El Evangelio de Marta/Capítulo 3. Sanando almas y cuerpos
Capítulo 3.
Sanando almas y cuerpos
Un día, Jesús y Sus discípulos vinieron a nuestra casa tarde en la noche, estando ya muy cansados.
Les di agua a todos, para que pudieran lavarse después de sus viajes, y me apresuré a encender el fuego y preparar la comida.
Andrés, uno de los discípulos cercanos de Jesús, me ayudó, trayendo leña y más agua para las necesidades de la cocina.
Ya estaba acostumbrada al hecho de que siempre uno de los discípulos de Jesús procedía a ayudarme en las tareas del hogar.
Estaba muy complacida de que esta vez fuera Andrés quien lo hiciera. Él realmente me gustaba. Andrés era apuesto, alto, y ancho de hombros, con manos fuertes y una hermosa mirada sorprendentemente tranquila. Yo especialmente lo ubicaba entre todos los discípulos de Jesús. Realmente quería gustarle —de la manera en que una mujer quisiera gustarle a un hombre—.
Andrés me dijo:
—No necesitas cocinar manjares en este momento, deja que la comida sea simple. Hoy no es momento para una comida festiva. Jesús está muy cansado: fue un día difícil. María ahora vendrá a ayudarte, y yo iré a decir a las personas que ya se han reunido en la entrada —que vengan mañana—.
—¿Cómo se dieron cuenta tan rápido de que Él ha llegado? ¡Muchos de ellos tan sólo quieren obtener la sanación de sus cuerpos! ¡Lisiados, pacientes enfermos —siempre hay una multitud de ellos reunidos a Su alrededor—!
»Pero Él ha venido aquí no para sanar sus úlceras, torceduras o cegueras, ¡sino para enseñar la pureza del alma y la vida con Dios en amor! ¡Oh, si tan sólo estas personas pudieran entender esto! ¡Oh, si tan sólo pudieran aceptar la sanación de las almas, acerca de la cual Jesús está enseñando a todos, y decidieran cambiarse a sí mismos —para cambiar sus vidas—!
—Iré a decirles que vengan mañana. Hoy el Maestro debe descansar.
… Al regresar, Andrés dirigió su atención al vendaje en mi brazo, que se hizo visible por debajo de mis ropas cuando comencé a lavar los vegetales.
—¿Qué le pasó a tu brazo? ¿Estás bien?
—Me quemé el brazo el otro día, y la herida aún no ha sanado… ¡Pero no es nada! ¡Ya pasará!
—¡Él definitivamente te ayudará! ¡Pero sólo te pido que no Le molestes hoy!
—Bueno, ¿de qué sirve involucrarlo en esto? ¡Ya se curará solo!
—¡Él siempre tiene que ver con todo! ¡Pero —puedes preguntarle mañana—! Hoy, déjale descansar…
… Todo transcurría de la manera habitual. María me ayudó con diligencia, a pesar de que apenas podía estar de pie debido a la fatiga. Serví pan, agua, vegetales, y frutas en la mesa.
De repente, cuando pasaba junto a Jesús, me tocó suavemente la mano y me dijo:
—¡Gracias, Marta!
… ¡Y de inmediato el dolor en mi mano desapareció!…
Un poco sorprendida continué ocupada con las tareas domésticas.
Luego, cuando terminé de lavar los platos y todos ya se iban a la cama, decidí cambiar el vendaje de mi brazo.
¡Pero debajo del vendaje, no había herida alguna! ¡Ni siquiera quedaban rastros en la piel! ¡Fue un milagro! Se me llenaron los ojos de lágrimas: ¡Él sabía todo sobre mí, Él había hecho esto —por mí—! ¡Él había revelado el Poder de Dios! ¡Aun sin yo pedirle nada! ¡Y nadie se lo dijo! Y sin embargo, ¡el brazo estaba completamente sanado!
¡Me sentí abrumada con tanta gratitud, que no puede ni siquiera enmarcarse dentro del entendimiento habitual de la gratitud! ¡Se me llenó el corazón con la comprensión de que Jesús me ama, sabe todo acerca de mí, incluso sin yo pedírselo!
¡Esto me transformó como alma más que cualquier otra cosa que yo supiera o haya escuchado antes sobre Él!
* * *
A la mañana siguiente, Jesús salió hacia las personas que se habían reunido alrededor de nuestra casa, ávidos de Su ayuda curativa.
