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Conocimiento contemporáneo sobre Dios, la evolución y el significado de la vida humana.
Metodología del desarrollo espiritual.

 
En el Camino espiritual
 

El Maestro/En el Camino espiritual


En el Camino espiritual

¿Qué es el «camino Espiritual»? ¿A Quién se le puede llamar «Maestro del Camino»? ¿Y a quién llamo yo así personalmente?

Cada persona encarnada, con un nivel suficiente de desarrollo intelectual, a su debido tiempo, se da cuenta de la naturaleza del corto plazo de su vida terrenal y piensa en su significado y su propósito.

Cuando tal persona entiende cuán tonto es perder su tiempo dedicándolo a los placeres terrenales ilusorios, deja ya de caer en esas trampas. Y se le hace claro que solo un Objetivo es verdadero, —Dios, el Creador—. Y el significado de la vida humana pasa a consistir en cognocerle y convertirse en Uno con Él. Para que esto sea posible, es necesario desarrollarse a sí mismo como alma, lo más cerca posible en calidad, al estado de Dios.

Este proceso de autodesarrollo del alma, de la búsqueda y la cognición de Dios, es el camino Espiritual. Las personas que entran a este son llamadas por diferentes términos tales como ascetas o viajeros espirituales, guerreros, buscadores de la verdad, monjes, etc... Pero cómo se denomine a estas personas no es lo importante. Lo principal es que su única Meta de ahora y para siempre es Dios, y honestamente, toda su vida corresponde a esta Meta, sin contener ya nada superfluo.

Aquel Quien recorrió este Camino hasta el final, habiendo alcanzado la Autorrealización plena en Dios, y luego vuelve a las personas o permanece entre ellas por el simple hecho de ayudarles, es un Maestro del Camino espiritual. Tal Persona también recibe el denominativo de Avatar, Cristo, Mesías, Hijo o Hija de Dios. Estas denominaciones dan a entender que tal Persona es Uno con Dios, y que habla y actúa no desde sí misma, sino desde Él, cumpliendo solo Su Voluntad en todo. Conocer a una Persona así, y más aún, aprender de Él o Ella, —es una rara oportunidad y, el mayor regalo que se pueda recibir por buena fortuna—.

Alguno de Ellos puede venir a la Tierra como Avatar —y casi de inmediato tomar conciencia de Sí Mismo y de Su Misión—. Tales fueron, por ejemplo, Jesús, Babaji y Sathya Sai Baba. Pero algún otro también puede desarrollarse hasta ese estado, comenzando su Camino espiritual personal desde la perspectiva de una persona intelectualmente desarrollada. Solo aquellos que dedicaron sus vidas terrenales pasadas a la búsqueda de Dios pueden lograr esto en una encarnación. Tal Maestro, después de alcanzar la Unidad con Dios, puede retener Su cuerpo material, y por lo tanto, permanecer en la Tierra para proporcionar ayuda espiritual a las personas. Está bien al tanto de la naturaleza humana y conoce todos los pasos del Camino, comenzando desde lo más elemental, porque Él Mismo logró esta maestría muy recientemente. Por consiguiente, Su ayuda puede proporcionarse de manera más efectiva, —si es que por supuesto, las personas la aceptan—.

¿Cómo reconocer a un Maestro verdadero? Después de todo, muchas personas ahora se llaman a sí mismos maestros espirituales (gurús) y tienen cientos o incluso miles de seguidores. Y todos estos «gurús» de manera bien convincente mienten sobre su experiencia de entender la Verdad, y ofrecen su propia forma de progresar hacia Esta.

Dejemos que cada persona decida por sí misma en cada caso, si creer o no, basada en su experiencia de vida y sus convicciones personales.

* * *

En cuanto a mi caso, sucedió de la siguiente manera. Primero, me familiaricé con la metodología del progreso humano en el Camino espiritual a través del libro «Ecopsicología». Fue escrito por el Hombre a quien llamo Maestro. El material de este libro se presenta en un lenguaje simple que es comprensible para la mayoría de las personas de habla rusa.* De inmediato me quedó claro que este era el trabajo de un científico práctico, quien dedicó toda su vida a este tema, y no una recopilación superficial de extractos de diferentes libros sobre este tema. La claridad del Objetivo del Camino, una secuencia clara y lógica de pasos para lograrlo, y los altos requisitos éticos para aquellos quienes desean ingresar al Camino, fueron los criterios principales por los cuales reconocí la metodología propuesta, como verdadera.

También fue significativo que el libro no se basara en ninguna doctrina religiosa, sino que contuviera lo mejor de cada una de ellas. Esto da a todos, sin excepción, la oportunidad de estudiarlo, independientemente de sus creencias religiosas iniciales, y sin restricciones ni discriminación.

Habiendo estudiado los principales libros espirituales de la humanidad, el autor de «Ecopsicología» llegó a la conclusión de que básicamente todas las enseñanzas religiosas son iguales y no se contradicen entre sí. Y que hay una sola Enseñanza de Dios —acerca de lo que Dios quiere que seamos y a qué debemos dedicar nuestras vidas—, expresada en diferentes idiomas y que toma en consideración las diferentes condiciones de vida de las personas en diferentes partes de la Tierra y los diferentes momentos históricos.

