Saga de Odín/Capítulo cuatro: Camino al norte
Capítulo cuatro:
Camino al norte
Está silencioso. La neblina flota sobre un pequeño lago que se albergó entre colinas cubiertas de pinos. Aquí en cierto tiempo Odín comenzó a contarme esta saga.
Ahora Él otra vez llena el silencio, que me abraza de todos lados, con Sus palabras:
—¿Puedes escucharme bien en este silencio? ¿Estás dispuesta a anotar el siguiente capítulo de la saga?
La presencia de Odín comienza a aumentar como una creciente ola del mar y me envuelve completamente.
Él continúa Su narración.
* * *
Olaf detuvo su barco en una pequeña ciudad porteña. Fue una parada necesaria para recargar las reservas de provisiones antes de la última larga travesía.
Antes de esto, los miembros de su tripulación habían llenado todos los recipientes con agua dulce de un pequeño río muy limpio.
Ahora en la ciudad ellos compraban todo lo demás que necesitaban.
No obstante, por alguna razón, Olaf seguía teniendo la sensación de que debía hacer algo importante más en esta ciudad.
Los compañeros de Olaf se asombraban y se preguntaban por qué estaban en este «lugar apestoso» ya por tres días. Con todo, ellos estaban acostumbrados a confiar en Olaf, y por eso solamente esperaban.
Olaf también esperaba al menos alguna señal de Dios para continuar el camino o una explicación clara de lo que se debía hacer. Por el momento escuchó sólo la siguiente indicación: «Debes permanecer aquí para pagar tus últimas deudas. ¡Entonces tu camino será limpio y claro!».
Pero Olaf nunca pidió prestado. Él fue educado por su padre adoptivo con la comprensión de que ser deudor en cosas pequeñas o grandes es una carga pesada que impide vivir correctamente, porque no le permite a uno experimentarse libre. Además, las deudas no pagadas agravan el destino de la persona.
Olaf no entendía qué debía hacer ahora.
«¡¿Cuándo partimos, por fin?!», esta pregunta estaba en la punta de la lengua de cada uno de sus compañeros, pero ellos se mantenían en silencio.
—Pronto partiremos. Prepárense para zarpar. Solamente debo pasar por la ciudad una vez más —les dijo Olaf.
Él decidió estar en soledad por algún tiempo para tratar de comprender qué debería ver, escuchar o devolver aquí.
* * *
Las calles estrechas y sucias, los olores pestilentes, la bulla, la agitación y los gritos groseros estaban a su alrededor, ¡y no había ninguna indicación de Dios!
Olaf comenzó resueltamente a caminar hacia el mar. La brisa fresca lavaba la suciedad de esta ciudad sofocante y apretada. Olaf pensó: «¡Basta de esperar! Si algo debe ser hecho, ¡Dios me lo indicará claramente!».
Cerca de uno de los barcos en el amarradero, él escuchó la siguiente conversación:
—Por si acaso, ¿necesitan a un práctico? Yo puedo conducir su barco allí donde lo necesitan.
—¡Lárgate, pobre viejo! ¡Ni siquiera puedes ver lo que está debajo de tus pies! Si fuiste práctico en algún momento, ¡ahora para ti es tiempo de abrir el camino hacia el otro mundo! ¡Desocupa el lugar para los jóvenes! — le respondió un hombre y estalló en carcajadas.
El viejo le dio la espalda en silencio y se dirigió al siguiente barco.
Olaf decidió dar a este viejo algunas monedas de oro y aceleró su paso.
¡De repente, reconoció al timonel Vagni en esta persona!
¡La alegría de la comprensión finalmente obtenida envolvió a Olaf! Él le llamó en voz alta:
—¡Te necesito, timonel Vagni! ¡Navegamos hacia el norte y nuestro camino es largo y peligroso! ¿Quieres ir con nosotros? —Olaf habló en el idioma nativo de Vagni, cuyos sonidos él no había escuchado por mucho tiempo.
Vagni dio vuelta. ¡En su mirada apagada y en su cuerpo encorvado, despertó un marinero anteriormente poderoso y tranquilo! ¡Surgió la esperanza! Parecía que ella subía lentamente desde las profundidades marinas, la esperanza de la liberación de esta vida miserable y humillante en un país extranjero. También era la esperanza de regresar a casa. Vagni no reconoció a Olaf, pues más de veinte años habían pasado.
—¿Recuerdas al niño Olaf a quien salvaste la vida dos veces, timonel?
—¿Sobreviviste en aquel entonces? ¿Estás regresando y puedes llevarme contigo?
—¡Sí!
Olaf abrazó a Vagni, quien todavía no creía totalmente en su suerte.
Un niño de diez o doce años en apariencia, quien cargaba mercadería menuda en su azafate sujetado con una correa que pasaba a través de su hombro, oyó la conversación de Olaf y Vagni.
Él comprendió las palabras de su lengua natal que era ajena aquí y dijo dirigiéndose a Olaf:
—¡Llévame contigo, señor! Mi nombre es Run, ¡y seré un escaldo en tus batallas y en tus festines! ¡Yo «bebí la miel de Odín» y sé componer canciones heroicas! ¡No te preocupes de que esté tan flaco! ¡Es sólo apariencia! ¡No seré una carga para ti! ¡Glorificaré tus hazañas y tu bondad! ¡Soy también del norte! ¡Llévame contigo! Si ustedes parten ahora mismo, ¡mi dueño no podrá atraparme y nunca me encontrará!
Un niño que era además débil y, en apariencia, enfermizo era algo inesperado para Olaf.
