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Conocimiento contemporáneo sobre Dios, la evolución y el significado de la vida humana.
Metodología del desarrollo espiritual.

 
Capítulo uno: La niña y el Dueño del lago
 

Saga de Odín/Capítulo uno: La niña y el Dueño del lago


Capítulo uno:
La niña y el Dueño del lago

Estamos sentados juntos, yo y el Divino Odín, abrazándonos y uniéndonos como almas, y aunque Él no tiene un cuerpo material ahora, mientras que yo lo tengo, ¡esto no obstaculiza nuestra comunicación de ninguna manera!

¡Muchas leyendas están relacionadas con el nombre de este Maestro Divino Que ha cuidado las tierras escandinavas durante siglos! ¡Muchas generaciones de personas han venerado Su Sabiduría y Poder!

Así que estamos los dos, juntos, Odín y yo. Estoy escuchando Sus Palabras, Le contesto, Le hago preguntas y escucho Sus respuestas y explicaciones.

¡Su Cuerpo Divino —el Cuerpo del Espíritu— consiste de Luz! Él puede condensar esta Luz y de esta manera hacer que Su apariencia sea más definida, de modo que uno puede ver Sus mechones de pelo, Sus pestañas, Su mirada brillante que irradia Amor y Calma, Su sonrisa suave y tierna y Sus Brazos fuertes.

En un cerrar y abrir de ojos, Él puede hacerse más joven o mostrar Su Apariencia, saturada con el gran Poder Divino, con la barba y el cabello tan blancos como la nieve, cabello que ondea cubriendo Sus hombros.

Su Gran Poder está conectado con el Océano del Poder de la Única Conciencia Primordial.

Su ágil Cuerpo de Luz es mucho más grande que el cuerpo material de una persona. Este Cuerpo de Luz puede volverse gigante y extenderse por kilómetros o puede disolverse en la Transparencia de la Calma del Único Océano. Él puede reproducir este Cuerpo en cualquier lugar del planeta, e incluso en muchos lugares simultáneamente.

Odín muestra, dentro de la Luz tierna similar a una neblina dorada, las imágenes vivas de las historias que Él quiere contarnos con mi ayuda, mis queridos lectores.

Entiendo que hoy Odín no me visita por un momento, lo que significa que llegó el tiempo para que Él cuente Sus historias, las cuales tenía la intención de contarme hace mucho tiempo. Las imágenes tridimensionales de la belleza norteña de los peñascos y de las piedras cubiertas de musgo y liquen, de los lagos cristalinos en medio de los bosques espesos, de los campos y de un caserío cerca de un lago se abren ante mí. Veo a las personas en antiguos vestidos finlandeses.

Me parece que esta imagen se acerca y comienzan a sonar las palabras de Odín.

* * *

Un pequeño caserío finlandés estaba cerca de un lago forestal. Allí vivía una familia, un esposo, una esposa y su pequeña hija.

Y sobre este lago y debajo de este lago, y alrededor de este lago a lo lejos, vivía el Divino Dueño del lago. Él era grande, como una montaña, y consistía de la Luz de Amor, Cuidado y Ternura. Esta Luz atravesaba fácilmente tanto la tierra como el aire y era muy sutil, de modo que no todos podían verla.

El Divino Dueño del lago era el Dueño no sólo de este pequeño lago y del bosque a su alrededor, sino también, como todas las Almas Divinas, Él era Dueño de toda la Tierra y podía aparecer o desaparecer en Su Cuerpo de Luz en cualquier lugar. Con todo, Él también tenía Sus lugares favoritos donde permanecía siempre. Así Él vivía cerca de este pequeño lago junto con las personas, los árboles, las hierbas, los pececitos, los pajaritos y otros animalitos silvestres y domésticos, llenando todo el espacio con Su Luz de Amor.

Los adultos no percibían al Dueño del lago de ninguna manera, pero una niña, mientras era muy pequeña y todavía no podía hablar, era capaz de verlo.

Pues algunos niños pequeños muy a menudo pueden ver aquello que existe en el plano no material. Esto sucede porque ellos mismos recién han vivido en estos mundos, de la misma manera como lo hacen las almas que no tienen cuerpos materiales ahora.

