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Conocimiento contemporáneo sobre Dios, la evolución y el significado de la vida humana.
Metodología del desarrollo espiritual.

 
¡Dios es puro! ¿Y qué hay de mí?
 

El Maestro/¡Dios es puro! ¿Y qué hay de mí?


¡Dios es puro! ¿Y qué hay de mí?

Los Espíritus Santos, Quienes —en Su totalidad— constituyen al Creador, se llaman Santos porque Ellos han alcanzado la Pureza completa, tanto en términos del refinamiento último de la Autoconciencia como en términos de impecabilidad ética.

Y debemos recordar siempre, que todos estamos encarnados por Dios en estos cuerpos materiales actuales, con el objetivo de tratar de ser como Ellos.

No menos importante que limpiar y ordenar nuestros cuerpos, es la necesidad de limpiar nuestras almas. O más correctamente, purificarnos (como almas) de los errores éticamente significativos cometidos en el pasado. El trabajo penitencial (o recapitulación, usando los términos de Don Juan Matus) es lo que le permite a uno, avanzar aún más en el Camino del perfeccionamiento espiritual. Y si hay paradas, demoras, callejones sin salida y giros incorrectos, es esto entonces «una señal» de que uno no está bien —en términos éticos—.

Entonces, ¿qué es el trabajo penitencial? Y, ¿cómo puede uno arrepentirse?

¡La experiencia del arrepentimiento en la ortodoxia, no hizo más que impedirme aprender su significado! Después de todo, ahí, yo (como alma), parecía estar siendo «absuelta»… mágicamente, gracias a un conjuro realizado por el sacerdote. El confesor, parecía liberarme mágicamente de la responsabilidad de mis pecados —sin ser esto para nada cierto—. E incluso, aunque tanto mi arrepentimiento como mi deseo de no repetir los errores eran a menudo muy sinceros, ¿por qué —durante años— no pude lograr la pureza deseada?

El siguiente caso me destetó de tal «arrepentimiento». ¡Durante una confesión, resultó ser que me tocó lidiar con un confesor bien vicioso! En base a las preguntas que me hizo, quedó claro de que no estaba interesado en mi conciencia, sino en algo completamente diferente. Yo fui para discutir ciertos temas sexuales, y él, mientras tanto, hizo uso de la plataforma de la confesión para satisfacer su curiosidad malsana… Y al final, en vez de ayuda y consejo, lo que hizo fue simplemente gritarme, sin avergonzarse para nada de sus expresiones, incluso habiendo otras personas presentes…

Pero puede suceder que una persona llegue a confesarse, viendo esto como la última esperanza de encontrar una salida a una situación insoportable y aparentemente desesperada. Y dependiendo de las palabras que escuche en respuesta, o continuará viviendo o cometerá un error irreparable ese mismo día… ¡En este caso, no todos tienen la inteligencia suficiente para entender de inmediato, que la solución debería buscarse en otro lugar y pedirle consejo a otras personas!

¡Y, aún mejor, —uno podría preguntarle a Dios—! ¿Quién mejor que Él sabe cómo salir de una situación que Él mismo ha enviado al destino de uno con fines educativos? Y tal vez, la razón por la que Él hizo esto fue para que uno, finalmente recurriera a Él…

¿Es verdad que se puede hablar con Dios?… ¡Sí, esto es del todo cierto! Sin embargo, solo es posible cuando ya estamos lo suficientemente cerca de Él por la calidad de nosotros como almas. Mientras tanto, ¡debemos leer Sus palabras y consejos en ciertos libros dignos y veraces!

* * *

¿Qué, después de todo, debería ser el arrepentimiento? ¿Y quién más, además de uno mismo y Dios, es necesario para esto?

¡No logré darme cuenta de inmediato de que el objetivo principal del arrepentimiento es precisamente —perder la capacidad misma de pecar—!

Y no es suficiente recordar los errores propios y «pedir perdón» al menos mentalmente si no hay otra forma, —a aquellos frente a los cuales somos culpables—. ¡Sino que lo más importante, —es nunca más repetir tales errores—!

Un método que me ha ayudado a aprender esto es, «revivir» mentalmente cada situación en la que me comporté de una manera éticamente incorrecta. Mientras «revivo» la situación, trato de tomar mentalmente —las decisiones éticas correctas—.

Esto me permite, acostumbrarme a hacer lo que es éticamente correcto.

Confieso que, mentir y no siempre ser fiel a mi palabra, era un hábito que había tenido conmigo desde la infancia. Sin embargo, ¡de alguna manera siempre logré considerarme —como una persona honesta—!

