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Conocimiento contemporáneo sobre Dios, la evolución y el significado de la vida humana.
Metodología del desarrollo espiritual.

 
Egocentrismo versus Teocentrismo
 

Corazón espiritual/Egocentrismo versus Teocentrismo


Egocentrismo versus Teocentrismo

Ya hemos hablado de que, con el fin de darnos cuenta del significado de nuestras vidas como seres humanos; para hacer realidad nuestro amor por Dios, que debería manifestarse en el deseo de servirle, de conocerle, de llegar a ser como Él, y para unirnos con Él en los Abrazos del Amor Eterno, tenemos que crecer nosotros mismos como corazones espirituales y refinarnos nosotros mismos como conciencias.

Pero hay otro aspecto del autodesarrollo que necesita ser comprendido y consumado. Estoy hablando de la destrucción del propio «yo» inferior (ego).

El «yo» inferior es la parte de una persona que se manifiesta como un sentimiento de existencia separada, aislada del Absoluto.

Un gran número de defectos son manifestaciones del «yo» inferior patológicamente inflado. Entre ellos están la codicia, el deseo de tomar posesión de lo que pertenece a otros, la arrogancia, el orgullo, la presunción, el resentimiento, la ira, la sed de venganza, los celos, la autoadmiración, el apego a los objetos materiales, la vulnerabilidad emocional y así sucesivamente.

Todo esto crea problemas y dolor tanto a quienes rodean a esa persona, como a ella misma. Él o ella no puede ser amado y respetado por la gente. Por otra parte, las acciones realizadas bajo la influencia de ese tipo de emociones forman un karma negativo (destino). Y el embrutecimiento de la conciencia, que inevitablemente resulta de la dominancia de los groseros estados negativos, dirige el desarrollo de tal persona hacia un patrón demoníaco y determina el infierno para él o ella.

Es por esto que Jesús en Sus prédicas puso gran énfasis en la importancia de conquistar los «protuberantes» «yos» inferiores de Sus discípulos. Por ejemplo, Él enseñó a no sentarse nunca en el «elevado» lugar, a no creerse «grande» uno mismo; por el contrario, dijo que aquel que está dispuesto a servir a la gente debería sentirse como su sirviente y así por el estilo. (Más detalles se pueden encontrar en [10]).

Lao Tsé, Krishna, Gautama Buda, Pitágoras, Babaji y Sathya Sai Baba enseñaron lo mismo [10].

Las cualidades opuestas a aquellas que pertenecen al «sobresaliente» yo inferior, el cual es orgulloso, jactancioso, arrogante, ególatra, susceptible, grosero, ajetreado, vengativo, envidioso, irritable, irascible, codicioso y lascivo, son la sencillez y la humildad de mente (pensamiento humilde de sí mismo), también dedicando la vida no a preocuparse por sí mismo, sino por el bien de los demás [8-10].

El estudio de la literatura espiritual, por ejemplo, de Filocalia [6,63], puede ayudar a adquirir esas cualidades. Los errores que uno ha cometido deben ser objeto de un exhaustivo arrepentimiento inteligente, lo cual hemos discutido en detalle en muchos libros [6,12,14 y otros].

Con todo, la solución definitiva a este problema sólo puede venir a través de la práctica de la meditación.

La cuestión es que resulta imposible estar en eones Divinos como una entidad separada: uno puede estar allí sólo en un estado disuelto y fusionado con otras Conciencias, el estado de «no yo». Se puede comparar a una gota de agua que cae al mar y debe disolverse en él y convertirse en parte integrante suya. Si la gota no lo hace, entonces no será idéntica al mar y no se convertirá en una parte de él, no importa cuántas veces se sumerja o nade en su interior.

Lo mismo es cierto para nosotros: en pro de la Unión con nuestro amado Creador tenemos que sacrificar nuestros «yos». Ellos tienen que morir. Sólo en este caso podemos asociarnos con Su Yo, el Yo Superior.

Pero que nadie piense que se puede lograr como resultado de un proceso puramente mental. No. Para hacer realidad la Unión con el Creador uno tiene que recorrer un largo Camino de purificación de los propios defectos y de perfeccionamiento de la conciencia. El amor de uno por el Creador tiene que ser tan fuerte como para permitirle renunciar a todas las metas terrenales. Además uno tiene que suscitar la Átmica energía Kundalini en el cuerpo y moverla a través de él. Al recorrer el cuerpo, se funde con el Creador. A partir de este momento, usted puede considerar una parte de "sí mismo" como estando ya en Él [6,8]. Y todo lo que queda por lograr es aprender a moverse a sí mismo dentro de Él completamente y luego salir de Él. Entonces llegamos a ser como nuestros Maestros Divinos.

