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Conocimiento contemporáneo sobre Dios, la evolución y el significado de la vida humana.
Metodología del desarrollo espiritual.

 
Capítulo 9. Crucifixión y resurrección de Jesús.
 

El Evangelio de Marta/Capítulo 9. Crucifixión y resurrección de Jesús.


Capítulo 9.
Crucifixión y resurrección de Jesús.

Antes de la Pascua, esperaba volver a ver a Jesús y a todos quienes estaban con Él, —para recibirles como nuestros invitados—. Nuestra casa estaba en Betania, y esto estaba a tan solo unas horas de Jerusalén.

Lavé todo en la casa y preparé la comida como Jesús lo había enseñado: es decir, sin sacrificar animal alguno, y solo con pan, tortillas de harina, frutas, nueces y verduras.

… Fue triste para mí que Jesús no viniera a nosotros.

Entonces uno de los vecinos dijo que unas personas Le habían visto con Sus discípulos en Jerusalén, y que muchos Le saludaban con regocijo.

Ahora, entiendo que Jesús no quiso ponernos en peligro, porque sabía que muchos de quienes estaban con Él serían perseguidos en los días venideros…

Y luego, escuchamos el rumor de que había sido apresado por Caifás y entregado a Poncio Pilato. Y que se iba a celebrar un juicio.

Lázaro y yo nos apresuramos a Jerusalén para explicar la verdad sobre Jesús.

Pero, para cuando llegamos, ya era demasiado tarde…

… Lázaro y yo tratamos de encontrar a nuestra hermana María. Y la hallamos a las puertas de la pretoriana romana, donde había tenido ya lugar el juicio de Jesús.

No se nos permitió ni entrar ni ser escuchados.

María nos dijo que ya todo se había decidido, y que Jesús fue condenado a muerte.

Que la última esperanza de que Jesús fuera liberado se había derrumbado, ya que a discreción de la multitud, uno de los prisioneros en manos de los romanos podía ser liberado, y para este fin se había elegido a un criminal llamado Barrabás…

No vi a Andrés ni a los otros discípulos más cercanos de Jesús. Solo supe que Juan cuidaba a la madre de Jesús, quien le acompañaba en el dolor.

Lázaro y yo llevamos a María a la casa de uno de nuestros parientes lejanos. Ella apenas podía mantenerse en pie después de todo lo que había pasado.

Acerca de los otros discípulos, no obtuve nada en claro. Pero la traición de Judas y los eventos que siguieron fueron una gran prueba para todos ellos. Por las palabras de María, entendí que ahora estaban reunidos fuera de la ciudad y decidían: ¿si deberían hacer algo para salvar a Jesús? Fueron testigos del hecho de que Jesús mismo permitió ser arrestado… Y ahora los discípulos no sabían cómo actuar: ¿deberían buscar la muerte junto con el Maestro o deberían escapar para predicar las Enseñanzas de Jesús, motivo por el cual se habían estado preparando durante todos estos años?

Todo el mundo estaba perdido. Muchos esperaban que Jesús realizara un milagro durante el juicio o la ejecución, y esto resolvería todas las dudas. Yo también lo pensé, y esto me dio fortaleza y esperanza. ¡Esperaba que Jesús realizara un innegable milagro —para que todos supieran que Él es Divino—! ¡Y entonces ya no habría más oportunidad para que nadie dudara que el triunfo de la Justicia Divina vendría!

Traté de consolar a María un poco, cuyo dolor era mucho más difícil de sobrellevar que el mío.

