El Maestro/Encontrándome con el Maestro Encontrándome con el MaestroMi amistad contigo, no comenzó ese verano en el tren cuando al saludarme me pusiste la mano en el hombro y te sentaste frente a mí, sino mucho antes. Cuando me preguntaste si había estado antes en Tu ciudad, respondí que sí, que estuve en la infancia durante un viaje turístico escolar. Y por alguna razón comencé a hablar sobre mi maestra de clase, a quien recordaba por las palabras: «¡los destruiré a todos!» y «¡les enseñaré a vivir bellamente!». Y Tú, te acordaste de Tu abuela, que también era maestra escolar y que odiaba a los niños y a las personas en general. Entonces, mencionaste algo descrito en Tu autobiografía, «Ensayos sobre lo Principal», y otros libros. Supe, que esto era una especie de prueba, ¿había leído yo esos libros? Y aunque probablemente leí todo lo que escribiste, tuve un estado de pérdida total de memoria, ¡no podía recordar nada de lo que leí! Respondí honestamente que no me acordaba. Situaciones como estas generalmente me dejan avergonzada y confundida. Pero, por alguna razón me sentí… en absoluta paz. ¡Yo te observaba, Tu enorme mochila, Tu chaqueta gastada, Tus zapatillas de muchos años llenas de parches, y entendí y sentí, que ahora me encontraba en casa y que todo iba a estar bien! ¡Y así fue! ¡Y así es todavía! A pesar del hecho de que en nuestra primera reunión personal olvidé, al parecer, todo lo que leí en Tus libros, considero que mi encuentro con esos libros fue mi primer encuentro contigo. Eso fue hace tres años, pero parece que han pasado milenios desde entonces. Ese encuentro sucedió durante una feria de libros en una ciudad sureña junto al mar. El título del libro «Trabajo espiritual con niños», me detuvo en seco y me fue imposible seguir avanzando. En ese momento, apenas comenzaba a trabajar con los más pequeños y me di cuenta plenamente de que conocer sobre el tema, y, sobre las técnicas pedagógicas por sí solas, no era suficiente. Faltaba una parte fundamental, y que sin ella, cualquier acercamiento a la enseñanza y crianza de los niños no podía ser integral y por ende estaba lejos de ser exitosa. ¡De lo que buscaba, esto era lo más importante! Pero, en lugar de leer ese libro primero, comencé leyendo «Ecopsicología». Pero no fue que lo leí, más bien me lo bebí como una persona que durante mucho tiempo ha estado sedienta. En ese momento, muchas cosas me parecían incomprensibles y extrañas. Sin embargo, entendí que todo esto era verdad, extraído y comprobado por experiencia de vida, y cumplido e implementado por el autor del libro. ¡Aquí estaban —las respuestas simples y claras a todas mis preguntas—! ¡Y aquí estaba Dios y Él es así! ¡Y la cognición directa de Él, —es el significado y propósito de nuestra vida—! ¡Él es cognoscible y es posible fusionarse con Él, entrar en Él! Pero para hacerlo posible, uno necesita cambiarse, corregir su propia vida y rehacerse. Y aquí estaban las respuestas, paso a paso, sobre lo que se necesita hacer para lograrlo. Y yo, después de creer y aceptar este conocimiento, comencé a practicarlo lo mejor que pude ya que ahora sabía cómo. No menos importante que este libro, fue conocer a Tu discípulo. Él, no habló ni sobre sí mismo ni sobre sus propios logros, y tampoco se glorificó a sí mismo como había escuchado antes hacer a muchos otros. Había tanto amor en sus palabras acerca de Ti y sobre el trabajo de Tu vida que creí en esas palabras, o más bien, en el amor contenido en ellas. Y comencé a aprender de él. Durante un tiempo fui a visitarle cada pocos meses para aprender nuevas técnicas de meditación que luego practicaba estando ya sola en casa. Pero lo más importante que aprendí a través de él fue, —a amar—. Y yo… me enamoré de él la primera vez que nos conocimos. Y durante los tres años siguientes traté de hacer frente a mis sentimientos, considerándolos casi como una molestia en el camino hacia Dios y culpándome por ellos. * * * Mi encuentro personal contigo fue un momento decisivo para mí. Mis fuerzas, tanto de cuerpo como de alma, estaban agotadas por la lucha que sostuve contra una enfermedad que duraba ya unos seis meses. Probé muchos remedios que me prescribieron diferentes médicos uno tras