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Connaissance contemporaine au sujet de Dieu, de l'Évolution, et de la signification de la vie.
Méthodologie du développement spirituel.

 
Trabajo científico en biología y medicina
 

Comment Dieu Peut-Il Être Connu/Trabajo científico en biología y medicina


Trabajo científico en biología y medicina

Formación académica

Comencé a adquirir mis primeras habilidades en la experimentación científica durante mis últimos años de estudio, mientras trabajaba como asistente de laboratorio de mi primer tutor sabio llamado Gennady Andreevich Shichko. Él estaba conduciendo una investigación acerca de las influencias de diversos preparados sobre el trabajo del corazón, la presión sanguínea y la respiración de los perros. Aparte de lavar los pisos, le ayudaba con los experimentos. No recuerdo cuál era el propósito de los mismos, pero no es importante ahora. Lo que importa es lo siguiente: él me inculcó uno de los principios más importantes de la investigación científica en grupo. Cuando algo no salía bien, por ejemplo, cuando no podíamos asegurar firmemente los sensores, desarrollados para cuerpos humanos, sobre los perros, y, por lo tanto, las mediciones no eran las correctas, teníamos que inventar soluciones nuevas ahí mismo, durante el experimento. Las ideas las proponía yo, principalmente. A veces, mis sugerencias le parecían ineficientes; sin embargo, en esas ocasiones, él nunca rechazó, objetó o argumentó contra mis sugerencias, sino que simple y sabiamente decía: «¡Pruébalo!».

Cuando yo intentaba construir nuevos aparatos, él me ayudaba. Algunas veces lográbamos éxito al primer intento y otras, en el proceso de realizar intentos fallidos, encontrábamos nuevas soluciones exitosas.

Tal comprobación de las ideas en la práctica (verificación o prueba por la experiencia en lenguaje científico) es el mejor criterio de la verdad. Esto es mucho más eficiente que filosofar sin experimentar en la práctica.

Más tarde, cuando Shichko, a causa de su escrupulosidad insobornable, fue despedido «debido a reducción del personal», empecé a trabajar en otro laboratorio médico, con farmacólogos. Ahí se llevaban a cabo los famosos experimentos con colesterol en ratas. Basándose en sus resultados, los huevos fueron «condenados» como comida porque la gente supuestamente se enfermaba de aterosclerosis por comerlos.

Cada día yo, como asistente de laboratorio, alimentaba a las pobres ratas con decenas de gramos de colesterol químicamente puro, disuelto en aceite. De hecho, se formaron placas de colesterol en las paredes de los vasos sanguíneos de las ratas, pero si uno compara esas dosis, relativas a los 200 gramos que pesa la rata, y la cantidad de colesterol contenida en un huevo de gallina, relativa al peso de un cuerpo humano, ¡resulta que la dosis relativa en la rata era un millón de veces más alta que la dosis humana normal! Es decir, todos estos experimentos se llevaron a cabo incorrectamente, y sus conclusiones, dadas a conocer en todo el planeta, no eran más que una mentira científica.

El colesterol es una sustancia a partir de la cual se forman en el organismo tanto las hormonas sexuales masculinas como las femeninas. Además, los huevos suplen al organismo con una bioenergía muy buena, son muy auspiciosos para el trabajo espiritual en las primeras etapas. Los huevos (y la leche) proveen al organismo con el conjunto de aminoácidos esenciales (componentes de las proteínas).

Pero en esos años yo no entendía nada acerca de esto y sólo realizaba mecánicamente mi trabajo, como un participante involuntario del absurdo científico.

Uno tiene que buscar la razón de la aterosclerosis en otra parte. Puedo formular la siguiente hipótesis: las placas de colesterol se forman en la superficie de los vasos sanguíneos que ya están afectados con depósitos de sales de ácido úrico (la cual es una de las manifestaciones de la gota, la enfermedad más típica de la gente que se alimenta con «cadáveres», es decir, los cuerpos de animales muertos).