Entre las personas que esperaban a Jesús, estaba nuestra acaudalada vecina Sarah.
Ella siempre miraba con hostilidad lo que sucedía en nuestra casa cuando se encontraba Jesús. A menudo, los chismes mal intencionados iniciaban su viaje partiendo precisamente de sus labios.
Una vez, ella incluso me dijo:
—¿Por qué les recibes a todos? Son holgazanes, viven en tu casa, comen… ¡Y no te pagan por el alojamiento!
»¡Y se dice que este Jesús puede alimentar a una multitud entera! ¡Que tan sólo divide una barra de pan —y todos reciben suficiente comida—!
»¡Todo esto son mentiras! ¡Sólo se aprovechan de tu ingenuidad y amabilidad! ¡Tú y Lázaro deben ser más inteligentes!
… Yo estaba indignada:
—¡Recupera la razón, Sarah! ¡¿Desde cuándo aceptamos pago de parte de nuestros queridos invitados y amigos?!
—¡Todas las personas se ganan el pan con su trabajo! ¡Pero estos —van, empleando sus discursos extraños para apartar a todos de las acciones realmente necesarias—! ¡Arruinarán por completo a tu hermana María! ¡Y tú y Lázaro, consideran un honor recibirlos! ¿De verdad creen que son unos santos?
… Entonces levanté mi mano en señal de ademán de despedida y me fui, sin querer involucrarme en una disputa…
Y ahora Sarah —de rodillas y bañada en lágrimas—, estaba entre los que pedían ayuda a Jesús…
… En mi mente, hubo un pensamiento malévolo de que Sarah obtuvo lo que merecía… ¡Después de todo, es a menudo, tan sólo cuando las personas comprenden el sufrimiento y la desgracia, que se acuerdan de Dios! Y ahora —Sara necesitaba a Jesús—, a Quien ella siempre había despreciado y calumniado. ¡Él se le hizo necesario —sólo después de que cierta desgracia llegara a su casa—!…
Con un esfuerzo, descarté este pensamiento: «¡No tomes venganza de los agresores, ni siquiera en tus pensamientos! ¡No te regocijes en las desgracias incluso de las personas malvadas!» —Jesús nos enseñó—. ¡No deberíamos regocijarnos cuando una persona recibe un castigo —incluso si se lo merece—! ¡Después de todo, tal vez, los ojos de Sarah se hayan abierto ahora!…
Recordé las palabras de Jesús: «Dios viene a la casa de cada hombre de diferentes maneras…»
… Y Sarah aullaba de dolor, se arrastró de rodillas hacia Jesús, se aferró a los bordes de Su ropa y pidió:
—¡Mi hijo está muriendo! ¡Ten compasión! ¡Ayúdame! ¡Sálvalo! ¡Esta mañana se cayó de un acantilado y aterrizó contra las rocas! ¡Y aún no ha recuperado la conciencia!
… Y detrás de Sarah, a través de la multitud, caminaban sus criados, cargando a su hijo en una camilla: un niño de unos diez años, que estaba inconsciente.
—¡Dios, el Padre Mío y el tuyo, en Su Poder, es omnipotente sobre todas las cosas! ¿Crees, Sarah, en Su Poder, Justicia, y Omnipotencia?
—¡No había fe en mí antes, aunque me consideraba a mí misma una creyente!… ¡Soy una pecadora ante Ti, porque estaba equivocada! ¡Perdóname! ¡Salva a mi hijo!
—¡Intenta no olvidar lo que ahora has de ver, Sarah! ¡Tu hijo se recuperará!
Jesús extendió sus manos sobre el niño ¡—y este se despertó y se levantó—!
El niño se acercó a Jesús, Le abrazó y se quedó allí por un largo tiempo. Jesús también abrazó al niño y le dijo algo en silencio solo a él.
Y hubo silencio, toda la gente alrededor se mantuvo callada…
Luego, Jesús sanó a muchas más personas enfermas y respondió a sus preguntas.
Y un anciano ciego fue el último en acercarse.
Jesús tocó sus ojos, ¡—y este recobró la vista—!
De todo lo que vieron y escucharon, la gente se maravilló ante todo por este milagro.
Las personas susurraban entre ellos: «¡Él es verdaderamente de Dios, ya que los enfermos se han recuperado e incluso un ciego ha recuperado la vista!»
