Saga de Odín/Capítulo cinco: Olaf y Anika
Capítulo cinco:
Olaf y Anika
Estamos sentados cerca de una hoguera en el bosque. Su fuego calmoso nos regala calor y comodidad.
Es una fría mañana primaveral. El sol recién ha comenzado a salir por el horizonte. ¡El nuevo día despierta, y las aves saludan al amanecer con sus cantos que decoran el silencio del bosque!
Odín empieza a hablar:
—El amor entre el alma y Dios normalmente tiene una historia que dura más de una vida terrenal. A ti Yo también te he cuidado por muchas vidas, así como a gran número de otras personas.
»¡Yo vigilaba tu desarrollo en esta vida desde el principio! ¡Te bañaba en Mis lagos! ¡Te enseñaba a admirar la belleza y a amar a todo a tu alrededor! Me sentaba contigo cerca de muchas hogueras sin que Me notaras y Me reconocieras.
»Y luego muchos años tuyos de estudio de Mí nos unían cada vez más firmemente.
»Ahora te estoy contando historias sobre el amor terrenal y sobre el Amor Celestial. ¡Con las Olas de Mi Ternura, Yo una y otra vez te abrazo a ti y a cada uno que lee estas líneas!
»¡Usando las emociones de los héroes de esta saga, Yo deseo abrazar a todos con Mi Luz y sumergirlos en Mis Profundidades! ¡Que suenen ahora las palabras en las cuales se puede oír las voces de las gaviotas y sentir el chapoteo de las olas contra el costado del barco!
»¡Que la fragancia de las flores y el sabor salado de las gotas del mar alcancen a cada alma!
»¡Que la vastedad de Mis tierras norteñas se vuelva tan palpable que, solamente leyendo, se pueda expandirse sobre esta vastedad, amando a cada piedrecilla y a cada pino, que encontró las fuerzas de arraigarse en un peñasco y no caer por las fuertes ráfagas del viento invernal!
Odín abre fácilmente la imagen de Sus tierras norteñas ante mi visión interior. Allí las rocas de granito se alzan por ambos lados del fiordo; los chorros de las cascadas caen en algunos lugares de los riscos; los pinos logran mantener sus troncos con sus raíces fuertes en las cuestas abruptas; la superficie cristalina del agua refleja el cielo con el encaje ligero de las nubes blancas.
¡Nos parece que volamos, como conciencias, sobre la superficie de este espejo de agua! ¡Yo comienzo a oír el sonido de los remos que tocan el agua!
* * *
El barco se deslizaba suavemente sobre las aguas entrando en el fiordo. Los movimientos de los remeros eran armoniosos y rítmicos. Parecía que los peñascos, cubiertos de árboles en algunas partes, flotaban a derecha e izquierda.
Adelante se abría una entrada a una pequeña bahía. Aquí se albergaban las pequeñas y largas casas de los vikingos protegidas de los vientos por los grandes peñascos.
No muchos mercaderes se atrevían a entrar en estos fiordos. Pues quienes vivían aquí estaban acostumbrados a tomar lo que llevaban los barcos mercantes con la ayuda de las armas. Aquel que se atreviese a ofrecer sus mercancías en ese lugar, aún más aquellas que llevaba Olaf, debía tener un gran coraje y fuerza.
El barco liviano y ágil de Olaf entró volando como una gaviota en la bahía. Las pasarelas de embarque tocaron los pequeños guijarros. Olaf desembarcó y caminó hacia las personas armadas que salieron de sus casas.
Él dijo:
—¡Hemos venido en paz! De mis viajes a tierras lejanas, he traído para ustedes mis mercaderías: trigo dorado, arroz blanco, telas y joyas. Si el dueño de estas tierras me lo permite, ¡ofreceré a sus guerreros y a sus madres y esposas todo lo que les guste!
El jarl Ingvar, quien era la cabeza del clan, el gobernador de aquella comunidad y el dueño de aquellas tierras y de algunos drakkares, personalmente salió al encuentro de Olaf:
—¡Bueno, mercader! ¡Trae tus mercancías y las veremos!
Los compañeros de Olaf comenzaron a desembarcar los baúles y sacos y a poner la mercancía a la vista en la casa principal de aquella comunidad.