¡Durante mucho tiempo, no tuve a nadie que me señalara lo ciega que estaba al respecto!

¡Es bueno tener a alguien con quien hablar sobre escenarios particularmente difíciles en los que uno no sabe cómo actuar éticamente! Es incluso mejor si esas personas son tus compañeros de viaje en el Camino; después de todo, pueden haber tenido experiencias de vida similares. Una búsqueda conjunta de soluciones, puede ser útil para todos, ya que así ampliamos nuestros horizontes.

También, es útil hablar de tales situaciones con una persona amiga o varias de ellas. A veces, el simple hecho de hablar, ayuda a lidiar con algo que anteriormente no se podía entender.

Probablemente, es solo en esos casos, cuando se necesita de otra persona para la recapitulación. Para todas las demás situaciones, este trabajo debe ser independiente, uno a uno con Dios.

Cuando no puedo recordar mis errores, me dirijo a Dios en busca de ayuda, o a —alguno de los Maestros Divinos—, los Espíritus Santos. En el momento apropiado, Ellos me muestran lo que hice mal y cómo solucionarlo.

Tales respuestas de Dios, vienen como «por sí mismas» cuando uno ha dejado descansar el asunto y ya no está preocupado por determinar la respuesta. Después de todo, a veces se necesita tiempo y fuerza del alma para hacer frente al conocimiento que se obtiene de esta forma.

¿Por qué uno tiene que hacer todo esto? ¡Pues porque Dios es puro, y encontrarse con Él siéndolo uno también, es lo correcto! ¡De lo contrario, Él simplemente «no abrirá la puerta»!

* * *

El trabajo penitencial, al igual que mantener la pureza energética del cuerpo, es algo que continúa a lo largo del Camino. En cada nueva etapa, capa por capa, tiene lugar una purificación cada vez más profunda del alma.

La batalla contra mis vicios, —su búsqueda y erradicación—, ha sido y sigue siendo una de las tareas más difíciles para mí. Justo después de derrotar algunos vicios, otros nuevos me fueron revelados de inmediato y ¡de cuya existencia ni siquiera sospechaba! ¡A veces, parece que no tienen fin! Lo cual en ocasiones me llevó a la desesperación, haciendo que me preguntara: «¿Será que los superaré todos algún día?»

Recuerdo lo increíblemente difícil que fue para mí cuando comencé a tratar de alejarme de mis habituales reacciones emocionales y de conducta ante situaciones adversas. ¡Y parecía haber más y más de tales situaciones! Esto continuó hasta que —finalmente me di cuenta— de que eran pruebas que Dios me ofrecía pasar después de cada paso de desarrollo completado. Tras entender esto, comencé a enfrentarlas en acuerdo, preparándome para «aprobar» cada uno de estos «exámenes»; de lo contrario, me tocaba «volver a tomar la prueba» si no lograba «pasarla esa vez». ¡En mi caso —esto sucedió muy a menudo—!

Al parecer, no importaba cuán bien había aprendido la teoría, ya que, lograr aplicarla en la vida cotidiana —nunca me resultó simple—.

Con la ayuda de tales pruebas, Dios evalúa cuánto uno valora dichos estados y si uno realmente los ha hecho suyos o no.

Es muy fácil ser la paz y el amor, estando entre la paz y la belleza de la naturaleza, o en un círculo de personas con ideas afines. Pero es algo completamente diferente permanecer así en el ajetreo y el bullicio de una ciudad muy concurrida, en la que a menudo uno está rodeado de personas agresivas, condiciones materiales difíciles y la necesidad de comunicarse con colegas y familiares que no comparten nuestros valores.

No logré acostumbrarme de inmediato al autocontrol y a la vigilancia constante. Y no entendí de inmediato, que la razón de los eventos indeseables, no se debía a las otras personas o al hecho de que «ellos no eran lo que se suponía debían ser», sino que se debían —a mí misma—.

En la actualidad, no puedo decir que ya no cometo errores éticos. Pero al menos, ahora los noto de inmediato y trato de corregirlos.

* * *

Es bueno si se da el tiempo y la oportunidad para «retomar un examen de Dios que reprobamos». Pero, ¿qué pasa si este examen toma la forma de, por ejemplo, una inminente muerte —violenta y dolorosa— en manos de unos delincuentes que «no saben lo que están haciendo»? ¿Quién garantiza que uno no tendrá que pasar por algo así?

¿Y quién, en esa situación, puede permanecer como amor, aceptando lo que sucede con calma y humildad, y perdonando a los malhechores?

¡Tú pudiste, Maestro mío! Ya lo has logrado tantas veces…

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