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Conocimiento contemporáneo sobre Dios, la evolución y el significado de la vida humana.
Metodología del desarrollo espiritual.

 
Capítulo 2: El abuelo Basilio
 

Capítulo 2:
El abuelo Basilio*

De que en algún lugar tenía un abuelo llamado Basilio, Asya estaba al tanto, pero no le recordaba en absoluto. Solo recordaba que solía escribirle cartas con dibujos cuando ella apenas conocía las letras del alfabeto. Y que su mamá, solía conversarle un poco sobre el abuelo. En aquel entonces, recibían miel, mermeladas y hongos secos deliciosos en paquetes que el abuelo enviaba. Y, en cada paquete, siempre había un maravilloso juguete tallado en madera para Asya. Usualmente, era un silbato en forma de pájaro que casi sonaba como un pájaro real. Y en cada ocasión, el pájaro era diferente, y el sonido era también diferente.

… Pero después, fue como si todos se olvidaron del abuelo. Su papá, tiró todos los silbatos de pájaro para que Asya dejara de silbarlos en la casa. En ese día, Asya no paraba de llorar…

Para aquel entonces, había surgido algún tipo de desacuerdo entre el padre de Asya y Basilio. Y el padre de Asya era un hombre categórico: él nunca perdonaba las ofensas y parecía eliminar de su vida a quienes tenían opiniones diferentes a las suyas o a quienes no estaban dispuestos a obedecer su voluntad.

Luego, le prohibió a la madre de Asya comunicarse con su padre. Y así, comenzaron a vivir vidas totalmente separadas…

Pero ahora —los padres de Asya se acordaron del abuelo Basilio—.

Más tarde en la noche, Asya escuchó, a través de la pared de la habitación, a sus padres discutiendo sobre esto:

—¡Mi padre, incluso curó a los enfermos frente a los cuales los médicos se encogían de hombros sin saber qué hacer! ¡¿Qué otro sanatorio podría ser mejor?! Y además, ¿a cuántos más sanadores conocemos? ¡Basilio es el abuelo de Asya! ¡Y definitivamente la sanará!

… Al principio, el padre de Asya se opuso:

—¡No quiero oír hablar de él! ¡Comenzará a educar a Asya a su manera!

—Sí, probablemente haga eso… ¡Pero eso, es mejor que ver a nuestra niña morir! ¿Recuerdas cómo —cuando ella era aún muy pequeña— él la curó cuando se enfermó y casi se muere? Él ahora también la curará.

—¡Sí, pero tu padre no quiere comunicarse conmigo!

—¡No, querido, eres tú, quien está ofendido con él! ¡Él nunca le guarda rencor a nadie! ¡Vamos a verlo!

… Al principio, el padre de Asya estaba muy resentido por el desacuerdo de su esposa con su opinión. Pero luego, cedió. Él, después de todo, estaba también preocupado por Asya y quería que ella se recuperase.

… Y así, los tres se dispusieron a viajar en auto hasta el poblado de Pokrovskoe*, cerca de donde vivía el abuelo de Asya.

Viajaron por largo rato. Al principio, viajaron a lo largo de una gran autopista, pero luego, las carreteras fueron empeorando.

El padre de Asya, no dejaba de insultar al gobierno y a los servicios de carreteras… Y entonces, comenzó un camino tan lleno de baches, sin asfalto y plagado de enormes charcos, ¡que ya no tuvo tiempo de insultar a nadie, pues si se descuidaba, quedarían totalmente atascados!

Un rato después, se detuvieron frente a una nueva serie de charcos profundos y llenos de lodo.

¡Y justo ahí, al lado de ellos… se extendía una pradera cubierta de flores amarillas como si fueran pequeños soles!

—¡Esos son dientes de león! —dijo la madre de Asya.

—¡Pero los dientes de león son blancos y deberían ser como esponjosos! —objetó el padre de Asya.

—Pues sí, pero eso es solo cuando las semillas están maduras. Luego —cada semilla tendrá un paracaídas blanco— de modo que el viento pueda transportarlas individualmente. Y mientras las semillas aún no se dispersen, forman juntas una especie de bola blanca esponjosa.

»¡Justo ahora, mientras las flores aún se encuentran floreciendo, —son tan amarillas como el sol de la mañana—! —completó la explicación la madre de Asya.

