Capítulo dos:
El Anciano
Existe un Conocimiento,
oculto a los ojos ociosos.
Existe la Sabiduría del Silencio Primordial.
Y existen Quienes los poseen.
Ellos pueden compartir estas Joyas
con otros.
Peresvet
Peresvet pensaba en cómo contarle a Yégorkie acerca de su juventud mientras se tomaba un tiempo para hablar, y no solo para satisfacer la curiosidad del niño, sino para nutrir esa alma con el conocimiento que había adquirido en sus propias experiencias de vida.
¡Pero había experimentado tanto!…
Alegrías, entusiasmos, el fuego de la audacia juvenil… Amistad, coraje, disposición a arriesgar la vida, deseo de realizar grandes hazañas, esforzarse por ser fiel a su palabra… Dolor, desesperación, decepciones amargas… Todo esto y más había experimentado Peresvet hacía tanto…
… Sí, muchas lecciones de vida, tanto sencillas como muy duras…
Y Quien le ayudó a comprender cómo y qué es lo que le enseña Dios a una persona a través de todos los eventos y pasajes de la vida, fue ese Anciano que en la juventud de Peresvet lo inició en la enseñanza de tales cosas.
* * *
El Anciano o el Abuelo, como a veces le llamaba, no tenía ningún parentesco ni siquiera lejano con Peresvet.
Era un hombre muy extraño e inusual.
Vivía como ermitaño en un bosque pero sin ser un monje ortodoxo. Cuántos años tenía, nadie lo sabía. Muchos de los que lo conocían desde hacía mucho tiempo decían que ya hacía treinta años que era canoso y que se le veía exactamente igual que ahora. Por un lado, se le percibía como una persona arcaica, como los ancianos proféticos de las leyendas, pero por otro, se le veía lleno de vitalidad y no actuaba como un viejo en absoluto.
Era alto, su físico era poderoso, esbelto, y tenía una fuerza física épica que rara vez la mostraba ante la gente. ¡Y su fuerza espiritual era inconmensurable! Era como si Él siempre se mantuviera escondido en lo más profundo de Sí mismo, ocultándose tras palabras punzantes o de un silencio inmutable.
No difería especial amabilidad o cortesía. Podía optar por no responder a ninguna pregunta o por el contrario, decir toda la verdad acerca de una persona o una situación de una manera aguda y breve.
No ayudaba a todos, y muy pocos acudían a Él en busca de ayuda. La gente le tenía miedo y solo en casos de extrema necesidad era que acudían a Él con sus pedidos.
Más los animales salvajes se le acercaban sin miedo para acariciarle, y los pájaros comían de sus manos. Incluso, los perros salvajes gemían como cachorros a su lado y se alternaban para frotarse contra sus piernas en devoción. Un oso enorme vivía al lado de la casa del Anciano. Y era muy obediente, cariñoso y manso con el Anciano, pero causaba tanto temor a los extraños, que ya casi nadie se adentraba en esa parte del bosque.
El Anciano no cazaba ni pescaba, solo se alimentaba de los frutos del bosque. Nunca se alimentaba de animales «asesinados», ni en la cuaresma ni fuera de ella.
¡La gente no se dirigía a Él como hechicero, mago o brujo, porque tenían miedo de lo que pudiera pasarles después!
Solo con el tiempo, Peresvet se dio cuenta de que el Anciano llamaba a Dios el Único Gran Poder Creador, el Creador Único del Todo. Pero el Anciano rara vez explicaba con palabras, cómo Él mismo entendía el orden universal.
… Peresvet a menudo recordaba al Anciano.
Deseaba poder preguntarle hoy, muchas de las cosas importantes que no había considerado preguntar en su juventud…
Incluso a la fecha, seguía recopilando y comprendiendo poco a poco lo que percibió en aquel entonces del Anciano. Y trataba diligentemente de combinar el Conocimiento que recibió de Él, con las Enseñanzas de Jesucristo que iluminaban actualmente su vida.