Jesús explicó:
—Hoy, frente a ustedes, he sanado a un hombre que era ciego. ¡Este, quien fuera ciego, comenzó a ver la luz!
»Pero, así, ¡ahora debe ser sanada el alma! ¡Ustedes —como almas— deben ver la Luz del Espíritu Santo, escuchar las Palabras de Dios, Quien siempre está cerca de ustedes, —porque no hay lugar donde no exista Dios—!
»¡Sólo el hombre mismo puede aislarse de Él —por voluntad propia o por ignorancia—!
»El Poder del Padre Celestial es grande, y los cuerpos pueden ser sanados. ¡Pero estos milagros son revelados a través de Mí —para salvar no sólo los cuerpos del sufrimiento sino también las almas—!
»Incluso antes de que Me vieran y escucharan, la mayoría de ustedes sabían que Dios existe. Y muchos de ustedes creyeron tener una fe firme…
»Ninguno de ustedes duda de las palabras de los antiguos profetas. Y todos ustedes les reverencian.
»¡Pero el Hombre de Dios ha venido y habla acerca de la Verdad, que debe ser entendida, aceptada, y ejecutada ahora mismo, —y las personas— comienzan a dudar, a ser perezosas, o a posponer la transformación de sí mismos-almas para luego!
»¡Pero la vida de cada uno de nosotros está sucediendo ahora mismo en frente de Dios, no en el pasado ni en el futuro! ¡Ahora mismo, ha sido asignado el tiempo para las decisiones de ustedes y su transformación!
»Y cuando llegue el día de mañana —también entonces—, en cada hora, en cada instante de sus vidas, ¡estarán ante la vista del Padre Celestial!
»Dios puede realizar milagros de sanar los cuerpos —para fortalecer la fe—. ¡Pero Él no realiza el trabajo de la transformación del alma —en lugar de las personas—!
»Cada uno de ustedes hace sus propias obras en la vida: en los campos, en las casas, en el cultivo de granos, en la alfarería, la carpintería o el trabajo con metales, o, como la mayoría de las mujeres, cocinando y cuidando de los niños y del hogar.
»Pero existe una tarea principal que Dios designó para el hombre, —es el trabajo en sí mismo-alma—.
»Se han compuesto muchas parábolas sobre cómo un padre instruye a sus hijos para multiplicar su riqueza —y luego observa cómo trabajan—.
»¿Pero deberíamos hablar aquí sobre la riqueza terrenal?
»¡Al dejar el cuerpo, el alma no puede llevar consigo nada de valor del mundo, excepto el amor que uno ha cultivado en sí mismo y distribuido por todos lados!
»La riqueza material crece cuando una persona la acumula para poseerla.
»¡La verdadera riqueza del hombre, que tiene valor en la vida posterior, crece cuando una persona da lo que tiene!
»Cuanto más amor da una persona a los demás —más rica, abundante, y fuerte se vuelve esta persona como alma—.
»¡Aquel que da amor, lo multiplica tanto en sí mismo como alrededor de sí! ¡Este es como un sembrador que siembra buenas semillas!
»¡Entiendan: lo que dan —multiplica la riqueza— de ustedes mismos como almas! Ya se trate de regalos terrenales o espirituales, grandes o pequeños, —denlos con amor— ¡y la belleza y la fuerza de las almas crecerán!
»¡Cuanto más se purifica y se cultiva el alma con buenas cualidades, —tanto más se abre el mundo Divino para tal alma—!
»La semilla, plantada en el suelo, está, al principio, en la oscuridad. La raíz aparece, y luego el brote crece del suelo —para que así la planta pueda ver la luz—.
»Este es el milagro del nacimiento. Pero este es tan sólo el comienzo de su vida en este mundo.
»La planta se alimenta del suelo a través de las raíces, —así como de la luz del Sol y de las lluvias que caen desde el cielo—.
»Debe pasar mucho tiempo, para que un árbol suficientemente fuerte, capaz de dar frutos, crezca de la semilla.
»¡De la misma manera, un alma necesita crecer tanto en el mundo terrenal como en la Luz de los Espíritus Divinos! Y también, debe ser regada con la humedad del verdadero conocimiento.
»Las almas-personas, en primer lugar, son enviadas a la Tierra para crecer y aprender ¡a cómo aumentar su amor! Así es como las almas se acercan a Dios, ¡Quién es Amor Perfecto!