Mientras tanto, el jarl preguntó a Olaf:
—¿Por qué no tienes miedo de que te quite todo lo que trajiste y tu vida por añadidura?
—¡Quienes viven en miedo se esconden en sus casas en vez de surcar los océanos! ¡Eres un guerrero y sabes que el miedo lleva a la derrota en una batalla!
»El miedo es destructivo no sólo en el campo de la batalla, sino que también sume a todas las empresas en la ruina.
»¡Los valientes, en cambio, “van tras el horizonte”, y Dios está detrás de sus espaldas, como un Protector, y les muestra el camino!
»Si llegamos a un acuerdo, volveré otra vez a tu hospitalaria bahía después de un año y después de dos años y traeré nuevas mercancías exóticas que el destino me enviará.
—¡Eres valiente y hablas de una bella manera! ¡Nosotros respetamos a los valientes! ¡Tienes la razón! ¡Con gusto te escucharé en el futuro!
Mientras tanto, empezaron a oírse las voces exaltadas de las mujeres que inspeccionaban las telas y las joyas expuestas en las mesas.
* * *
Anika era la única hija del jarl Ingvar.
Era tan bella como una tierna y delicada flor primaveral, esbelta con el cabello claro largo hasta la cintura, recogido con una cinta delgada alrededor de su cabeza. Sus ojos azules tenían el mismo color que el cielo despejado. Ella llevaba un vestido blanco con unos bordados finos de flores azules alrededor del cuello. Un cinturón hecho con hilos rodeaba su preciosa cintura.
Frágil y tierna entre las personas que la rodeaban, era diferente y especial.
Ella vio a Olaf, y desde este momento ya no miraba el brocado ni las piedras preciosas, ni los finos dibujos en las hebillas, ni los diferentes collares, ni los aretes, ni las cadenitas afiligranadas. Ahora sólo le miraba a él hasta que sus miradas se encontraron.
Y cuando esto pasó, sucedió lo que las personas llaman «amor a primera vista». ¡Se encendió el resplandor en las almas, el resplandor que atrae un alma a la otra!
—¿Quién es ella? —preguntó Olaf al jarl Ingvar después de un tiempo que le pareció una eternidad.
—Es mi hija Anika. ¡Pero no la mires así! ¡Ella no es para ti, mercader! La voy a casar con el dueño de unas tierras cercanas. ¡Este parentesco me traerá una gran suerte! ¡Seré el soberano supremo de todos los jarls locales!
Olaf no contestó, porque primero debía asegurarse de que ella quisiera unir su vida con la suya. ¡Y si fuera así, no habría obstáculos!
* * *
El jarl Ingvar invitó a Olaf y su tripulación a hospedarse varios días para descansar de su largo viaje marítimo. Además, decidió hacer un festín con la competición entre los amigos de Olaf y sus guerreros. Quería mostrar su superioridad sobre estos extranjeros.
Olaf no tenía nada en contra, porque sus amigos también estaban de acuerdo con descansar allí, participar en la competición y mostrar su maestría en el manejo de las espadas y los arcos.
En el día de la competición, mientras todos estaban preparándose para el torneo, Olaf y Anika se alejaron de los demás y se dirigieron hacia una orilla donde podían conversar a solas habiéndose escondido de las miradas curiosas.
¡Lo más importante ya fue dicho entre ellos con las palabras, con las miradas, con los toques y con la ternura del amor que se encendía cada vez más fuertemente!
Anika miraba a Olaf de tal manera que él ¡ya no tenía ninguna duda de que el destino le había regalado el amor duplicado por la reciprocidad!
¡Fue como si ellos hubieran empezado a vivir en otro mundo que iluminaba todo a su alrededor con un estado de felicidad creciente de compenetración y unión de las almas en la Luz resplandeciente!
—¡Cuéntame sobre ti, Olaf! ¡Quiero saber todo de ti! ¿Cómo creciste? ¿Dónde viviste? ¿Y qué es importante para ti?
—Pero tú misma no me contaste nada sobre ti.
—¿Para qué si me puedes ver como en la palma de tu mano? Además, ¡mi vida es tan sencilla que no tengo nada que contar! ¡Mis años pasaban uno igual al otro! Me alegraba con la llegada de la primavera, con las bandadas de cisnes que volaban sobre mi casa, con las flores que se abrían. Luego llegaba el verano, y el tierno sol me calentaba junto con toda la naturaleza, que también se alegraba por el corto calor norteño. Luego llegaban el otoño y el invierno, los atardeceres que yo pasaba cerca de la llama del fogón haciendo labores de costura. Así que, no tengo nada que contar. ¡Tú, en cambio, has visto y sabes tanto!
