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Conocimiento contemporáneo sobre Dios, la evolución y el significado de la vida humana.
Metodología del desarrollo espiritual.

 
La sexta parábola: ¡Encuentra el Tesoro!
 

Parábolas de Lao Tsé/La sexta parábola: ¡Encuentra el Tesoro!


La sexta parábola:
¡Encuentra el Tesoro!

Una vez, montando en su burrito, Lao Tsé vio a unas personas excavando afanosamente debajo de un muro antiguo.

—¿Qué es lo que están buscando? —les preguntó Lao Tsé.

—Si eres un sabio que puede ver a través de todas las cosas, ¡entonces dinos dónde está escondido el tesoro!

—¿Acaso vale la pena gastar tanto esfuerzo en buscar tesoros escondidos? ¡Oro y otras joyas no les harán mejores ni más felices! Si cavaran la tierra y plantaran unas semillas, la tierra podría recompensarles con la cosecha por su trabajo duro. Serían bien alimentados y felices y podrían vivir en paz. ¿Por qué quieren obtener aquello en la creación de lo cual no han participado?

—¡No necesitamos tus sermones! ¡Si no puedes ver a través de las rocas, no te hagas el sabio y sigue tu camino! —Los buscadores del tesoro se indignaron.

Lao Tsé comprendió que estas personas no necesitaban sus palabras y continuó su camino.

No obstante, todo esto le hizo recordar que una vez él había leído acerca del Gran Tesoro que ha de ser encontrado por aquel que busca a Tao.

—Huang Di, cuéntame sobre el Tesoro mencionado en las leyendas antiguas. Éstas dicen que debe ser encontrado en el Camino del conocimiento de Tao y que es como un resorte que levanta al mortal hasta el conocimiento de la Inmortalidad.

—¡Has hecho una buena pregunta! ¡Es justo el tiempo para ésta! —respondió Huang Di.

Lao Tsé se bajó de su burrito y quiso anotar las palabras de Huang Di, pero Él lo detuvo:

—No escribas acerca de este Tesoro ahora. Sólo escúchame.

»Ha llegado el momento para que sepas esto. Tal momento también vendrá —cuando deba venir— para todo buscador de Tao, y entonces ellos escucharán Mis palabras y verán el invaluable depósito sagrado de la energía de la consciencia que han acumulado durante muchas vidas en muchos cuerpos.

»Toda persona, viviendo en la Tierra, comienza a reunir —encarnación tras encarnación— las partículas preciosas que forman poco a poco este Tesoro.

»Amando tierna y desinteresadamente, las almas crecen como corazones espirituales preparándose para la vida en el paraíso. Dando el éxtasis a otros y admirando la belleza, ellas se hacen sutiles acercándose gradualmente a la Morada de Tao. Así las conciencias crecen enriqueciéndose con lo mejor, es decir, con los componentes más sutiles.

»Para que toda esta riqueza del alma no se gaste en los asuntos terrenales, parte de esta energía se guarda para el futuro, para las actividades en el Camino hacia Tao.

»Muchas personas poseen este Tesoro, pero sólo unos pocos saben acerca de esto.

»Algunos lo tienen más grande; otros, más pequeño.

»Si un tesoro está enterrado debajo de una casa y el dueño de ésta no sabe sobre él, ¡no puede beneficiarse de aquel tesoro! ¡De igual manera si una persona no sabe sobre su Tesoro verdadero, no puede obtener de éste ningún beneficio!

»Con todo, no tiene ningún sentido tratar de encontrar ese Tesoro con el fin de usarlo en el mundo material.

»Sólo aquel que conoce la esencia de este Tesoro y es capaz de usarlo para su progreso espiritual puede ser su dueño.

»¡Uno no necesita mucho en el mundo de la materia, pero no lo sabe! ¡Está buscando numerosas cosas, pero de poca importancia, mientras que el Gran Tesoro está muy cerca! Este Tesoro da a aquel que lo merece las fuerzas en el Camino. En la India los yoguis lo conocen como Kundalini.

