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Conocimiento contemporáneo sobre Dios, la evolución y el significado de la vida humana.
Metodología del desarrollo espiritual.

 
Capítulo Nueve: Camino a la Capital
 

Leyenda de Rada y Alexey/Capítulo Nueve: Camino a la Capital


Capítulo Nueve:
Camino a la Capital

Alexey regresó a la ermita, donde había vivido antes con el anciano Nicolás, y continuó trabajando en el libro.

Para estar al tanto de todo lo que ocurriría en el distrito, le pidió a Tikhon, el hijo de Efimia, que se reunieran y le contara todas las noticias.

Tikhon entró y, conteniendo el aliento, observó hechizado cuando aparecían suaves líneas bajo la pluma de Alexey en el papel.

Cuando llegaron el comandante militar, los clérigos de la iglesia y las tropas, Alexey había logrado convencer a aquellos quienes iban a tomar la decisión de que la denuncia se basaba en viejos rumores: el informante sólo quería, aparentemente, congraciarse y habló sobre los casos muy viejos... Alexey mostró el lugar donde el campamento de los viejos creyentes fue quemado anteriormente. Los soldados, agotados por la larga campaña militar durante la supresión de las rebeliones de los Bashkires, se alegraron ahora ante la oportunidad de no tener que cazar a herejes en los bosques y pantanos por muchos kilómetros a la redonda.

Todo salió bien.

Ahora Alexey estaba tranquilo por los miembros de la comunidad.

* * *

El libro fue fácil de escribir. A veces Jesús estaba presente en la celda, llenando el corazón de Alexey consigo Mismo y dirigiendo los pensamientos de Alexey.

A veces, Alexey sentía a Blagoslav muy claramente, y percibía sus nuevos y sabios consejos sobre tener paciencia y precaución al elegir qué palabras utilizar.

Y Rada... Alexey estaba asombrado de cómo ella casi siempre podía estar tranquila y afectuosamente cerca, llenando el espacio con ternura transparente.

Él le contaba sus pensamientos y sueños...

Rada, aun sin estar cerca con su cuerpo, continuaba ayudando en el desarrollo ulterior de las meditaciones sobre la Fusión con Dios.

Alexey aprendió a permanecer el mayor tiempo posible en esos estados cuando el alma, abierta a Dios, podía percibir la Voluntad de Dios. Estudió que el Amor de Dios podría fluir fácilmente a través de su cuerpo material —de modo que el proceso intelectual se llenara con la Providencia de Dios—.

Vivir en la unidad de la mente con Dios —esto antes le había parecido a Alexey un gran milagro—, cuando el anciano Nicolás le había explicado sobre este estado del alma. Y ahora... —¡Era una realidad—! Aunque no siempre podía vivir así, ¡todavía era capaz de hacerlo al menos en parte!

Ahora Dunyasha y Timothy lo visitaban frecuentemente.

Mirando el trabajo de Alexey, le pidieron que les enseñara a leer y escribir.

Alexey les enseñó —y vio cómo un deseo entusiasta de aprender— puede transformar rápidamente a los niños.

Pronto se completó su trabajo sobre el libro.

La nieve comenzaba a caer, y todo se congelaba... Era hora de irse.

* * *

Al principio, Alexey viajaba con convoyes que pasaban transportando hierro, cobre y sal. También había cañones y rifles en los convoyes... La guerra continua requería cada vez más armas, y las nuevas fábricas industriales en los Urales ahora se multiplicaban, y se hacían más fuertes y más grandes.

Expansiones sin fin, bosques densos, aldeas pobres, pueblos del condado sucios, pequeñas iglesias y monasterios ricos...

Gradualmente las posadas se hicieron más concurridas.

Alexey ahora viajaba a través del carruaje de correo, que era mucho más rápido.

Tenía dinero para el camino. Esto fue atendido por Blagoslav. Él había insistido en esto y había destinado dinero de la comunidad para Alexey. En esto, Blagoslav era, como siempre, razonable y práctico; no escuchó las negativas de Alexey.

* * *

Alexey recordó, como si resumiendo los acontecimientos de su vida, cómo todo había cambiado desde el momento en que había sido expulsado de Moscú.

También recordó cómo, en su juventud, había soñado que algún día sería capaz de lograr lo que acababa de decidir. Él sonrió ahora, pensando en ese anterior joven soñador...

Alexey pensó en cómo conseguir una cita con el zar Pedro, cómo hablar con él. Trató de recordar a algunos familiares influyentes o conocidos de su difunto padre. Pero esto no parecía prometedor: era poco probable que alguno de ellos reconociera a Alexey o que aceptaran presentarlo ante el soberano.

La gente dijo que el rey era fácil de tratar, que él podía hablar con un carpintero o herrero no calificado. Pero que a veces, podía ser de temperamento acelerado y enojado.

Sería necesario averiguar dónde él se encuentra en la nueva ciudad en construcción —para dirigirse directamente a él—. Allí, debería ser más fácil que en Moscú...

Después de pensar en tales cosas, Alexey nuevamente se sumergió con confianza en la Luz Divina —¡y llegó un tranquilo conocimiento de que todo está en las Manos de Dios—! ¡Alexey luego —junto con Dios—, abrazó las vastas extensiones con un gran amor! Era como si todo el espacio —desde la remota taiga siberiana, donde Rada y todos los miembros de la comunidad estaban ahora—, hasta la nueva capital del norte de Rusia —ahora estuviera contenido en el corazón espiritual—, conectado con el Amor y la Paz de Las Divinas Profundidades.

