English Español Français Deutsch Italiano Český Polski Русский Română Українська Português Eesti 中文 日本

Conocimiento contemporáneo sobre Dios, la evolución y el significado de la vida humana.
Metodología del desarrollo espiritual.

 
Capítulo 1. Juan el Bautista
 

Un libro acerca del Maestro Jesús/Capítulo 1. Juan el Bautista


Capítulo 1.
Juan el Bautista

¡Estábamos esperando al Mesías por aquellos días! ¡Esperábamos con ansias y creíamos firmemente en Su pronta llegada! Lo veíamos como un Mensajero Divino Poderoso y Temible que derrotaría a todos nuestros enemigos, nos liberaría de toda opresión, y traería paz y prosperidad al pueblo de Israel.

… Sin embargo, llegó Jesús con un mensaje de Paz y de Amor para todas las naciones de la Tierra para los siglos y milenios venideros… ¡Llegó humilde y manso, ungido por el Inquebrantable Poder del Conocimiento Universal y el Amor Divino!

No fue fácil comprender esto de inmediato. Aun así, lo reconocí como el Mensajero de Dios, confié en Él con todo mi corazón y mi alma, y lo seguí… Pero no por mi propio mérito. Él se reveló ante mí, y me eligió como Su compañero y ayudante. Me permitió la dicha de estar con Él y seguirlo durante toda mi vida. ¡Seguirlo primero hasta Su muerte y resurrección, luego en una vida al servicio de la humanidad hasta la muerte de mi cuerpo, y luego más allá hasta el logro de la Vida Eterna!

Antes de conocer a Jesús, me consideraba conocedor de los Caminos de Dios, tenía fe en Ellos, y aspiraba grandes cosas para mi pueblo. Sin embargo, inesperadamente me sucedió algo muy especial y comencé una profunda transformación de mi propia alma. Jesús me sacudido con el abrumador Mensaje de Amor que trajo a la humanidad, y de alguna manera, tocó mi alma y volví a nacer —en Espíritu y Verdad—.

* * *

… Sin embargo, he de comenzar mi relato con Juan. Juan el Bautista, como se le conoce. Él fue mi primer Maestro. Sin los conocimientos y habilidades espirituales que recibí de Juan, tan solo hubiera comprendido de manera muy superficial lo que enseñó y mostró Jesús.

Así que permítanme comenzar con un capítulo dedicado al Profeta Juan.

Hay muchas historias en las Escrituras del pueblo de Israel sobre Profetas que hablaban directamente con Dios. Y en aquellos días, todos nosotros leíamos y oíamos acerca de esto en los templos y en las reuniones de oración.

Yo asistía a las reuniones y charlas de una pequeña comunidad de esenios a la cual quería unirme. Mi conocimiento se ampliaba grandemente en esas reuniones rodeado de personas que honraban la más alta moral.

Escuchando los discursos en esa congregación, quedé profundamente imbuido de las ideas de los esenios acerca de las reglas para una vida recta, y acerca de los principios de la bondad y la pureza.

Las normas éticas practicadas en esa comunidad eran bien estrictas: No al derramamiento de sangre de ningún tipo. No esclavizar ni aceptar de nadie esclavitud alguna. No practicar la usura. Renunciar al lujo. Tratarse mutuamente como hermanos y hermanas. Trabajar arduamente para ayudarse mutuamente en todo. Cuidar de los débiles, y abstenerse de usar cualquier tipo de armas. También, los esenios practicaban ejercicios de limpieza bioenergética. Por ejemplo, al amanecer hacíamos ejercicios respiratorios para fortalecer el cuerpo y el espíritu.

Me gustaba ese estilo de vida y, habiendo cumplido el período de prueba para ser aceptado como nuevo miembro, estaba por unirme a la comunidad. Sin embargo, había otras reglas y rituales que habían perdido su significado y fueron sustituidos por una estricta obediencia a los ancianos de esa comunidad.

Había una gran reverencia por Moisés en esta congregación, sin embargo, ninguno de los miembros tenía la capacidad de escuchar a Dios ni de realizar nada parecido a los milagros narrados en las Escrituras.