—Yo nací en las tierras del norte, pero muy al este de aquí. Me quedé huérfano muy temprano, y el destino me llevó a las tierras sureñas. Allí una persona, que luego se convirtió en mi padre adoptivo, me educó y enseñó.
—¿Qué Dios adoras? ¿Cómo debo orar por tu bienestar y protección?
—En mis viajes, pude estudiar muchas creencias que existen en diferentes países y entre diferentes pueblos.
»Desde aquel entonces, reconozco la soberanía de un solo Dios Que gobierna el universo entero. ¡No importa si Lo llaman Odín, Alá o Elohim! Creo que a cada pueblo Él envía a Sus Mensajeros, por eso hay muchos Quienes son llamados Dioses. Quienes conocen al Primordial como la Verdad, la Sabiduría, el Amor, la Perfección y la Omnipotencia saben también que, al igual que todos los ríos, mares y océanos consisten de agua, todas las creencias son similares a los sonidos de diferentes lenguas para designar el Único Poder Divino.
»Sin duda, existe lo que las personas mismas añadieron a las leyendas sobre Dios y Sus Mensajeros, y es por eso que surgieron muchas tergiversaciones de la Verdad en las creencias de las personas.
»Es similar a un reflejo en el agua. Sin viento, este reflejo es perfecto, pero cuando hay viento, el movimiento en la superficie del agua crea alteraciones; y si las olas son muy fuertes, ya no puedes ver nada. A pesar de esto, aquello que se refleja no deja de existir, no importa si podemos ver el reflejo o no.
—¡Qué bien hablas, Olaf! Dime, ¿cómo te decidiste a llegar aquí con una mercadería tan costosa?
—Soñaba con regresar aquí por muchos años. Así que, reuní un equipo de marineros valientes y de amigos fieles. ¡Te presentaré a cada uno de ellos! Nos hemos quedado en muchos lugares, y nadie nos ha puesto obstáculos para la paz y la amistad que yo he propuesto.
—¿Y en todos los lugares las mujeres bellas no podían apartar sus ojos enamorados de ti? —dijo en broma Anika.
—Posiblemente. ¡Pero te encontré a ti!
»¡El amor es el estado más bello del alma humana! ¡Y tú me regalaste la felicidad de poder amarte!
—¿Por qué no buscas participar en esta competencia que organizó mi padre? Tus amigos también quieren este entretenimiento. ¿No temes que te consideren débil? ¿Realmente quieres estar aquí conmigo y no allí?
—¡Sí, quiero estar contigo y no separarme de ti ni por un momento!
»Yo domino la espada y el arco medianamente bien, pero creo que no se deben usar las armas sin necesidad extrema. No temo parecer débil porque conozco mi fuerza. Pero vi varias veces como padecieron mis personas queridas.
»Es difícil para mí explicarlo ahora con palabras, pero aprendí la ley del Creador que nos llama a no causar daño injustificado a nadie.
»¡Así pues, no se debe ni siquiera arrancar una florecilla sin una necesidad extrema!
»Ahora mismo, mirando estas nomeolvides cerca del agua, ¡veo en cada una de ellas la pequeña manifestación de la belleza maravillosa de toda la Tierra, esta hermosa Creación de Dios!
»Y las plantas pues no sólo manifiestan la belleza de la Creación que nos deleita, sino que también alimentan con sus frutos a nuestra carne, y, a través de esto, su fuerza se añade a la fuerza de cada uno de nosotros.
»El sufrimiento y el dolor de los animales asesinados o el padecimiento de las personas debido a la enemistad entre ellas es, en mi opinión, lo que viola las Leyes que agradan al Señor Que creó todo esto.
—¿Acaso puede haber la Perfección en la Tierra? —preguntó Anika.
—¿Cómo puedes dudar de esto experimentando el deleite del amor que nos ha juntado?
Ellos se abrazaron y unieron sus labios.
Después, cuando continuaron su conversación, Olaf dijo:
—Es importante entender que aquello que las personas consideran como un ideal para sí no siempre les acerca realmente a la auténtica Perfección.
