Saga de Odín/Capítulo ocho: La muerte y la Inmortalidad
Capítulo ocho:
La muerte y la Inmortalidad
Han pasado más de tres años desde que Odín empezó a contarme esta saga. A veces yo llegaba a saber de parte de Él muchos detalles de la vida de los héroes. En otras ocasiones, en cambio, sólo pequeños episodios complementaban lo que Él ya me había contado.
Habiendo llegado el comienzo de la primavera, los primeros días soleados me acariciaban con su calor.
Pero de repente, el clima cambió bruscamente y comenzó a soplar un viento frío que trajo consigo lluvia y nieve.
Bajo esas circunstancias normalmente es más difícil practicar la meditación y no tiene sentido salir de la casa sin una necesidad especial.
Yo tenía tal necesidad, pues Odín me llamaba. Así que, habiéndome envuelto en un impermeable, salí de casa y estaba tratando de superar el mal tiempo.
¡De súbito, Odín Mismo se acercó a mi cuerpo, y todo cambió! El frío y los chorros helados de lluvia casi desaparecieron de mi percepción y me sumergí en la Ternura que Él regalaba.
Odín se manifestó con todo Su Poder como el Principal Supervisor Divino del desarrollo de las almas de todas las tierras del norte de Europa y dijo:
—Sí, en cierto tiempo Yo también viví en carne las condiciones severas e inconstantes de estos lugares.
»¡Y amo esta parte de la Tierra!
»¡Me acostumbré a su mal tiempo, incluyendo las ráfagas de viento que golpean en la cara con los chorros de lluvia o con trocitos afilados de hielo! ¡Me acostumbré a la pesadez plomiza de las nubes sobre las olas grandes e indóciles!
»¡Pero ahora Yo libremente paso a través de todo esto, e incluso a través del espesor de las rocas, con el Fuego Divino!
»¡Las tempestades terrenales ya no Me afectan!
»¡Vi muchos huracanes y tormentas cuando vivía aquí encarnándome una y otra vez! Vi tempestades severas y curvaturas temibles para los mortales de relámpagos que golpeaban el mar y escuché truenos que hacían temblar el espacio.
»¡Aquello que causa miedo a muchos, enseña el poder y la intrepidez a quienes son fuertes de espíritu!
»¡También esto enseña a valorar lo bello, lo tierno y lo sutil!
»Así, el tierno solcito y la superficie quieta del mar en calma que refleja el azul del cielo ¡serán tesoros invaluables!
»¡Para aquellos que regresan de los viajes marítimos lejanos, los chorros puros de los arroyos de agua dulce se vuelven más apreciados que los diamantes! ¡Pues tal agua es la bebida más sabrosa de las bebidas terrenales para quienes han conocido la sed!
»¡Los prados verdes con flores abiertas se vuelven más preciados que las esmeraldas y rubíes para aquellos que estuvieron a punto de morir por las tormentas en el mar y que ya no esperaban ver la tierra!
»¡Los brazos fuertes de los amigos y el amor de las esposas cariñosas se vuelven cien veces más importantes para aquellos cuyas vidas no son un pantano estancado sino un camino heroico hacia la Meta!
»¡La valentía, la intrepidez, la honestidad, la pureza, la ternura y la fuerza del alma guían por el Camino del conocimiento del Poder, del Amor y de la Sabiduría de Dios!
»¡A veces incluso las personas de mal, con quienes uno inevitablemente se encuentra en el Camino hacia la Meta, también ayudan a pasar a través de las pruebas necesarias y a obtener comprensión y estabilidad en la Unión con el Poder Divino!
Odín me mostró un campamento de personas que parecían ser bandoleros. Su jefe conversaba con alguien que estaba inclinado ante él servilmente.
* * *
El jefe dijo:
—¿Me dices que hay un barco cargado de oro y de otras riquezas y que es el abundante rescate por el derecho de casarse con la hija del soberano de todos los jarls? ¡Esto sería un botín admirable! ¿Pero estás seguro de que no son simplemente rumores?