Voy a explicar esto en otras palabras. El estado de «no yo» significa que uno no está, sino sólo Él. Esta es la Unión con Dios: el estado en el que uno, como una conciencia, se ha disuelto completamente en Él.

Esto se logra mediante el método de reciprocidad total.

Podemos comenzar a dominarlo en la armonía del bosque, en los anocheceres de primavera como óptimas ocasiones. Entonces entramos en el estado meditativo en el que «hay sólo el bosque y yo no estoy».

Luego, a medida que aprendamos a permanecer en los eones más sutiles, hacemos lo mismo en ellos.

La realización de esta meditación en el eón de la Conciencia Primordial (la Morada del Creador) significa la Unión con Él.

Si después uno, permaneciendo en este estado, alcanza maestría en todos los eones de lo Absoluto al mismo tiempo, a partir del más sutil y poniendo el énfasis en él, eso sería la Unión con el Absoluto.

El control de esta etapa del trabajo espiritual se puede realizar mejor en los sitios de poder previstos para esta tarea. Y es posible sólo para aquellos que se han transformado en corazones espirituales gigantes. Sólo esta parte del alma humana es capaz de unificación.


* * *

Una vez Dios me dijo:

—La muerte de tu cuerpo puede ocurrir mañana. Estate preparado.

Y después de cierto tiempo agregó:

—Debes tener más humildad.

... Invierno. De mañana. Aún está oscuro. Camino por la calle con una mochila. A lo largo de los lados de la carretera hay altas paredes heladas de nieve compactada que ha sido despejada de la vía.

De repente veo faros: un tractor se acerca a gran velocidad por el arcén, directo hacia mi cuerpo. Imposible saltar al otro lado de la vía: hay tráfico denso allí. Me aprieto contra la pared de nieve con la esperanza de que el tractor pase de largo, pero no, éste sigue su marcha sin decelerar ni torcer a un lado. ¡Un deliberado intento de atropello! ¡En el último momento brinco a la pared de hielo, me aferro a ella esperando que mi cuerpo no empiece a deslizarse hacia abajo! El vehículo destella a menos de una pulgada de mis pies. ¡Sobrevivo! Caso de haber resbalado graves lesiones habrían sido inevitables.

Sigo andando, pensando. Un hombre común habría estallado en emociones negativas: indignación, odio, un deseo de venganza, etc. O más bien es el «yo» inferior el que habría estallado. ¡¿Cómo se atreve?! ¡Bastardo! ¡Cogerlo! ¡Castigarlo! Y si es imposible de atrapar y castigar, entonces se traduce en estrés prolongado, presión arterial alta, angina de pecho, derrame cerebral, infarto, etc.

En casos como ese, lo mejor es recordar las palabras de Juan Matus, Quien le dijo a Carlos Castaneda [25]:

«Un guerrero (espiritual) podría estar herido, pero no ofendido. Para un guerrero no hay nada ofensivo en los actos de sus semejantes...

»La otra noche no te ofendiste por el león. El hecho de que nos persiguiera no te encolerizó. No te he oído maldecirlo, ni te oí decir que no tenía derecho a seguirnos. Podría haber sido un león cruel y malicioso por todo lo que sabes.

»Alcanzar el estado de ánimo de un guerrero no es un asunto sencillo. Considerar al león y a las ratas de agua y a nuestros semejantes como iguales ¡es un magnífico acto del espíritu del guerrero! Se necesita poder para hacer eso».

Los sufíes dicen [44] que hay tres tipos de personas:

a) demoníacas;

b) de tipo animal, que viven únicamente por instintos primitivos y cuyo intelecto se puede comparar con el de muchos animales;

c) personas capaces de dedicarse a la práctica espiritual seria.

Si nos quedamos atascados en los conflictos que los representantes de los dos primeros grupos imponen sobre nosotros, no sólo perderemos la valiosa ocasión que Dios dispuso para perfeccionarnos en nuestros cuerpos, sino que también corremos el riesgo de crecer amargados, acostumbrándonos a la ira... y volviéndonos como ellos —incluso sin notarlo.

Las tentaciones a involucrarse en conflictos cuando los intereses del «yo» inferior están siendo reivindicados son una especie de «filtro» que se interpone en el Camino a la Morada del Creador. Sólo aquellos que están libres de egocentrismo pueden pasar a través de ellos.

