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Conocimiento contemporáneo sobre Dios, la evolución y el significado de la vida humana.
Metodología del desarrollo espiritual.

 
Capítulo Once: La bailarina
 

Las lecciones de Pitágoras/Capítulo Once: La bailarina


Capítulo Once:
La bailarina

En el camino, el convoy con los prisioneros se encontró con un pequeño templo.

La sacerdotisa principal salió al encuentro del comandante y le pidió que no profanaran el santuario. Era joven y esbelta. Su cuerpo era moreno y extraordinariamente flexible, y sus ojos castaño oscuro miraban al guerrero firmes y sin temor.

Ella se inclinó con dignidad diciendo:

—No hay tesoros aquí que te puedan interesar…

—¡Pero hay bellezas como tú! ¡Puedes pagar salvar tu vida de manera diferente! —Dijo con una risa burlona el comandante, relamiéndose en su poder.

—¿No tienes ya suficientes esclavas como para complacer la lujuria de tu cuerpo?

—Sí, pero tú también puedes ser sumada a ese grupo. ¡Solo tengo que dar la orden! —Dijo el señor de la guerra burlonamente de nuevo.

»¡Así que, belleza, pasa la noche conmigo y todo lo relacionado contigo quedará intacto! ¿Qué dices, aceptas?

—¡No! ¡Prefiero pasar la noche con una fiera salvaje!

—¡¿Ah, en serio?! ¡Te tomo la palabra! ¡Sería divertido para todos ver eso! ¿Así que estás dispuesta a darle tu amor a un animal salvaje en vez de a mí? ¡Que así sea! ¡Hoy nos entretendrás! ¡Nos mostrarás a todos cómo amar a un león!

»¡Si logras besarlo y él no te destroza, juro por los dioses que daré la orden para que tú, tu templo y todo lo que hay en él, queden intactos y bajo mi protección!

… Hamilcar y Pitágoras, que tenían derecho a moverse por el campamento libremente para tratar a los enfermos, estaban cerca y lograron escuchar la conversación.

Hamilcar se dirigió a Pitágoras en griego en un susurro:

—¿Puedes interceder para ayudarla?

—Tal vez haremos algo. Pero ahora no es el momento. Tal vez ella se las pueda arreglar sola…

»¡Es crucial entender amigo mío, que incluso teniendo el poder para ello, no debemos a nuestro antojo cambiar los eventos y destinos de las otras personas!

»¡De igual forma, no tenemos el derecho a curar las enfermedades hasta que la persona haya entendido la lección dada por el Poder Superior a través de ellas! Es por ello que generalmente damos decocciones de hierbas curativas a los enfermos y al mismo tiempo nos esforzamos por darles a entender las leyes de curación de las almas, y tampoco restauramos la salud por completo inmediatamente a todos los enfermos indiscriminadamente…

… Mientras tanto, el comandante ordenó preparar todo para la presentación. Las noticias sobre el espectáculo volaron por todo el campamento.

Hacía unos pocos días atrás, los soldados habían capturado un león y lo habían puesto en una gran jaula con la intención de reponer la colección de animales salvajes en Babilonia.

Desde entonces se divertían obligando a los esclavos a luchar contra la fiera.

Pero ahora, era la joven sacerdotisa la que estaba siendo introducida en la jaula del león.

Los espectadores reunidos esperaban ansiosamente lo que sucedería a continuación.

La crueldad, convertida en entretenimiento, muchas veces deja de parecerle criminal a las personas éticamente pervertidas…

Exclamaciones burlonas de que la sacerdotisa pagaría caro por preferir a un animal salvaje para «el amor» en lugar de a un valiente guerrero, se escuchaban aquí y allá…

«¡Veamos cómo compartes cama con una fiera!» —gritaban algunos burlonamente.

… Una vez que la joven sacerdotisa quedó encerrada en la jaula, aplaudiendo varias veces sus palmas comenzó a bailar.