Las palabras del Anciano, como si estuvieran impresas en la memoria del alma de Peresvet —a veces surgían desde las profundidades— y le llegaba una comprensión gradual de nuevos significados como si se abrieran ventanas secretas, o se aclararan cosas obvias… El Conocimiento Universal al que Peresvet tan diligentemente se esforzaba en su discipulado espiritual, poco a poco se iba edificando.
* * *
Yégorkie esperaba con entusiasmo las historias de Peresvet. ¡Y siempre que el joven preveía una conversación interesante —le resultaba más fácil hacer sus labores—! Peresvet cortaba la leña con movimientos precisos y fuertes, mientras que Yégorkie apilaba los cortes de leña. ¡Y se sentía tan bien al lado de Peresvet, como si se sumergiera en una corriente de poder puro y paz sobrenatural!
… Cuando terminaron el trabajo, se sentaron uno al lado del otro. Yégorkie, un poco avergonzado le recordó a Peresvet que le había prometido una historia.
«¡Está bien, escucha!…
»En ese momento, del que ahora te hablaré, yo era más joven que tus catorce primaveras.
»Mi amigo y hermano de armas Rédyiona y yo, soñábamos entonces con realizar grandes proezas y buscábamos la oportunidad de destacarnos por nuestra fuerza y destrezas…
»Una vez, cuando nuestros padres tuvieron que hacer un largo viaje, inmediatamente fuimos hasta la feria, donde peleamos a los puñetazos y nos divertimos mucho… Pero nos vimos envueltos en tremenda historia. Rédyiona, salvó a una niña de debajo de la rueda de un carro, pero la rueda le fracturó y le rajó la mano derecha. ¡Una herida muy grave, que luego no se curó y se le infectó! El médico le dijo que si no le cortaba el brazo por encima del codo, moriría por necrosis. Pero Rédyiona se negó rotundamente: “¿Qué tipo de guerrero sería sin mi mano derecha? ¡Es mejor que me muera!”
»Por ese entonces, el sirviente más viejo de mi casa, me dijo que había un viejo que vivía en el bosque que podía curar cualquier enfermedad, claro está, solo si la persona realmente quería curarse.
»Rédyiona ardía en fiebre como el fuego y se desvanecía por momentos…
»Así que ensillé mi caballo, senté a Rédyiona al frente y me senté detrás de él para sostenerlo.
»No sabía cómo encontrar al viejo, ya que el sirviente solo me indicó el camino en términos generales, pero partí igualmente a buscarlo.
»… Cuando al fin di con la cabaña del viejo, un anciano canoso de hombros anchos salió al umbral sin que yo llamara a la puerta… Tomó a Rédyiona en sus brazos y lo llevó a una habitación algo elevada.
»Me dijo brevemente:
»“¡Siéntate aquí en la esquina y piensa en cosas buenas! ¡Si crees en Dios, ora, si no crees, guarda silencio y no interfieras!”
»… Y pasó a examinar la mano de Rédyiona.
»Yo empecé a buscar con mi mirada el ícono al que supuestamente debía rezarle… Pero no había ningún ícono en la habitación.
»El Anciano, sin mirarme, dijo:
»“¡No debes buscar a Dios en los íconos, sino en tu corazón espiritual!”
»¡Se me puso la piel de gallina a lo largo de toda la espalda! Me dio la sensación de que el Anciano veía lo que yo hacía sin mirarme, ya que estaba del todo inclinado sobre el cuerpo de Rédyiona sosteniendo con sus manos la mano del paciente de una manera especial.
»Aproximadamente un minuto después, el Anciano dijo:
»“¡Toma un balde y trae agua! El pozo está atrás en el patio.”
»… Tomé un cubo en el umbral y salí de la cabaña. Pero ¡ay!… al llegar al patio, un oso enorme sin cadena y sin correa me clavó la mirada…
»El Anciano desde la cabaña dijo como si Él mismo lo hubiera visto todo:
»“¡No le temas a Mishko, él no le haría daño a los suyos! ¡Trae el agua rápido!”
