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Conocimiento contemporáneo sobre Dios, la evolución y el significado de la vida humana.
Metodología del desarrollo espiritual.

 
Capítulo tres: En las tierras sureñas
 

Saga de Odín/Capítulo tres: En las tierras sureñas


Capítulo tres:
En las tierras sureñas

Pasaron algunos meses antes de que Odín continuara Su narración sobre Olaf, y cuando esto pasó, me encontré con un giro inesperado. Ante mí, comenzaron a desplegarse las imágenes de un palacio construido al estilo mauritano, que me recordaba, por su belleza, a la Alhambra.

Allí, entre otras cosas, había un patio con una columnata arqueada de mármol en todo su perímetro que daba sombra durante el medio día sofocante. También fluían chorros refrescantes de una piscina a otra resplandeciendo en el sol y murmurando. Cada piscina tenía un bello mosaico en su fondo. También había un jardín con naranjos y melocotoneros, y una sala grande decorada en madera de roble servía de biblioteca.

—¿Dónde está todo esto, Odín?

—Esto es el sur de España durante el más grande florecimiento del califato árabe. Casi todos los países del Mediterráneo constituían en aquel entonces una parte integrante de este gran mundo del Imperio Árabe y también de su influencia religiosa y cultural.

* * *

Un árabe moreno, no muy joven, el dueño de este lujoso palacio, caminaba por el mercado siendo acompañado de sus guardaespaldas armados. El mercado se situaba cerca del puerto. Aquí se vendía de todo, desde joyas rebuscadas de oro y telas hasta especias aromáticas y frutas maduras, desde pescado y almejas hasta esclavos. Un adolescente de cabello claro llamó la atención del árabe. Este adolescente era el objeto de negociación entre comprador y vendedor. Se podía oír su conversación:

—No, ¡estás queriendo demasiado! ¡Posiblemente, él ni siquiera vivirá hasta mañana, y entonces perderé mi dinero! —Se indignaba aquel que quería pagar más barato por el esclavo.

Pero el vendedor no cedía diciendo:

—¡Sólo parece débil! ¡Es muy robusto y será un buen trabajador! ¡Nada más que ayer lo sacamos del mar! Si ha logrado sobrevivir allí, ¡no morirá aquí!

—¡Pero este pececito casi muerto no vale este dinero! —dijo el comprador y siguió su camino.

El árabe eminente miró al joven, quien era Olaf, con atención y pagó al vendedor lo que él pedía. Luego indicó a Olaf, quien ni siquiera trataba de escapar, ya que apenas tenía fuerzas para caminar, que le siguiera.

* * *

El nombre de aquel árabe eminente era Amín Abduljadí. Él no sólo rescató a Olaf de la esclavitud, sino que también le trató como su hijo dado por Alá en lugar del otro hijo único suyo que recién había fallecido.

Amín comenzó a educar y a enseñar a Olaf como a su heredero. Era muy rico y poseía muchos barcos mercantes que llevaban tanto a viajeros como carga por todo el Mar Mediterráneo.

Posteriormente, él y Olaf viajaron juntos muy a menudo en estos barcos. Así Olaf aprendió a navegar y llevar negociaciones mercantiles, pues Amín soñaba pronto con entregarle todos sus asuntos.

Olaf aprendió el árabe muy rápido, ya que Amín Abduljadí contrató muchos profesores para él. Estudió el islam en toda la belleza de la sabiduría sufí, la filosofía de los griegos y los romanos de los tiempos antiguos, las escrituras de los judíos y de los cristianos, las matemáticas y la astronomía.

Amín no era un fanático religioso. Él se llamaba a sí mismo filósofo y no forzaba a Olaf a adoptar el islam.

A veces ellos discutían acerca de las diferencias que existen en las creencias de las personas. Este tema siempre interesaba a Olaf, porque él quería encontrar la verdad oculta en muchas doctrinas religiosas de diferentes pueblos, las cuales él podía observar ahora y estudiar.