…En los mismos años de estudio, tuve la ocasión de trabajar en un grupo de expedición zoológica de la universidad. Mi labor principal era cazar pequeños roedores (ratones, topillos) y musarañas con la ayuda de trampas y hoyos cavados con ese propósito, en donde los animales caían y no podían escapar. Entonces yo partía sus estómagos y registraba lo que se encontraba ahí: restos de bellotas, cuerpos de insectos, etc. A causa de esta tontería, la cual era necesaria sólo para reportar al supervisor acerca de mi actividad «científica», miles de animales murieron en sufrimiento extremo: ya fuera por inanición o de dolor; la trampa a menudo no los mataba inmediatamente, sino que sólo atrapaba alguna parte de su cuerpo. Yo no recuerdo haber sentido alguna compasión hacia ellos en esos años. Lo hice porque así se me «ordenó», porque era mi «deber». Y el dolor de «alguien más», no era conocido para mí todavía. Yo mismo necesitaba atravesar mucho sufrimiento para volverme capaz de entender el dolor de otros, para aprender a ser compasivo…

Y ahora, cuando los principios de la regulación de nuestros destinos por Dios son claros para mí, puedo contestar a toda la gente doliente que pregunta: «¿Por qué hay tanto dolor en mi vida?» o «¿Por cuál razón tengo todo este sufrimiento?». Espero que la respuesta sea clara para ustedes, mis queridos lectores: mediante nuestro dolor Dios nos enseña a ser compasivos con el dolor de otros. No podemos deshacernos del dolor hasta sacar de raíz de nosotros para siempre, por lo que nos resta de nuestra evolución futura, la capacidad de lastimar a otros seres injustificadamente.

…Mi trabajo de graduación en la universidad fue sobre la ecología de los castores. Recolecté la información viviendo cerca de un pequeño río con castores, en un pantano con muchos mosquitos.

Desde el comienzo del trabajo, mi consejero científico me expuso su principio básico de interacción con los estudiantes: no es el profesor quien busca a los estudiantes para hacerlos trabajar, sino que ellos deben buscar su ayuda. No tuve otra opción que aceptar este principio. Esto formó en mí las bases de un científico que piensa independientemente, que busca las estrategias y tácticas necesarias y que asume responsabilidad personal por su proyecto, desde que comienza hasta que termina.

Inicié mi trabajo de graduación leyendo toda la literatura disponible sobre el tema. Luego viajé a casi todos los bosques del distrito local, en mi carro Zaporozhets y a pie. Busqué los lugares donde vivía el castor.

¡Vi tanto durante esos viajes! Cuerpos de varones y mujeres ebrios acostados sobre el lodo de un camino de pueblo; tuve que rodearlos con mi carro… Peleas entre borrachos… Hombres persiguiendo a sus esposas con hachas… Suicidios, asesinatos… ¡Degradación total de la población del pueblo debido al alcohol!... No había un solo joven en edad de reproducirse que fuera la excepción…

Recuerdo una escena, la que denominé «Amor ruso». Dos hombres ebrios «bailando» una danza ebria en un camino de pueblo. «Bailaban» porque no podían ni mantenerse en pie, ni caminar: sus cuerpos estaban fuera de su control. Uno de ellos le juraba amor al otro con su voz de borracho. El otro estaba electrizado de felicidad por la calidez de su amigo. Y el amigo, apenas manteniéndose en pie, decía patéticamente:

—¡Iván! ¡Te quiero tanto! ¡Iván! ¡Tú eres mi más querido amigo! ¡Amigos por siempre, Iván! ¿No eres mi amigo? ¡Dime! ¡Iván! ¡Discúlpame si hice algo mal!... ¡Iván! ¡Haz realidad mi sueño más querido! ¡Iván! ¡Acércate! ¡Déjame darte un puñete! ¡Iván, querido amigo! ¡Iván, mi fiel amigo! ¡Déjame darte un puñete! ¡E- eh! ¡No lo puedo soportar! ¿Me quieres? ¡Acércate!

Y aunque Iván quería ayudar a su buen amigo, pues no se opuso ni se retiró, sin embargo, tenía un poco de miedo… Así estuvieron «bailando» por largo tiempo, en semejante «escena de amor», hasta que los dos terminaron dormidos en el lodo…

Y como fondo de toda esta vileza y degradación, existía un estricto control de la KGB, incluso en los lugares apartados. En una aldea, la gente me dijo acerca de un aldeano que había decidido empezar a vivir retirado, solo. Entró en el bosque, hizo una cabaña, cavó y plantó un huerto. Nadie sabía dónde se encontraba.

