Un libro acerca del Maestro Jesús/Capítulo 2. El Bautismo
Capítulo 2.
El Bautismo
Me llaman el «Elegido», porque se me permitió ver a Jesús y acercarme a Él después de que Juan lo proclamara ante la multitud que se había reunido para el bautismo en las aguas del río Jordán…
Ese día fue muy especial. Probablemente, Juan mismo sabía que Jesús vendría, pero no lo mencionó ni a nosotros ni a la gente que se había congregado para escuchar sus sermones.
Juan habló largamente ante un gran grupo de personas que habían venido a escucharlo y a recibir la purificación.
Luego, quienes se habían congregado se acercarían uno a uno hasta Juan para ser lavados en las aguas y recibir el «bautismo simbólico».
El sol brillaba mientras Juan estaba de pie en las aguas del Jordán. Él mismo llamó por su nombre a quienes iban a ser bautizados a continuación. Juan veía el alma de quienes estaban dispuestos a arrepentirse de sus pecados anteriores y a recibir la purificación para iniciar una nueva vida en la fe y la alegría.
Juan sumergía a quien iba a ser bautizado en las aguas del Jordán.
Para la mayoría, era como un símbolo de purificación, un acto de arrepentimiento definitivo. Y a partir de ese momento, dejaban atrás los caminos del pecado y una fe rejuvenecida les daba fuerzas para vencer los vicios de sus almas.
Pero para unos pocos, ocurrió algo más allá: al momento de ser sumergidos en las aguas, sus mentes quedaron en silencio en una abrumadora quietud mientras eran tocados por los rayos del sol que brillaban a través del agua transparente. Juan intensificaba el Estado de la Presencia Divina con su propia alma. Quienes sentían así la tranquilidad de sus almas, experimentaban brevemente el espacio de la Gran Quietud y la Luz Divina. Era un milagro. El toque del estado Divino se grababa en sus almas. La primera experiencia de la realidad de Dios se producía si el alma estaba preparada para tomar conciencia de ello. En cualquier caso, eso fue lo que me ocurrió a mí y a algunos de mis amigos, cuyas experiencias espirituales compartíamos. Esto era lo que nos ocurría cuando Juan nos bautizaba…
Casi nadie de quienes experimentaron esto pudieron repetirlo después sin más. Mas el recuerdo del contacto Divino permaneció en sus almas y fortaleció su fe y la rectitud en sus vidas cotidianas.
Y quienes vivíamos con Juan, éramos instruidos por él a vivir una y otra vez en la percepción del Mundo Divino a través de los esfuerzos del alma en el avance espiritual y a través de las prácticas espirituales.
* * *
Así, nosotros, los discípulos de Juan, pudimos ver y sentir mucho más en ese día particular. Notamos un asombroso cambio en el estado del espacio circundante a medida que Jesús se acercaba a nuestro grupo…
Por ejemplo, los pájaros gradualmente dejaron de trinar tal cual lo hacían, y comenzaron a trinar como lo hacen en la temporada de apareamiento primaveral…
También, todo a nuestro alrededor se llenó naturalmente de una inmovilidad y un silencio especiales, lo que normalmente requería de una muy profunda meditación para lograr tal percepción. El tiempo pareció ralentizarse…
No todos los presentes lo sintieron. Pero nosotros sí lo percibimos claramente mientras Jesús se acercaba a nosotros. Él caminaba lentamente. Un espacio especial de Luz lo rodeaba. Esta Luz no era visible para los ojos físicos, mas sí era perceptible por la visión del alma.
No podíamos apartar la vista de la apariencia de Jesús a pesar de que a simple vista no había nada especial en Sus ropas muy sencillas, en los rayos dorados del sol sobre Sus cabellos y en Sus movimientos gráciles.
Todos nosotros quedamos inmóviles en ese espacio Divino que Él llevaba en Su Conciencia. Fuimos testigos de cómo Jesús se acercó a Juan y de cómo se abrazaron.
Tras esto, Juan realizó el bautismo predestinado en las aguas. Un arco iris brillaba en las diminutas gotas sobre la superficie del Jordán, indicando una Luz Superior, ahora sí visible para todos los presentes.
La solemnidad del momento se sentía de manera increíblemente vívida. La Luz Divina se reflejaba en todo: en el brillo del sol sobre la superficie del agua, en los rayos que atravesaban las hojas de los árboles en la orilla… ¡Esta Celebración que marcó el inicio del Gran Servicio de Jesús, se sintió también en muchos mundos del Universo que aún no podíamos percibir!
Juan dijo:
«¡Aquí está el Mesías! ¡Helo aquí entre nosotros! ¡Lo que estaba predestinado y predicho ahora ya se ha cumplido!»
Cuando Jesús salió del agua, muchas aves, que habían estado en silencio durante el misterio y que ahora volvían a cantar, giraron a su alrededor… Entre ellas, había una paloma blanca que, desde entonces, se considera como símbolo del Espíritu Santo. La gente vio esto y por siempre ha sido recordado este aspecto exterior…