Pero ella no estaba llorando. Más bien permaneció en silencio por largo, largo rato… Me pareció que con un poco más de seguir así y María simplemente abandonaría su cuerpo…

Sólo después de pasado un rato, me dijo:

—¡Marta, ¿cómo es esto posible?! Aquel Quien ayer fuera llamado Dios y alabado, —es ahora blasfemado con palabras malignas y condenado a una muerte terrible por las mismas personas—…

»¡Oh Marta! ¿Será posible que Le ejecuten? ¿Cómo es posible que estas mismas multitudes que Le alabaron y Le llamaron el Salvador —hoy exigieron que Le matasen como a un vulgar criminal—? Ellos gritaban, pidiendo su muerte: “¡Crucificadle, crucificadle!”. ¡¿Cómo puede ser esto?! ¡Incluso Poncio Pilato, un romano, no vio culpa en Jesús y quiso dejarle ir! Y qué de estas personas… En la corte, solo unos pocos se atrevieron a testificar la Verdad. ¡Y fueron traídos un montón de testigos falsos! ¡Y ni siquiera se nos dejó entrar a nosotros!…

»¡Y luego se burlaron de Jesús!… ¡Incluso Le pusieron una corona de espinas en Su cabeza, proclamando que era para sustituir Su corona real! ¡Pero Él nunca dijo aspirar al poder ni a los reinos terrenales! ¡Todos Sus discursos fueron sobre el Reino de Dios! ¡Y los guardias azotaron Su cuerpo! ¡Y le eran lanzadas piedras desde la multitud!…

»Son como ciegos que no saben, —envueltos en su locura y malicia—, que todos somos responsables ante Dios por todo lo que decimos y hacemos.

»Y ahora, —tendrá que ser ejecutado—… Ya se ha decidido…

»¡No puedo soportarlo! ¡Déjame ser asesinada junto con Él!

—¡Calma María, no te preocupes! ¡Tú sabes que Él puede lograr cualquier cosa, y les mostrará a todos Su Fuerza y Sus milagros Divinos! Esto sucederá frente a todos cuando se reúnan de a miles…

—Sí, sé que Él puede… Pero justo ahora no Le dio uso a ese Poder para salvarse a Sí mismo…

»Hace unos días, descubrí que esto sucedería…

»¡Ojalá pudieras haber visto la mirada en Sus ojos esa noche!…

»En esa noche, de repente me desperté, y Jesús no estaba a mi lado…

»Por alguna razón, estaba ansiosa, y fui a buscarle.

»Y entonces Le vi.

»Jesús estaba solo. Sentado inmóvil, —tan inmóvil que era difícil imaginar que hubiera vida en Su cuerpo—…

»El silencio de la noche estrellada llenaba el espacio que nos rodeaba.

»En ese lugar donde Él estaba como un Alma, no había espacio para nada terreno, para cualquier pensamiento y emoción humana ordinaria. Él era Uno con Su Padre Celestial en una Profundidad que aún no había sido descubierta por mí…

»¡Tuve miedo durante todo el tiempo que Él —no estuvo ahí—!

»Y entonces… me miró… —Sus ojos carecían de fondo—…

»La Ternura y la Luz solían fluir de Sus ojos, pero ahora, veía yo también la Eternidad y el Infinito de otra Existencia…

»Cuando Jesús, notó mi ansiedad, me dijo con mucha calma y de manera casual:

»“Ha llegado el momento… En vías de ser resucitado, uno debe primero pasar por la muerte: el cuerpo ha de morir.

»”¡No debes tener miedo! ¡Y trata de no olvidar todo lo que has aprendido!

»”Tu trabajo aún está por venir: ¡llevarás a las personas Mi Conocimiento sobre Dios y sobre el Camino hacia Él!

»Y luego, como si regresara a este mundo, agregó con ternura:

»”¡María, ven a la fogata! ¡Hace frío y estás temblando! —Y me abrazó—…

»… Unos días después, pasado el júbilo general con el que nos recibieron las personas en Jerusalén, me olvidé de ese episodio…

»Nos reunimos en una de las casas, y entonces Jesús dijo que uno de nosotros Le traicionaría…

»¡Estaban todos tan avergonzados!…

»Y en ese momento, pensamos en qué pruebas nos estaban esperando… Y, que cada uno de nosotros, podría no tener la fuerza o la sabiduría para hacerles frente…

»Pero entonces, Jesús habló sobre el futuro promisor, sobre las semillas espirituales que se habían plantado y que crecerían. También hizo consideraciones sobre las obras que yacían para nosotros más adelante. ¡Y dijo que habría muchos que estarían involucrados en nuestro trabajo a lo largo de toda la Tierra!