… Por esos días, escuchamos que habitaba en Israel un Profeta llamado Juan que podía escuchar a Dios y proclamaba la inminente venida del Mesías.

Fue así que algunos de los que asistíamos a las reuniones de la comunidad esenia decidimos ir a escuchar lo que Juan predicaba.

Ir a ver a un Profeta vivo era por supuesto de lo más interesante. Queríamos despejar las dudas de que no fuera un estafador que atraía multitudes curiosas, sino un verdadero Profeta. Se decía que Juan pasó muchos años aislado en el desierto practicando la más estricta austeridad, y que tras esto —comenzó a escuchar los Mensajes de Dios—.

* * *

Y así, llegamos al lugar donde Juan vivía y predicaba.

Una vez ahí, quedamos tan atónitos por lo que vimos y escuchamos, que no regresamos ni a nuestros hogares ni a la congregación, sino que nos quedamos a vivir cerca de Juan por varios años.

¡Ahí no sólo redescubrimos las reglas de la ética y la pureza de las almas, sino que Dios mismo se convirtió en parte de nuestra vida diaria!

Para quienes iban y venían, Juan predicaba de una manera muy simple. Les hablaba de la purificación y el arrepentimiento en los niveles más básicos de esos procesos.

Pero para quienes vivíamos junto a Él, todo era muy diferente… Juan, había viajado a países lejanos y había adquirido un gran conocimiento acerca de las tradiciones y las prácticas espirituales de esos pueblos. Así, nos enseñaba técnicas especiales para calmar la mente y transformar las energías corporales.

¡Nos explicó que la purificación de cuerpo, mente y alma —era absolutamente necesario para lograr percibir lo Divino—!

* * *

¡Es fundamental recordarles a los buscadores espirituales, que para ser capaz de percibir a Dios —es necesario un profundo y completo proceso de purificación—!

Gradualmente aprendimos esto de Juan.

Ahora bien, los métodos y las técnicas para ello no son desconocidos en el mundo espiritual. Pero es importante reiterarlo nuevamente, porque muchos buscadores descuidan la purificación y el arrepentimiento cuando orgullosos se apresuran a las alturas espirituales. Y quienes descuidan este muy importante paso, a menudo cometen errores catastróficos y sufren caídas dolorosas, de las cuales lleva mucho tiempo y energía reponerse.

* * *

Juan nos enseñaba de una manera integral. Nos enseñó a transformar tanto el cuerpo como el alma. La comprensión de las leyes de la pureza llegó a nosotros a través del ayuno, la ética en la alimentación, y a través de la comprensión y la aceptación del mandamiento de no dañar a nadie con pensamientos, palabras ni acciones.

Esto incluía, guardar silencio, controlar el habla, ser veraces y honestos en nuestros pensamientos y palabras hacia los demás e incluso hacia nosotros mismos. Esto, puede parecer tarea fácil, pero si prestamos verdadera atención a cuánto nos justificamos y nos complacemos en nuestras palabras y pensamientos, veremos que es un trabajo arduo.

El ascetismo, donde prácticamente no teníamos posesiones y no deseábamos ninguna riqueza material, también fue una parte importante de nuestra enseñanza. Esta estricta simplicidad de vida en la que todo estaba dirigido a la comprensión de lo Divino, marcó el comienzo de un crecimiento espiritual verdaderamente serio en nuestro Camino.

En la sociedad de entonces al igual que en la actual, era común juzgar a las personas por su riqueza material, su éxito en la vida y su influencia entre los demás…

Esto no quiere decir que no se necesite desarrollar habilidades terrenas o apuntar al éxito en los asuntos mundanos. Esto a su vez desarrolla cuerpo, mente y alma… Y sin este tipo de desarrollo en la vida material, las almas no maduran lo suficiente como para un día dirigir su atención únicamente a los esfuerzos espirituales. Sin embargo, para sus discípulos, Juan abría la puerta del crecimiento espiritual más puro, orientado exclusivamente hacia Dios. Se le puede llamar monacato, es decir, vivir como monjes. Pero nosotros no hicimos ni votos ni juramentos, simplemente seguíamos las enseñanzas de Juan.

