Un libro acerca del Maestro Jesús/Capítulo 7. María Magdalena
Capítulo 7.
María Magdalena
Ahora bien, para quienes leen estas líneas, les resultará difícil imaginar que nosotros, los más cercanos compañeros de Jesús, a veces resultábamos no estar completamente de acuerdo con Él… ¡Sus acciones a veces nos desconcertaban, a pesar de que incluso entonces creíamos firmemente que Él era de origen Divino y el Mesías —Salvador del mundo—!
Pero así es la mente humana que aún no se ha sumergido en el corazón espiritual, que aún no ha aprendido a pensar con y desde el amor. La mente común tiene una tendencia natural no sólo a recordar, comprender y contemplar, sino también a criticar a priori lo que le resulta incomprensible, e incluso condenarlo.
Por supuesto, tratábamos de no mostrarle a Jesús estos dilemas que surgían esporádicamente en nuestras mentes… ¡Pero por supuesto, Jesús veía y lo conocía todo!
A veces podíamos no estar mental o emocionalmente de acuerdo con Sus acciones, porque no encajaban en nuestra comprensión de ese momento. A veces discutíamos entre nosotros, y otras veces discutíamos con Jesús. Y Jesús nos enseñaba pacientemente a comprender, aceptar y estar de acuerdo con los pensamientos, emociones y acciones que Él manifestaba… Nos enseñaba, sin explicar todo con palabras, para que pudiéramos encontrar las respuestas por nosotros mismos.
Ya sospechaba yo entonces, lo difícil que iba a ser mantener nuestro grupo unido con Dios y entre nosotros, en pensamientos y obras de servicio, cuando el cuerpo de Jesús ya no estuviera aquí… Cuán difícil sería tomar decisiones sobre «quién tiene razón» y «cómo actuar». ¡Jesús ya lo sabía y nos entrenaba en dirigir nuestras preguntas al Padre Celestial y a recibir las respuestas directamente de Dios, a buscar la profundidad de la comprensión a través de la disolución del yo personal en el Amor y la Sabiduría Divinos!
* * *
¡Justo en relación con María Magdalena, en los primeros tiempos de su vida con nosotros, hubo muchas situaciones de desconcierto!
Una mujer con un pasado impuro se convirtió en compañera y discípula de Jesús. No entendíamos por qué teníamos que soportar tantos problemas, chismes sucios, y exponernos a las críticas y persecuciones de parte de quienes ostentaban el poder espiritual o secular por esos días. Incluso los ciudadanos comunes a veces nos miraban con desapruebo al ver la presencia de María junto a Jesús…
Esto se convirtió en una verdadera prueba para nosotros, ya que el papel de la mujer en las concepciones de ese tiempo debía ser diferente: el lugar de la mujer estaba en la cocina, su deber era servir, lavar, limpiar… así era aceptado, era la norma. María, por supuesto, trataba de hacer todo esto por Jesús y por todos nosotros, lo consideraba su deber, pero esto no nos era suficiente para cubrir todo lo que teníamos que padecer por ella.
No podíamos olvidar su historia. Estábamos todos al tanto de que María «era impura», que había cometido adulterio con un hombre casado, y fuimos testigos de que querían apedrearla… —sin embargo, Jesús intervino por ella y la mantenía a su lado—.
Y lo que nos irritaba más aún era que Jesús la aceptaba en igualdad de condiciones que a nosotros «los elegidos», e incluso a veces resaltaba específicamente de María su amor, ternura, humildad, cuidado y devoción —como las cualidades más importantes del alma— que le son agradables al Padre Celestial.
Y así ella caminaba, comía y descansaba a nuestro lado, y escuchaba las palabras íntimas del Mesías junto a nosotros. Él la besaba en los labios, acariciaba su cabello, aprobaba sus palabras o su silencio. Y Jesús la obligaba, cuando estaba exhausta, a descansar casi a la fuerza, mientras Él mismo comenzaba a preparar la comida y el alojamiento, o sugería que fuéramos nosotros los que laváramos o cocináramos en esos momentos en que pensábamos que era responsabilidad de María hacerlo por todos nosotros. Esto nos afectaba mucho y nos indignaba interiormente, aunque no lo manifestáramos.
Y quienes nos rodeaban echaban leña al fuego: ¿Cómo puede ser ese un Profeta o el Mesías, si tiene cerca de Él a una mujer adúltera, y además permite que se le acerque de esa forma?…
Amábamos a Jesús, y veíamos que María amaba a Jesús, y esto nos ayudaba cuando nuestras mentes no podían proporcionarnos las respuestas adecuadas.
Pero fue gradualmente como nos llegó la comprensión más importante de todas, vista una y otra vez en la experiencia práctica diaria, —que amar incondicionalmente— ayuda a superar todas las dificultades en el Camino Espiritual.
A través de la humildad de María, a través de sus palabras y acciones, aprendíamos diariamente esto sin percatarnos. El cansancio físico, la preocupación por el futuro, el odio de los demás —todo esto no significaba nada para María, porque su corazón estaba lleno de amor por Jesús—.
Una vez, mi hermano Simón, no soportando más, estalló y le dijo a María bastante bruscamente:
—¡Eres una mujer, y deberías conocer tu lugar, pero aun así siempre intentas estar cerca del Maestro!