»¡Y entonces se aliviaron nuestros corazones!…

»… Y más tarde —antes del amanecer—, fue apresado en el jardín por un guardia…

»… Nuestro Judas… ¡No te diré más sobre esto porque yo no puedo entenderlo!…

»Unos guerreros con espadas y bastones junto a una multitud se acercaron.

»Andrés, Pedro y otros nuestros querían luchar por Jesús… Pero Jesús les detuvo.

»Y Jesús, incluso ayudó a un guerrero cuya oreja había sido cortada en la revuelta por una espada. Jesús le curó la oreja, la colocó en su lugar y la hemorragia se detuvo…

»¿Lo entiendes? ¡Él se dejó apresar!…

»¡Y los soldados tuvieron miedo mientras Le ataban, porque Él les dijo que si quisiera, sería liberado de inmediato por el Gran Poder Divino, pero, que se entregaba en sus manos para que las profecías se hicieran realidad y todos supieran sobre el Poder y la Gloria de Dios el Padre!

—¡Bien, María, tú misma acabas de decir que el Poder Divino de Jesús pronto se revelará a todos!

… María trató de reconectarse con la Luz del Espíritu Santo, porque solo en esta Unión podía soportar el dolor que provenía de los pensamientos de la ejecución por suceder.

También traté de conectarme con la Luz Divina. No fue tan fácil para mí, como lo fue para María. Pero yo seguía creyendo que la ejecución no se llevaría a cabo. Y esta esperanza me ayudó…

… Luego caminamos juntos con muchas personas al lugar de la ejecución…

La gran multitud, ávida de este espectáculo, parecía… tan extraña…

Apenas recientemente, todos se habían reunido para escuchar a Jesús y ser sanados. Él les predicaba y les curaba…

¡Y ahora, eran estas mismas personas quienes anhelaban verlo torturado y ejecutado!

¿Por qué no Le defendían? Después de todo, si todos marchaban ahora mismo hacia Poncio Pilato, ¡toda Roma se estremecería! ¡Y la ejecución sería derogada!…

* * *

Vi el cuerpo de Jesús clavado en la cruz…

Me paré junto a María, Lázaro, Juan, la madre de Jesús, y algunos otros que se atrevieron a estar ahí.

No describiré esto en detalle: todos ustedes ya lo saben…

Solo les ruego: ¡gente, vivan de manera tal para que los nuevos Mesías no tengan que pasar por esto!…

… ¿Cómo íbamos a seguir viviendo cuando Jesús ya no estaba físicamente con nosotros?

Sí, habíamos pensado sobre esto algunas veces antes… Pero, en aquel entonces, nuestro futuro estaba cubierto de sueños llenos de luz…

Todos esperábamos que ya que el Salvador había venido a nosotros, todos seríamos salvados. Y que Él cambiaría la vida de las personas en toda la Tierra, ¡Él, Quien había sido elegido por el Padre Celestial para esta gran Misión!

Realmente sucedió hasta cierto punto. ¡Él nos transformó a nosotros y a muchos alrededor! ¡Y muchas almas por milenios tuvieron la oportunidad de la transformación consciente de sí mismas!

Pero, en realidad, no fue lo que habíamos pensado y esperábamos que sería… ¡Esperábamos por el paraíso en la Tierra, —inmediatamente después de Sus sermones—! ¡Esperábamos que la Religión del Amor Sabio se estableciera de inmediato y que la unidad de todas las naciones viniera sobre la base de este Conocimiento Divino!

Pero… ¡todos ingresan a la Morada del Padre Celestial solo por sí mismos, habiendo pasado personalmente todo el difícil Camino de la auto-purificación y el desarrollo personal!