otro. Cada uno de ellos dio su propia explicación de lo que me estaba pasando, pero ninguno garantizó que la enfermedad retrocedería. Me dieron a entender que la próxima etapa podría ser un cáncer. Tal situación es siempre una seria señal de parte de Dios para la persona, y aún más, para —quien sigue el Camino espiritual—. Estaba tratando de entender: ¿cuál era mi error? ¿qué quería Dios decir con esto? Pero… no podía resolverlo. Como suele ser el caso, es durante los momentos más difíciles de la vida, que Dios nos ofrece pasar por una prueba acerca de nuestro valor ético. Después de todo, no importa cuán difícil se pongan las cosas, ¡no podemos traicionarle abandonando el estado de amor! ¡Esto es por lo general lo que contienen la mayoría de Sus lecciones! No pasé la prueba de Dios y… me di por vencida… Ya había sido derribada por circunstancias difíciles en el pasado; después de todo, ¡esta no era la única prueba proveniente de Él que había «reprobado»! Pero antes, lograba siempre encontrar la fuerza para ponerme de pie, corregir los errores que había cometido y seguir adelante. Pero ahora, probablemente por primera vez en mi vida, me rendí de verdad y simplemente dejé de pelear. Sentí que ya no tenía fuerzas para nada más y que tenía que admitir honestamente, que este era el final… ¡que nunca más podría volver a levantarme!… Lo más difícil para mí fue… la vergüenza. Estaba avergonzada ante Dios y ante Ti. Era como si simplemente hubiera borrado y anulado todo lo que había aprendido gracias a Ti, y gracias al Conocimiento que Te fue tan difícil obtener. Quizás fue este sentimiento de vergüenza lo que se convirtió en mi pedido de ayuda. Porque si todavía tenía este sentimiento, entonces había esperanza… ¡E inmediatamente Tú respondiste a esta solicitud, que ni siquiera había expresado en voz alta, invitándome a ir a Ti! Me recogiste como el avión de papel de un niño que se había estrellado, me arreglaste y me enviaste a volar de nuevo. ¡Y ahora puedo volar nuevamente! ¡Y qué agradecida estoy por mis errores y por los de las otras personas! Ya que estos me trajeron hasta Ti, a donde Tú estás. * * * Cualquier cosa de las que hacíamos juntos, ya sea caminar por el bosque, viajar en trenes a lugares de poder, meditar ahí, aprender nuevos (para mí) Estados Divinos, calentarnos junto a las fogatas, beber café, comer macarrones con champiñones directamente de la sartén, leyendo o escuchando música, simplemente no podía superar el hecho de que acciones tan simples podrían ser realizadas por un Hombre que Él mismo había encontrado a Dios y le mostraba a las personas el Camino más recto y más corto hacia Él, cerrando la brecha entre dos mundos, el de la Creación y el Creador, que nosotros —las personas— habíamos separado. También, les daba a otros la posibilidad de tocar a Dios y cognocerle, otorgándoles la oportunidad de volver a Casa. En todo lo que hiciste nunca hubo nada personal. Todo fue solo una manifestación de Dios, por lo que todo fue una lección para mí, incluso lavar los platos en casa. Todo esto sin mencionar cómo Tú vives: qué ropas usas, cómo tratas a las personas y las cosas, y cómo pasas el tiempo limitado que cada uno tiene en este mundo. ¿Alguna vez entenderé todas Tus lecciones? Comenzar a entender me fue posible solo cuando aprendí a percibirte a Ti como Amor, y, cuando me di cuenta de que en consecuencia, —todo lo que dices y haces—, es necesario para que, a su debido tiempo, también pueda yo convertirme en ese Amor. * * * A menudo escuché de diferentes personas: ¡«Escribe un libro»! ¡«Primero necesito vivirlo»!, era mi respuesta habitual. No fue hasta que Tú mismo me lo pediste, que decidí escribir. Y así, aquí estoy escribiendo. Y yo, de hecho, tuve que vivirlo primero. Si no fuera por Ti, mi vida habría sido unos capítulos más corta. Y nunca hubiera sabido la felicidad que hay en hablar sobre el Camino hacia Dios. Ahora, mirando hacia todo lo que ha quedado atrás, trato de analizar y comprender todas las etapas del Camino que he transitado. Y es muy importante para mí entender: ¿por qué, cuando llegó el momento de la batalla real, resultó que no estaba preparada para ello?
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