Con todo, luego estos niños crecen y olvidan su facultad de ver con el alma. Ellos la pierden porque dejan de usarla.

Pues ninguno de los adultos explica a los niños que es posible hacerlo. Por el contrario, los padres enseñan a sus hijos a vivir entre los objetos materiales, y si los niños les cuentan algo extraordinario, los adultos dicen que todo esto es una fantasía.

Sin duda, es muy importante enseñar a una persona pequeña a usar su cuerpo en el mundo de la materia, es decir, a caminar, a hablar, a ver con los ojos corporales y muchas otras cosas.

Perder la capacidad de ver con el alma es un bien si esta alma es débil, porque, en caso contrario, ¡los mundos no materiales sólo le asustarían!

Tampoco tal visión sería favorable para las almas que vinieron a encarnarse teniendo cualidades groseras formadas anteriormente, porque tales almas serán capaces de percibir sólo seres infernales, lo que de ninguna manera puede beneficiar a estas almas encarnadas.

Con todo, la facultad de ver puede ayudar a un alma sutil y fuerte a aprender más rápido.

Los adultos no lo saben, porque ellos mismos se han olvidado de tal posibilidad hace mucho tiempo. Bueno, tal vez, no todos los adultos, pero su gran mayoría, ¡desaprendieron el percibir el mundo circundante con el alma sin usar sus órganos corporales!

Y nuestra Ainú, así era el nombre de la niña, creciendo, también comenzó a perder su facultad de ver en el mundo de la Luz Divina. Pues nadie le pudo explicar que este mundo es una realidad. Ella empezó a olvidar gradualmente que el alma tiene ojos que pueden ver mucho más que los ojos del cuerpo. Ella no logró comprender en aquel entonces que un alma que se desarrolla correctamente también puede escuchar y hablar sin pronunciar palabras. El alma puede hablar en el lenguaje del corazón espiritual.

Los padres de Ainú no le contaron nada sobre tales posibilidades, puesto que ellos mismos no sabían ver ni escuchar de esta manera.

A pesar de todo, Ainú no perdió la facultad de experimentar todo a su alrededor con el corazón espiritual ni la de amar a todo. Por eso ella siempre sentía alegría y ternura cuando venía al lago, aunque fue el Dueño del lago Quien le ayudaba a experimentar estos estados, cosa de la cual ella no era consciente.

¡El Dueño del lago amaba muchísimo a la pequeña Ainú!

La niña frecuentemente jugaba en la orilla arenosa. Allí los cuentos mágicos y las historias maravillosas siempre llegaban a su mente. Ainú no sabía que era el Dueño del lago Quien se las contaba usando el idioma de las almas.

Cuando ella relataba estos cuentos a sus padres, la llamaban fantaseadora e inventora.

También una vez pasó que el Dueño del lago ¡salvó a la niña enseñándole a nadar! Esto sucedió de la siguiente manera:

Ainú fue a traer agua del lago. El balde era muy grande, y Ainú sólo podía levantar y llevar hasta la mitad de éste. Ella se agachó desde el muelle a recoger el agua, pero accidentalmente recogió más cantidad de la que podía levantar. El pesado balde tiró de ella, y ella cayó en el agua.

Estaba muy asustada, pues los adultos siempre le decían que, al nadar, ¡ella no fuera muy profundo para no ahogarse! Y en este lugar cerca del muelle estaba muy profundo para su tamaño.

Ainú comenzó a hundirse por el miedo, aunque la orilla estaba muy cerca.

En este mismo momento, el Dueño del lago logró calmarla. Él hizo que una pequeña pata con sus patitos nadaran cerca. La niña, después de ver los patitos tan simpáticos, se olvidó del miedo. La mamá pata decidió alejarse, y los patitos la siguieron moviendo sus patas tan rápido que casi corrían sobre el agua. Ainú vio como los pequeños pateaban rápidamente y que por eso no se hundían. Así que ella también comenzó a mover sus brazos y piernas rápidamente y enseguida llegó a un lugar poco profundo, donde pudo pararse sobre el fondo arenoso.