—La persona misma que me contó sobre esto participó en el torneo de Ingvar y oyó como aquel mercader extranjero, llamado Olaf, pidió la mano de su hija y prometió traer el barco entero lleno de oro!
—¿Y estás seguro de que es este mismo barco el que nuestra gente notó que se acerca?
—¡No creo equivocarme! La misma persona que estuvo en el torneo reconoció la silueta y la vela. Pasó cerca y oyó el habla extranjera.
»Ellos anclaron en la bahía cerca de aquí. La tormenta está acercándose, y posiblemente será fuerte y larga, por lo que ellos tendrán que esperar. Son veinte personas, nada más. ¡No habrá mejor momento para atacar!
El jefe de los bandidos era Boli. Él también cambió en el tiempo que pasó, pero no para bien. Tanto su envidia por los éxitos de los demás y su perversidad, originadas ambas en su niñez, así como su tendencia a descargar sus fracasos en los débiles y el placer por las humillaciones de los demás, todas estas malas cualidades, crecieron y obtuvieron un poder diabólico.
Boli reunió a su alrededor a muchos vikingos expulsados de otras comunidades. Los principios predominantes de su vida eran: el derecho de hacer cualquier cosa porque tienes poder y la ausencia de cualquier comportamiento ético. No desdeñaba en atacar las casas y familias de otros vikingos cuando estos se encontraban en largos viajes. Llevaba a cabo sus asuntos mediante todo tipo de bajezas, traiciones y engaños, y luego se admiraba de su propia astucia malvada. Se jactaba de que Loki —«el dios de todos los astutos»— le daba suerte.
Boli continuó preguntando:
—Dime, ¿quién es este Olaf? ¿De dónde es?
—Una persona llamada Vagni que vino con él dijo que Olaf era de aquí. Pero no creo que sea verdad. Ellos llegaron de esos países sureños distantes a los cuales nuestros barcos nunca se han aventurado.
Boli oyó otro nombre familiar. «¿Será una coincidencia? ¿O es, de hecho, el timonel Vagni? ¿Podría ser verdad? ¿Acaso este mercader es el mismo Olaf a quien yo odio tanto y con quien estuve sentado en la misma mesa en la casa de mi madre? ¿Será el mismo Olaf de quien yo tenía tanta envidia cuando a él, y no a mí, le llevaron a una expedición, aunque él era menor que yo? ¿Será el mismo Olaf cuya noticia de su muerte produjo tanta alegría en mí? Bueno, lo veremos!»
Boli estaba acostumbrado a no revelar sus pensamientos a los demás. Así que, dijo en voz alta:
—¡Nadie debe pensar que fuimos nosotros quienes tomamos cautivos a estos extranjeros! ¡Pues el soberano Ingvar ya debe considerar estas riquezas como suyas y debemos evitar su venganza!
»Atacaremos por la noche. Bajaremos en los botes por el río que llega a la bahía. Esto no tomará mucho tiempo, y ellos no esperarán ningún peligro desde allí.
»Luego sacaremos su barco a mar abierto para que la gente, al encontrar los escombros, piense y cuente a todos que el barco del mercader Olaf se estrelló contra las rocas y se hundió tratando de resguardarse de la tormenta en la bahía.
»¡Debemos actuar rápido antes de que el mal tiempo se desate! ¡La tormenta será fuerte!
—¡Son muy buenos guerreros, aunque nosotros somos tres veces más, pero cada uno de ellos es muy peligroso!
—¡No importa! ¡No debemos darles tiempo de usar sus armas! ¡Yo sé cómo vencer a este extranjero!
»Manda a Orm y a Skegi de reconocimiento y que actúen silenciosamente, ¡que ni siquiera una rama cruja ni una piedra se mueva!
