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Conocimiento contemporáneo sobre Dios, la evolución y el significado de la vida humana.
Metodología del desarrollo espiritual.

 
La Inquisición
 

Corazón espiritual/La Inquisición


La Inquisición

Esta mendaz actividad de la Iglesia causó un rechazo natural en todas las personas inteligentes y honestas. A.Arnu [15] escribió lo siguiente: «(...) El odio hacia los clérigos llegó a un nivel tal que hasta la palabra sacerdote era considerada una maldición». Aquí y allá habrían de surgir comunidades cristianas «protestantes». La más grande fue el movimiento luterano que se originó en Alemania. En ese momento la gente «agresiva» definió un «hereje» como todo aquel que estaba descontento con el orden existente, a saber, todos aquellos que se desviaron de la «verdadera» Iglesia «Apostólica». Se les declaró una guerra sin cuartel.

Con el fin de exterminar a todos sus oponentes, los «agresivos» crearon una «policía cristiana» en la forma de una orden monástica especial, los «santos inquisidores» encabezados por «santo» Domingo. La tarea de aquellos «monjes» fue la eliminación de todas las «herejías». Más tarde, los minoritas (monjes de la orden franciscana) y los jesuitas se unieron a las filas de los «santos inquisidores» [15,37,38,49,53].

El «teólogo principal» del catolicismo de esa época —Tomás de Aquino— declaró que «La herejía es el pecado, el culpable del cual no sólo debe ser excomulgado, sino también expulsado del mundo mediante la muerte». Y el Papa ratificó este postulado con su encíclica [49].

El medio más popular de lucha contra los «herejes» era quemarles vivos. Pero puesto que este tipo de ejecuciones tenían que parecer actos «legítimos», los inquisidores hacían todos los esfuerzos para «arrancar» confesiones a sus víctimas. Para esto siempre usaban la tortura. Las más populares de ellas eran las siguientes: la quema de las extremidades en el fuego; verter agua en los pulmones; también estaba el «potro», la técnica de producir la luxación de ambas articulaciones de los hombros a la vez: mientras el cuerpo de la víctima aún colgaba de las manos se estiraba hacia abajo por una carga atada a las piernas o con un torno especial. Las torturas se realizaban en las cámaras de tormentos que había en los monasterios.

Así es como A.Arnu [15] describe la manera en que la Inquisición funcionó en España:

Todas las personas —los chicos a partir de los 14 años y las niñas a partir de los 12 años— tenían que prestar juramento de perseguir a los «herejes»; caso de negarse serían ellos mismos tratados como presuntos «herejes», es decir, serían torturados y quemados vivos.

Todos los bienes de los «herejes» quedaban confiscados en beneficio del rey y de los inquisidores y los sus hijos los «herejes» fueron desheredados.

La sentencia también se aplicaba a aquellos «herejes» que, a la sazón, ya habían muerto. Sus restos se exhumaban y eran quemados. Esto se hizo con el propósito de confiscar las propiedades de sus herederos.

Los «monjes» inquisidores eran inmunes a la jurisdicción y al control de las autoridades temporales.

Entre los motivos para condenar a una persona por herejía estaban los siguientes: información o rumores de que alguien entiende incorrectamente la omnipotencia de Dios, evoca los espíritus, esconde herejes, o simpatiza con ellos. Los funcionarios seglares que se negaran a obedecer implícitamente las demandas de los inquisidores también quedaban malditos y eran perseguidos por la Inquisición.

Se suponía que la gente informaría a la Inquisición de los herejes. No se requería prueba de su culpabilidad. Los testimonios de las personas más miserables serían aceptados, y sus «declaraciones» bastarían para arrojar a cualquier persona al fuego. Así, todo el que estaba en desacuerdo con alguien o había prestado dinero a otro, y ese otro no quería pagar, sería señalado ante la Inquisición como hereje. Como resultado, los acreedores fueron asesinados; todos sus bienes, confiscados y sus familias, llevadas a la indigencia. Toda protesta o descontento expreso sería interpretado como señal de simpatizar con la «herejía» y serviría como motivo de detención, torturas y ejecución. «(...) El espionaje y la denuncia se consideraron el primer deber de un cristiano y pasó a ser la principal ocupación de las turbas de mediocres y fanáticos ignorantes (...)» [15].

Hubo muchos casos en que la gente fue quemada sólo por llevar una camisa limpia el sábado: eso bastó para acusar a alguien de ser un seguidor del judaísmo [53].

Los «laicos» eran quemados incluso por leer la Biblia. Pues los únicos que tenían derecho a leerla eran los miembros del clero —ya que, según ellos, «la gente común» podría «malinterpretarla» [49].

Los «monjes» dominicos y franciscanos tanto se entusiasmaron con su labor inquisitorial que empezaron a perseguir a «monjes» inquisidores de la orden competidora cuando les faltaron víctimas para torturar y quemar [49].

No era que a los «herejes» se les quemaba en secreto en el bosque, en áreas aisladas especiales. ¡No! Les quemaban en público, en las plazas, con ceremonias eclesiásticas festivas especialmente organizadas! Esas quemas a menudo se fechaban para ciertos eventos o celebraciones importantes.

Con el tiempo, ninguno de tales eventos se llevaba a cabo sin la quema de personas. Cuanto más solemne era la celebración, más víctimas tenían que ser quemadas durante el evento. Normalmente su número se medía en centenas. Una vez hubo un récord: ¡950 personas murieron en el fuego! [53].

Si bien una vergüenza ocurrió un día. Aquello no sucedió durante alguna inauguración... ¡No! ¡Ese delirio aconteció durante la canonización del mismísimo «santo» Domingo! Ya habían comenzado pomposas festividades cuando resultó que los organizadores habían pasado por alto la preparación de víctimas para la quema... Entonces, a toda prisa se halló a una mujer de la que había sospecha de herejía. Cuando los inquisidores llegaron a su casa ya estaba cerca de la muerte. Así que llevaron a la plaza en una camilla a la moribunda y la echaron al fuego [49].

Con todo, no hay que pensar que no había verdaderos cristianos en Europa en esos días. ¡Los había! Estaban entre los «herejes» que, por causa del verdadero Camino hacia Dios, estaban dispuestos a resistir a aquellos «monjes» diabólicos que entonces representaban la principal fuerza de la Iglesia católica. La historia preservó los nombres de algunos grandes héroes espirituales, cristianos verdaderos, que preferían la muerte en el fuego a traicionar la verdadera fe. Algunos, incluso mientras estaban siendo quemados, habrían de apoyar y animar a sus compañeros que de pronto sucumbieron al terror.

Uno de esos héroes fue Giordano Bruno, quien ¡había sido torturado durante cuatro años! Esto es lo que dijo a sus verdugos en respuesta a la sentencia: «¡Pronuncian esta sentencia contra mí tal vez con mayor miedo que con el que yo la recibo!» [38].

España fue la más severamente golpeada por la Inquisición. Durante el tiempo en que prevaleció perdió la mitad de su población (quemada, fugada y expulsada), incluyendo todos los semitas (judíos y árabes) que vivían en su territorio, así como un gran número de nativos americanos en sus colonias de ultramar.

Los nativos americanos eran tratados, entre otras, de la siguiente forma: los españoles les reunían en un lugar, les leían en español —el cual los nativos, desde luego, no podían entender— las instrucciones en cuanto a cómo se suponía que debían comportarse para ser tenidos por buenos cristianos; y luego torturaban y quemaban a todos aquellos que no cumplían con aquellas normas [37, 38].

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