* * *

Una vez Ainú se durmió en la orilla y vio al Dueño del lago. Le pareció incluso que Le reconocía. ¡Pues Él la arrullaba cuando era muy pequeña, y ella siempre se sentía muy bien en Sus Brazos que consistían de Luz!

Y así pasó que, al despertarse, ella no dejó de verlo. ¡Sus ojos del alma se abrieron!

Aunque le pareció imposible, el Dueño del lago comenzó a hablar tiernamente con ella:

—¡Hola, Ainú! ¡No Me tengas miedo! Soy el Dueño Divino de este lago. Te conozco desde hace mucho tiempo y ¡te amo muchísimo!

»¿Recuerdas los cuentos que llegaban a tu mente cuando jugabas en la orilla? ¡Fui Yo Quien jugaba contigo en aquel entonces!

»Y luego, cuando estabas a punto de ahogarte, ¡fui Yo Quien te enseñó a nadar!

Desde entonces Ainú podía ver al Dueño del lago y conversar con Él.

Ella Le hacía preguntas y Él siempre le contestaba.

Además, Él enseñó a Ainú a vivir en un mundo feliz, soleado y dorado, donde todo responde con amor al amor.

¡Ella se levantaba de mañana y saludaba a todos y a todo con alegría! Luego ella caminaba por un sendero hacia el lago y al paso decía: «¡Te saludo, bosque! ¡Buenos días, pinos gigantes! ¡Les agradezco por sus canciones, queridos pajaritos! ¡Ustedes son tan hermosas, flores y hierbas con rocío! ¡Te saludo, mi amigo, Dueño del lago!».

Todo el mundo a su alrededor le respondía con alegría y amor, y el Dueño del lago la abrazaba con Sus Brazos tiernos y transparentes, y le sonreía con una sonrisa radiante.

Pasó algún tiempo y Ainú creció y se convirtió en una muchacha muy bella.

* * *

Un día los padres de Ainú se propusieron, como lo hacían siempre cada mes, ir a la ciudad para vender leche, queso y mantequilla y para comprar aquello que les faltaba en su finca.

El Dueño del lago dijo a Ainú:

—¡Trata de convencerles de no ir a la ciudad este mes! ¡Si no, esto puede terminar mal!

Ainú rogó con todas sus fuerzas a sus padres que cancelaran su viaje, pero no le hicieron caso diciendo:

—¡¿Cómo no puedes entenderlo, Ainú?! ¡La leche se pondrá agria y no ganaremos nada de dinero!

Ainú ya hace tiempo había dejado de tratar de decirles sobre el Dueño del lago, porque ellos solamente se reían al oírla diciéndole que ¡ya era grande pero que seguía fantaseando!

Cuando los padres volvieron, ambos se enfermaron gravemente.

Ainú trató de curarlos, pero se ponían cada vez peor, de modo que ella se asustó muchísimo y se fue a ver a una curandera.

La curandera vino, pero ni siquiera entró en la casa ni revisó a los enfermos. Dijo que en la ciudad una epidemia de una enfermedad muy peligrosa había comenzado y que muchas personas estaban muriendo con gran sufrimiento.

Luego la curandera quemó algunas hierbas, ordenó a Ainú a repetir ciertos conjuros y dijo que la enfermedad era muy contagiosa y mortalmente peligrosa, por lo que Ainú no debería ni siquiera acercarse a sus padres enfermos.

Sin embargo, Ainú seguía cuidándoles.

A pesar de todos sus esfuerzos, sus padres murieron después de varios días pasando todo este tiempo en dolor y agonía.

Ainú se afligió y se asustó tanto por la enfermedad de sus padres que dejó de ver al Dueño del lago y de oír Sus palabras. Ella se olvidó de Él e incluso no se le ocurrió pedir Sus consejos y Su ayuda.

Ella dejó de verlo porque los mundos de la Luz Divina no son vistos desde los mundos donde reinan la desesperación, la tristeza, el miedo, el enojo u otros estados similares. Ainú experimentó al Dueño del lago nuevamente sólo cuando enterró los cuerpos de sus padres y salió a descansar a la orilla del lago.