»Muchos consideran la bondad y la misericordia como debilidad, mientras que la fuerza, la crueldad y la certeza en su derecho de vengarse como valentía. No es fácil cambiar estas convicciones.
»Las victorias en este torneo entretendrán el orgullo de muchos. Para algunos, éstas servirán como lecciones en el arte de la batalla, mientras que para otros serán el motivo para la envidia.
—¡Pero creo que este torneo no causará daño a nadie! Si tú triunfas, ¡será más probable que mi padre esté de acuerdo con que me case contigo!
—No estoy seguro de esto, Anika, pero podemos intentarlo. Bueno, ¡que esta competición sea para mí también! ¡Vamos!
Ellos se tomaron de las manos y se dirigieron alegremente hacia la muchedumbre de espectadores y participantes. Cuando llegaron, el jarl miró a su hija con desaprobación, pero ella le devolvió una mirada valiente y firme. La felicidad y el amor la hicieron intrépida. Entonces el jarl entendió que ahora sería difícil para él conseguir la obediencia de su hija y se arrepintió de haber empezado este festín. Sin embargo, ya era tarde.
* * *
Toda la comunidad desde los pequeños hasta los grandes se reunió para ver los duelos. Incluso las mujeres con niños de pecho vinieron para ver cómo luchaban los extranjeros.
Entre los amigos de Olaf, había algunos africanos y su piel oscura era objeto de asombro. También todos se interesaban por el armamento de los amigos de Olaf, quienes tenían espadas y sables más ligeros, así como armaduras delgadas que brillaban como escamas.
Todos se preguntaban si estas armaduras resistirían los golpes fuertes y también cómo lucharían estos extranjeros.
Al principio, todos competían en tiro con el arco.
Luego comenzaron los duelos con las espadas. Quien perdía salía de la competición, y quien ganaba continuaba compitiendo.
Olaf ganó a todos. Nadie pudo compararse con él en la rapidez de los ataques y las defensas. Parecía que él adivinaba cada movimiento del adversario antes de que éste lograra hacerlo. Los ataques de Olaf eran tan precisos que él ni siquiera hería a su oponente, sino que simplemente ponía su espalda en tal posición que el siguiente movimiento resultaría mortal para el oponente.
Inicialmente, Ingvar quiso luchar con este mercader para darle una lección, pero, viendo cómo resultaban derrotados sus mejores guerreros uno tras otro, decidió no participar en el torneo.
Junto con todos los demás él saludó al vencedor diciendo:
—¡Pide cualquier premio, mercader! ¡Eres, de verdad, un guerrero poderoso!
—¡Te pido el tesoro más bello de todo el mundo! ¡Permíteme casarme con tu hija, jarl Ingvar!
—¡Eres osado, extranjero! ¡Pero estos asuntos no se resuelven tan rápido!
»¡Me darás un gran rescate por mi hija! ¡Traerás tu barco lleno de oro y joyas a esta bahía otra vez! Y sólo entonces celebraremos el matrimonio. Por supuesto, aquello que mi gente no compró ahora me dejas como anticipo. Me prometiste venir aquí otra vez. Así que, te esperaré dentro de un año. ¿Eres lo suficientemente rico para reunir tal rescate?
—Tengo suficiente oro y joyas para cumplirlo. Pero permite a tu hija casarse conmigo ahora. Mi palabra es tan firme como los golpes de mi espada. ¡Y luego recibirás lo que deseas!
—¡No, mercader! ¡Primero traerás el oro! ¡De ninguna otra manera! ¡Y apúrate! Pues si no regresas después de un año, ¡yo tengo otro candidato, la unión con el cual me dará igual influencia que tu oro!
»¡Ahora que todos festejen! ¡Preparen las mesas para la comida!
Todos comieron, y el joven escaldo Run cantó sus bellas canciones sobre los guerreros valientes y sobre los héroes de las leyendas de diferentes pueblos. Él cantó sobre el amor de la novia que espera a su prometido.
Pero él no sólo cantó las canciones antiguas, sino que también componía nuevas líneas escuchándolas en el mundo conocido sólo por los poetas. Todos le aplaudieron, pues en estas tierras el arte de los escaldos era apreciado casi de la misma manera como el valor de los guerreros.