* * *

Mirando hacia atrás en mi vida, ahora me doy cuenta claramente de que no podría haber logrado nada serio, ni para mí ni para otras personas, si no hubiese aprendido a ignorar los insultos, calumnias, traiciones, e incluso el asesinato de mi cuerpo realizado por una secta compuesta por gentes que se negaron a seguir los principios fundamentales de la práctica espiritual [14].

...¡Cuántas personas viven con emociones de odio y con el deseo de vengarse de sus agresores!... Pero, ¿qué sentido tiene dedicar años de nuestras vidas a esas pasiones? ¡La vida nos fue dada para otro propósito!

No obstante la ira, incluso «justificada», nos puede llevar solamente al infierno.

... También sé muy bien lo que es una necesidad desesperada (como lo parecía entonces) la falta de dinero.

Cuando el KGB me procesó por mis convicciones religiosas —en la época «soviética»—, a veces tuve que recoger y reciclar las botellas vacías de las calles.

O cuando mi cuerpo quedó paralizado por esa panda de gente primitiva y estuve inhabilitado durante varios meses —tampoco tenía dinero. Ni siquiera podía recibir ningún tipo de compensación tipo «licencia por enfermedad»: el centro donde había trabajado antes estaba cerrado por mí. Y mis «mejores amigos», que solían viajar conmigo decenas de kilómetros hasta los bosques e incluso a seminarios en Moscú (desde San Petersburgo) decidieron que no podían recibir nada más de mí y así perdieron todo interés en mí. En esa ocasión, cuando no eran ellos sino yo el que necesitaba ayuda, resultó que yo vivía «demasiado lejos»: una larga hora de viaje en metro, por ejemplo...

De este modo Dios me mostró la verdadera naturaleza de aquellos a los que iba a dedicar mi vida...

En esa época viví junto con mi madre de su pensión. Sin embargo ella murió enseguida: su corazón no podía soportar la vista del cuerpo mutilado de su hijo...

Pero entonces Dios solía decir sin cesar:

—¡No te preocupes por el dinero! ¡Ven a Mí! ¡Yo Me encargaré del resto!

Y Él me ordenó escribir libros: el primero, luego el segundo, el tercero... Cada vez publicarlos resultó ser un problema. Pero también su resolución aparecería siempre de alguna manera. A lo largo del camino Él me presentó nuevos (para mí) tipos de personas: mentirosos, ladrones, los que estaban dispuestos a hacer algo por los demás sólo por dinero, o las personas primitivas que se pondrían a dirigir a otros en el «camino espiritual»...

Pero también conocí a los que vieron una largamente esperada Nueva en mí, y al Creador detrás de mí —que comenzarían a ayudarme, aunque les faltaba la resolución necesaria para hacer sus propios esfuerzos espirituales...

También trajo a mí a los que eran capaces de dominar sin esfuerzo las cosas más complejas y demostraron una devoción absoluta a la causa. Eran las personas que, como dijo Krishna en el Bhagavad-Gita [4,10], ya buscaron al Creador en sus vidas pasadas; y ahora les estaba otorgando el buddhi yoga a través de mí —para que pudieran acercarse y fundirse en Él pronto...

* * *

Cada uno elige su propia morada: algunos eligen el infierno, otros el paraíso, mientras que otros, la Morada del Creador.

Lástima, sin embargo, que haya tan pocas personas en la Tierra que poseen los conocimientos suficientes como para permitirles hacer una elección deliberada...

«¡No hay vida, excepto la vida por venir!» —Así es como uno de los temas más importantes y fundamentales para la meditación está redactado en el Corán [10]. En otras palabras, esta vida en el cuerpo no es sino una preparación para la vida "en el otro lado", que por lo general es mucho más larga que la de la Tierra. Y uno tiene que vivir la vida terrenal teniendo un profundo entendimiento de los mecanismos de formación del destino y del verdadero significado de la vida y las direcciones de su realización.

* * *

¿Cuál es el Teocentrismo que se menciona en el título de este capítulo? Implica que uno tiene al Creador, en vez de a sí mismo, como el centro de la propia percepción que uno tiene del mundo.

Tomar una decisión intelectual positiva en esta materia es bueno, pero no es suficiente. Lo que es importante es la realización meditativa.

Y cómo puede uno llegar a esto, es algo que se trata en muchos de nuestros libros, entre ellos éste.

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