»¡Que los demás preparen los botes y las armas para la batalla!
Boli actuó según el plan acordado. Sus hombres le reportaron que Olaf junto con el niño escaldo y otros dos extranjeros se quedaron en el barco en la bahía, mientras que los demás se resguardaron del mal tiempo y pernoctaron en una cueva en la orilla. Sólo dos personas cuidaban la entrada a esa cueva.
* * *
El ataque se desarrolló según el plan diseñado por Boli. Los que guardaban la entrada a la cueva fueron hechos cautivos sin gran esfuerzo.
El rugido del viento y de las olas, que aumentaba con cada hora, ahogó los sonidos de los movimientos de los atacantes.
Boli y sus hombres se acercaron al barco en los botes y subieron a bordo. Olaf y sus dos amigos sacaron sus espadas, y Run, con su voz alta y pura, intentó advertir sobre el ataque de manera que le oyeran en la cueva. Él no sabía que allí estaban ya todos amarrados.
La lucha que tuvo lugar en el barco resultó ser más difícil de lo que Boli esperaba. Olaf y sus dos amigos se defendían muy bien de los atacantes. Y aunque ya heridos, aun así los hombres de Boli no podían superarlos de ningún modo.
A sus espaldas, en la proa del barco, estaba Run que, con su sonora voz, a veces quebraba por la agitación, ¡cantaba sobre aquellos infames que atacan bajo el resguardo de la noche, sobre los cobardes que tratan de golpear por la espalda, sobre la deshonra y sobre el castigo Celestial que espera a aquellos que desprecian las leyes del honor y de la valentía, y sobre cómo los héroes audaces siempre triunfan!
La lluvia se intensificó y el viento se volvía cada vez más fuerte.
Era el tiempo de realizar la segunda parte del plan de Boli, que era sacar el barco a mar abierto, de lo contrario, la tormenta, que ya había empezado, lo haría imposible.
Boli reconoció a Olaf y decidió actuar por sí mismo, estando seguro del éxito de su pérfida movida.
Subió silenciosamente desde afuera a la proa por la soga del ancla y agarró a Run acercando el cuchillo a su cuello.
—¡Ríndete Olaf y ordena a tus hombres rendirse! ¡Si no, cortaré la garganta a este pajarito cantor!
»¡Hazlo! Si te rindes, ¡salvaré las vidas de tus hombres que están aquí y que están en la orilla! Ya están cautivos y atados. ¡En caso contrario, serás culpable de su padecimiento!
—¡No, Olaf! ¡No! ¡Yo no temo a la muerte! —gritó Run tratando de que Olaf le oyera a pesar del ruido del viento. Sin embargo, Boli le tapó la boca con su abrigo.
Olaf evaluó la situación y dijo:
—¡Está bien, nos rendimos! Pero recuerda que prometiste no causar ningún daño a mis hombres, Boli.
»¡Bajen las armas! —dijo Olaf en árabe a sus amigos, y ellos, con desgano, obedecieron.
Olaf y los demás fueron atados.
Boli y sus hombres comenzaron rápidamente a desembarcar toda la carga del barco y a los cautivos a sus botes. Sólo Olaf se quedó.
—¡Apúrense! —gritó Boli.
Luego se acercó a Olaf.
—¡Yo también te reconocí, Olaf! ¡Miremos ahora quién de nosotros será más afortunado y feliz!
»Dejaré con vida a tus hombres, pero no porque te lo prometí. ¡Cumplir las propias promesas es una regla para los tontos ingenuos! ¡Les dejaré con vida porque es beneficioso para mí! Les venderé como esclavos en la ciudad de Hedeby en Jutlandia. ¡Los venderemos por una gran suma! ¡Y nadie aquí sabrá de su destino! ¡Son fuertes y robustos, y me generarán un ingreso enorme! ¡Y esos que tienen las caras negras como el carbón se venderán tres veces más caro!
