Sobre el Camino y los viajeros/Sobre los deseos y la felicidad Sobre los deseos y la felicidadUn día, llegó un invitado a casa del Maestro en busca de consejo. Era un caballero rico y distinguido. Trajo consigo unas delicias para comer, y se dispuso una mesa festiva para todos quienes vivían en la casa. Ese día, abundantes y exquisitos manjares traídos por el invitado acompañaron las típicas, sabrosas, y sencillas comidas servidas en la casa del Maestro. El invitado sabía que el Maestro y sus discípulos eran estrictamente vegetarianos, por lo que las delicias que trajo eran apropiadas para ellos. Nuestros jóvenes de humilde procedencia recientemente instalados en la casa del Maestro, estaban tan asombrados por los suntuosos manjares que no podían dejar de comer —escuchando apenas en el trasfondo las palabras del Maestro—. Ellos nunca antes habían visto tanta abundancia, habiendo vivido en la pobreza toda su vida. ¡Así que comieron tanto como pudieron! ¡La comida estaba deliciosa! Y de hecho —nadie prestaba atención a cuánto comían ellos dos—, y lo mejor es que ningún pago se les exigía por comer tales delicias. El resto de los discípulos y el invitado, estaban más involucrados en la conversación que en la comida. Durante la conversación, el Maestro, observando varias veces a los dos principiantes, dio a entender que la excesiva comida puede ser dañina aun si es sana y nutritiva. Pero nuestros jóvenes estaban tan fascinados con las delicias que nunca habían visto antes, que no prestaron mayor atención a estas palabras y continuaron enfocados en los deliciosos manjares. El Maestro, habló con el invitado y los discípulos sobre si la satisfacción de los deseos terrenales proporcionaba felicidad, diciendo: —Los deseos terrenales controlan la vida de muchas personas por largo tiempo. »Ciertamente, hay necesidades naturales tales como por ejemplo alimentarse; y deben ser satisfechas. ¡Más vivir tan solo para satisfacer nuestros propios deseos egoístas —no trae la felicidad—! »Si una persona experimenta alegría solo al obtener placer de algo material —entonces se acostumbrará fácilmente a esta forma de vida—. Por ejemplo, el hábito de divertirse bebiendo vino le llevará a la embriaguez. Esta persona quiere más y más alegría —y, una vez que se acostumbra, consumirá más bebidas alcohólicas para obtener el mismo efecto—. Esto pasa igualmente con otras sustancias que temporalmente cambian el estado de la conciencia. Y, si la persona quiere obtener aún más y más placer, se convierte en prisionero o esclavo de tales deseos. Tal persona ya no puede resistirse a la bebida, fumar, la gula o a otras formas de complacerse a sí mismo. »La gente se ha servido de diferentes formas de recibir placer del mundo material. Esto no solo se refiere a las comidas preparadas con los cuerpos de los animales asesinados, o los estupefacientes que destruyen la mente como el alcohol, el tabaco y otros por el estilo. »A su vez, algunos objetos son apasionadamente deseados por la gente tales como las joyas de oro, las piedras preciosas, los palacios, barcos, tierras, etc… Y desear más y más de tales cosas para uno, siempre lleva a tristes consecuencias. »¡Y nunca conduce esto a la felicidad verdadera! ¡Tales cosas solo dan un breve momento de satisfacción… y por ende luego —un nuevo deseo surge en el alma—! »La verdadera alegría solo puede nacer del amor dirigido desde el corazón espiritual hacia los otros seres. ¡Y surge de la presencia de Dios en tal corazón espiritual! —Pero, si una persona no está aún preparada para renunciar al mundo material, ¿qué es lo que debe hacer? —Preguntó el invitado al Maestro. —Esto es exactamente de lo que estamos hablando. »Los placeres que dan las comidas y las bebidas deliciosas, en un hogar limpio y bello, o las relaciones sexuales armoniosas —no son dañinas en lo absoluto—. Incluso son beneficiosas, si la armonía y la moderación son observadas. »Tal estado de satisfacción es por supuesto incomparablemente mejor