... ¡Así, el Tao Te Ching* y el Bhagavad Gita*, editados y comentados por el Maestro, fueron de incalculable valor para mí! El Maestro devolvió estos a sus lectores, habiéndolos despejado de las distorsiones introducidas por la incompetencia de antiguos traductores y compiladores. Así como también el Nuevo Testamento y el Corán...

En la subsecuente interacción personal con el Maestro, fue importante para mí ver, la concordancia de Su vida con todo lo que decía y escribía. Esto se refiere tanto a Sus hábitos como a Su vida cotidiana, Su manera de comunicarse con las personas, Sus relaciones tiernas y compasivas con todos los seres vivos incluidas las plantas, y la profundidad de Sus declaraciones sobre los temas en discusión. Pero lo principal fue Su capacidad de mostrar, a través de Su Propia Conciencia, los estados de Dios en sus diferentes Aspectos. Igualmente importante fue para mí, Su habilidad para enseñar a otros primero a sentir, y luego a reproducir, los Estados Divinos por sí mismos. Estoy hablando de Su habilidad para guiar a otros al Objetivo principal. Si alguien simplemente dice lo que se debe hacer, pero no puede demostrarlo, —entonces no se puede confiar en esa persona, aún incluso si miles de personas le llaman gurú—.

Otro punto importante, es la capacidad del Maestro para señalar los vicios e imperfecciones al discípulo de forma tal que este no se ofenda ni abandone el Camino, sino que logre deshacerse de esos vicios. Después de todo, puede ser bastante difícil que le señalen a uno sus propios errores.

Desde el punto de vista de una persona «ordinaria», escuchar de alguien acerca de los vicios que uno contiene, lo que a veces ocurre de una manera bastante cruda, es desagradable y hace que uno quiera «alejarse» de la persona que señala tales vicios.

Pero para el asceta espiritual es una gran alegría, ya que así, le es dada la oportunidad de purificarse y, por lo tanto, acercarse a Dios por la calidad de su alma.

¡Es un sentimiento de felicidad por alcanzar la purificación lo que acompaña las lecciones recibidas de un verdadero Maestro!

Sí, puede ser (por un corto tiempo) doloroso, ¡pero ofenderse con el Maestro está fuera de discusión! ¡La habilidad misma de ofenderse —en algún momento desaparece, y tiene que desaparecer en el devoto—! ¡Debe existir el entendimiento de que esta lección proviene directamente de Dios, y que Él me la enseña a través del Maestro!

Tiene sentido ponerse en los zapatos del Maestro y pensar: ¿cómo Él se siente? ¿Le resulta fácil conocer los terribles secretos que guardan las personas, ver todos sus vicios y la fealdad de sus almas, —y aun así— seguir comunicándose con ellos, tolerarles y perdonarles, e incluso continuar guiándoles hacia Dios? Tal es el trabajo de un Maestro, y por lo menos, deberíamos tratar de no complicarle Su labor.

... Existe otro método de «combatir los vicios» que está mal y debo mencionarlo aquí. Ocurre cuando los maestros de las prácticas espirituales, sin aún haberse librado de sus propios vicios, al trabajar con sus alumnos, no actúan desde Dios, sino desde sus propias mentes imperfectas. Abusando del poder que han adquirido sobre las personas, tales «maestros» convierten el proceso de «exponer los vicios» en una burla sofisticada, satisfaciendo así sus necesidades sádicas. ¡Este tipo de «purificación» solo causa daño! Las lecciones que no provienen de Dios, sino de una persona viciosa que se imagina a sí misma como un «Maestro», son difíciles de aceptar e inevitablemente generarán una resistencia y, por lo tanto, es poco probable que uno se deshaga del vicio que le ha sido burdamente mostrado.

Tal tratamiento a los estudiantes, entre otras cosas, es peligroso y puede llevar a la posibilidad de que el estudiante se suicide, especialmente en lo que respecta a aquellos estudiantes que tienen estados mentales inestables y tendencias suicidas. Por lo tanto, es muy importante que todos aprendan a distinguir entre los maestros verdaderos y falsos antes de tomar la decisión de en quién confiar el desarrollo, la vida y el destino propio.

La enseñanza de las prácticas espirituales es incompatible con cualquier manifestación egocéntrica del maestro, incluido, el enriquecimiento personal («Gratuitamente recibiste; ofrece gratuitamente» [Mateo 10:8]).

La pureza energética del maestro es tan importante como el componente ético. Después de todo, durante el trabajo meditativo grupal, las energías de las conciencias de los participantes se integran. El maestro, que tenga una conciencia grosera y sucia, «vierte» esta suciedad —tanto en las almas como en los cuerpos de los estudiantes—. El resultado de esto es que «repentinamente» surgen como «de la nada» todo tipo de enfermedades tanto físicas como mentales.

Y a los médicos en tales casos solo les queda encogerse de hombros y preguntarse: «¿Cómo tratar esto?»

¡Después de todo, sin el entendimiento del mecanismo de la aparición de tales enfermedades, —es imposible deshacerse de ellas—!

¡Es bien sabido que para curar tal o cual enfermedad, es necesario conocer sus causas y alejarse de la fuente patógena! Pero sucede que la fuente es... el «maestro» mismo...

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