»No obstante, si una persona que tiene cualidades negativas del alma y que es indigna debido a esto intenta usar ese “resorte” —el gran poder del Tesoro— para señorear en el plano material, entonces esta fuerza la lanzará al mismo pie de la escalera que lleva a lo Celestial. Su vida se volverá miserable y su destino, triste. Tal persona malgastará su vida y tendrá que empezar a acumular este Tesoro de nuevo.

—¿Entonces, aquel que ha encontrado este Tesoro no puede regresar a la vida mundana?

—Si una buena persona escoge la vida mundana y quiere retornar a lo externo, los Te nunca la detendrán. Cada uno es libre de hacer su elección.

»¡Sin embargo, es imposible llevar a la vida material aquellas riquezas que están destinadas para el Camino hacia Tao! ¡Si uno intenta hacerlo, éstas desaparecerán! ¡Así mismo, uno no puede llevar oro y perlas, jade y jaspe a los mundos de Tao y Te! ¡Pues allí otro “oro” brilla!

»El Tesoro perdido por la persona a causa de su mala elección se guardará para él o ella en el Absoluto, y esta persona podrá encontrarlo nuevamente en una de sus próximas encarnaciones.

»¡Cuando el alma está lista, le doy este Tesoro, y todos los Te siempre se alegran por el progreso de las personas en el Camino espiritual!

Huang Di continuó Su explicación dirigiendo la mirada de Lao Tsé hacia los mundos sutiles:

—¡Mira, aquí está tu Tesoro! Todos los anteriores estados sutiles de la consciencia —gota a gota— han formado este mar de luz de diamante, guardado en un enorme recipiente especial que se extiende en las profundidades de la multidimensionalidad. ¡Ahora únete con esta parte Divina de ti!

En las profundidades debajo de su cuerpo, Lao Tsé vio, con la visión del alma, un reservorio enorme lleno de resplandor, parecido al resplandor de los diamantes en los rayos del sol. Él tocó este Tesoro con los brazos de la conciencia y el éxtasis inefable se derramó por todo su cuerpo. Lao Tsé percibió que el resplandor de diamante estaba convirtiéndose en un flujo luminoso y transparente de Éxtasis Celestial y estaba uniéndose con la parte encarnada del alma.

Huang Di recomendó:

—Ahora haz un lecho confortable donde puedas acostarte y deja que este Éxtasis Celestial pase a través de todas las partes de tu cuerpo. ¡Cada vez que te conectes con tu parte Divina, serás capaz de utilizar todo el poder y todas las habilidades del alma que han sido acumuladas por ti durante muchas vidas, a lo largo de todo este tiempo en el que aprendiste de Mí!

Lao Tsé extendió una estera y se acostó cómodamente.

Cada vez que él introducía su brazo de la conciencia en el recipiente con el Tesoro, el flujo de Éxtasis llenaba su cuerpo hasta la coronilla y se derramaba detrás de ésta. Era como si su cuerpo se convirtiera en una vasija hueca y transparente, y el flujo reluciente de diamante corriera a través de ésta como un río primaveral que ha roto el hielo.

Durante varios días Lao Tsé vivió en aquella Extática Unión que se interrumpía sólo por poco tiempo.

Ahora él podía percibirse como los Grandes Te, convirtiéndose en una enorme conciencia que estaba compuesta de Luz y que tenía un rostro y brazos. En esta forma Lao Tsé podía permanecer parado sobre la tierra y también tocar y limpiar su cuerpo material con los brazos del alma.

¡Le pareció que había logrado la plenitud de la Divinidad y que nunca más nada quebrantaría aquel estado!

¡Le pareció también que había conocido todo, que la perfección había sido lograda y que el Gran Extremo había sido alcanzado!

Huang Di decidió no desilusionarlo, ya que Su discípulo realmente se encontraba en un estado similar al de los Grandes Te. No obstante, esto era una pequeña «gota» separada del Gran Océano de la Conciencia Divina, una «gota» cuyo nombre era Lao Tsé.

Para unirse totalmente con el Océano de Tao, Lao Tsé aún necesitaba seguir trabajando duro.

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Parábolas de Lao Tsé
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