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Conocimiento contemporáneo sobre Dios, la evolución y el significado de la vida humana.
Metodología del desarrollo espiritual.

 
Capítulo seis: Andrey Oslyabya
 

Capítulo seis:
Andrey Oslyabya

A veces, en ese entonces,

me parecía que todo andaba al revés en este mundo. Pensaba:

«¿Qué camino tomar? ¿Cómo continuar con mi vida?

¡Dios mío, dame una señal!»


Y estábamos allí, mi hermano y yo,

hombro con hombro en medio de la batalla.

Y nuestras armaduras resonaban con las estocadas,

y nuestras espadas se estrellaban contra las espadas…


Tras experimentar múltiples heridas, pena y dolor,

iniciamos la búsqueda del Camino verdadero.

¡Y habiendo visto demasiado,

nos preparamos para mirar hacia el Señor!

Peresvet



Yégorkie buscaba una oportunidad para escuchar más acerca de la historia de Peresvet. Y cuando llegó el momento indicado, le pidió que continuara:

—¡Estoy ansioso por saber qué sucedió después! ¡Por favor, cuénteme!

Peresvet continuó su relato:

—Después de los acontecimientos de mi último relato, la vida de Rédyiona y la mía, siguieron en la dirección que habíamos trazado. Nos convertimos en soldados en uno de los escuadrones del ejército de nuestro príncipe y nos hicimos famosos por nuestra fuerza y valentía.

»Pero, ¿fueron todas las batallas en que participamos justas? No, no todas lo fueron…

»A menudo los príncipes reñían entre ellos o hacían alianzas buscando someter a algún vecino. Después, hacían nuevas alianzas con quienes se habían peleado para nuevos fines…

»Nosotros, queríamos proteger a nuestro pueblo y defender nuestras ciudades de los invasores, pero resultó ser que las batallas eran el resultado de una mescolanza de invasiones, voluntades, rivalidades, mentiras, etc.…

»A veces, los soldados con los que luchábamos juntos como hermanos en una batalla, se convertían en la siguiente lucha en nuestros enemigos.

»De hecho, resultaba común que los soldados se cambiaran de bando para unirse al ejército de otro príncipe por dádivas u otros motivos.

»… ¡Así, un día, enfermo de tanta confusión en vísperas de una nueva batalla, de repente sentí una terrible angustia que me ahogaba!

»En aquel tiempo, Rédyiona y yo sentíamos ser creyentes sinceros. Pero la fe de ambos en la existencia de Dios era bastante básica. Íbamos a la iglesia los días festivos, participábamos en los servicios como de costumbre, comulgábamos y nos confesábamos…

»¡Pero realmente no comulgábamos con lo Divino!

»Nuestra fe y nuestras oraciones no estaban conectadas con nuestra vida cotidiana.

»Le dedicábamos muy poco tiempo a Dios y era muy poco el espacio para lo Divino en nuestras actividades militares.

»Nuestra vida parecía no tener verdadera relación con Dios… O nos la pasábamos en el campo de batalla, o celebrando las victorias, o en los ritos funerarios por nuestros hermanos caídos…

»¡Fue entonces que en medio de una angustia terrible, ya no podía continuar! ¡Una profunda tristeza se apoderó de mí!

»Esa noche antes de la batalla, Rédyiona y yo estábamos sentados junto al fuego. Él notó que algo andaba mal conmigo.

»Me preguntó:

»—¿Qué te pasa?

»—¡Rédyiona, debemos abandonar el servicio al príncipe! ¡Creemos en Dios, pero vivimos como paganos luchando contra nuestros hermanos! Un día, el príncipe hace alianzas con los lituanos y al otro día con los tártaros o los mongoles, y todo por más poder o territorios. Y nosotros… ¿qué demonios estamos haciendo?

»—Cierto, si quieres abandonamos después de esta batalla. ¡Pero irnos antes sería considerado traición! ¡Debemos mantener nuestra palabra al príncipe, es una cuestión de honor! ¡Anímate o todos pensarán que te has acobardado!