»En cuanto a ti, ¡ni siquiera te prometí la vida! ¡Ahora sufrirás en tu propia piel “las leyes de la justicia” de tu propio Dios!
Boli ordenó:
—¡Átenlo al mástil! ¡Átenlo bien fuerte!
Boli seguía disfrutando del triunfo de su superioridad y poder en esta situación.
—¡Irás muriendo lentamente por las heridas y la sed! ¡O, por la misericordia de Tor, un rayo te matará! ¡O, por la misericordia de Njordr, te estrellarás contra las rocas junto con tu miserable barco! —dijo Boli y pateó con desdén el borde del mismo.
—¡Orm, Lyot, Skegy! ¡Saquen el barco de la bahía, quiten la vela y tráiganla con ustedes de vuelta! También corten el remo de navegación, arrojen al agua todos los demás remos para que la gente en la orilla pueda encontrarlos. Viendo estos remos tallados, fácilmente deducirán que el barco de Olaf se hundió, incluso si la tormenta no arroja a la orilla los restos del propio barco.
»¡Luego regresen en el bote! ¡Y apúrense, ya que después de un par de horas, la tormenta despedazará este cacharro en pequeñas astillas, habiéndolo lanzado contra las rocas afiladas, o lo llevará tan lejos que Olaf consideraría la muerte rápida como una fortuna!
»¡Ahora me despido, Olaf! ¡Saluda de mi parte a tu Dios y disfruta de tus “leyes de bondad y de justicia”!
* * *
La tormenta se desencadenó con toda su fuerza. Los relámpagos atravesaban la negrura de las nubes. Las olas oscuras embestían sobre el barco descontrolado.
El cuerpo de Olaf atado al mástil parecía casi sin vida, pero él estaba vivo todavía.
Olaf se dirigió a Dios. Él no rogaba por su salvación y no temía a la muerte de su cuerpo, pero trataba de comprender las causas de todo lo que sucedía con él ahora.
—¿Por qué pasó todo esto? ¿Con qué atraje todas estas desgracias a mis amigos y a mi amada, quien nunca me verá de nuevo? ¿Qué hice mal? ¿Acaso el fin de mi vida terrenal tiene que ser tan fatuo e ignominioso?
—¡A veces es más correcto preguntar para qué, y no por qué! —llegó como respuesta de la Luz Viva y Brillante que Olaf empezó a ver de repente por todas partes a su alrededor.
Pensó que ésta era la muerte, porque dejó de percibir el mar tormentoso y las negras nubes, y ya no oyó más los truenos.
¡De hecho, abandonó su cuerpo completamente y se encontró entre las Almas Divinas Que componían con Sí Mismas este Mar de Luz!
¡Se dio cuenta de que llegó a ser uno de Ellos! ¡Se convirtió en una Parte del Único Señor Todopoderoso compuesto de muchos Perfectos!
Antes, en sus meditaciones, al experimentar a Dios, Olaf siempre Lo percibía como cierto Poder, Luz o Fuego Divino Que estaban separados de él. Podía unirse con Ellos por un tiempo, pero siempre quedaba aquel que comprendía que él es un alma separada que se une con Dios por un tiempo.
¡En cambio ahora, Olaf se experimentó completamente idéntico a Dios! ¡Se convirtió en una Parte inalienable de la Conciencia Divina Que crea todo y Que es Omnipresente, Todopoderosa y, al mismo tiempo, Tierna en Su Divina Grandeza!
Desde esta Parte Oceánica de Sí, Olaf recordó y vio Su última vida terrenal toda.
Otras Almas Divinas, Que tenían apariencias femeninas y masculinas, Le dieron la bienvenida. ¡Ellas tenían tanta Belleza, Ternura y Sabiduría!
Estas Almas dijeron:
—¡Sí, ahora eres uno de Nosotros!