Los gritos de la multitud expectante terminaron al unísono.

Parecía que el león también estaba fascinado por sus movimientos.

La joven, controlando su flexible cuerpo con precisión, realizaba su baile casi sin moverse de su lugar. Todos absortos, observaban cada movimiento.

El león, también estaba como fascinado y no mostraba ninguna agresión. Ante esto, la bailarina comenzó a acercarse lentamente a la bestia.

Pitágoras se acercó también y ya de pie junto a la jaula, comenzó a marcar un ritmo con las palmas de sus manos. Y en ese ritmo, todo pareció sumergirse en un estado especial de Luz Transparente, nadie siquiera podía mover una mano o un pie. Sólo la sacerdotisa se movía al ritmo de las palmas de Pitágoras con movimientos hermosos y flexibles, acercándose cada vez más al león en su danza.

Ya frente a él, envolvió sus brazos alrededor del cuello de la bestia por un instante y tocó su hocico con sus labios.

Luego se alejó de él con hermosos movimientos rítmicos cautivando a toda la audiencia.

Repitió esto tres veces para que no quedara ninguna duda de que había cumplido su parte del trato.

Tras esto, Pitágoras abrió el cerrojo y entró a la jaula también. Puso su mano sobre la cruz del león y lo sacó afuera con Él.

Por unos instantes, Pitágoras y el león se acercaron en su andar al comandante de la caravana.

El guerrero estaba tan estupefacto que ni siquiera pudo moverse para asir su arma. Por un momento, se sintió totalmente impotente ante la fiera salvaje…

Pitágoras entonces recorrió todo el campamento acompañado del felino, y al llegar al límite del asentamiento le indicó una dirección al león y le dijo: «¡Vete a casa! ¡Quedas libre!»

El león se alejó lentamente…

Nadie se atrevió a interferir con Pitágoras.

Solo cuando Pitágoras regresó, el estupor de los espectadores y guardias comenzó a pasar.

La bailarina se inclinó ante Pitágoras:

«¡Saludos Sabio, que conoces los ritmos Divinos del universo!»

El comandante, como despertándose por completo de su estupor, gritó:

—¿Qué es esa confianza, griego? ¡Que se te haya permitió tratar a los enfermos no significa que ahora vas a controlar todo aquí! ¡¿Deseas morir?!

… Pitágoras le dijo con voz calma y amigable:

—Ella cumplió de sobra con lo que le pediste, ¿cierto? Y desde ahora, en efecto, el templo y sus sacerdotisas quedan bajo tu protección: ¡la protección que juraste ante los dioses que adoras!

»¡Y en verdad te digo guerrero —es mejor que los leones salvajes vivan en el desierto, y además, que quienes realizan promesas no se avergüencen ante sus dioses—!

—¡Así es, yo mantendré mi palabra! —Asintió el persa inesperadamente.

… Esa noche, Hamilcar y Pitágoras se sentaron durante largas horas frente al fuego cuando todo el campamento dormía en silencio. Solo los guardias a veces se llamaban entre sí en la oscuridad de la noche.

La sacerdotisa caminando en silencio se acercó al fuego, y le hizo a Pitágoras una profunda reverencia.

—¡Quería agradecerle por su ayuda, oh Gran Soberano!

—Mi nombre es Pitágoras, y este es mi amigo Hamilcar. ¡Siéntate a mi lado! ¡Tenemos bastante que compartir!

—Mi nombre es Asienath —dijo la sacerdotisa.

—¡También nos sentimos agradecidos, Asienath! ¡El arte de la danza que dominas a la perfección, nos mostró tu gran belleza como alma! —Dijo Pitágoras.

—¿Por qué el león no se mostró agresivo? ¿Fuiste tú, Asienath? ¿O tú, Pitágoras? —Preguntó Hamilcar.