—¿Puedo con ellas armar un ramo de flores para el abuelo? —preguntó Asya.

—¡Sí, sí puedes! —respondió su padre.

Y su madre, miró como queriendo decir algo, pero no dijo nada.

Asya, alegremente corrió por la pradera y arrancó las flores. ¡Y al final, terminó armando un ramo grande y hermoso!

Durante ese rato, su padre encontró un desvío para evitar los charcos.

Todos volvieron al auto y continuaron.

Solo que ahora, dentro del automóvil, las flores comenzaron a desvanecerse por lo cálido del sol primaveral…

Asya decidió examinarlas: ¿por qué se inclinaron las cabezas y se volvieron mullidos los tallos? También notó unas manchas oscuras en sus palmas y en sus dedos.

Su madre le dio una toallita húmeda para limpiarse las manos, y le dijo:

—Es por la savia del diente de león. Es blanca cuando tomas la flor, pero más tarde, se vuelve oscura.

… Su padre, le explicó con calma:

—Es como la sangre de una persona: fluye de una herida color escarlata, y luego se oscurece… Y es lo mismo con las flores. La savia es como la sangre.

»¡Tíralas, no te ensucies! ¡Y además tu abuelo no estará contento de ver estas flores arrancadas!

… Asya, permaneció en silencio durante mucho tiempo, y de repente, comenzó a sollozar tanto que su padre detuvo el auto y le preguntó:

—Asya, ¿qué te pasa? ¿No quieres ir donde el abuelo? ¿Te lastimaste con algo?

… Asya, sollozaba sin parar, su cuerpecito delgado temblaba y se estremecía del llanto, no podía hablar…

Luego, susurró en voz baja:

—¡Maté las flores!…

… Pasados unos minutos dejó de llorar, pero quedó muy alicaída. Ya no se regocijaba con la belleza de la primavera, y entró en silencio…

Cuando llegaron, ella saludó al abuelo de una manera totalmente inerte como sin vida, más como una sombra que como una niña.

Cuando su padre y su madre comenzaron a desempacar las cosas después de saludar a Basilio, Asya fue hasta él y le preguntó:

—¿Me puedes dar una pala?

—¡Sí puedo! —dijo el abuelo con una amable sonrisa—. Pero, ¿para qué necesitas una pala?

—Necesito enterrar unas flores… Las maté… Yo no sabía… Quería hacerte un regalo… Pero su sangre se volvió negra… Y se murieron… — dijo Asya forzando las palabras con dificultad y de nuevo, se echó a llorar.

Su abuelo la abrazó con mucho afecto, le dio una palmadita en la cabeza, y la mantuvo cerca de su cuerpo hasta que ella se calmó y levantó sus ojos húmedos, anticipando que ahora sería regañada…

—¡Muéstrame las flores! —dijo el abuelo.

Asya, desdobló su chaqueta citadina en la cual había envuelto —como a un bebé— el ramo moribundo de dientes de león.

—A ver Asya, pensemos un poco sobre esto, seguramente podemos hacer algo beneficioso con estas flores. ¡Qué tal si preparamos una bebida curativa con ellas! Y para este propósito, estas flores serán bien útiles: ¡no morirán en vano, y sus vidas fortalecerán y ayudarán la continuidad de la vida de las personas!

»Y ahora —por haberlas arrancado— pídeles perdón en el lenguaje mágico.

—Pero, yo no conozco este lenguaje…

—¡Tú lo sabes! Todos lo saben y lo entienden: es el lenguaje del amor del corazón. ¡No se necesitan palabras para que el alma escuche! Pero la gente no siempre las dice…

—¿Estas palabras tienen que ser pronunciadas en voz alta?

—Puedes decirlas en voz alta, o puedes decirlas internamente. ¡Este es el lenguaje de las almas! De una forma u otra puede ser escuchado en el mundo donde viven las almas.

… Asya, se disculpó con las flores.

—Y ahora, prepararemos una bebida útil con estos dientes de león. Muchas personas específicamente cultivan diferentes plantas para comerlas. Los cuerpos de las frutas y las hierbas se convierten en energía que nos da fuerza. Y las personas pueden dirigir esta energía-fuerza para beneficiarse a sí mismos y a los demás.

