiempo.

… Víctor, incluso cuando estaba peleado con su padre, se negó a aceptar dinero de él para las necesidades de su vida. A pesar de la reconciliación, no cambió esta postura y trataba él mismo de cubrir sus propias necesidades.

A Pedro, le gustó la idea de que Víctor estuviera en la clínica bajo supervisión y que pudiera a la vez ganar experiencia laboral.

Zosia, dudó en elegir si quedarse en la casa o ir a trabajar ese mes a la clínica con Víctor. Preguntó:

—Pedro, ¿podría yo también trabajar este mes pero como enfermera? ¡Me encantaría si se pudiera! ¡No estoy acostumbrada a vivir sin un hospital! Podría, al menos, simplemente limpiar y cuidar de los pacientes.

»Después de todo, aún no tengo el certificado de médico…

—Intentaré arreglarlo bajo mi responsabilidad —dijo el profesor mirando a Zosia con ternura. Él ya veía mentalmente a Zosia como la futura esposa de Víctor y anhelaba tal resultado de los acontecimientos.

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