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Conocimiento contemporáneo sobre Dios, la evolución y el significado de la vida humana.
Metodología del desarrollo espiritual.

 
Capítulo ocho: Amor y elevación del alma
 

Capítulo ocho:
Amor y elevación del alma

«… ¡Amémonos unos a otros,

porque el amor viene de Dios!…

¡Quien no ama, no conocerá a Dios,

porque Dios es Amor!» (1 Juan 4:7-8).


«… ¡Si nos amamos unos a otros,

Dios permanece en nosotros,

y su Amor Perfecto

en nosotros vive!» (1 Juan 4:11-12).


«… Dios es Amor,

y quienes permanecen en el amor

permanecen en Dios,

y Dios en ellos» (1 Juan 4:16).


«… Que Mi Dicha esté en ustedes, y

que su gozo sea pleno!

Este es mi mandamiento:

¡Ámense unos a otros,

como Yo los amo!» (Juan 15:11-12).


«… ¡Quien se une al Señor,

es uno con Él en Su Espíritu!» (1 Corintios 6:17).


«… ¡El Reino de los Cielos se logra esforzándose por Ello,

y quienes se esfuerzan,

lo alcanzan!» (Mateo 11:12).


«… ¡Cuando seamos semejantes a Él…

Le veremos tal cual Es!» (1 Juan 3:2).



El enorme árbol recibió al viajero bajo su sombra con afecto. ¡A Peresvet le resultó fácil y natural sentir los brillantes flujos de la fuerza de vida en el tronco, la grandeza de su copa con sus hojas susurrantes, y la profundidad de las raíces que conectaban al árbol con la Madre Tierra! Por un momento, Peresvet se convirtió por su propia voluntad en ese álamo… Se extendió hacia abajo por sus raíces hacia la tierra, y se extendió hacia arriba por su tronco dividido en tres grandes ramas hacia el cielo, donde tocó las alturas con las numerosas ramas-manos, y acarició el aire con sus innumerables hojas-dedos…

Y pensó Peresvet: «Qué simple es poder sentir la fuerza y armonía de un árbol en su conexión con la Creación de Dios y con el Universo todo. ¿Por qué la gente se ha olvidado y pierde estas simples oportunidades de sentir la Vida Divina en todo lo creado?

»Si no hubiera sido por Vlada me lo habría perdido yo también…

… Y los recuerdos comenzaron a fluir mientras Peresvet se acercaba a la orilla de un arroyo.

La imagen de Vlada y los recuerdos del gran amor terrenal que despertó el Amor Divino en él, surgían involuntariamente.

Peresvet no se resistió a las imágenes del pasado. Al contrario, permitió que la memoria recreara esos estados queridos para su corazón, los estados que experimentó tan intensamente por primera vez en aquel entonces.

Ese amor no se fue a ninguna parte, siguió viviendo en su alma como un tesoro… como una luz inextinguible que no se había apagado a pesar del paso de los años. ¡Y Peresvet se convirtió en ese amor, en él se purificó, creció, maduró, y lo acercó a la comprensión de lo que la Vida y Dios mismo Es! ¡Ese amor le reveló el Mundo Divino de Dios!

* * *

… Fue en el momento en que Peresvet abrió sus ojos tras el largo estado de inconsciencia por sus graves heridas, que vio a Vlada por primera vez… tan sorprendentemente tierna, y tan dulcemente hermosa…

Su cabello rubio trenzado… Sus ojos tranquilos y profundos como un lago… Su figura esbelta y delicada… Sus movimientos sorprendentemente suaves y precisos… La pureza de su alma a través de sus manos físicas, tocaba grácilmente todo a su alrededor, mientras que la luz fluía a través de sus ojos claros.

Su mirada podía llenar a cualquiera de una ternura y cuidados especiales.

Su presencia transformaba todo el espacio a su alrededor, llenándolo de un amor que era sentido en el alma como un toque sutil.

Así, a la vez que su consciencia regresaba a esta vida, floreció en Peresvet el amor por Vlada. ¡Fue como si el amor hubiera estado dormido en su alma como una flor esperando abrirse para luego despertar de repente con tal ímpetu que le dio fuerzas para sobrevivir y recuperarse!

El amor era mutuo, y Vlada no lo ocultaba.

… Vlada rebosaba de felicidad cuando Peresvet se despertó.

Salió a llamar a Rédyiona. Él se acercó inclinándose sobre su amigo.

—¡Finalmente has despertado! ¡Has estado inconsciente por más de una semana!

»¿Sabes quién te ha estado cuidando?

—Ella… Veía su rostro y sentía sus manos todo el tiempo en mis sueños.

—¡Sí, ella es Vlada! ¡Es una gran sanadora!

»¡Y te resultará difícil creerlo! ¿Pero sabes quién también está aquí? El Anciano. ¿Recuerdas al Abuelo? Bueno, Vlada es su discípula.

… El Anciano casi no intervino en la curación de Peresvet, y se mantuvo ocupado con otras tareas.

Solo ocasionalmente se acercaba al lecho de Peresvet, le miraba con atención como si viera a través de la materia, le decía algunas palabras y se iba.

Por ejemplo, algo así como:

«¿Por qué apenas respiras como si estuvieras medio vivo? ¡El aliento del hombre puede unirse al del Espíritu Divino! ¡Inhala el aire conjuntamente con la Luz Divina! ¡Y exhala de manera tal, que aparte de esta Luz, no quede residuo de nada más en tu cuerpo! ¡Esto facilitará que la herida en tu pecho sane rápidamente».