* * *

Una vez descansaban en el mar en un pequeño bote de vela que Olaf ya había aprendido a manejar a perfección. Era una mañana despejada y una brisa suave llenaba su vela.

Ellos conversaban sobre las diferencias que existen en las creencias religiosas.

Amín explicó a Olaf su cosmovisión con las siguientes palabras:

—¡Yo amo la sabiduría y la belleza en todo!

»¡Disfruto de la belleza de este día y de las aguas azules de este mar tranquilo!

»¡Amo a estas gaviotas que llenan la vastedad sobre el mar con sus voces!

»Recibo la Verdad de todas partes, no importa de donde viene. Para mí no hay diferencia si las palabras sabias salen de la boca de un musulmán o de un cristiano que adora las Sagradas Escrituras y rinde culto a Jesús o a cualquier otra manifestación del Poder de Dios, sea cual sea el nombre con el que Lo llaman.

»¡Creo que hay un único Dios debajo de todas las discordias de las creencias humanas!

»Aquí, en este país, podemos ver como muchos pueblos viven en completa armonía, aunque sus creencias son distintas. Si los árabes empezaran a aniquilar a aquellos que creen de una manera diferente, estaríamos rodeados de ruinas en vez de un florecimiento de cultura, arte y comercio. ¡En cambio ahora, muchos adoptan el islam voluntariamente!

—Sí, pero esto sucede porque los esclavos obtienen su libertad de esta manera.

»Y otras personas lo hacen para no pagar los impuestos por el derecho de profesar su fe o para obtener una mejor posición en la sociedad.

—Tienes razón, Olaf. Muchas personas quieren sacar provecho terrenal de todo, incluso de su vida religiosa. Ellos creen que esto les dará la felicidad y el éxito.

»No obstante, ¡la felicidad tiene otra naturaleza y se descubre a través del amor hacia Dios, el Señor Todopoderoso y Misericordioso de todo!

—Pero si Dios es Uno, como tú dices, ¿por qué entonces existen creencias tan diferentes? ¿Existen realmente los dioses adorados por las personas o es simplemente una tradición heredada?

»Mi padre me contó que mi madre podía hablar con Dios. ¿Puedes hacer esto tú también? ¿Puedes escuchar a Dios, hacerle preguntas y recibir Sus respuestas? ¿Puedes enseñarme esto?

—Yo mismo no puedo, pero encuentro las respuestas a mis preguntas en los libros sagrados.

»Si quieres puedo invitar a un sabio, un sufí, quien dice que puede escuchar y entender las palabras de Alá. ¡Será interesante para ti conversar con él!

* * *

El nombre de este sufí era Ali Djamal.

—Dime, oh venerable, si puedes escuchar a Alá —preguntó Olaf.

—¡Sí, puedo!

—¿Y por qué yo no puedo hacerlo? ¿Por qué otras personas tampoco pueden?

Ali Djamal quedó callado por un tiempo mirando a Olaf con atención y luego le contestó así:

—Dios habla con una persona en el lenguaje del corazón.

»Quien aprende este lenguaje será capaz de comprender a Dios.

»¡La facultad de percibir a Dios con un corazón espiritual que puede ver y oír es una facultad simple y accesible para cada uno! ¡Y esta facultad se desarrolla fácilmente por aquel que sabe amar! ¡Tú ya lo sabes hacer! ¡Y sólo te queda aprender muy poco para entender al Altísimo!

—¡Pero yo no oigo Sus palabras como lo deseo! ¡Tengo tantas preguntas para Dios!

—No tengas prisa. ¡Lo escucharás necesariamente!

»Mientras tanto, puedes experimentar Su Voluntad de la misma manera como experimentas el viento favorable que llena la vela y que da al barco el poder para moverse. O, por el contrario, puedes experimentarla como una advertencia ante la tormenta en el mar cuando las nubes negras cubren el cielo y las ráfagas de viento irrumpen.