a vivir en la pobreza o en un estado constante de insatisfacción debido a ello. »Tampoco tiene nada de malo tener y realizar deseos e intenciones útiles. Pero todos esos objetivos y deseos deben ser puros y dirigidos al beneficio propio o al beneficio de otros seres. »¡Y si la implementación de tales intenciones brinda bienestar y alegría no solo a uno mismo, sino a otras personas —entonces esto hace a la persona aún más feliz—! … Mirando cuidadosamente al invitado, el Maestro continuó: »No hay nada destructivo o triste si por ejemplo un hombre ha heredado enormes tesoros o poder. Pero es necesario distribuir lo recibido —de manera razonable y que beneficie no solo a uno mismo sino también a muchos otros—. »Después de todo, lo que poseemos aquí es temporal. Nos ha sido dado para reformarnos a nosotros mismos y ayudar a los demás. »No es fácil hacer uso inteligente de la riqueza; es un conocimiento que debe aprenderse. »¿Les gustaría amigos que les cuente acerca de la parábola del “hombre afortunado”? …Todos impacientes pidieron al Maestro que por favor comenzara. »¡Erase una vez, un hombre que siempre y en todo tenía suerte! »Si jugaba a las cartas o a los dados, siempre ganaba. Si sucedía un desastre, solo él salía ileso mientras que las personas a su alrededor recibían los daños o los insultos. ¡Y todo lo que deseaba siempre le llegaba rápidamente! »Por largo tiempo, nuestro hombre se regocijó de su suerte y agradeció a Dios por su protección. »Pero un día, consideró él a quienes perdían cuando él ganaba, a quienes resultaban heridos cuando él salía ileso, y a quienes aunque estando cerca no podían obtener lo que deseaban. »La buena suerte continuaba derramándose sobre él, como de una cornucopia se tratara, pero esto ya no le satisfacía de la misma manera que antes. »“Tal vez mi suerte pueda usarse para fines más significativos que ganar a las cartas u obtener fama y éxitos por mis caprichos” —reflexionó él—. »¡Y así el hombre decidió cambiar su vida! »Habló con el gobernante del país y le dijo: »“Aparentemente nací bajo la influencia de la estrella de la suerte ¡Tengo suerte en todo! »”¡Gobernador, deme cualquier tarea que sea difícil —y trataré de cumplirla—! »”¡Después de todo, no es justo que la buena suerte solo me beneficie a mí y no a otros que también lo merecen o necesitan! »… Y así comenzó en nombre del gobernador a hacer el bien en todo el país —siguiendo lo que le indicaban el gobernador y sus asesores—. »Nuestro “hombre afortunado” por un tiempo estuvo feliz de haber encontrado algo por lo que valía la pena trabajar en su vida. »Pero comenzó a ver y a escuchar que cuando un país le ganaba la guerra a otro —traía desgracias a las gentes del otro país, o que, debido a su suerte y éxitos en los asuntos del estado, algunas personas se benefician mientras que otras sufrían otros infortunios—. »“¿Será que Dios, Quién ha creado y ama a todos los seres, en verdad valora lo que estoy haciendo? ¿Con qué propósito me habrá dado Él esta suerte?” —pensó él… »Entonces nuestro “hombre afortunado” dejó el servicio civil y decidió buscar a algún Sabio que le pudiera explicar de qué mejor manera vivir el resto de su vida. »Mucha gente intentó detenerlo, preguntándole: “¿Realmente no eres feliz con tu excelente posición en la sociedad? ¿Estás cansado de tu suerte? ¡Se dice que las personas no deberían buscar algo mejor —cuando ya tienen algo bueno—! ¿Cómo puedes querer algo más, cuando todo lo que deseas te ha sido dado tan fácilmente?” »Pero el hombre decidió continuar buscando el sentido de su vida. »Fue de un maestro a otro —hasta que dio con un Verdadero Maestro—. »Nuestro “hombre afortunado” le preguntó: »“—¿Por qué, aunque mi vida está llena de tanta suerte, mientras más obtengo, menos me es satisfactorio? Tal vez mi vida tenga un propósito diferente; después de todo tiene que haber alguna razón por la cual la suerte ha dejado de satisfacerme. »”—En tu vida pasada fuiste honrado e hiciste mucho bien. Ahora