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Conocimiento contemporáneo sobre Dios, la evolución y el significado de la vida humana.
Metodología del desarrollo espiritual.

 
Capítulo cuatro: Hesiquia
 

Capítulo cuatro:
Hesiquia


Que resuene en el silencio

la Revelación, el Mensaje Sagrado:

¡Dios —está presente— en todo momento!

¡Dios es Amor! ¡Dios —está aquí y ahora—!


¡Solo abre las puertas de tu corazón, y conocerás Su Amor!


¡Dios está ahí, en la profundidad,

en el Resplandor de la Pureza Eterna!


Y solo una vida vana,

esclava de la mente y las pasiones bajas,

te impide darte cuenta

del Amor del Padre de todos los pueblos del Universo…


Revelación del Apóstol Mateo



Un día después de las oraciones matutinas, el abad Sergio en su sermón, volvió a explicar a todos los hermanos del monasterio acerca de la hesiquia, —un silencio interior especial—. Habló sobre el hecho de que la oración debe descender desde la cabeza hasta el corazón espiritual. También habló de la purificación de los pensamientos y de mantener constantemente la atención en Dios.

Les recordó a los monjes las grandes palabras de los Evangelios: «¡Bienaventurados los puros de corazón porque ellos verán a Dios!». (Mt. 5:8). «¡El reino de Dios está dentro de vosotros!» (Lucas 17:21). «Cuando ores, entra en tu celda (pecho) y, cerrada la puerta, ora en secreto a tu Padre» (Mt. 6:6). «Quien se une al Señor, es uno con Él en Espíritu» (1 Corintios 6:17).

* * *

El abad Sergio siempre hablaba con una voz penetrante y lacónica.

¡Los monjes escuchaban con asombro y se maravillaban por la santidad de Sergio!

Pero a pesar de las explicaciones del abad sobre cómo alcanzar el silencio interior, para la mayoría de los hermanos —el misterio de la «oración inteligente» realizada activamente en el corazón espiritual— parecía ser un pináculo inaccesible, insondable, y la cumbre de todos los logros espirituales.

Yégorkie, también soñaba con lograr el silencio interior pero hasta ahora había tenido poco éxito. Solo a veces, por breves momentos, su mente se calmaba y su corazón espiritual se llenaba de alegría.

Por eso, Yégorkie estaba como triste después del sermón matutino. Pensaba con congoja que su fracaso se debía a que era un pecador indigno de la Gracia de Dios…

Peresvet, con la bendición del abad Sergio, cuidaba de Yégorkie y lo instruía en su vida monástica. Fue Peresvet quien instruyó a Yégorkie en los asuntos financieros del monasterio y a través de ello, Yégorkie adquirió diferentes habilidades —tanto simples y cotidianas, como habilidades espirituales—.

* * *

Ese día, Peresvet y Yégorkie salieron a reunir podagraria* para preparar sopa para todos los hermanos, porque los suministros de alimentos del monasterio habían mermado considerablemente durante el invierno.

Desde el inicio, el abad Sergio había implantado como regla de vida para todos los monjes de su monasterio vivir sin poseer nada —y estaba estrictamente prohibida la mendicidad—. Así que desde la fundación del monasterio, esta regla había estado vigente y se observaba estrictamente, aunque sin embargo en otros monasterios pobres de esos días, los monjes a menudo recolectaban limosnas para sobrevivir.

Otra regla del abad Sergio era la propiedad comunitaria entre todos y para todos. Cada uno de los monjes, en la medida de sus posibilidades, debía trabajar —por el bien de los demás—. También la comida era la misma para todos. Así, Peresvet y Yégorkie se regocijaban recolectando los brotes jóvenes de podagraria, y gradualmente la tristeza de Yégorkie de esa mañana se fue disipando con esta simple acción en los prados anegados.

En todas partes había una manifestación suave y brillante de la llegada de la primavera. Flores de prímulas azules y blancas cubrían las laderas de valles, barrancos y hondonadas. El sol primaveral calentaba el aire. Los pájaros cantaban sus canciones primaverales. Una brisa suave —todavía un poco fresca— como que extendía sus alas y volaba sobre la tierra para llevar a todos los rincones el alegre mensaje: «¡Primavera! ¡Llegó la primavera!» Las avefrías* cantaban sobre los prados, y el trino de las alondras que revoloteaban en el cielo iluminaba el comienzo del día.

* * *

Peresvet y Yégorkie se sentaron a descansar en una loma con las bolsas cargadas de brotes para la comida.

Yégorkie dijo:

—¡Por favor, cuénteme más sobre usted, Rédyiona, y el Anciano!

—¡Ahora no es el momento, una larga conversación nos haría llegar tarde! Prefiero mostrarte algo que nos enseñó el Anciano en ese entonces. ¡Estos abedules de aquí me lo recuerdan ya que son bien adecuados para ello! ¡No son demasiado delgados ni demasiado gruesos, y crecen en abundancia! ¡Mira qué belleza!

Peresvet se acercó a un abedul joven y esbelto que se balanceaba ligeramente con el viento, como bailando. Elevando la mirada, admiró cómo las ramas delgadas con las primeras hojas verdes se balanceaban en un ritmo especial con el cielo azul de fondo.

