Anatomía de Dios/Jiva y buddhi Jiva y buddhiJiva es el equivalente sánscrito de la palabra alma. Durante una encarnación, un jiva permanece fijado firmemente a su cuerpo, vive en éste, actúa a través de éste, percibe el mundo de la materia mediante sus órganos de los sentidos y piensa mediante su cerebro. Por eso a una persona encarnada ordinaria, le es difícil no identificarse —aun mentalmente— tanto con su cuerpo como con su mente (manas, en sánscrito). Cuando el cuerpo material muere, el jiva continúa viviendo en las dimensiones espaciales no materiales (llamadas eones en griego o lokas en sánscrito). Algunos jivas continúan viviendo en los eones del infierno; otros, en las moradas paradisíacas. Esto depende del estado al cual uno se acostumbró durante su encarnación. Aquellos que se acostumbraron a los estados groseros (es decir, infernales) de la conciencia continuarán viviendo, después de su desencarnación, en estos mismos estados entre los seres semejantes. Esto es el infierno. Por el contario, aquellos que se acostumbraron a los estados sutiles y tiernos de amor y eliminaron dentro de sí la ira y cualquier otra grosería emocional se encontrarán en el paraíso. Adicionalmente, debemos tener en cuenta que la vida en los estados no encarnados, por regla general, es mucho más larga que la vida en los cuerpos materiales. Pero ¿para qué necesitamos las encarnaciones? ¿Acaso sólo para que un dios-juez horroroso y temible nos clasifique y, según esto, nos envíe —después de la muerte de nuestros cuerpos— al infierno o al paraíso? ¡Ilógico! ¡Absurdo! ¡No obstante, los seguidores de muchas creencias religiosas primitivas piensan así! ¡Pero no! En realidad, el Creador nos encarna en Su Creación con el fin de que nos desarrollemos intelectual, ética y estéticamente, con el fin de que obtengamos el poder de la conciencia y aprendamos a experimentar a voluntad todas aquellas emociones que se conocen como Amor. ¡Esto último es lo más importante! Dependiendo de cómo estemos aprendiéndolo, bien o mal, el Creador (a través de los Espíritus Santos) forma nuestros destinos (o karmas), percibidos por las personas como buenos o malos, por lo común. Un buen destino implica que Él crea las condiciones aún más agradables para nuestro perfeccionamiento. Un mal destino, por el contario, implica la creación de condiciones desagradables y duras para nosotros, para que así empecemos a buscar la salida (primeramente, desde la perspectiva filosófica y cosmológica) y para que comprendamos a través de esto el significado de nuestras vidas en la Tierra y nos pongamos a realizarlo rápidamente. Por ende, tanto un buen como un mal destino deben ser percibidos por nosotros como un bien. Podremos comprenderlo aún mejor cuando aprendamos a percibirnos siempre, en todas las situaciones cotidianas, como los discípulos de Dios, Quien nos envió a la Tierra para que nos perfeccionemos. ¡Y Él no dejará a aquellos de nosotros que Le demuestran su progreso y les guiará hasta que lleguen a ser dignos de afluir a Él, enriqueciéndolo de esta manera consigo mismos como conciencias! Pues precisamente con este propósito nuestro Creador hace los mundos materiales e instala allí a las almas. ¡A través de esto marcha el proceso de la Evolución de la Conciencia Universal! Con todo, para unirnos en el Creador, debemos conocer a Dios en todos Sus Aspectos: en el Aspecto de los Espíritus Santos, en el del Creador y en el del Absoluto. Sin embargo, siendo todavía un jiva (encarnado o no encarnado), uno no puede hacerlo en totalidad, puesto que siendo jivas sólo podemos prepararnos para los escalones más altos de desarrollo y para el conocimiento directo de Dios. ¿Cómo? Desarrollando las cualidades positivas mencionadas y deshaciéndonos de las negativas. De gran ayuda en este trabajo nos serán los métodos de autorregulación psíquica, pertenecientes a la sección del conocimiento llamado raja yoga. Entre otras cosas, debemos alcanzar la pureza energética del organismo y su perfecta salud, ¡puesto que desde un cuerpo contaminado con energías groseras es imposible desarrollarse en las dimensiones sutiles y sutilísimas! ¡Y el Creador, a Quien debemos conocer, es lo Sutilísimo en comparación con todos los otros componentes del Absoluto! Preparándonos