Cuando los rumores acerca de este hombre alcanzaron a las autoridades locales de la KGB, ellos organizaron una operación especial de peinado del bosque, ¡con la participación de cientos de oficiales de la KGB y policías! ¡Y lo encontraron! Toda su construcción fue destruida; el «criminal» fue traído de vuelta a la hacienda del estado (la así llamada Sovkhoz): «¡¿Quieres libertad?! ¡Debes trabajar, no para ti mismo, sino para el Estado, para la Madre Patria, para el país!»

Dos semanas más tarde, este hombre se suicidó… ¡Esto sí estaba permitido!

…Cuando reporté al consejero científico los resultados de mi investigación inicial sobre los castores, él escogió para mí uno de los lugares más alejados de la ciudad: «¡Mientras más lejos de la gente, mejor!»

Era un área pantanosa, cerca de un pequeño río, en el bosque, aproximadamente a doscientos kilómetros de San Petersburgo. Tuve que vivir ahí, entre castores, mosquitos y otros habitantes del bosque, sin ver a otro ser humano por meses. Hice un mapa de los lugares donde vivían los castores, estudié su actividad diaria, estudié su alimentación en el invierno y en el verano, tomé fotos, etc. Ocurrió varias veces que me caí bajo el hielo en el invierno o me hundí en el pantano en el verano. Una vez, por la noche, una tormenta derribó un gran pino, justo sobre mi tienda de campaña. Pero afortunadamente, en esa ocasión, yo no estaba ahí: había ido a otro lugar de castores y pasé la noche allí.

Había tantos mosquitos en esos lugares, que yo tenía que trabajar, en el verano, con la chaqueta puesta. El agua y los mosquitos estaban por todas partes; los lugares secos eran escasos. Yo cruzaba por el agua sin desvestirme; las ropas se secaban sobre mi cuerpo.

Hay una observación interesante: como los castores son animales nocturnos, yo, como investigador, tenía que observarlos durante las noches y dormir durante el día. Así que mi vista se adaptó a ver en la oscuridad. Me acostumbré a moverme por los pantanos en la noche, sin linterna.

Recuerdo un día que yo estaba regresando a casa después de mes y medio de esa vida en los pantanos. Primero fui en un camión, después en un bus y luego en el metro. Me di cuenta que la gente me miraba de forma extraña y después se apartaba… Ya en casa, me miré en el espejo, yo mismo me asusté: mi barba estaba cubierta con un grueso sedimento gris, parecido al moho. ¡Es una enfermedad! ¡Incluso me dio escalofrío! Estaba por cortarme la barba con tijeras, pero entonces comprendí todo y me reí: ¡era el ungüento antimosquitos que yo usaba todo el tiempo en el bosque, que se había acumulado y secado en la barba!

En resumen, la experiencia que gané en esos años fue realmente grandiosa.

… El oponente oficial en la defensa de mi trabajo de graduación era un asistente superior de laboratorio de la cátedra. Él ni siquiera había leído el trabajo, pero como debía decir algo, hizo varias observaciones absurdas. En respuesta, demostré que todas ellas eran inapropiadas. Al presidente del consejo no le gustó la insolencia del estudiante y quiso bajar la calificación. Únicamente «en consideración a la alta laboriosidad del trabajo», se decidió otorgarle la calificación excelente.

… Uno de los estudiantes del mismo año, ocupó sólo cuatro o cinco días recolectando información para su trabajo de graduación: caminó a lo largo de una playa en el Golfo de Finlandia, contó los moluscos de varias especies que aparecían en la arena, después de la marea. Y él, también, recibió satisfactorio en su defensa. Y él, también, obtuvo su diploma de la universidad…

Yo había aprendido bastante y eso se convirtió en mi base como científico. En cuanto a él, no aprendió nada.