* * *

Durante la ejecución, por supuesto, no pensaba yo en todo esto.

Yo estuve a la espera de un milagro hasta el último momento, pensando: ahora Él mostrará visiblemente el Poder del Padre Celestial ante toda la multitud, —y todos creerán y se postrarán ante Él—, ¡y la Verdad triunfará para todos! ¡Solo un poco más, —y la cruz se convertirá en polvo, en el resplandor de la Luz y el Poder—, Jesús se mostrará ante las personas y testificará que Él es el Mensajero Divino, y que Él y el Padre Celestial son Uno!

No era yo la única que soñaba así, muchos de los devotos de Jesús estaban esperando lo mismo.

Y no solo aquellos quienes Le amaban estaban esperando algo sobrenatural… Otros, burlándose de Él, le retaban: «¿Quién eres que salvaste a los otros, pero no puedes salvarte a ti mismo?»…

Mientras tanto, algo terrible estaba sucediendo. La cruz con el cuerpo de Jesús estaba siendo levantada, y otros dos criminales también estaban siendo crucificados al lado de Él.

Uno de ellos, pidió a Jesús que realizara un milagro y les liberara… Y el segundo, pidió por el Reino de los Cielos y la salvación de su alma…

Solo cuando Jesús le dijo a Juan que cuidara de Su madre, de repente me di cuenta de que Él no salvaría la vida de Su cuerpo crucificado con el Poder Divino…

Me pareció entonces que el tiempo se detuvo… ¡Todo lo que estaba sucediendo no encajaba en mi entendimiento!… ¡Ni siquiera sabía qué preguntarle a Dios!…

… La gente, habiendo visto suficientes imágenes terribles, comenzaba a dispersarse…

Pero la naturaleza misma parecía estar agitada por la increíble villanía, y había una sensación de que el fin del universo se aproximaba… Las nubes se espesaron… El calor y la congestión nos rodearon… Una tormenta sin lluvia se desató… Los rayos iluminaron los cielos con destellos de fuego… Los truenos sacudieron el aire… La tierra misma tembló…

Y luego el temor se apoderó de muchos: «¿Y si en verdad es el Hijo de Dios, el Mesías, a Quien se Le está asesinando ahora?». Y muchos huyeron en pánico…

Yo ya no podía presenciar lo que estaba pasando…

… De repente, sentí la mirada de Jesús, —era una mirada familiar y tranquila y cariñosa desde la gran Profundidad—. Él —desde la cruz— nos animaba a todos…

Y hubo ahí una Gran Luz a la Cual Él entró. Mientras nosotros —nos quedábamos—…

… Una lluvia muy fuerte se desató.

Lázaro nos pidió que nos refugiáramos en la casa de un hombre llamado José, quien ofrecía su ayuda. Él y muchos otros nobles ahora se disponían a pedirle a Poncio Pilato se les permitiera tomar el cuerpo de Jesús y enterrarlo según la costumbre. Este José, estaba dispuesto a ceder el lugar de entierro que había sido tallado en la roca para su propio cuerpo.

* * *

Nosotros, por esos días, como que nos olvidamos de las predicciones sobre la posibilidad de la resurrección. Ya no esperábamos por ninguna de las predicciones contradictorias en las antiguas Escrituras…

Supimos que Poncio Pilato permitió a José tomar el cuerpo de Jesús, que ya había sido retirado de la cruz, y ponerlo en el lugar del entierro. Y así fue hecho.

El tercer día, temprano en la mañana, María tomó mirra e incienso y dijo:

«Iré a rendir homenaje al cuerpo de Jesús. Aunque ahora no es más que lienzos abandonados…

»Y luego, —continuaremos trabajando como Él nos enseñó—. Después de todo, si no continuamos la obra de Jesús, ¿cuál fue el punto de todo esto?… ¡Porque si nosotros, Sus amigos más cercanos, no podemos sostener la Luz Celestial del Amor dentro de nosotros, entonces resulta que todo lo que Él hizo fue en vano!