El Dueño del lago la abrazó cariñosamente con Su Calma y Cuidado y le dijo:

—¡Nunca se debe llorar por aquellos que abandonaron sus cuerpos! ¡Pues ellos no murieron en absoluto! ¡Mira, aquí están tus padres! ¡Ellos Me ven a Mí y te ven a ti!

Los padres de Ainú estaban cerca de ellos en sus cuerpos no materiales y parecían ser más jóvenes y bellos que en sus últimos años de vida.

Ellos se dirigieron al Dueño del lago:

—¡Oh el Grande! ¿Tú cuidarás de nuestra Ainú, verdad? ¡Está completamente sola!

—¡Trataré! —el Dueño del lago les contestó y sonrió en respuesta.

Los padres dijeron a su querida hija algunas palabras consoladoras sobre lo bien que se sentían en ese nuevo mundo, luego la abrazaron y se alejaron por un sendero cubierto de hierba resplandeciente.

—¡Mira donde ellos vivirán! —dijo el Dueño del lago.

Entonces Ainú vio a lo lejos una casa en una colina y un prado en el cual las vacas y los caballos pastaban. ¡Allí los pájaros cantaban por todas partes! Todo esto no era material; sin embargo, estaba lleno de una comodidad hogareña y de tranquilidad.

El Dueño del lago continuó:

—¡No debes tratar de retenerlos, Ainú! ¡Ellos descansarán mucho mejor en los mundos claros y puros que estando cerca de ti todo el tiempo!

»No obstante, si los recuerdas con alegría, ellos lo sentirán y te visitarán.

»Eran buenas personas en general. Vivían en calma y cuidado el uno con el otro y hacia ti y aprendieron el amor cordial, aunque su amor no era perfecto en todos los aspectos. Su vida será pacífica y alegre hasta su nuevo nacimiento en cuerpos humanos.

Ainú quedó sentada por un largo tiempo en la orilla del lago. Su Gran Amigo no le decía nada, pero cada ola de Su Luz lavaba los rastros de su tristeza.

Ainú preguntó:

—¿Por qué no Te he visto todos estos días? ¿Dónde estabas?

—Estuve aquí, cerca, pero estabas tan asustada y afligida que no Me notabas. Me costó mucho esfuerzo protegerte de la enfermedad.

»No era posible ayudar a tus padres. Su tiempo de partida había llegado.

—¿Quieres decir que una persona no puede cambiar su destino?

—A veces puede. El destino depende del pasado del alma y de aquellas decisiones que uno toma en el presente.

»¿Recuerdas cuando tú, siendo muy, muy pequeña, dijiste a tus padres que no se debe matar y comer a los pollos, gansos y corderos y que no es necesario comer carne para ser sanos? Aunque ellos querían a sus animales domésticos y los cuidaban, continuaban matándolos y comiéndolos. Ellos no te hicieron caso en aquel entonces.

»Tú misma siempre seguías este consejo Mío, mientras que ellos lo rechazaban. Por eso padecieron tanto sufrimiento antes de morir.

»El dolor causado a otros siempre regresa a aquel que lo causó. Este dolor vuelve a su destino en esta vida terrenal o en la vida de la siguiente encarnación en el mundo material.

—Dime, ¿es posible ver con el alma sólo los mundos de Luz?

—No, pero Yo no quisiera enseñarte sin necesidad a ver los mundos de la tristeza gris y del llanto, ¡ni hablar de los mundos de la oscuridad cruel! ¡No desearía a nadie vivir en esos mundos!

»Es por eso que la ausencia de la facultad de ver a los seres no materiales que habitan en estos mundos desdichados es un bien para las almas que no son sutiles todavía.

»Uno debe transformarse en un alma fuerte y sabia para poder ver en estos mundos oscuros sin asustarse y sin ensuciarse por el contacto con los seres que viven allí, lo que puede pasar, por ejemplo, cuando uno está ayudando a los enfermos.

—Entonces ¿puedes enseñarme a sanar las enfermedades? ¡En este caso, yo podría ayudar a muchas personas a entender aquello que entiendo ahora! ¡Yo no temeré, porque ya conozco el Amor y el Poder de Tu Luz!