»—¿Qué me importa lo que piensen? Mi conciencia me dice que ya no debo empuñar más la espada contra mis hermanos en la fe ni contra nuestros antiguos camaradas…

»Fue entonces cuando Rédyiona y yo decidimos que después de esa batalla, dejaríamos el servicio al príncipe y buscaríamos una vida pacífica. Rédyiona en ese entonces estaba casado, y su hijo, Yakov, era aún muy joven…

* * *

»Esa batalla resultó ser un fracaso para nuestro ejército.

»Yo no luché con la embriagadora valentía adrenal con la que normalmente arremetía en la batalla. Antes, era como si durante la batalla me naciera como una fuerza común para con todo el escuadrón y sentía como nuestra fuerza militar se vigorizaba. Y el miedo a la muerte y el dolor de las heridas, las superaba fácilmente en un arrebato furioso conjunto. Mas en mí —no había miedo pero tampoco deseos de luchar—. ¡Simplemente avancé esperando que terminara la batalla, y mientras tanto intentaba no matar ni herir a nadie…

»Por supuesto, pronto quedé gravemente herido. Caí al suelo a los pies de Rédyiona. Siempre luchábamos uno cerca del otro…

»Justo en ese momento el príncipe ordenó la retirada.

»Rédyiona, sin embargo, no siguió la orden y se quedó conmigo.

»Le dije con todas mis fuerzas:

»—Vete, no puedo levantarme… Vive por los dos, hermano.

»—¡Calla! No iré a ningún lado.

»Rédyiona, cubrió mi cuerpo con mi escudo y colocó su escudo en su espalda para proteger su flanco ciego. Tomó mi espada con su otra mano para blandir ambas espadas.

»Y se quedó allí, esperando la tormenta…

»Una avalancha de atacantes pareció estrellarse contra él como la corriente de un río turbulento rompe contra una enorme roca.

»Él no sabía si yo estaba vivo o muerto…

»Simplemente permaneció sobre mi cuerpo. No se movió ni un solo paso.

»Se mantuvo firme protegiendo mi vida… Cuando nuestros hombres vieron esta proeza, se apresuraron a ayudar…

»Ninguno de nuestros oponentes pudo siquiera golpear a Rédyiona. Sobrevivió y salvó mi vida. ¡Y el coraje que demostró, le valió el respeto de todos los soldados de esos días! La hazaña de Rédyiona Oslyabya* se convirtió en una historia que se contó durante mucho tiempo entre los soldados y los juglares, para inspirar el espíritu de lucha antes de las batallas.

»Bueno, ahora sabes que le debo mi vida a mi hermano Andrey, y que muchos de nuestros hermanos perecieron en la batalla de Kulikovo, mientras que aquí estoy yo, vivo hasta el día de hoy…

»Desde aquel día, ni Rédyiona ni yo volvimos a participar en ninguna guerra.

Yégorkie, escuchando atentamente, sorprendido dijo:

—¿Así que Andrey Oslyabya es en realidad su hermano jurado?

»¡No tenía idea de que se trataba en realidad de Rédyiona Oslyabya! Andrey, dicen, llegó al monasterio mucho después que usted. Pensé que Andrey era su hermano y Rédyiona su amigo de la infancia…

—Él es más que un hermano para mí. La vida nos ha unido profundamente. ¡Nos prometimos a los seis años de edad ser como hermanos, y así hemos vivido!

»¡Y ahora, somos hermanos también —en Cristo—!

»Rédyiona se convirtió en monje después de mí, cuando su esposa falleció y su hijo ya estaba crecido.

—¿Usted se hizo monje tras la batalla?

—No inmediatamente, en ese momento el destino nos volvió a reunir con el Abuelo. Pero esa es una larga historia que te contaré otro día.

»Mañana iré a Pereyáslav*. El abad Sergio me envía. El obispo local prometió donar libros para nuestro monasterio y un icono. Si realmente quieres saber más sobre esta historia, pídele a Andrey que te cuente. Él te podrá dar más detalles. Yo lo recuerdo más como un sueño porque me recuperaba de mis heridas, cosa que llevó bastante tiempo…

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