»Un árbol poderoso no crecerá a partir de una semilla si es privado de la nutrición del suelo. Pero tampoco crecerá si es privado de luz y humedad.
»El alma debe ser nutrida como este árbol.
»¡Un Alma Grande y Perfecta se puede obtener a partir de una pequeña semilla!
»El milagro del alma de nacer en la Luz, alcanzar la fe, y luego comenzar a sentir la Presencia del Dios Viviente y ver Su Luz —es como la vida de un brote que se escurre a través del suelo hacia la superficie y luego crece—.
»¡Por delante de cada uno de ustedes, yace un gran esfuerzo por transformarse y nutrirse a sí mismos-almas! Pero no sucederá todo de una vez. ¡Sino que cada momento de sus vidas puede llenarse con ese cultivo consciente de amor y sabiduría que el Padre Celestial está esperando de Sus hijos!
»Las personas no tienen la oportunidad simplemente de “escaparse” de los problemas que llevan en sí mismos, de los prejuicios que se mantienen en la mente, de los hábitos dañinos. Pero es necesario librar constantemente al alma de cualidades perversas y desarrollar nuevas propiedades, habilidades, y una mentalidad limpia y benevolente. ¡Este es su trabajo para con Dios!
»Y no hay forma de acercarse a Dios, de aprender a sentirle, verle, y escucharle hasta que no se realice este trabajo.
»¡Como si cubierta de polvo y terrones de tierra, —el alma avanza penosamente cargada de vicios—! Y estas capas acumuladas a su vez están cubiertas de “atuendos que enmascaran”, los cuales ocultan esta suciedad de los ojos de las personas alrededor, —aquellas que solo pueden ver el exterior—.
»¡El alma debe desechar esas “vestiduras” de falsa grandeza, decencia ostentosa, y limpiarse a sí misma de la suciedad de todos los demás vicios! Siendo así que: ¡desnuda y purificada, el alma aparecer debe ante Dios!
—¿Y qué sacrificios deberíamos traer a Dios por las sanaciones recibidas? ¿Deberíamos traer estos sacrificios a Ti? —preguntó uno de los que habían sido sanados ese día.
—¡No hago nada por Mí Mismo! ¡Sino que hago lo que Dios desea, —el Padre Celestial Mío y de todos ustedes—!
»Piensen ustedes mismos: ¿qué es lo que necesita Dios del hombre?
»¿Es realmente agradable para Dios observar el tormento de los corderos inocentes siendo masacrados? ¿Realmente les purifica a ustedes de los pecados cometidos? ¡No! Entonces, ¿es posible mostrar gratitud a Dios de esta manera?
»Y, ¿necesita Dios que se le de dinero a los sacerdotes? ¿Cómo, el “sacrificio” en tales acciones puede ser agradable a Dios? ¿Es verdad que, ya que muchos de ustedes han sido sanados hoy por el Poder de Dios, deben ir al templo y contribuir con dinero para matar animales o para otros rituales “de agradecimiento”?
»¡No! ¡Dejen que la gratitud, que nació en sus corazones, encienda las lámparas del amor inextinguible que nunca dejará de arder en ustedes mismos-almas! ¡Que el “sacrificio” de ustedes para con Dios sea, el rechazo de los propios —deseos, pensamientos y palabras malvadas—, y de los actos de crueldad propios!
»¡Que sean las buenas obras, hechas por ustedes a todos quienes les rodean, la muestra de agradecimiento a Dios!
»El hombre no es un cuerpo o una mente, sino un alma, capaz de amar y pensar, incluso mientras vive en un cuerpo o sin este.
»¡El alma incorpórea puede pensar, regocijarse, conocer, y amar!
»¡Y es para el desarrollo personal, ante todo, que Dios envía a las almas a evolucionar en los cuerpos!
»¡Pero, desafortunadamente, no todas las personas, nacidas en la Tierra, están conscientes de estas tareas y oportunidades!
»La vida humana puede ser como la vida de los animales: que tiene lugar, ante todo, en esmerarse por la comida y la reproducción. ¡Pero también puede ser sublime —gracias a la consciencia de la vida y a los esfuerzos espirituales—!
… Conjuntamente con todos los demás, presté atención a Jesús y me llené de entendimiento.