Gran parte de nuestra vida con Juan estuvo dedicada a la purificación del cuerpo… Esto no solo incluía la purificación física a través de una dieta éticamente sana sumada a la práctica del ayuno, también incluía la purificación energética a través de prácticas meditativas especiales. Con estas prácticas se abren los centros energéticos en nuestros cuerpos y se limpian los canales internos por donde circula la Luz.

Pasábamos mucho tiempo hablando de Dios, leyendo las Escrituras y haciéndole preguntas a Juan. Él nos respondía, aunque no siempre directamente. Más bien nos invitaba a pensar por nosotros mismos y a experimentar las prácticas hasta lograr una comprensión personal, en vez de seguir ciegamente lo escrito en los textos.

Gradualmente llegué a entender que leer las Escrituras y escuchar discursos inspiradores era muy útil, pero que de ningún modo podía reemplazar la espiritualidad práctica y los métodos meditativos aplicados a uno mismo. Este conjunto de prácticas desarrolla la habilidad del alma para percibir, sentir, pensar y comprender. La mente terrena nos sumerge en la ilusión de que lo que hemos oído, inmediatamente se ha comprendido y asimilado, pero esto no es así, —solo la experiencia del alma aporta un conocimiento indisoluble—.

Así, muy lentamente cerca de Juan, nos llegó la sensación de que todo lo que existe está impregnado de Dios, y nos permitió sentir la Real Cercanía de Dios en cada día de nuestras vidas.

* * *

¡También vimos con nuestros propios ojos a Juan hablando con Dios y desde Dios!

¡Eso fue muy especial! Él se transformaba de una manera increíble en esos momentos. Se volvía como un recipiente vacío a través del cual la Luz Divina llegaba al mundo. ¡Las Palabras Divinas adquirían voz y sonido a través de Juan!

En ese entonces, yo no entendía bien las diferencias entre el Mesías y los Profetas. ¡Fue sorprendente para mí entender que era posible para el ser humano común escuchar a Dios y aún más, estar en Comunión con Dios!

Cuando vimos cómo sucedía, comenzamos a comprender cómo distinguir entre los momentos en que Juan estaba en Comunión con la Conciencia Divina Primordial, y los momentos en los que había tan solo un hombre frente a nosotros. Sí, ciertamente un gigante en hazañas espirituales y que había logrado mucho, pero que estaba separado por momentos de la Unidad con el Poder Divino Superior.

Juan no realizaba milagros cuando se fusionaba con esa Fuerza. Tampoco sanaba a los enfermos, pero definitivamente conocía la Fuerza Única, sabía fusionarse con Ella por momentos, y lograba que la Presencia Divina fuera percibida por nosotros, sus discípulos.

¡A través de su cuerpo, sus palabras, las meditaciones que nos enseñaba, y el estilo de vida en el cual estábamos inmersos junto a Juan —él nos acercaba a Dios y acercaba a Dios a nosotros—!

Sin este discipulado bajo la tutela de Juan, jamás hubiera podido convertirme en discípulo de Jesús. Fueron los años de prácticas y crecimiento espiritual junto a él, los que permitieron que sucedieran los hechos más importantes de mi vida…

<<< >>>
PDF
PDF
PDF
PDF
PDF
PDF
PDF
PDF
PDF
PDF
PDF
PDF
PDF
PDF
PDF
PDF
PDF
PDF
PDF
PDF
PDF
PDF
PDF
PDF
PDF
PDF
PDF
PDF
PDF
PDF
PDF
PDF
PDF
PDF
PDF
PDF
PDF
PDF
PDF
PDF
PDF
PDF
PDF
PDF
PDF
PDF
PDF
PDF
PDF
 
Página principalLibrosArtículosPelículasFotografíasSalvapantallasNuestros sitiosEnlacesQuiénes somosContacto