Entre otras cosas, aprendí a alimentarme con los productos del bosque. Por ejemplo, a las hierbas comestibles uno puede comerlas crudas o secarlas para el invierno, para la preparación de sopas, infusiones y porciones vitamínicas para otros platos; también están las plantas medicinales; la miel elaborada por uno mismo a partir de flores de diente de león, filipéndulas y otras; la mermelada de moras del bosque; y, en especial, los hongos, que me permitieron comer sanamente durante todo el año y gastar mucho menos dinero en nutrición.

Más adelante, tal provisión de comida del bosque me permitió sobrevivir (literalmente) en este cuerpo durante los años de persecución política y cuando una pandilla formada por uno de mis ex-discípulos me dejó discapacitado…

… Mucha gente «conoce» sólo la comida que se vende en las tiendas. Pueden sufrir de inanición y estar a punto de morir, ignorantes de que hay comida a sus pies. ¡La Aegopodium podagraria, la ortiga y muchas otras plantas pueden usarse como comida durante todo el año, hasta la próxima primavera!

Lo que es más: ¡uno puede curarse con la ayuda de las hierbas! La ortiga (cruda o seca) es muy eficaz contra las enfermedades inflamatorias e infecciosas. También vale la pena estudiar la Aegopodium podagraria con respecto a la prevención y tratamiento del cáncer (para éste último, debe usarse como monodieta por un largo período de al menos varios meses).

¡Los hongos también son maravillosos! Se recogen desde mayo-junio (Marasmius oreades y hongos anillo de hadas, Collybia dryofila), hasta diciembre (hongos Pleurotus y Flammulina velutipes), y pueden usarse como una comida sustanciosa, sabrosa y saludable. Los hongos que crecen masivamente, los cuales se recogen desde agosto hasta octubre, son los mejores para conservarse durante todo el año, hasta la siguiente temporada de hongos.

Es especialmente bueno salar los hongos, ya que así se asimilan mejor, y normalizan estupendamente la digestión. De hecho se los puede considerar como una comida curativa, porque proveen al sistema digestivo de bacterias lácticas. Además, contienen muchas vitaminas y microelementos. Adicionalmente, las proteínas de los hongos salados o preservados con el vinagre se asimilan mucho más fácilmente porque el ácido destruye las paredes de sus células que, sin estos tratamientos, resultan «duras» para nuestros fermentos digestivos.

Los hongos salados pueden guardarse en un recipiente metálico esmaltado, incluso en un departamento de la ciudad. Sólo es necesario retirar el moho de la salmuera una vez por semana aproximadamente. ¡Uno también puede almacenar moras, hojas secas de menta, grosellero o hasta epilobio (Chamérion angustifólium)! ¡No se necesita comprarlas, sólo recogerlas! ¡Incluso las agujas de abeto o pino, extraídas de ramas caídas, son una fuente excelente de vitamina C!

* * *

Un día un antiguo conocido mío, una persona que pasaba sólo en la ciudad, en su departamento y a quien no había visto por mucho tiempo, cayó enfermo.

…Era primavera y recogíamos y comíamos con placer ortiga tierna. ¡Es de lo más delicioso picar la ortiga, hervirla por un minuto (no más) y comerla con mayonesa o marinado de hongos!

…Cuando llamé a este hombre y me enteré de su enfermedad, le dije:

—¡La ortiga es un buen remedio! ¡Te producirá su efecto de inmediato!

—¡Oh! ¡Qué buena idea! ¿Por qué no lo pensé yo mismo? ¡Le pediré a alguien que me la compre!

—¡Comprarla!... ¡¿Dónde?!

—¡En una farmacia, por supuesto! ¡¿Dónde más se la puede conseguir?!

Le dije que todo el campo alrededor de la ciudad está cubierto de ortiga. Nos reímos por un rato.

Luego le di a comer ortiga fresca. ¡Le gustó mucho!

… Algunos días después le llamé otra vez por varios asuntos. Me contó que estuvo fuera de la ciudad el día anterior, por diferentes lugares. Bromeé:

—Bien, ¿sabes ahora, dónde crece la ortiga?

—¿Dónde?

—En el lugar donde estuviste ayer. ¡Está repleto de ortiga!

—¡Pero yo no miré bajo mis pies!

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