* * *
Después de eso, hablé con María. Y ella me contó otra historia sobre cómo Jesús ayudaba a las personas:
—¡He visto muchos milagros separada de ti en los últimos meses! ¡Él sana y predica casi todos los días! Incluso a veces me parece que me he acostumbrado a los milagros…
»Pero ayer por la tarde, vi algo que me ha impresionado más que todas esas sanaciones milagrosas…
»¡El mayor milagro ocurre cuando el alma ve y percibe directamente a Dios! ¡Y luego —el alma no pierde esto, sino que mantiene la Luz, que se ha encendido en el corazón, y La aumenta—!
»También Él habló de esto a las personas en ese momento. Pero no muchos Le entendieron…
»Luego, a medida que caminábamos, una gran multitud nos siguió.
»Jesús, repito, ya había hablado con estas personas y les había sanado a muchas de ellas… ¡Pero ellos no entendieron casi nada de Sus discursos! Intentaban tocar Su cuerpo… Seguían queriendo y queriendo milagros, y bendiciones de parte de Él…
»¡La multitud era enorme! Había polvo levantado por muchos pies, calor, y congestión…
»De repente, una anciana se cayó. Y debido a esto, ¡casi fue pisoteada hasta la muerte!
»Yo no hubiera visto esto, y ninguno de los discípulos se habría dado cuenta si Jesús no se hubiera detenido.
»Ella, exhausta, yacía a un lado del camino, adonde fue arrastrada, para que la multitud no la lastimara aún más…
»¡Ella miraba a los que partían —con desesperación—! Toda su apariencia parecía decir: “¡Jesús, no te vayas! ¡Ya no tengo fuerzas para seguirte!…”
»Jesús había regresado y se acercaba a ella. La gente se apartaba de Él.
»Se inclinó; Sus manos tocaron su cabeza y el área del corazón.
ȃl dijo:
»“¡Para aquellos quienes quieren estar conmigo, Yo siempre estoy cerca! ¡No hay distancia entre nosotros, y no hay momento de despedida! ¡Yo siempre estoy en su corazón espiritual!
»”¡Levántate y regresa a tu casa! ¡Puedes seguir tu camino conmigo en tu corazón —toda tu vida—! ¡Y el paraíso se abrirá ante ti, cuando llegue tu hora!
»Él la levantó y la besó.
»¡Ella sonreía —felizmente—! Y se fue a casa, sin mirar atrás.
»Miles de personas continuaron amontonándose a Su alrededor… ¡Pero fue esta mujer quien obtuvo el máximo provecho ese día!
—Pero tú, también, sigues el cuerpo de Jesús. Y, no importa cuánto te lo pida, no te quedarás en casa conmigo y Lázaro. ¿No es así?
—Sí, así es…
»Una vez Juan le preguntó a Jesús sobre este tema:
»—Maestro, ¿por qué le dices a algunas personas que lo dejen todo y Te sigan, y a otros —que vayan a sus casas y vivan una vida de rectitud ante Dios—? Les enseñas sólo a seguir los mandamientos de misericordia, cuidar a los demás, y amar a Dios. ¿Por qué Tú aconsejas de manera diferente?
»Jesús respondió:
»—¿Necesitan muchos del tipo de vida que ahora vives conmigo? ¿No se aburrirían pronto, deseando sus rebaños y tierras de arado, a los parientes que dejaron, y no querrían entonces volver a su antigua vida? ¡Siempre es mejor moverse, incluso lentamente, pero acercándose a Dios que, —en una breve corrida apresurarse y luego retroceder—!
»”¿Quiere y puede mucha gente aprender de Mí lo que yo les enseño a ustedes? El propósito no es tan sólo guiar rebaños de ovejas, sino instruir a los hijos de Dios en los caminos de la vida recta, de sembrar no trigo sino semillas del conocimiento de Dios, cultivar los campos de las almas, llevando la cosecha al Padre Celestial.
»”Las almas pequeñas todavía no pueden contener todo el entendimiento del Reino Celestial. La Infinitud del Reino no puede ser abrazada por ellos todavía… Y aún no pueden manifestar el Amor y el Poder del Padre Celestial —a través de ellos mismos—…
»—¿Pero podemos nosotros realmente hacer esto? —Preguntó Juan.
»Y Jesús le respondió:
»—Es por eso que les he elegido y les enseño. ¡Lo hago porque ustedes pueden hacerlo! ¡Y que todos hagan lo que puedan —por la gloria del Padre Celestial—! ¡Así —el poder aumentará, y sus habilidades crecerán—!