Yégorkie también se acercó. Acarició el tronco con la palma de la mano:

—¡Qué blanco está! ¡Es como si la primavera despertara en él toda su belleza!

—¡Abraza el abedul —dijo Peresvet— y acurrúcate a él con todo tu cuerpo! ¡Siente cada movimiento del árbol con el viento! ¡Balancéate con el abedul en la belleza primaveral y expándete! Al abrazar el árbol de esa manera, puedes sentir cómo Dios acuna todo lo que nos rodea, y cómo a nosotros —nos acaricia y abraza con Su cuidado— cual una madre mece a su bebé en la cuna.

»¡Entonces nos quedará claro que es el Espíritu Santo quien penetra todos los seres vivos con Su Luz, y que es el Poder de Dios lo que permite que todo esté vivo! ¡Y, nosotros en respuesta —derramamos inconteniblemente nuestro amor a Dios—!

»¡Ahora prueba sentir el Amor de Dios —no como un ser humano sino como un pequeño abedul—! ¡Y muy pronto tu cuerpo también se vuelve un esbelto abedul bailarín! ¡Y el alma puede disolverse en ese Flujo de la Gracia de Dios!

… Yégorkie acurrucó su cuerpo contra el tronco del árbol y se quedó en silencio. La brisa balanceaba suavemente el tronco blanco del abedul junto con el cuerpo de Yégorkie…

Peresvet, se sentó a cierta distancia. Él, habitualmente sentía el Flujo de la Luz Divina y permitía que esta Luz se hiciera visible al alma, uniéndose así al Flujo de las Caricias del Amor Divino.

No apresuró al muchacho para que el mismo Yégorkie pudiera descubrir los maravillosos Dones del Espíritu Santo.

… Al rato, Yégorkie con lágrimas en los ojos, dijo:

—¡Vi la Luz de Dios! ¡Escuché el silencio! ¡Nunca había sido capaz de hacer esto antes! ¡Y deseaba tanto alcanzar la hesiquia y el calor del corazón! ¡Quería, pero no podía! ¡Y por fin por primera vez…! ¡Me sucedió! ¡Fue como si solo quedaran el abedul y la Luz de Dios —y yo ya no estuviera—!

… Yégorkie susurró palabras de agradecimiento hacia Dios.

Luego, ambos recogieron los sacos llenos de podagraria y volvieron al monasterio.

* * *

Peresvet se regocijó por el éxito de Yégorkie. Para muchos en el monasterio, el silencio del corazón, aunque por un corto tiempo sentido, era un sueño inalcanzable. El propio abad Sergio lo conocía e instruyó a muchos en ello. Pero no todos eran capaces de alcanzarlo…

Peresvet a menudo se preguntaba: ¿Cómo y por qué todo sucede así con las almas? ¿Por qué es fácil para algunos lograr el conocimiento espiritual, mientras que para otros no? ¿Será posible que el Anciano tenía razón cuando dijo que las almas viven en la Tierra más de una vez? ¿Y podría ser que algunas almas son simplemente jóvenes e inexpertas, que recién están comenzando a madurar, y por lo tanto aprenden más lentamente?

Peresvet había conocido personas que no eran las más brillantes mentalmente, pero sí amables y con sus corazones llenos de amor. Y por el contrario, también había conocido a otros que jactándose de saber, carecían de la noción del amor en sus corazones, aunque poseyeran una lógica impecable y sacaban partido de todo…

Peresvet, ahondaba desde hace tiempo en cómo mirar las almas y comprender a las personas, pero aún no lograba dar del todo con —cómo ayudar mejor a una amplia variedad de almas—…

Tuvo muchas conversaciones sobre esto con el abad Sergio. Peresvet le hablaba de su comprensión y de su visión de la espiritualidad. Sergio le escuchaba con atención y nunca le condenaba, pero tenía cuidado de no introducir nada nuevo en la práctica monástica sin estar completamente seguro de ello.

… ¡Mas hoy Peresvet estaba muy feliz por Yégorkie, y por un momento se imaginó enseñando a todos los monjes a abrazar los abedules!… ¡Pero sin embargo —se dio cuenta de lo rápido que esta práctica la tildarían de tonta—! ¡Todos habrían pensado que era ridículo!… Y pensó para sí mismo:

«Claro que si el propio abad Sergio lo sugiriera, por supuesto todos le obedecerían. Pero, ¿podría alguien tener éxito…? ¿Quién sabe?

»¡Yégorkie es un alma pura y transparente! Es tan sensible que incluso un toque sutil provoca una reacción inmediata en su alma. ¡Al igual que una copa de cristal canta al tocarla de cierta manera, el alma también canta en respuesta al amor y la pureza! Pero no es así con todos los demás…

¡Peresvet agradeció a Dios por Su Amor, por la alegría del logro de Yégorkie, y por un día tan maravilloso! ¡Todo se sintió bien en el corazón de Peresvet! ¡El futuro parecía brillante!

¡La respuesta del Amor de Dios, vino instantáneamente como siempre sucede cuando todo el amor del alma se dirige hacia Dios, y Dios responde dando Su Abrazo a tales almas, y les permite disolverse en Su Luz y vivir ahí —con Él y en Él—!

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