—¡De acuerdo, Ainú!

* * *

Desde aquel entonces, el Dueño del lago comenzó a enseñar a Ainú el arte de la sanación, y ella empezó a ayudar a la gente sanando sus enfermedades y explicando sus causas. También explicaba cómo eliminar estas causas en uno mismo. Además, descubrió las propiedades curativas de las plantas y los diferentes métodos de curación que pueden realizarse con la ayuda de las infusiones hechas de estas plantas, así como con la ayuda de la Luz Sutilísima, La Cual el Dueño del lago le enseñó a experimentar y dirigir para la sanación.

Así la joven sanadora llegó a ser muy famosa en los alrededores.

Pronto los tiempos se volvieron intranquilos y la guerra se acercó a esas tierras. Un día un gran destacamento de soldados pasó cerca de la casa de Ainú.

Ellos se quedaron para descansar en el caserío y tomaron todas las reservas de queso, harina y nueces.

El jefe de estos soldados era joven, fuerte y muy guapoт. A él le gustó Ainú y él ordenó a sus soldados:

—¡Esta mujer será mía! No se atrevan a tocarla, ni siquiera a besarla o abrazarla.

»¡Cuando regresemos con la victoria, me casaré con ella! ¡Y cuando visitemos este lugar la próxima vez, le regalaré muchas joyas bellas de oro y de plata!

»¡Ella compartirá conmigo, como mi esposa, todas mis nuevas tierras!

Ainú le preguntó con asombro:

—¿Tal vez, quisieras saber si yo quiero ser tu esposa?

—¡Basta con que yo lo quiera! —contestó el jefe con arrogancia.

Los soldados se marcharon al día siguiente dejando el caserío despojado.

Ellos regresaron después de tres meses o, mejor dicho, regresaron sólo unos pocos heridos y mutilados que llevaban el cuerpo casi muerto de su jefe en una camilla. Ellos dijeron a Ainú:

—Te lo dejamos. Él quería ser tu esposo. Si él sobrevive, podrás casarte con él o tenerlo como trabajador. Nosotros no podemos llevarlo más.

Ainú pidió al Dueño del lago ayudarle a sanar a este guerrero. Su nombre era Ricardo. A ella le gustó él, incluso desde su primer encuentro. Su fuerza en aquel entonces la atrajo, pero su arrogancia era desagradable.

En cambio ahora, cuando él estaba cerca, debilitado por las heridas, el corazón de Ainú se estremeció por la compasión y se encendió con un amor verdadero.

Ella recordó qué poco atrayente era Ricardo durante su primer encuentro.

¡Pero el amor cambia a las personas! Ricardo se enamoró de Ainú a primera vista y ahora, recuperándose de las graves heridas gracias a su cuidado, también aprendía a amar.

Él comenzó a comprender que el amor no significa «poseer a la mujer», sino que es la habilidad de vivir juntos en armonía regalando alegría y felicidad el uno al otro.

Ainú curó a Ricardo sanando su cuerpo y alma. El Dueño del lago le ayudó en esto.

* * *

Ricardo y Ainú se convirtieron en marido y mujer.

Una vez el Dueño del lago preguntó a Ainú:

—¿Quieres regalarme un nuevo cuerpo? Tú y Ricardo podrían convertirse en los padres del niño en quien se encarnaría una Parte de Mí.

»¡Hay tanta aflicción y calamidades en la Tierra! Yo quisiera ayudar a las personas, pero para esto necesito obtener un cuerpo material. ¡Podría a través de ustedes convertirme en la Persona Que traería el Conocimiento Divino a la Tierra y recordaría las Leyes Divinas para una existencia justa!

Así, después del debido tiempo, Ainú y Ricardo tuvieron un hijo.

Le llamaron Olaf.

No obstante, no todo en esta Encarnación suya resultó ser tan fácil como uno podría imaginar. Él tuvo que pasar por muchas pruebas en la Tierra antes de que llegara a saber sobre su Predestinación Divina y lograra cumplirla.

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