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Conocimiento contemporáneo sobre Dios, la evolución y el significado de la vida humana.
Metodología del desarrollo espiritual.

 
En el Mahadoble de Jesús
 

Al otro lado del mundo material/En el Mahadoble de Jesús


En el Mahadoble de Jesús

Llegamos a uno de los sitios de poder de Jesús conocidos por Vladimir.

Él indicó inmediatamente la localización del Rostro de Jesús, que se encontraba encima de abedules altos.

—Este lugar —dijo él— es el mejor para conocer, en toda su Gran Belleza, las emociones de Amor de Jesús y luego, si somos dignos, unirnos con Él en estas emociones.

Muy rápido Anna y Larisa encontraron los primeros hongos. Eran dos boletos de abedul y unos rebozuelos. Ellas dijeron que Jesús los había cultivado para mí, como un regalo, y que estos regalos de Él eran muy habituales en ese lugar cada vez que Le visitaban.

Los corté con admiración y los puse en mi mochila.

Encendimos una hoguera y, poco tiempo después, Vladimir propuso que cada uno se aislara dentro del Mahadoble de Jesús, para estar a solas con Él.

Esperé como un cuarto de hora, pero no percibí en mí ninguna sensación especial. Pensé que esto ocurrió debido a los fastidiosos mosquitos que no me dejaban relajarme, no me dejaban escuchar o ver a Jesús.

Caminé más y salí a un sendero ancho. Allí comencé a oír una frase que se repetía: «¡Experimenta con el anahata!».

Traté de sintonizarme de nuevo, pero luego me precipité hacia Anna para averiguar si estaba haciendo algo mal. No obstante, ella me explicó tranquilamente que durante los contactos con Dios, no siempre tiene que haber sensaciones de éxtasis. Dios nos da diferentes estados y situaciones dependiendo de la tarea, planteada por Él para nosotros. Podría ser que esta vez yo debía simplemente aprender a ver el Rostro de Jesús.

Me calmé un poco y regresé a la hoguera, pensando que, quizás, Vladimir comunicaría algo de Jesús. Pero él, en cambio, empezó a explicar una nueva meditación, esta vez para el desarrollo de mi dantian bajo.

—Jesús me regaló esta meditación en cierta ocasión —comenzó a contar Vladimir—. Cuando la estaba haciendo en aquel momento, me quedé dormido por el cansancio. Estaba acostado cerca de la hoguera y me desperté solamente cuando mi vatnik* empezó a quemarse lentamente y un reclamo* para grévoles se encendió en mi bolsillo. ¡Entonces lo entendí como una indicación simbólica de Dios de que ya no debería atraer a Él a nadie con halagos!

Así que, para realizar esta meditación, yo debía acostarme de lado con el vientre desnudo, dirigido hacia el fuego suave. Me cobijaron la espalda para que no sintiera frío, me pusieron repelente de mosquitos sobre el vientre y una mochila debajo de la cabeza, en vez de almohada.

—El propósito de esta meditación —explicaba Vladimir— es unir los tres chakras bajos en una sola estructura bioenergética llamada hara. Y cuando aparezca la facultad de mirar fácilmente desde ésta, significará que uno lo ha logrado.

»Si quieres, puedes quedarte dormida durante horas —añadió él después—. Duerme con tranquilidad, no tenemos prisa.

Traté de mirar al fuego desde el vientre y, después de varios intentos, lo logré.

No obstante, unas hormigas empezaron a subir sobre mi cuerpo. Y yo, casi con irritación, las echaba abajo. Pero ellas se paraban en sus patitas traseras y con las delanteras batían con indignación, como diciendo: «¡¿Por qué no nos dejas caminar por aquí?!».

Sin embargo, incluso con esas distracciones lograba mantener mi concentración.

¡De súbito, una llama apareció en mi vientre! ¡Me puse a observarla detenidamente! ¡Eso es! ¡Desde el plexo solar hasta el principio de los muslos, no vi mi cuerpo! Allí ardía un fuego, pero éste, a distinción de un fuego real, era casi blanco.

Seguía observándolo. ¿Sería interesante saber si Vladimir también lo ve?

No obstante, eso no era todo. Pronto el fuego desapareció y quedó pura transparencia.

De repente comprendí que en ese momento también podría empezar a limpiar mi cuerpo. Inmediatamente salí de éste en la Luz y allí experimenté a Jesús. Me di cuenta de que Él participaba en todo esto a cada instante. Empezamos juntos a limpiar mi dantian bajo.

Enseguida Vladimir dice:

—Se puede limpiar el propio cuerpo de las contaminaciones energéticas con los brazos de la conciencia.

¡Otra vez! ¿A quién pertenecen los pensamientos que estoy percibiendo?

Después de algún tiempo, Vladimir añadió que me concentraba principalmente en el manipura. ¡Me sorprendí, pues ni siquiera yo lo noté! Comencé a mirar a la hoguera desde otros chakras. Pero parecía que ya estaba cansada y no podía hacerlo bien.

Vladimir se me acercó, me miró y llamó mi atención sobre el hecho de que en el área de svadhisthana, cerca de mi muslo derecho, yo tenía un oscurecimiento. Él lo golpeó varias veces con la palma de su mano desde la espalda, y yo vi cómo algo, parecido a unos manojos de arena, empezó a «caer» de allí.

¡Además, dijo que mi cuerpo ya estaba mojado de sudor y que en estas condiciones no se podía hacer la meditación!

Me pidió que me quitara algo de ropa y me propuso continuar el trabajo.

Percibí que ya empezaba a ponerme nerviosa y a irritarme cada vez más. Pensé: «Ahora sólo voy a malgastar mis fuerzas. Mejor lo repito en casa». Me senté bruscamente.

Pero Vladimir fue insistente. Él se propuso liberarme, lo más pronto posible, de todos los restos de aquel oscurecimiento en mi svadhisthana. Sugirió que los sacáramos con sonido. Con otras palabras, yo tenía que hacer, «al estilo de karate», un movimiento brusco con la pelvis y a la vez con el brazo, gritando al mismo tiempo.

Observando cómo lo hace Vladimir, comprendí que en aquel momento no sería capaz de convertirme en un Bruce Lee. Y hacerlo a media fuerza, yo no quería; por ende, rechacé categóricamente la idea del «karate».

Entonces recogimos las cosas y nos dirigimos para visitar a Yogashira.

Me preocupé muchísimo por mis emociones de irritación y pregunté a Larisa al respecto. Sin embargo, ella contestó que no había notado nada de eso. Probablemente, mi irritación era «anahática».

Pasábamos nuevamente a través del sitio de poder de Kim. En aquel momento dije a Anna que yo estaba muy contenta de que Vladimir me hubiera traído aquí otra vez.

Él estaba caminando adelante, lejos de nosotros, pero, al escucharlo, se volvió, esperó que me acercara y dijo graciosamente:

—¡Dile a Kim que en vano está alargando Sus Brazos hacia ti! ¡Sería mejor que te ayude a limpiar tu svadhisthana!

«¡Pues cómo!», me estremecí. «Acabamos de conocernos y ya Le voy a decir que “¡¿en vano estás alargando Tus Brazos?!”. No, no puedo así. Pues al principio, hay que tener varias citas, conocerse más de cerca y sólo entonces pedir algo. Y aun así, sería un poco incómodo».

A pesar de todo, pedí muy cortésmente a Kim que me ayudara a acabar con la limpieza. Y estábamos limpiando mi svadhisthana mientras caminamos por el sendero.

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