»La vida en el cuerpo en la Tierra dificulta la posibilidad de recordar lo que tuvo lugar antes de la encarnación.
»¡Pero Tú Mismo querías venir a la Tierra para devolver a las personas el Conocimiento sobre lo Supremo!
»Entonces, ya habiéndote enriquecido con muchas cualidades necesarias para obtener la Divinidad, incluyendo la capacidad de experimentar las fuertes emociones de amor, ahora llegó el tiempo para Ti de darte cuenta de Tu Divinidad.
»Es más, ¡deberás aprender a vivir poseyendo un Cuerpo Inmortal!
Olaf se experimentó otra vez en Su cuerpo atado al mástil del barco que se hundía. Pero regresó al cuerpo manteniendo la memoria de Su Divinidad.
Comenzó a tratar de reemplazar el mar tormentoso, la sed y el dolor del cuerpo impotente atado al mástil con la totalidad de la Existencia Divina ¡y otra vez se convirtió en la Luz Divina Resplandeciente!
La furia de la tormenta se prolongaba.
Parecía que el cuerpo de Olaf moría y luego Él resucitaba en éste otra vez, aprendiendo a experimentarse en Su cuerpo como el Poseedor del Razonamiento Divino, de la Omnisciencia y del Poder. Esto se repetía una y otra vez hasta que nada del Olaf hombre anterior quedó en el cuerpo.
Entonces la Llama Divina se encendió y llenó todo Su cuerpo terrenal.
Olaf obtuvo un nuevo Cuerpo que ahora no era posible separar de Dios. Este nuevo Cuerpo reprodujo los contornos del cuerpo anterior, pero ahora ya no era posible matarlo. ¡Era el Cuerpo Divino Inmortal, con la ayuda del cual Dios podía manifestar Su Voluntad en la Tierra fácilmente! Ahora Olaf podía ver, oír y hablar con la ayuda de este nuevo Cuerpo.
Este Cuerpo era una pequeña parte de Él como alma. ¡Y como alma, Él era enorme! Él podía, siendo Luz, atravesar libremente la vorágine del mar y de la tierra firme subiendo de las Profundidades Sagradas. La tormenta comenzó a amainar rápidamente. La luz solar empezó a brillar entre las nubes.
Olaf movió Sus hombros y las sogas se deshicieron como ceniza.
Él estiró Su brazo, y una copa con agua apareció, y Él bebió.
Él vio que la sed y el hambre, de los cuales estaba muriendo atado al mástil hasta hace poco, eran similares a un sueño.
Él otra vez estiró Su brazo y tomó pan caliente del mundo no manifestado. El pan era tan sabroso como el agua pura de la copa.
Olaf comprendió que para dirigir el barco, no necesitaba nada más que Su intención. A lo lejos, en el peñasco, vio a una figura femenina. Era Anika y Le estaba esperando.
Resultó que la tormenta llevó el barco a la orilla familiar. Faltaba solo un poco más para llegar.
* * *
Llegó la calma completa después de la terrible tormenta.
Con Su intención, Olaf dirigió el barco hacia la orilla, pero, como de costumbre, tomó en Sus brazos el remo de navegación roto, que ni siquiera alcanzaba el agua. El barco Le obedeció sin que Él hiciera ningún esfuerzo físico. Ahora Olaf estaba acostumbrándose a Su nueva manera de vivir teniendo nuevas facultades Divinas. Él aprendía a controlar el Poder de la misma manera que en otro tiempo aprendía a manejar el drakkar con el remo de navegación.
Él vio cómo Anika corrió a Su encuentro por un sendero y cómo Vagni salió de una pequeña casa y observaba todo lo que sucedía con asombro.
¡Olaf regresó, pero ya no como una persona, sino como un Hombre-Dios! ¡De ahora en adelante, Él, con plena Conciencia Divina, tendría que continuar el trabajo para el cual nació en la Tierra como hombre luego convertido en Dios!