Pero luego él recordó cómo él mismo se veía en el mercado de esclavos y pensó que tenía la misma apariencia o peor.
¡Bueno, por lo menos, ahora él entendió de cuáles deudas le había hablado Dios!
Olaf redimió al chico de su amo.
La tripulación de Olaf obtuvo dos nuevos miembros, y ellos finalmente continuaron su camino.
* * *
Estaban en el mar abierto. El viento en popa llenaba su vela, y el barco se deslizaba suavemente sobre las olas pequeñas. Olaf sujetaba el remo de navegación con firmeza, y Vagni estaba a su lado. Después de pasar unos pocos días con Olaf, pareció rejuvenecer.
Él contó cómo había sobrevivido después del hundimiento del drakkar, cómo pudo regresar, cómo participó en nuevas campañas de los vikingos a las tierras de los francos, cómo casi murió aquí después de una herida grave y cómo llevó una vida dura y solitaria en el extranjero.
Olaf también contó un poco sobre su vida.
Vagni se sorprendía por lo que veía en el barco. No podía creer que personas de diferentes nacionalidades y creencias pudieran trabajar codo a codo con tanta armonía.
Le preguntó a Olaf:
—En tu tripulación hay cristianos. ¿No tienes miedo de que puedan traicionarte?
—Me tomó mucho tiempo escoger a mis compañeros de entre los marineros valientes para esta expedición. Redimí de la esclavitud a muchos de ellos, muchos pasaron conmigo por más de un viaje en los tiempos cuando realizaba tareas mercantiles de mi padre adoptivo. Confío en cada uno de ellos, y cada uno de ellos es fiel a mí.
»Y tú mismo, Vagni, ¿acaso comenzaste a odiar a las personas entre las cuales tuviste que vivir? ¡El odio destruye la salud y arruina el camino de la vida de aquel que odia, condena y desprecia a los demás!
—¿Estás hablando como si aprobaras los ideales de los cristianos?
—¡Algo de éstos lo considero como sabio y justo! ¡Sigo muchos de los mandamientos de Jesús en mi vida, y esto la hace feliz!
—¿Acaso cambiaste de fe? ¿Acaso te volviste un musulmán o un cristiano?
—¡No, Vagni! ¡Cambié la fe por el Conocimiento! —Sonrió Olaf—. ¡Y los mandamientos sobre el amor anunciados por Jesús también provienen de la Única Divina y Eterna Fuente de la Verdad!
—Entonces, ¿no abandonaste todavía tus ideales infantiles de «justicia»?
—¡De ninguna manera, Vagni! ¡No sólo no los abandoné, sino que también comprendí su Fundamento Profundo que yace en las Leyes del Creador Todopoderoso de este mundo entero!
»La mayoría de las personas están acostumbradas a dividir todo en lo “suyo” y lo “ajeno”.
»Al hacerlo, aman, protegen y respetan a lo “suyo” y a los “suyos”, a sus hijos, a sus amadas mujeres, a su país, a su fe. Cada persona puede tener diferente grado de comprensión y de sensación de este pequeño mundo “suyo”.
»En cambio, aquello que está fuera de lo “suyo” es considerado “ajeno”. Y entonces, se permite odiar y menospreciar a los “ajenos” porque son diferentes y viven de otra manera. Se permite tomar por la fuerza sus tierras y sus riquezas.
»Se lo llama “heroísmo” y “hazañas”, tomar de los “ajenos” para los “suyos”. Esto engendra el odio entre las personas, entre los países, entre los pueblos y trae las guerras y otras calamidades a los destinos de las personas.
»Es importante comprender Aquello Que existe sobre todo esto. Es el Único y Todopoderoso Dios Que creó esta Tierra —una para todos— y estos mares y océanos —también unos para todos— y los árboles, y la hierba, y los peces, y las aves, y los otros animales que viven en los bosques, y a las mismas personas, y el sol que sube sobre todos nosotros y nos regala su luz sin ninguna discriminación.
»¡La comprensión de esto nos permite dejar de dividir el mundo en partes y comprender que todo proviene del Creador y existe para el Creador!
—Pero ¿será posible amar a los «ajenos», como tú dices?
—En cierto tiempo tú, Vagni, empezaste a amar a un niño «ajeno» y le enseñaste a manejar el drakkar, ¿no es así? Ahora mira, ¡qué fuertes son mis brazos y qué fácil para mí definir el rumbo por las estrellas! ¡Todo esto son los frutos de tu amor!
»Ahora bien, no son frutos de sólo tu amor, sino de muchas otras personas también.
»¡Y mi segundo padre me adoptó, a un niño “ajeno”, y me educó como su hijo propio y querido! ¡Espero nunca haberle dado ningún motivo para lamentarlo!
—¡Para mí es difícil comprenderte, Olaf! ¡Pues tú piensas de una manera completamente diferente que todos aquellos que he conocido hasta ahora! Por lo visto, estoy demasiado viejo para cambiar, ¡pero lo intentaré! —dijo Vagni.
—¡Nunca es tarde para tratar de comprender la Verdad, Vagni!
—¿Y estás seguro de que ésta es la Verdad?
—¡Estoy verificándolo con toda mi vida! ¡Y Dios habla conmigo mediante cada acontecimiento que envía a mi vida, y a tu vida también, Vagni! Al fin y al cabo, ¡pude encontrarte en esta pequeña ciudad gracias a Su indicación! ¡Y ahora ante nosotros está abierta toda la vastedad para nuevos descubrimientos y hazañas!