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Conocimiento contemporáneo sobre Dios, la evolución y el significado de la vida humana.
Metodología del desarrollo espiritual.

 
El vicio de la condenación. ¡La mordacidad es la «úlcera» del alma!
 


Dr. Vladimir Antonov

El vicio de la condenación.

¡La mordacidad es la «úlcera» del alma!


Traducido del ruso al español por Anton Teplyy

Correctores de traducción: Nicolas Nessi y Micaela Rossi

© Antonov V.V., 2013




¿En qué consiste el vicio* de condenación del cual habló Jesús?

La condenación no es un proceso intelectual, sino una emoción negativa.

Este fenómeno se manifiesta de la forma más notable en el hábito de ver sólo lo malo en otras personas o acontecimientos y condenarlos por esto. Y cuando no es posible encontrar algo malo en alguien o en algo, se lo inventa.

¿Por qué las personas hacen esto? ¡Para humillar (consciente o inconscientemente) a los demás y hacerles parecer peores en comparación con la persona que los humilla! De esta manera las personas espiritualmente nulas aumentan su autoestima delante de ellos mismos y delante de los demás, lo que les da una falsa autosatisfacción.

Muchas personas están acostumbradas a vivir en este estado permanentemente, sin comprender que se están haciendo daño, primeramente, a sí mismas, condenándose al infierno. Pues el infierno es el lugar donde se acumulan (en los estratos correspondientes del espacio multidimensional) las almas que han desarrollado en sí estas y otras cualidades groseras.

A esta cualidad del alma se la llama mordacidad.

A las personas que poseen esta cualidad les complace, entre otras cosas, «picar» a los otros con sus observaciones cáusticas y acres. Ellos también tratan de manchar a los otros en su ausencia durante las conversaciones. También, aunque esto pasa menos frecuentemente, ellos no manifiestan su mordacidad verbalmente, sino que la esconden detrás del silencio o de un falso consentimiento externo.

Esta última forma «oculta» de mordacidad es difícil de detectar a veces. Para lograrlo, es necesario experimentar el estado emocional de la otra persona en vez de solamente creer en sus palabras.

Las personas mordaces destruyen la armonía de las relaciones en cualquier colectivo compuesto de almas relativamente sanas.

También puede suceder que una fuerte alma diabólica encarnada involucre en la esfera de su influencia a las personas con almas débiles, sintonizándolas consigo misma y programándolas para el infierno también. Este fenómeno es especialmente trágico en el caso de los jóvenes que han caído bajo la influencia de tales líderes. Esto ocurre en el ámbito político, en el ambiente religioso malsano o, simplemente, en la vida cotidiana.

Es típico que los niños contraigan esta enfermedad de sus padres (mediante el mecanismo de identificación*).

¡Sí, la mordacidad es contagiosa! ¡Tengan cuidado!

¿Cómo una persona que descubrió en sí este terrible vicio puede vencerlo?

Primeramente, debe entender que Dios, Quien es Amor, no observa su mordacidad con Amor. Sin embargo, Él permite a las personas escoger su camino. Algunos quieren llegar a Su Abrazo, mientras que otros, al infierno.

¿Podemos realmente escoger adonde queremos llegar?

¿Y qué debemos hacer si queremos llegar a Dios, y no al infierno?

Lo primero es aprender a controlar nuestros propios pensamientos. Pues las emociones muy a menudo surgen de los pensamientos respectivos. Entonces, tan pronto como vemos que nuestros pensamientos empiezan a tomar un curso vicioso, debemos parar este proceso. ¿Cómo? Tan siquiera dirigiendo la mente hacia otro tema o recordando algo virtuoso y agradable. ¡Y después necesariamente debemos arrepentirnos!

Con todo, es posible resolver este problema radicalmente sólo aprendiendo las técnicas de la autorregulación psíquica y desarrollándose como un corazón espiritual.

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