* * *

Comenzó una violenta tormenta de nieve.

El conductor-cochero decidió esperar a que pasara el mal tiempo en la posada.

Fue a desatar los caballos.

Alexey se sacudió la nieve, fue a la casa, y entró. Quería pedirle al dueño una habitación para pasar la noche...

Pero, al parecer, el dueño estaba ocupado con un nuevo huésped ...

Un hombre ricamente vestido, y de gran tamaño, con una desaliñada pero nueva chaqueta de estilo europeo, sin una peluca usual para ese atuendo, estaba sacudiendo al posadero, quien estaba tratando de resistirse débilmente.

—¡Haz lo que quieras hacer —pero encuentra un médico—! ¡Encuentra uno —donde puedas—! ¡Inmediatamente!

—¡Su merced! ¿Dónde encontraré un médico? ¡Estamos en medio de una tormenta de nieve y una ventisca! ¿Qué médico vendrá? ¡No hay doctores aquí! ¡Sólo están en la ciudad!... Una vez había una adivina quien curaba aquí, ¡pero ella murió el año pasado! Sólo el barbero retira dientes aquí... Pero, cómo tratar a la hija de su merced, él apenas sabe: ¡nunca se le enseñó!...

—Ella podría morir... ¡Haz algo! ¡Encuentra un sanador! Si la salvas —te llenaré de dinero—, pero si ella muere —¡entonces sufrirás—!

—¿Pero que puedo hacer?

—¡Diles que arreen los caballos, y que vayan a buscar un médico!

... Sacudió por la fuerza al dueño de la posada por última vez y luego lo soltó. El dueño apenas podía estar de pie. Sin saber qué hacer luego, miró a su alrededor con miedo.

El huésped rico se sentó, se agarró la cabeza con las manos y gimió. Las lágrimas brotaron de sus ojos.

En ese momento, un niño de unos ocho años salió corriendo de la habitación, también estaba en un rico traje moderno. Pronunció desesperado:

—¡Papá, papá! Dasha está muy mal, está muriendo! ¡Papá, tengo miedo!

... El niño se acercó a su padre y se detuvo con duda.

Alexey sintió que podía intervenir y tratar de ayudar.

Tocó al rico huésped en su hombro:

—Tengo conmigo algunas hierbas medicinales, y ayudé algunas veces a las personas cuando había enfermedades, y no sólo con oraciones. Si me lo permites, miraré a la enferma, tal vez pueda hacer algo por ella…

—¡Sí! ¡Sí! ¡Ahora! Te lo ruego, ¡sálvala!

... Alexey entró en la habitación, donde, en la cama, una chica rubia de unos diez años o un poco mayor se estaba revolcando y quejándose en el calor...

Alexey fue bastante capaz de hacer frente a la enfermedad de la niña. La Luz y el Poder de Dios fluían confiadamente a través de las manos de su cuerpo, purificando y restaurando su salud.

Su vida ya no estaba en peligro, su fiebre disminuyó y la niña sanada cayó en un sueño tranquilo.

Ahora los esfuerzos de Alexey estaban dirigidos a asegurar que todo lo que sucedió no pareciera haber sido un milagro. Trató a la niña en recuperación con infusiones de las hierbas recolectadas por Rada, y habló sobre cosas importantes, usando palabras simples, que ayudarían al alma a pasar por la purificación que era necesaria...

Pronto la niña estaba completamente sana.

—¡Dios Mismo te había enviado!

»¡Se les pidió a los niños que miraran nuestra nueva casa en San Petersburgo! ¡Me los llevé conmigo!... ¡De no haber sido por ti!... ¡Ahora tienes que venir con nosotros, no aceptaré un rechazo! —el conde agradeció a Alexey.

... Alexey accedió a ir con el conde y sus hijos.

El vagón cubierto tenía asientos cómodos, estaba tapizado adentro con terciopelo, y tenía caballos lindos... Todo estaba sucediendo como por sí mismo, facilitando el camino a la capital.

En el camino, el conde le preguntó a Alexey:

—¿Eras tú, padre Alexey, un párroco? ¿Y por qué razón vas a la capital?

—No, no tenía una parroquia, vivía como monje en un monasterio, y aprendí de un anciano, iba a aceptar un esquema*.

»He pensado mucho sobre todo esto. Aquí está mi libro escrito sobre la organización de la vida espiritual en el país. Ahora me gustaría presentarlo al zar Pedro, para que sea posible implementar buenas reformas.

... El conde ofreció su ayuda para presentar a Alexey al zar.

Le contó a Alexey muchas cosas sobre las costumbres de la corte, sobre las innovaciones del zar Pedro y sobre la poderosa oposición a sus reformas de muchos boyardos y ministros de iglesia.

En el camino, Alexey habló con los niños del conde.

El chico inteligente y la chica tierna y cariñosa eran compañeros de viaje muy interesantes para Alexey.

Todo esto lo llevó a reflexionar sobre la importancia de que los niños reciban una educación adecuada.

Tras su llegada a la capital, el conde le ofreció hospitalariamente a Alexey una habitación en su casa. Prometió organizarlo de modo que en poco tiempo el soberano recibiera y escuchara a Alexey.

A Alexey le dieron una habitación.

Se sumergió de nuevo en el trabajo sobre el manuscrito, complementando su trabajo con un capítulo sobre la enseñanza en niños de diferentes clases. Escribió inspiradamente sobre los beneficios que la buena educación traerá a la prosperidad del país, si sus hijos crecieran recibiendo una buena educación y con la fuerza de la rectitud en las almas.

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