—El Gran Maestro me ayudó… Puedo hacer esto por mi cuenta con cualquier animal salvaje. Pero no habría tenido la fuerza suficiente para calmar a esta multitud de personas que aún no son dignas de ser llamadas así…

»¡Todas las fuerzas del Universo obedecen a tu Maestro, Él es Uno con las Deidades!

—¿Eres consciente de la naturaleza de tu poder, Asienath? —Preguntó Pitágoras.

—¡Son los Dioses quienes me otorgan este poder!

—Sí, es cierto. Pero me gustaría hablarte de una Energía Divina, que puede tener diferentes nombres, pero que es inherente a toda persona desarrollada evolutivamente.

… Y Pitágoras comenzó a hablar sobre la energía átmica Kundalini que se almacena durante muchas vidas terrenales de un alma que se desarrolla con éxito en una «alcancía» especial. Y luego puede ser utilizada por una persona tanto en la creatividad como en el avance a lo largo del Camino espiritual.

«Ustedes llegaron a sus encarnaciones actuales como almas muy maduras. Y cada uno de ustedes tiene un enorme stock de esta Energía. Además, ambos inconscientemente ya la están utilizando.

»¡Esta circunstancia te permite a ti, Asienath, realizar tus danzas de tal manera que tu más sutil y radiante Kundalini llega a todos los espectadores! Y tú, Hamilcar, gracias a este potencial almacenado, lograste mantener la pureza y el refinamiento a pesar de la crueldad y la rudeza enérgica de algunos de los sacerdotes que fungieron como tus mentores. Y ahora esta Energía les puede permitir dominar y realizar muchas meditaciones al nivel sutil Divino.

… Pasó entonces Pitágoras a explicarles cómo se puede trabajar conscientemente con este Tesoro invaluable.

… Para los días siguientes se anunció descanso en el campamento, ya que estaban esperando la llegada de otro convoy con objetos de valor que se suponía se iba a unir a la caravana. Pitágoras le propuso a Hamilcar, aprovechando la extensión de la estadía, que le transmitiera a Asienath todo lo que él había aprendido durante sus estudios con Él.

El propio Pitágoras solo añadía ocasionalmente unas pocas palabras, observando con placer a su alumno.

Cuando llegó el día de despedirse, Pitágoras dijo:

«¡Bueno, ahora tú, Asienath, podrás enseñar mucho a quienes los Dioses traigan hasta ti! ¡Todos debemos agradecer las oportunidades que en estos días nos ha dado la Voluntad Divina!

»¡Dios es Dador ante todos los seres, y también el Receptor de sus dádivas! Entre almas grandes y pequeñas —Él acepta las dádivas del amor—. ¡Esos son los principales “sacrificios” que necesita el Creador! ¡Y cuando el alma finalmente madura, se entrega en regalo al Creador! ¡He aquí un fruto digno de ser cultivado en nuestra vida terrenal!

»Recibir y dar deben estar en armonía en cada alma, no importa el nivel de desarrollo en el que se encuentre. Esto permite que se lleve a cabo el desarrollo.

»Estar dispuesto a recibir es como una copa vacía lista para ser llenada.

»Después, hay que derramar lo llenado, es decir, dar a los demás. ¡Solo entonces la copa-alma puede llenarse de nuevo y comprender nuevas alturas del conocimiento y nuevas habilidades!

»¡El alma que no está dispuesta a dar —no puede llenarse de nuevos conocimientos—!

»¡Y el alma, que no está dispuesta a aceptar —se niega a adquirir lo que podría dar a otros en el futuro—!

»Así, se deben aceptar las dádivas que las almas pequeñas que en sus limitaciones intentan hacernos llegar. Quien no está dispuesto a aceptar ese amor y esa gratitud, aunque sean de pequeña escala, impide el desarrollo de la bondad en las pequeñas almas.

»¡Mas aceptar la gratitud de las almas pequeñas de ninguna manera es una razón para engrandecerse!

»¡En particular —dar amor a los demás— es lo que poco a poco hace coincidir la voluntad del hombre con la Voluntad de Dios!


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