para el escalón más alto —el buddhi yoga— necesitamos hacer que el chakra anahata sea el chakra dominante. ¡Pues este chakra es responsable de la generación de las emociones de amor, las cuales únicamente nos permiten refinarnos! ¡Es así, porque las emociones son los estados de nosotros como conciencias, y debemos aprender a experimentar los estados sutiles y sutilísimos y acostumbrarnos a vivir sólo en éstos! ¡Es más, las emociones de amor son las que permiten al alma obtener la facultad de unirse! Al principio, aprendemos esto amando a las personas y a otras manifestaciones de vida en la Creación. Después de desarrollar de esta manera la facultad de amar, podremos dirigir nuestro amor hacia el Creador. ¿Y qué es el buddhi? A distinción del jiva, el buddhi es la parte de la conciencia que se forma y se desarrolla —mediante los métodos del buddhi yoga— en las dimensiones sutiles y sutilísimas fuera de los límites del cuerpo material. El desarrollo del buddhi se logra mediante el crecimiento directo del corazón espiritual que empieza a formarse inicialmente a partir del chakra anahata. (O podemos hablar de lo mismo en términos del crecimiento y la expansión del chakra anahata más allá de los límites del cuerpo material). ¡Entonces, que el corazón espiritual crezca hasta alcanzar el tamaño de metros, kilómetros y aún más! Después de esto el practicante, usando los métodos especiales, debe conectar el resto de los chakras (los que también deben ser previamente desarrollados) con el anahata desarrollado. Así se forma la estructura llamada dharmakaya, lo que se traduce como «el cuerpo del Camino». El término dharmakaya se usa para denominar uno de los grados más altos en el desarrollo de la conciencia o el buddhi (con todo, luego siguen otras etapas muy importantes del autodesarrollo). Desarrollándonos como dharmakayas, obtenemos cada vez más independencia de nuestros cuerpos materiales ya durante la vida en ellos. Aparte de esto, nos volvemos más y más invulnerables a las enfermedades y otros factores nocivos. También crece el poder de la conciencia, que depende directamente de su tamaño y su movilidad fuera del cuerpo. El practicante aprende a pensar sin la participación del cuerpo y a sanarlo influyendo en éste desde afuera. Con todo, lo más importante que él o ella obtiene es la facultad de comunicarse, cada vez más fácilmente, con los Maestros Divinos o Espíritus Santos, lo que constituye una premisa fundamental para el desarrollo de la sabiduría y el perfeccionamiento subsiguiente. Quien, como buddhi, alcanzó la Perfección total se une con la Conciencia Primordial (o el Creador) y puede ser llamado Buda*, entre otros calificativos. Sin embargo, existe un grado de desarrollo aún más atractivo. Éste se alcanza cuando un Buddhi Perfecto, unido con la Conciencia Primordial, reemplaza completamente a un jiva encarnado en el cuerpo. * * * Muchas personas viven sin pensar en absoluto para qué viven. Son llevadas por sus inclinaciones egocéntricas primitivas y reflejos, los que consisten, entre otras cosas, en buscar el placer y satisfacer la propia avidez y agresividad… ¡Y ni siquiera a los creyentes de los movimientos religiosos masivos que predominan actualmente en nuestro planeta les ayudan en su avance evolutivo las metas sucedáneas inculcadas a ellos, tales como evitar el infierno o llegar al paraíso mediante la participación en diversos rituales, mediante rogar el perdón de Dios por los pecados cometidos o incluso mediante los asesinatos de los «infieles»!* ¡Dios necesita de nosotros algo totalmente diferente! ¡Necesita que nos esforcemos de una manera activa por llegar a ser mejores, Perfectos según Su Intención Evolutiva! ¿Qué puedo aconsejar hacer a cada uno? Puedo aconsejar estudiar y aceptar la Intención Divina y después encontrar el propio lugar en el Proceso de la Evolución de la Conciencia Universal, tanto en el sentido de la dominación de las técnicas particulares del autodesarrollo como en el sentido de la participación con el propio servicio en este Gran Proceso. ¡La vida llena de tal trabajo diario, trabajo que constituye una manifestación de nuestro amor a Dios, es verdaderamente feliz y extática! ¡Ésta es la vida para Dios! ¡La vida para Él, y no para uno mismo!
|
| ||||||||
|