»Es de esta manera que las vidas se sostienen. Y no solo las de los humanos, sino también las de muchas otras criaturas en la Tierra.

… Y así, Asya y su abuelo, comenzaron a hacer una preparación parecida a la miel a partir de las flores de los dientes de león.

Luego, Basilio le explicó que mañana por la mañana volvería a hervir nuevamente el líquido filtrado que ya habían mezclado con azúcar. Y que obtendrían un manjar curativo y delicioso, similar a la miel de abeja.

Y también, le explicó a Asya en detalle que todos los cuerpos —tanto de plantas como de animales y personas— mueren a su debido tiempo. Pero que las almas son inmortales y no mueren. Por lo tanto, no es necesario llorar por los cuerpos fallecidos. Pero, tenemos que aprender a vivir de forma tal que no causemos dolor u otros males a cualquier ser en vano. ¡Y luego, el hombre puede convertirse en residente del Mundo Mágico donde todos aman a todos, donde todo siempre es bueno, donde nadie está triste y nadie llora, y donde todos están siempre sanos y felices!

—¿Existe realmente un mundo así? —preguntó Asya con desconcierto.

—Sí, sí existe. Pero, no es visible para todos. ¡Puedes entrar en él e incluso aprender a vivir allí! ¡Hay quienes incluso se convierten en habitantes reales de este Mundo Mágico!

—¿Sabes cómo hacer eso?

—Sí, nieta. ¡Te enseñaré!

—Abuelo, ¿puedes sentarte conmigo por un rato antes de que me quede dormida? Tengo miedo de dormir en un lugar nuevo. Tengo pesadillas muy frecuentemente… Antes, mi madre solía leerme cuentos para dormir, pero luego mi papá dijo que yo ya era grande y que no debería seguir escuchando cuentos de hadas.

—¡Los cuentos de hadas son para todos, grandes y chicos! ¡Y muchos adultos también leen cuentos de hadas —y esto, les hace mejores—!

»Sígueme, te mostraré tu habitación.

El abuelo de Asya la puso a dormir en una pequeña habitación en el segundo piso, donde uno tenía que subir por una empinada escalera lateral para llegar a ella. Todo en esta habitación estaba limpio y hermoso, tenía paredes de madera y estantes tallados. Una mesita de noche hecha de un tronco de madera pulido parecía provenir de un cuento de hadas. También había una mesa con patas hechas de elegantes ramas de árboles. Y cuando Asya se recostó, pudo ver el cielo nocturno a través de la ventana.

—¡Nieta, no hay necesidad de tener miedo aquí! ¡Este es un lugar mágico y bueno! Aquí, siempre hay una entrada abierta a ese Mundo maravilloso, del cual comencé a contarte. Aquí, todos te cuidarán y te protegerán: ¡tanto yo mismo como los árboles, la hierba, las flores, y las estrellas, y el pequeño río, y el lago! ¡Más adelante —te mostraré todo—! Te mostraré cómo entrar en el Mundo Mágico. Te enseñaré cómo vivir allí.

… Entonces, se escuchó un ronroneo silencioso. Un enorme gato rojo apareció en la habitación.

—¡Este es Ronroneo! ¡Él vino para conocerte! ¿Le invitamos a acercarse? —dijo y preguntó el abuelo.

—¡Sí! —respondió Asya como hechizada…

… Durante mucho tiempo, Asya le había rogado a sus padres para que le compraran un gato o un perro. Pero, al final, solo le permitieron tener un pez en un acuario, por el cual, Asya no mostró interés alguno.

… Al principio, el gato por algún tiempo miró y olfateó a la nueva habitante de la casa, y luego comenzó a ronronear como si cantara una canción de cuna tranquila. Su paz dichosa se trasladó a la niña. Y Asya, se quedó dormida incluso antes de que el abuelo pudiera comenzar a contarle una historia.

El abuelo, le dijo a Ronroneo en el mágico lenguaje silencioso —que es entendido por aves, mamíferos, árboles, y flores— que debía proteger a Asya. Y luego, Basilio bajó silenciosamente para sostener una difícil conversación con los padres de Asya en el lenguaje que la gente usa cuando se hablan entre ellos.

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