»Con el tiempo, todo a tu alrededor se convertirá en un libro abierto en el cual verás Sus indicaciones Divinas y aprenderás a comprenderlas.

»¡Te darás cuenta de que el Poder Divino siempre permanece en ti mismo, en las profundidades del corazón espiritual!

»Con todo, deben suceder algunos otros acontecimientos en tu vida antes de que puedas experimentar el Poder de Alá en toda Su magnitud.

Entonces Olaf comenzó gradualmente a aprender todo esto, de la misma manera como lo puede aprender cada persona. Para esto, él trasladaba su centro de la percepción del mundo a su pecho, en el cual no sólo se realiza la respiración y late el corazón, sino que también nace el amor.

¡Y con este amor, el alma puede abrazar todo lo que ve a su alrededor! ¡Y entonces el corazón espiritual puede crecer y volverse gigante!

Olaf lo podía hacer especialmente bien en el mar abierto durante el buen clima. ¡Le parecía que podía abarcar con su amor todo el mar y todas las tierras y que su amor podía alcanzar incluso aquellos lugares donde él había vivido anteriormente! ¡También le parecía que podía abrazar a su madre y a su padre, aunque ellos ya habían abandonado este mundo, y a muchas otras personas a quienes amaba y respetaba, así como a otras a las cuales nunca había visto!

En este amor suyo, estaba la ternura de la luz del sol matutino. ¡Allí también crecía el poder similar al poder del océano! ¡Dios, Quien creó todo esto y Quien amaba a todo y a todos, estaba presente en este amor!

Parecía que un poco más y sería posible escuchar las respuestas a todas las preguntas y comprender todos los reveses de los destinos humanos. Pero esto no pasaba, y la sensación de la felicidad de la Unión con el Soberano Todopoderoso del mundo desaparecía por un tiempo. En este caso, la percepción habitual del mundo ordinario de la materia y de las personas regresaba a Olaf.

* * *

Una vez Amín Abduljadí preguntó a Ali Djamal:

—Dime, ¿qué destino de Olaf ves? ¿Me abandonará? Él anhela tanto regresar a la tierra donde nació y creció, y yo siento que si le dejo hacerlo, nunca lo veré más. ¿Tengo yo derecho a retenerlo?

—Este joven, dado a ti por Alá para su educación, es especial. Incluso yo, quien he estado caminando hacia la Luz mi vida entera, no puedo comprender todo en su destino. ¡Es así porque él vino desde la Fuente de esta Luz!

»Pronto él mismo llegará a saber lo necesario sobre sí, pero no ahora. Un acontecimiento importante más debe suceder con él antes de esto, y entonces ¡recordará su Naturaleza Divina y llevará la Luz de la Verdad a este mundo!

»No tengo el derecho de intervenir en su destino, sino que solamente puedo ayudarle un poco y enseñarle algunas cosas.

»Con todo, puedo consolarte y decirte que abandonarás esta vida y pasarás a otros mundos en sus brazos.

* * *

Muchos años pasaron. Olaf navegaba con las misiones comerciales por todo el Mar Mediterráneo. Tenía negocios con algunos países europeos y realizaba viajes marítimos cada vez más distantes.

Reunió en su barco un grupo de marineros valientes y fieles a él, y cada uno de ellos se convirtió en un amigo leal.

¡Olaf sabía que tendría que viajar al norte! Lo sabía de la misma manera como se sabe la Voluntad de Dios, y solamente esperaba que llegara el tiempo apropiado.

Gracias a las lecciones de Ali Djamal, Olaf no sólo aprendió a experimentar la Voluntad de Dios, sino que también podía escuchar Sus consejos e indicaciones al dirigirse a Él con sus preguntas. Él sentía Su Amor, Su Poder y Su constante presencia cada vez más vivamente.

Cuando Amín Abduljadí, quien había reemplazado a su padre, abandonó este mundo, Olaf comprendió que Dios llenó con el viento favorable el nuevo rumbo de su destino.

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