»… Yo, bajo la atenta mirada del gran oso, crucé la distancia hasta el pozo y extraje el agua.
»El oso no se inmutó, solo me miró ir de un lado al otro.
»Ya de regreso, el Anciano tomó el balde y metió en él la mano de Rédyiona, que ya se había puesto negra. El agua se oscureció y la mano se iluminó un poco.
»“¡Trae más agua! —Dijo el Anciano—. ¡Y derrama esta de forma tal que no caiga sobre nada viviente!”
»… Esto se repitió varias veces, hasta que la mano de Rédyiona adquirió el color habitual con un tinte ligeramente rosado…
»Después de eso, el Anciano intervino un poco más en la mano de Rédyiona, uniendo los huesos y cosiendo la herida.
»Luego me ordenó que sacara un banco ancho del aposento superior y lo pusiera junto al pozo. Llevó a Rédyiona hasta el banco y lo acostó sobre éste, le quitó la ropa, y vertió sobre él varios cubos de agua fresca. Luego lo envolvió en lino y lo llevó de vuelta al aposento.
»La fiebre de Rédyiona parecía haber sido lavada por el agua.
»Luego, mientras Rédyiona se quedaba dormido tranquilamente, el Anciano le vendó la mano, lo cubrió con una manta, y pasó a dedicarse a sus asuntos como si yo no estuviera allí en absoluto.
»Luego, me miró por un instante:
»“¡Tu hermano vivirá! Si quieres, puedes quedarte aquí, o puedes irte y volver a buscarle pasados tres días.”
»… Decidí quedarme.
»También traté de pagarle al Anciano por el tratamiento. Pero me miró de tal manera que casi me caigo al suelo de la vergüenza…
»… Al día siguiente, Rédyiona estaba casi del todo saludable.
»El Anciano fue un poco más amable con él que conmigo. Le dijo que su mano sanaría sin problemas.
»Y fue así que, mientras la mano de Rédyiona sanaba, nos quedamos en la casa del Anciano durante dos semanas.
»El Anciano comenzó a enseñarnos a hacer todo lo que siempre hacíamos con la mano derecha, ahora con la mano izquierda.
»Nos reíamos de nuestra torpeza mientras el Anciano nos mostraba cómo Él, con la mano izquierda, podía hacer cualquier cosa fácilmente al igual que con la derecha.
»También, nos explicó un poco acerca de sus habilidades milagrosas de curación para esclarecer el miedo supersticioso en nosotros:
»“¡Esto no es brujería, sino conocimiento común! Más no todos saben cómo aplicarlo.
»”¡Pero sí existe un Gran Conocimiento sobre la vida terrenal y la vida Celestial! Si se tiene, se revelan secretos que en realidad son simples. Y con tal Conocimiento, se pueden adquirir habilidades útiles e importantes. Y no se trata tan solo de cómo tratar las enfermedades. ¡Es el Conocimiento de cómo Dios propone que sean la vida de las personas en la Tierra!
* * *
Yégorkie escuchaba con gran atención. Ante su mirada interior cobraban vida las escenas contadas por Peresvet.
Entonces, se escuchó el toque de campana. Era el momento de la oración.
«¡Bueno, ya es hora, te contaré el resto en otro momento!» —dijo Peresvet.
Se dirigieron a un pequeño templo que por dentro estaba todavía un poco sin terminar y sin pintar, pero que ya había sido consagrado y se realizaban los servicios en él.
Los hermanos del monasterio se reunieron. El sol poniente con sus rayos rojos y dorados iluminaba todo alrededor.
¡Peresvet sentía calor en su corazón ahora que Dios llenaba toda su vida! ¡Su Caricia era tan palpable y Su Presencia tan significativa!
¡Su alegría se fusionó con la belleza del atardecer y danzaba en la llama de las velas! Sonaba en el espacio el repique de campanas y el canto de los pájaros en las arboledas circundantes… Himnos especiales que alababan a Dios resonaron en el espacio invisible…
Una vida junto a Dios. ¡¿Acaso puede haber mayor felicidad?!