… Luego, Vlada le explicaría a Peresvet en detalle esas escasas instrucciones del Anciano.

… Tras el despertar de Peresvet, pronto el Anciano envió a Rédyiona de vuelta a su casa, diciéndole:

«¡Tu esposa te espera y tu hijo está creciendo, no hay razón para que sigas aquí! ¡Ve! ¡En las manos de Vlada se habrá recuperado para el verano!

… Rédyiona, obedeció y partió de inmediato.

… Las fuerzas regresaban lentamente a Peresvet. Yacía en un lecho en una cueva espaciosa y bien acondicionada para una vida permanente. En el centro de una sala muy grande, ardía siempre una hoguera cuyo humo se elevaba grácilmente a través de un pequeño agujero en lo alto. La cueva se adentraba profundamente en la roca de caliza blanda, y constaba de varios espacios bien adaptados para vivir.

Una noche, Peresvet escuchó a Vlada pedirle al Anciano:

—¡Ayúdeme a sanarlo, por favor se lo ruego! ¡No hay nadie en el mundo que me importe más que él!

—¡Lo sé! ¡Es por eso que tú misma lo sanarás! ¡Usarás todo lo que te he enseñado, y esto facilitará que un nuevo Conocimiento de Dios venga hasta ti! ¡Trata de entender que si lo curo en un instante con la Fuerza Divina, reduciremos en gran medida los beneficios de este evento Divino! ¡Mas si tú lo ayudas a descubrir la fuerza de su propia alma y a despertar la Fuerza Divina en él —el beneficio será inmenso—! El propio hombre puede curarse a sí mismo de cualquier enfermedad con la Ayuda de Dios, solo que usualmente no sabe cómo… ¡Pero tú sí lo sabes! ¡Así que a lo tuyo!…

… Así, Vlada siguió tratando a Peresvet con sus propias fuerzas y conocimientos.

Por esos días Vlada le enseñó una respiración especial, donde él llenaba todo su cuerpo con aire-luz y lo recorría dentro de él mismo a voluntad.

Le enseñó a sentir la fuerza de la Madre Tierra directamente desde la cueva, sintiendo sobre él la superficie de hierbas, árboles, pájaros y animales gentiles.

Le enseñó a sentir esto con el alma de tal manera que más fuerza penetrara en su cuerpo y lo colmara.

Cuando Peresvet recuperó la movilidad, ella le mostró cómo sumergirse en un lago congelado cercano para que los residuos de debilidad abandonaran su cuerpo y se renovaran sus fuerzas.

Una vez acostumbrado al agua helada, le enseñó a cómo ser uno con el agua, convirtiéndose en el silencio, la paz y la profundidad transparente del lago.

También le enseñó a cómo purificarse usando el fuego de una hoguera o la luz de una vela.

Más tarde, en primavera, le enseñó a conectarse con la luz y el fuego del Sol radiante.

Vlada también le revelaba las profundidades más grandes del conocimiento espiritual. Por ejemplo, le mostró cómo percibir la Luz Divina y cómo fusionarse con Ella.

¡Y con qué facilidad le enseñaba todo esto! ¡Todo lo que les rodeaba —la cueva, la fogata, los árboles, la pequeña cascada, el río, el lago, la extensión de los prados, el bosque— todo le brindaba maravillosas oportunidades para sus lecciones!…

* * *

Peresvet se descalzaba ahora a la orilla del arroyo en su camino. Las aguas frescas acariciaban y reconfortaban sus piernas cansadas de caminar, mientras los cálidos recuerdos colmaban su alma.

Recordó cómo en primavera Vlada le enseñó a sentirse como si estuviera acostado en el fondo del río mientras su cuerpo permanecía en la orilla.

Así le sugirió ella un día mientras caminaban:

—¡El alma no necesariamente tiene que estar limitada al cuerpo! Hagamos un ejercicio simple: siéntete como si estuvieras acostado en el fondo de este río.

—¿Como si estuviera ahogándome?

—¡Jaja, no! Como si estuvieras respirando relajadamente bajo el agua, disfrutando de los rayos de Sol que la atraviesan, tocando la arena del fondo, viendo las algas que se mecen… ¡Puedes nadar —con el alma— en la corriente del río!…

Y recordando esto, Peresvet repetía ahora el ejercicio sintiendo cómo la corriente del arroyo lo envolvía desde todos lados, por dentro y por fuera, experimentando fácilmente la libertad de nadar con el alma en una corriente de agua bañada por la luz del Sol. Recordó cómo esta simple práctica ayudó a Vlada a enseñarle a cómo fluir con la Corriente del Espíritu Santo, disolviéndose en esta Corriente.

Peresvet se sorprendió de la naturalidad con la que la memoria del alma resucitaba recuerdos de los estados elevados experimentados con anterioridad. ¡Después de todo, el Flujo de la Luz Divina Viviente se había convertido en una Realidad palpable para él! ¡Mientras su cuerpo permanecía a la orilla del arroyo, su alma flotaba fusionada con la Gran Corriente de Luz Divina que fluía suavemente a lo largo y a lo ancho!

¡Y naturalmente, como por sí misma, resonó en la Luz más sutil la oración del «Padre nuestro»!

¡Y no había contradicciones entre los antiguos conocimientos de los «Reyes Magos», que poseían el Abuelo y Vlada, y la Enseñanza de Jesús el Cristo sobre el Padre Celestial y el Amor Divino!

¡En la Pureza del Amor —se halla el Conocimiento Eterno de lo Divino—!

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