»¡Sabemos de Su Unicidad con el Padre, y de Su Grandeza, —el Alma Perfecta—! Entonces, ¡luchemos por llegar a ser como Él!

… María empacó y fue a la cueva hecha en la roca donde pusieron el cuerpo de Jesús. Juan, Pedro, yo, y varias otras mujeres acompañamos a María.

Cuando llegamos, vimos que la piedra se había caído y que el cuerpo de Jesús ya no estaba dentro de la cueva.

Algunos de los guardias se acercaron y dijeron que había Luz en la cueva por la mañana, luego, que la piedra que bloqueaba la entrada se cayó en un estruendo, y se descubrió que la cueva estaba vacía. Sus compañeros se habían apresuraron a Poncio Pilato con el informe al respecto.

Pedro y Juan entraron y tocaron los lienzos con los que habían envuelto el cuerpo.

Entonces, ellos y las mujeres volvieron para contarles a los demás lo sucedido. María y yo nos quedamos en el lugar.

María intento apelar a Dios, y se sumergió en una profunda Unión.

Dos Espíritus Santos, —en forma masculina y consistentes de Luz Divina, del tamaño de diez humanos—, aparecieron ante nuestros ojos. Sus caras brillaban con Ternura, y Sus Manos Divinas nos abrazaban. El Cuidado y la Paz surgían desde Sus majestuosas apariencias. Ellos nos hablaron:

«¡Alégrense! ¡Jesús ha resucitado! No busquen Su cuerpo muerto: ¡Él está vivo!»

… María me dijo que quería quedarse aquí por un tiempo más para preguntarles sobre la voluntad de Dios para con nosotros: cómo deberíamos ahora vivir…

* * *

Después de un rato, ¡María me alcanzó y me dijo que vio a Jesús, Quien —realmente había resucitado—! Aquí sus palabras:

«Le pedí a los Espíritus Santos que me permitiesen ver a Jesús. Y entonces, ¡Él mismo se me acercó! ¡No, no pienses que solo vi un Espíritu no encarnado! ¡Sino que Su propio cuerpo estaba vivo también, resucitado! ¡Yo Le toqué!

ȃl me dijo:

»“¿Por qué estás sorprendida, mi querido Amanecer, como si no supieras acerca de Mi Amor y Mi Fuerza?

»”Sí, el cuerpo humano puede transformarse a un Estado Divino.

»”Sí, Yo puedo aparecer ahora en este estado en cualquier lugar y en cualquier momento.

»¡También dijo que Él vendría otra vez y hablaría con todos Sus fieles discípulos!

»Y luego Jesús desapareció, como si se disolviera en la transparencia del aire.

… Y María fue a dar las buenas nuevas a todos las demás.

* * *

Un poco después, Jesús vino a mí. Yo estaba sola en la casa entonces.

Jesús me reveló la Inmensidad del Reino de Dios, Su Amor y Su Ternura…

En este Amor, yo… ¡como que me derretía!

Yo solo quería transmitirle a Jesús el placer de esta reunión y mi gratitud… Pero entonces sobrevino tal Paz que los pensamientos y las palabras desaparecieron… ¡Solo existía Dios Quien es Eterno, Infinito y Quien está presente en todas partes en la Profundidad y maneja Todo! ¡Nadie ni nada puede dañar este Océano de Paz y Ternura, Amor y Gran Poder! ¡En Él, —está la Fuente de todas las cosas visibles e invisibles—!

Jesús se acercó de nuevo y me dijo: «¡Este es tu verdadero Hogar, Marta! ¡Esta es la Casa de todos los Perfectos, el Reino de los Cielos, donde les espero a todos, Mi Adorada!

… Pero pasaron muchos años antes de que aprendiera a entrar en esta Unidad por mi cuenta y a vivir firmemente en la plenitud de la Unión con el Padre Celestial.


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