Capítulo 1:
Una niña llamada Asya
Érase una vez, una niña llamada Asya. Pero no en tiempos fabulosamente remotos —como en la mayoría de los cuentos de hadas— sino más bien recientemente.
Su vida era de lo más normal, nada especial, ¡pero de repente, un verdadero cuento de hadas comenzó en su vida! Y esto, no pasó como suele suceder en los cuentos, donde algo maravilloso sucede y luego todo regresa a la normalidad. Sino al contrario, desde ese momento, ¡toda la vida de Asya estuvo llena de verdadera magia! Y así, ¡continúa hasta el día de hoy!
Pero ya les cuento todo al respecto.
Asya, vivía una vida normal, al igual que como viven la mayoría de los niños. Ni buena, ni mala —más bien una vida promedio—.
Vivía en un lindo y amplio departamento con su padre y su madre en una gran ciudad. Asya, realizaba sus estudios en una escuela secundaria de élite.
En apariencia, todo parecía estar en orden: las finanzas no se extendían más allá de lo normal, pero como suele decirse, «no estaban tan mal».
Sin embargo, había un problema en la vida de Asya que regularmente le causaba muchísimo dolor. Su padre, era siempre muy estricto con ella; él, realmente quería que Asya fuera la mejor en todo. Y en la vida de Asya, todo tenía que ser tal cual él pensaba que debía ser. E incluso, Asya tenía que pensar de la misma forma que su padre, y actuar siempre de acuerdo con lo que él consideraba correcto.
Él, muy ocasionalmente la elogiaba, pero sí la criticaba a menudo. Y todo lo que le decía era tan amargo y duro que Asya, comenzó a tener miedo de su padre. Cuando su padre estaba en casa y no estaba ocupado con nada, ella vivía en constante tensión y miedo: ¡preocupándose de que pudiera hacer o decir algo mal, por accidente y no a propósito, y que su padre la «regañara»!
Una vez, Asya incluso se lamentó con su amiga de la escuela acerca de su miedo, —y su amiga le dijo—: «Bueno, ¿y qué si él te “regaña”? Después de todo, ¡al menos no te golpea! Escúchame: ¡escupe sobre sus palabras y vive tranquila! ¡Él no es tacaño con su dinero, al contrario, te compra trajes y regalos —que son tan geniales que otros se mueren de la envidia—! ¡Por estas cosas, —se paciente—! ¡Y las palabras ofensivas de todo tipo —realmente no importan—!»
Pero para Asya, sí importaban… ¡Si ella pudiera, tiraría todos los regalos de su padre sin dudarlo, solo para que su padre cambie y sea amable con ella!
Una vez incluso le pidió a su madre que hablara con su padre:
—¡Mamá, por favor, dile a papá que no me regañe tanto! Cada vez que estoy en casa, siempre estoy preocupada de que pueda golpearme en este mismo instante por estar equivocada en algo o por obtener de repente una baja calificación en la escuela, o por decirle algo que no le va a gustar…
—¡¿Pero, qué pasa contigo, hija mía?! ¡¿De qué estás hablando?! ¡Papi te ama! ¡Él solo quiere lo mejor para ti, solo quiere que seas la mejor en todo! ¡Él nunca te pondría un dedo encima, está muy orgulloso de ti y les cuenta a todos sobre ti y de lo inteligente que eres!
—Sería mejor si él no quisiera que yo fuera tan perfecta. ¡Porque cuando no puedo ser lo que él quiere que yo sea, —me desprecia muchísimo—! ¡Y me dice palabras tan amargas que lloro todo el día! ¡Con sus palabras —me hiere mucho más que si llegara a golpearme—!
… Su madre habló con su padre al respecto. Pero él, ni escuchó ni llegó a entender los problemas de su hija. Y su madre, tampoco lograba entenderla… Ella amaba tanto a su esposo que miraba todo a través de sus ojos, veía sus opiniones como correctas, olvidándose de las suyas propias…
Y el padre de Asya, era una persona muy fuerte y orgullosa. Debido a eso, incluso nunca intentó entender cómo él —era sentido y percibido por los demás—. Y ni siquiera podía imaginar que él mismo pudiera estar equivocado en algo.
Un par de días después de la conversación con la mamá de Asya, su padre intentó elogiarla y no ridiculizarla o criticar sus errores. Pero luego, todo esto fue olvidado, y la vida en casa continuó como de costumbre.
Excepto que Asya, perdió mucho peso y comenzó a enfermarse muy a menudo, casi continuamente…
Su madre comenzó a llevarla a diferentes médicos. Le chequeaban el corazón, le hacían todo tipo de pruebas, y le recetaban pastillas y medicinas…
Pero nada de esto ayudó a Asya a sentirse mejor.
… Para la primavera, Asya ya se encontraba bastante débil. Incluso, fue hospitalizada para ser examinada, pero no se le descubrió ninguna enfermedad grave.
Cuando fue dada de alta del hospital, el médico les dijo a los padres de Asya: «¡Todo esto es muy serio! He visto casos como este más de una vez. En tales casos, es como si la vida del niño se estuviera desvaneciendo y no se puede hacer ningún diagnóstico. ¡Esto se debe a que los estudios médicos no pueden mostrar la causa de la enfermedad! Y un año más tarde, un cáncer o alguna otra enfermedad grave se hace evidente, y entonces, las posibilidades de curar al paciente son mucho menores. La gente comienza a decir que los médicos pasaron algo por alto… ¡Pero yo sin embargo veo que la situación es mala, aunque los instrumentos no puedan verlo todavía!
»¡Harían bien en ponerla en un buen centro de salud durante el verano, para que viva en el bosque, en la naturaleza! ¡O, buscar a un buen sanador que sepa cómo tratar a los demás con plantas medicinales!»
En ese momento, se acordaron del abuelo de Asya, —el padre de la mamá de Asya—. Después de todo, el abuelo Basilio vivía en el bosque. Allí tenía su propio colmenar, y muchas personas lo veneraban como un gran sanador…