Corazón espiritual/Dios y nosotros Dios y nosotrosDios es Amor. Jesús el Cristo fue el primero en comunicar esas palabras a las gentes. Son también el fundamento de las prédicas de todos los Maestros Divinos encarnados, Mesías (Avatares) y Espíritus Santos*. ¿Qué es lo que implican esas palabras? Nuestro Creador nos ama; nos ama a nosotros, Sus criaturas, como un cuidadoso Padre-Madre, y busca darnos tanto bien como sea posible. Incluso si lo que Él hace se siente como penoso a veces, ello no es sino Su medida educativa: por medio del dolor Él nos enseña lo que no deberíamos ser y lo que no deberíamos hacer. Esto es por nuestro propio bien. Y es en interés nuestro llevarnos a ser sensitivos a tales instrucciones procedentes de Él. El propósito de nuestras vidas consiste en el desarrollo cualitativo y cuantitativo de nosotros mismos como conciencias (almas). Tras alcanzar un grado de desarrollo asimilable a Dios según esos dos criterios, al final de ese largo proceso confluimos en el seno del Creador y así Le enriquecemos a Él con nosotros mismos. Esto constituye Su crecimiento. Y esto explica su interés directo en nuestro avance en la dirección que Él prefiere. Por medio del dolor y diversos problemas Él nos señala cualquier desviación de esa vía correcta. Pero si está satisfecho con nuestro avance Él nos proporciona una acrecentada cantidad de dicha suprema y felicidad, y entonces no queda duda alguna sobre el poder de Su más sincero Amor. A veces uno puede oír la opinión de que la existencia de incontables sufrimientos en la Tierra prueba que Dios no existe. Esta forma de pensar es propia de gentes en extremo egotistas que ven a todos, incluido Dios, como sus sirvientes. Pero la Verdad es lo opuesto a eso: ¡somos nosotros los que hemos de ponernos a Su servicio! ¿Cómo, entonces, podemos servir a Dios? A fin de responder a esta pregunta deberíamos primero averiguar en qué está interesado Él, por qué creó planetas, estrellas, plantas, animales y personas. La respuesta no es posible hallarla en distorsionados y degradados conceptos religiosos, que carecen del enfoque evolutivo a la hora de explicar esos problemas, al tiempo que declaran que el hombre es una insignificante e irremediablemente pecadora criatura condenada a mendigar del terrible Señor del Universo el perdón por sus transgresiones, reales e imaginarias. Pero no, si somos capaces de liberarnos de la oscuridad de la ignorancia religiosa, podemos transformar drásticamente nuestra miserable existencia, llena de resentimiento, enfermedades, odio, dolor y tristeza, en una vigorosa vida colmada de júbilo, de ayuda a otros, servicio a Dios y cooperación con Él, Quien es visible, audible y cariñoso, siempre dispuesto a escucharnos y darnos consejos. Si bien tales relaciones con Él son posibles sólo si hacemos esfuerzos reales para transformarnos en consonancia con Su plan y si nos ofrecemos a Él como asistentes, compañeros de labor y servidores.
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