—Sí, lo sé… por favor perdóname, soy un grano de arena pegado a Sus pies…, pero es grande Su misericordia cuando Él me acepta en vez de sacudirme como una molestia inconveniente…
—¿No temes que Jesús te eche un día? ¿Que no te permita seguir siempre así, cerca de Él? —insistió bruscamente Simón.
María reflexionó por un momento, luego respondió con una sonrisa tierna:
—No… no tengo miedo… Si Él me echa, moriré ese mismo día… ¡En Él está toda mi vida!
En ese momento, se acercó Jesús y dijo:
—¡Quien me ama como ella, siempre estará en Mi Corazón!
»Sepan que nunca morirá quien me ama de esta manera. Y nunca dejaré a quienes manifiestan tal nivel de devoción por Mí.
»¡Es importante que todos recuerden esto para cuando Mi cuerpo ya no este entre ustedes, porque Yo —que todo lo veo y todo lo sé— seguiré estando en Espíritu!
* * *
A través del ejemplo de María, vimos una y otra vez que —el amor es sufrido, es benigno; no siente envidia, no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no goza de la injusticia, goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta—.
¡Una cosa es escuchar estas palabras y otra muy diferente es —entender su significado práctico y profundo—, y aún más —convertirse verdaderamente en ese amor y vivir en esos términos—!
María demostraba esto todo el tiempo sin siquiera pensar en lo que estaba haciendo o en las consecuencias. En su amor por Jesús —se olvidaba totalmente de sí misma—. Y su total entrega a Jesús le permitía acercarse al Padre Celestial, con quien Jesús era una Unidad.
A veces, su valentía, su devoción y su fe nos sorprendían y nos servían de ejemplo… Aprendíamos de ella sobre el amor por Jesús, sobre el amor y la aceptación mutua, sobre cómo dirigir nuestro amor al Padre Celestial. ¡Experimentábamos la realidad de que solo el amor otorga la posibilidad de una verdadera Fusión, la Disolución para existir en la Unidad!
¡En nuestra propia experiencia, descubrimos que es el Fuego del Amor Divino lo que consume cualquier problema en nuestras vidas!
* * *
¡Con el tiempo, desarrollé una relación muy cercana con María. Esta amistad con María y su hermana mayor, Marta, significaba mucho para mí!
Obtuve un profundo entendimiento sobre hombres y mujeres en el Camino Espiritual.
Vi en el ejemplo de María cómo una mujer —guiada por el amor incondicional— transitaba triunfante el Camino Espiritual.
Jesús nos enseñó que hombres y mujeres por igual tienen derecho y pueden acercarse a Dios y conocer la Unión con el Padre Celestial.
E incluso a veces, quienes habitan cuerpos femeninos, les resulta la Fusión con Dios mucho más fácil, si aceptan con devoción la guía de un Maestro Divino.
El amor de María por Jesús era puro, ilimitado, vasto como el cielo.
* * *
Le pregunté a María un día:
—Querida, ¿con qué sueñas y qué esperas del futuro?
—Nada… Jesús me da más que todo lo que yo podría haber soñado… mucho más.
»Ustedes, los apóstoles, fueron bendecidos por Su Gracia cuando Él los llamó, pero yo no soy de esa suerte… ¿Cómo puedo describir el milagro experimentado como pecadora cuando —la felicidad y la misericordia que recibo de Él— siento no merecerla tras años de vida impura? Y aun no siendo digna, recibo tanto… ¡Cada momento experimento los Grandes Dones del Amor! ¡Amar imprudentemente fue mi pecado, pero no por eso amar es el problema, al contrario, amar es la clave!
»¡Incluso cuando Su cuerpo no está cerca de mí, yo le amo y siento Su Amor!
»Su Luz Celestial, que ahora habita en mí, es mayor a todos los milagros externos que vemos cuando Él sana o multiplica los alimentos. ¡Siento Su presencia todo el tiempo, día y noche… ¡El Sol de Su Amor siempre brilla en mi corazón!
* * *
Al respecto Jesús una vez nos dijo:
«No piensen erradamente que es menester que Yo me rodee únicamente de oyentes serios y sabios, o de aquellos a quienes llamé. Nada de eso. Yo he venido a obrar por quienes necesitan. La comida es necesaria para los hambrientos, el agua para los sedientos, la curación para los enfermos, el consuelo para los afligidos. Regalo la fe a quienes aún no creen, doy comprensión a quienes buscan la Verdad. Regalo Conocimiento sobre Dios Padre a quienes han madurado en el Amor Espiritual y buscan la Sabiduría y el conocimiento del Ser Supremo. Me son queridos por igual quienes dan los primeros pasos en el Camino Espiritual como quienes avanzan hacia las Cimas del Espíritu.
»Me alegro por quienes simplemente están felices de sentarse y escucharme con confianza, incluso si aún no entienden mucho. ¡Esto es garantía de sus futuros éxitos! ¡Me complace abrir las puertas a los Aposentos del Padre Celestial para quienes son capaces y dignos de entrar tanto ahora, como en el futuro!
»¡Esa es la tarea del sembrador en el campo espiritual: sembrar y cultivar las semillas del amor en el suelo de los corazones!
»Dios es AMOR! ¡Y solo a través del amor puro y sabio se nos brinda la posibilidad de ser Uno con el Padre Celestial!
»Dios Padre es la Conciencia Infinita Primordial que engendra el Amor mismo, permitiendo que la Fuerza del Amor exista, cree vidas y dé forma a los mundos…