estás cosechando los frutos de esas buenas acciones. ¡De ahí proviene tu buena suerte! »”’Y en esta vida, también decidiste compartir tu suerte y tu felicidad con los demás. ¡Es por esta razón que la suerte no te abandona! »”—¿Y para qué todo esto? »”—Quizás esto sucede para que comiences a pensar en el propósito de tu vida. »”’Existe la verdadera felicidad, se le denomina Nirvana, Liberación o Iluminación. Esta felicidad consiste en obtener la Unidad con la Conciencia Divina. Cuando la consigas, tu ayuda a los demás se hará mucho más sabia. »Nuestro “hombre afortunado” decidió probar su suerte en el Camino hacia lo Divino —y se quedó al lado del Maestro—. —¿Y qué pasó con ese hombre? ¿Alcanzó la Perfección? —Preguntó el invitado al Maestro. —¡Estudió y se convirtió en un verdadero Maestro! ¡Quien ha conocido la Felicidad Más Elevada, siempre busca brindársela a los demás! »Pero una historia como esta lamentablemente no sucede a menudo. Generalmente, solo las enfermedades y otras desgracias motivan a las personas a pensar qué cambios deberían implementar en sus vidas… * * * Por la noche —debido al exceso de comida— nuestros dos jóvenes padecieron de dolores estomacales… Uno de ellos le dijo al otro: —¿Cómo es que el Maestro no nos advirtió que esto nos pasaría? ¡Debería estar avergonzado! Su amigo le respondió: —Solo nosotros tenemos la culpa… No debimos haber devorado la comida con tanta codicia. Además, durante el almuerzo, el Maestro dijo que todo debe ser observado con moderación, incluido el alimento. —¡Pero él no se dirigió específicamente a nosotros! —¿Cómo sabes que no estaba tratando de advertirnos? …A la mañana siguiente, estaban muy pálidos y no pudieron comer nada. El Maestro les dio a beber una bebida a base de plantas medicinales. No les regañó, pero sí les dijo: —¡No es suficiente con tan solo escuchar algunos consejos útiles! ¡Es necesario que los apliquen en sus vidas! »¿Conocen al gran sabio chino Lao Tse quien dijo: “¡El exceso en cualquier cosa solo causa problemas!”? —No, no le conocemos… —En ese caso, creo que deberían leer algunos de los libros en nuestra biblioteca. »Y continuando con la conversación de ayer sobre los deseos, debemos darnos cuenta que los deseos más útiles son los deseos de —conocer y poner en práctica—.» El Maestro le pidió a uno de sus discípulos que llevara a los jóvenes a la biblioteca. Una habitación en la casa del Maestro se reservaba exclusivamente para tal fin. Libros y manuscritos en diferentes idiomas se conservaban en estanterías especialmente organizados. Al ver la enorme cantidad de libros, los jóvenes se inquietaron diciendo: —¡Aun cuando nos pasemos toda la vida aquí, no nos daría tiempo suficiente para leer y comprender todo esto! Y mucho menos nos quedaría tiempo para poner en práctica las Enseñanzas. —No tienen que leerlo todo. Más hay algunos libros que toda persona que aspira al conocimiento de la Verdad debe leer. Es importante comprender las diferentes ramas religiosas y estudiar los mejores libros que exponen las Enseñanzas de Dios. Y es muy útil que las Enseñanzas se expresen en diferentes libros y en diferentes palabras —comentó el discípulo que les acompañaba, y continuó—. »También es necesario conocer un poco sobre el propio cuerpo humano, sobre los órganos internos, y sobre las enfermedades que existen y cómo deben tratarse. »¡Hoy es un día especial para iniciar tal entrenamiento! Debido a que su sistema digestivo está alterado, no tendrán suficiente fortaleza para practicar la meditación de hoy. —¿Cómo sabes lo que nos pasa? —Es muy fácil verlo debido a sus penosas apariencias. Y hoy les he preparado a pedido del Maestro una cocción que es muy buena y ayuda rápidamente en estos casos. »Pero no se preocupen demasiado por lo que les pasó, después de todo, la experiencia de los errores nos enseñan tanto como los consejos de otras personas. ¡Lo más importante es evitar repetirlos dos veces!
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